jueves, 5 de septiembre de 2019

Pinceladas musicales

Macondo y el condado de condado de Yoknapatawpha. Santa María y la comarca de Región. La buena literatura es pródiga en lugares míticos. En su novela breve número mil, César Aira propone sumar Coronel Pringles a tan eminente cartografía. Hay algo secreto y fantástico, al parecer, en sus cambios de luz, en la metafísica de sus habitantes y en las criaturas que merodean el arroyo Pillahuincó, se nos advierte en Pinceladas musicales (132 páginas, Blatt & Ríos).
Como el lector sabe, Pringles tiene encarnadura real. Es una pequeña y laboriosa ciudad sobre la llanura bonaerense, igual a cualquier otra. Quien vio una, las ha visto todas, podría decirse. Sólo es digno de mención el espectacular Palacio Municipal, fruto del genio loco de Francisco Salamone en la década del treinta; y acaso la cercanía con las Sierras de la Ventana. Si yo fuera el intendente, ya estaría invirtiendo en un Museo César Aira.
No sin poesía, Aira eleva al Palacio a "pistilo, titánico, triunfante"...; "maravilla arquitectónica de extravagancia sin par..."; "gigantesco piano desarmado de cemento que debería haber sido el orgullo del pueblo..."; fruto de "una estética improbable".
El eje argumental de la nouvelle se articula en torno a unos murales para el Palacio que le encargan, en pleno apogeo del primer peronismo, a un artista dudoso, un vecino antiguo con ínfulas de pintor, retirado del comercio, viudo, con hijos grandes. El narrador evoca sus dudas artísticas, su deslizamiento hacia la locura del anacoreta, su presencia ante un episodio legendario de la Revolución Libertadora. El narrador no es otro que Aira.
LOS TRUCOS DEL MAGO
Como en tantas de sus obras, las anécdotas -regidas por el disparate- sirven de pretexto para que el literato defienda una peculiar teoría literaria, que le ha dado prestigio y polémica. Cuando el arte se degrada a testimonio -establece en la página cincuenta y siete- pierde su condición alada, se hace pesado como un día laborable.
Las facultades del artista -propone más adelante- no son el entendimiento común, la memoria, la comprensión, la agilidad o la flexibilidad mental. Residen en otro lado. Son "raras, oblicuas y hasta pueden parecerse al desvarío o, por qué no, a la estupidez".
Al mago de Pringles le encanta revelar sus trucos. Literatura de autojustificación, que llega a denunciar "el demonio de la Perfecta Comprensión", una sentencia antigua pues ya Borges había notado que lo más conveniente para el relato es que se narre como si no comprendiera del todo lo que ocurre.
Se trata -añade el vate pringlense- de "abrir la mente, no de cerrarla, y servirse de las aberturas para ver el mundo y leer la poesía del mundo, o al menos sus rimas". 
Y concluye que "una obra inconclusa no es un error estético, como lo cree la gente sin sentido artístico. Eso debe venir de la pulsión burguesa de obtener satisfacción por lo que se paga". Entonces, la obra de arte sin terminar siempre será mejor que la terminada,sentencia un literato que ha sido parejamente admirado y repudiado por sus finales absurdos, repentinos, desaforados como si se hubiera hastiado de la novela que está escribiendo y ya estuviera pensando en la siguiente (Aira publica unos tres libros por año).
REALISMO LUDICO
El realismo lúdico de Aira -en perpetua lucha contra el verosímil literario- no es para todas las sensibilidades, volvemos a repetir en este suplemento. Se lo menciona para el Premio Nobel, pero puede que a algunos lectores lo canse, aburra, provoque la desagradable sensación de tiempo dilapidado (¡hay tantos tesoros literarios esperándonos!).
Seguramente, hay algo profundo en el atildado procedimiento, pero bien puede parangonarse con las monótonas ciudades rurales que mencionábamos al principio. Quien leyó una de estas nouvelles, podría sentir las ha leído todas, con algunas excepciones contadas con los dedos de la mano, como La liebre (1) o El santo (2). Aira, todo hay que decirlo, ha renunciado a sorprender. Abrió una grieta en el público especializado, además.
La intrascendencia, eso sí, se disipa en los comentarios inteligentes que esmaltan todo texto aireano. Son como flores hermosas en una jungla descabellada. Verbigracia: ¿Cómo procurarse optimismo en la edad de la melancolía?, reflexiona un literato que ha llegado a los setenta años de vida. "El envejecimiento es una decadencia", admite luego.
A favor de Pinceladas musicales, agréguese una sintaxis perfecta; el cultivo de la paradoja y el humor (hay un tête à tête de una señora con un árbol, ¡ja, ja, ja!) y el objeto libro. La edición de Blatt & Ríos es simplemente hermosa.
Guillermo Belcore
Calificación: Regular

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cómo te admiro, toda vez que leo tus comentarios! Gracias por dedicarle esmerado tiempo a este rinconcito del que podemos venir a investigar unos cuantos, sedientos de buen material.
Cariños, Diana.

Anónimo dijo...

Pregunto si ha hecho algún comentario sobre la novela "Zama".
Atentamente, Diana.

Anónimo dijo...

César aira hace literatura contra todos los vientos que se empeñan en borrar el artificio. El narrador de papel y el autor se confunden , hay complicidades con un tipo de lector ideal que para Aira debe poseer muchas competencias y saber demorarse en la belleza de un párrafo