Dicen que en Islandia hay pozos tan profundos que si se arroja una piedra nunca se la oye llegar al fondo. Bueno, hay ciertos seres humanos que también son así. La ciencia los llama psicópatas (este año, la estudiante chilena Nicole tuvo la mala fortuna de cruzarse con uno de ellos a las cinco y pico de la mañana en el barrio de Almagro). Los buenos escritores arrojan una sonda a esos abismos y nos advierten sobre los monstruos que infestan las profundidades. Uno de los más hábiles exploradores de almas descarriadas se llama Stephen King. Lo demuestra en su última novela, protagonizada por un asesino en serie, sin el menor glamour. Los porteños nos anoticiamos este año que la hez de la humanidad vive camuflada entre nosotros. Hay mucha gente que está rota. Y es mala. “Como una manzana que parece sana por fuera pero cuando la abres esta ennegrecida y llena de gusanos“, nos advierte el más popular narrador estadounidense. Nicole pagó con su vida está realidad.
El rey del terror ha decidido pues honrar el género policial. Mr. Mercedes (Plaza & Janes, 493 páginas) plantea una lucha clásica entre el bien y el mal, sin ningún elemento paranormal en el escenario. En un rincón, se encuentra un policía retirado con dos inverosímiles ayudantes. Y un homicida múltiple en el otro. El suspenso llega bien dosificado. La historia, seguramente, atrapará a todo aquél que disfruta esa eterna especie literaria que Edgard Allan Poe ha inventado.
Todo comienza el 10 de abril de 2009. Esa madrugada, dos toneladas de la mejor ingeniería alemana embisten con toda intención a una muchedumbre de desocupados congregada en la puerta de un Centro Cívico, gente tan desesperada por encontrar un trabajo que horas antes de que abra la Feria de Empleo hacen cola desafiando el frío y la niebla. Un Mercedes Benz SL500, sedan gris de doce cilindros, sale de la nada con sus faros descomunales y se les viene encima a hombres y mujeres. Ocho personas murieron y otras tres quedaron lisiadas permanentemente. Tan espantoso crimen, con un auto robado a una ricachona, quedó impune.
EL DUELO
Salto al presente. Estamos en una ciudad del Medio Oeste. Puede que en Ohio, sobre el lago Erie. Gustavo Williams Hodges se jubiló como inspector de primer grado sin haber encontrado al responsable de la matanza del Centro Cívico. Cuando estaba en la policía era prácticamente un alcohólico; ahora obeso, a los 62 años, pasa las tardes solo, atiborrándose de tres de los jinetes del Apocalípsis: azúcares, grasas y televisión abierta. Piensa en suicidarse. Siempre tiene a mano el 38 Smith & Wesson de su padre, le gusta porque las balas nunca se atascan. Hasta que un día recibe una carta de Mister Mercedes.
El asesino se llama Brady Hartsfield, veintilargos, empleado en una casa de electrónica por la mañana, heladero por las tardes. Un individuo muy inteligente que casualmente está loco. Odia a todo el mundo, incluso a la borracha de su madre, que lo impulsó a asesinar a su hermano y ahora le obsequia satisfacción sexual (baraja el autor una vieja premisa freudiana: la violación del tabú primordial, el incesto, abre la puerta a cualquier atrocidad). Sueña Brady con aderezar los helados con warfarina (u otro veneno peor) para ver a los niños desangrándose por todos los orificios de su cuerpo. Tiene planes confusos y siempre cambiantes, pero quiere despedirse del mundo con un acto apoteósico de destrucción. Antes de que anochezca, no obstante, nuestro chico tiene un asunto pendiente con un policía gordo (retirado). Quiere inducir a Hodges a suicidarse con su revolver 38. Lo espía por la ventana; lo provoca primero con una carta y luego en un chat de adultos.
Brady vs. Gustavo es pues el duelo, el núcleo incandescente del libro que hace avanzar la acción… No diremos nada más de la trama. No puede dejar de elogiarse, en verdad, la construcción que hace Stephen King de la mente del psicópata. Pone en su mente atormentada, incluso, una forma de ética: "Todos los preceptos morales son engañosos“, dice Brady. “Incluso las estrellas son un espejismo. La verdad es la oscuridad y lo único que importa es hacer una declaración de principios antes de entrar en ella. Abrir un corte en la piel del mundo y dejar una cicatriz. A esto se reduce la historia, al fin de cuentas, a tejido cicatricial".
No sólo relumbra King como psicólogo al voleo. Asimismo, cultiva con propiedad la vena sociológica en el último tramo de su tan prolífica como discutida carrera literaria. Ya sabemos que no hay novela policial talentosa que no incluya una buena dosis de crítica social, abierta o embozada. Mr. Mercedes no es una excepción. Stephen King condena, entre otras plagas, la gula estadounidense. Le desagrada que la ciudad moderna esté infestada de bolas de sebo; o que una adolescente tenga el trasero “del tamaño de Iowa”. Los reality shows, la forma más estúpida de televisión, son condenados sin paliativos. El telón de fondo de la anécdota es la decadencia económica de las ciudades industriales. Y se vierten algunas lágrimas por todos aquellos sectores que la revolución informática ha dejado en terapia intensiva: los diarios, editoriales, tiendas de discos y el Servicio de Correos de Estados Unidos, por mencionar sólo unos casos.
EL ESTILO
En lo que al estilo se refiere, sorprende gratamente la naturalidad con que fluye la prosa de Stephen King. Hace rechinar los dientes tan sólo la sensiblería con las que talla algunas relaciones afectivas, una antigua seña de identidad que desde 22/11/1963 creíamos superada. Pero ni siquiera el pomposo Harold Bloom puede afirmar hoy en día que el autor de El resplandor escribe de manera defectuosa. Todo lo contrario; escribe muy bien. Los diálogos son vivaces e inteligentes (algunos memorables), y hay metáforas poderosas. Escuchen ésta: "Tiene la mirada intensa y escrutadora de un cuervo con la vista fija en una ardilla recién aplastada". Pocos narradores, por cierto, exhiben tanta destreza para hacer uso de los elementos de la cultura pop. Es un mérito de King que los críticos esnobs suelen pasar por alto. Finalmente, la larga fila de guiños a la ‘novela negra de detectives’ resulta encantadora.
El señor King ha anticipado que Mr. Mercedes es la primera parte de una trilogía (el segundo tomo, Finders Keepers, se publicará en 2015). Los derechos del libro ya han sido comprados para convertirlo en una miniserie de diez capítulos. Las buenas críticas lo han llevado en Estados Unidos al primer lugar en la lista de los más vendidos. Está bien. No se trata, obviamente, de una joya de la literatura contemporánea, pero podemos afirmar sin titubeos que se trata una muy buena novela policial de esas que nos mantienen los dedos aferrados al libro durante horas y de esas que azuzan nuestras paranoias urbanas. Al fin y al cabo, el chico simpático de la esquina que nos vende helados con una frase amable en cualquier circunstancia puede ser el peor de los homicidas. Olvídense de vampiros, hombres lobo, fantasmas y extraterrestres, parece querer decirnos Stephen King en su última novela. Es a los psicópatas a quienes debemos realmente temer. Tenemos que estar preparados. Detrás del rostro insulso de un joven, puede haber una olla de demencia en ebullición.
Guillermo Belcore
Publicado el domingo pasado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
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