viernes, 4 de septiembre de 2009

Viajes en el tiempo

El moscardón imaginario XVII

Este año, Hollywood revivió el tema. Start Trek narró, de manera brillante, la irrupción de una nave romulana del futuro. Los renegados llegaron para vengarse de sus odiados primos vulcanos y de la Federación Unida de Planetas. El joven Spock tropieza al final con el anciano Señor Spock (es decir, con sí mismo) quien le aconseja unir su destino a la amistad con el comandante Kirk. Una de esas paradojas temporales que odian los científicos.

No es la primera vez, que el universo trekkie (otra de mis pasiones) explora los viajes en el tiempo. Creo que los borgs -una raza humanoide imperialista sin entes individuales y fortalecida con implantes sintéticos- fueron los primeros en volver al pasado para torcer el curso de la historia en perjuicio de la Tierra. Gracias a Dios, el capitán Picard frustró sus planes. Los comandantes Sisko y Janeway también debieron lidiar con visitas de otro siglo y universos alternativos. ¿Es esto posible?, siempre me he preguntado. ¿Alguna vez podremos conocer el rostro de Cristo o la voz de Borges?

En busca de respuestas, asistí el martes pasado a la charla Los viajes en el tiempo en la ciencia y la ciencia ficción en Eterna Cadencia. Valió la pena. El ingeniero Claudio Sánchez, autor de más de treinta libros de divulgación científica, combinó la erudición con la amenidad. Tiene un raro don: es capaz de trasmitir conocimientos de manera perfectamente comprensible. Trajo libros, un tablero de ajedrez, relojes, una flor sintética y un resorte plástico. Desmenuzó películas de Hollywood y agujeros negros. No volaba un mosquito en el bar de la librería. Hasta las pequeñas criaturas del Señor se sentaron a escuchar.

¡Qué paradoja!

Claudio, luciendo una hermosa remera del Eternauta, comenzó con una advertencia: la gravedad y la velocidad tienen la capacidad de modificar al tiempo. Provocan el efecto dilatación. No es una especulación teórica, ha sido comprobada en el laboratorio. Pero sólo permitiría viajar al futuro (a velocidades inimaginables y como si tratase de una hibernación). Aunque no hay ninguna ley física que lo prohíba, el sueño de vislumbrar la Roma de Augusto es patrimonio, por ahora, de la literatura fantástica.

En nombre de la lógica y el sentido común, el experto detalló las paradojas que vedan ese íntimo afán de la humanidad:
a) Paradoja de la modificación del pasado: ¿Es posible fabricar ayer un hecho que nunca ocurrió? ¿Es posible suprimir otro que ya ha ocurrido? La mayoría de los científicos sostienen que no. Esgrimen el famoso efecto mariposa (un insecto aletea en Hong Kong y desata una serie de efectos que concluyen en un tornado en el valle de Punilla). La literatura y la cultura popular contraatacan con el concepto de los universos paralelos. Si yo cambio el curso de la historia, creo un sendero alternativo con sus propias peculiaridades. En un gran supercosmos, pueden convivir infinitas esferas paralelas. Muchos han imaginado una tecnología que permite saltar de uno a otro. Yo me iría a ese universo donde no rompí el brazo y seguí jugando al fútbol en los infantiles de Vélez.

b) Paradoja del libro nunca escrito: Supóngase que arribamos a la Viena del siglo XIX con un volumen de La interpretación de los sueños en las faltriqueras. Allí, persuadimos a un muchachito llamado Sigmund Freud que se dedique a la carrera militar. Volvemos al presente y editamos con nuestro nombre el famoso ensayo. ¿Pero quién sería en realidad el autor de esa singular visión de la psiquis? ¿Freud que murió antes de escribirla?

c) Paradoja de la multiplicación de la materia: ¡Oh sorpresa! El racionalista Sánchez trae a Borges a la mesa. Recuerda que en Otras Inquisiciones, ha glosado así un texto de Coleridge: “Si un hombre soñara que ha estado en el paraíso y que le han dado una flor y, al despertar, encontrara esa flor sobre su almohada, ¿sería eso prueba suficiente de que ha estado ahí?”. Añadió el maestro, pensando en La máquina del tiempo de Wells: “Más increíble que una flor celestial o que la flor de un sueño es la flor futura, contradictoria flor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y no combinaron aún”. La ciencia replica: la máquina del tiempo implica grandes concentraciones de energía y materia (hoy presentes en los agujeros negros). De allí, podrían provenir los átomos para crear la flor del siglo XXV.

Un atajo

Sánchez depuso al final su rol de aguafiestas. Dejó abierta una posibilidad lógica para los viajes al pasado. Sería posible, científicamente hablando, borrar las huellas del tiempo en un objeto o ser vivo. Es decir, volverlo a un estado anterior, quitarle las transformaciones experimentadas. La literatura, cómo no, lo ha anticipado: Juegos de espejos, un cuento de Fredric Brown (1906-1972), recrea una máquina capaz de quitarnos de encima cincuenta años de golpe. No sólo patas de gallo y canas, también borra recuerdos y conocimientos. ¡Bendito sea Internet! Hoy es posible bajar gratis este relato:
http://www.librosgratisweb.com/html/brown-fredric/juego-de-espejos/index.htm

Sánchez explicó que el estadounidense Fredric Brown, un autor de culto, es el narrador que más ha explotado la mitología de los viajes en el tiempo. También recomendó la lectura de Poul Anderson (Guardianes en el tiempo) e Isaac Asimov (El fin de la eternidad). Puedo dar fe de la excelencia de la primera novela. Una comando especial se dedica a viajar por el pasado para corregir las anomalías temporales que malvivientes provocan en su beneficio personal. Deben, por ejemplo, evitar que los mongoles sean los primeros en irrumpir en América. Pero quizás lo más interesante del libro es la recreación de un mundo forjado según los valores, conocimientos y cultura de los celtas. En ese universo alternativo, Anibal Barca superó sus absurdas hesitaciones e incendió Roma. Creo que será el tema de un próxima comentario.

El conferencista cerró con un convite. Nos invitó a la conferencia de viajeros del tiempo que se celebró en Massachussetts en mayo de 2005. No se cobró matrícula, sólo hizo falta acreditar que uno proviene del pasado o del futuro. No sé si podré ir. Tengo otros compromisos pautados. Me quedé pensando. ¿Qué modificaría en mi vida si tuviera la posibilidad de volver cuatro años atrás? ¿Compraría dólares o acciones de Acindar? ¿Cambiaría mi voto o dejaría de leer este o aquel libro decepcionante? No, esos son intereses mezquinos. Sólo estoy seguro de una cosa: pasaría mucho más tiempo con mi madre. Días enteros. Hoy la extraño mucho.
Guillermo Belcore

PD: ¿Te interesan los viajes en el tiempo? En este blog hemos recomendado la lectura de un joyita de la literatura francesa: El hombre que se reencontró de Henri Duvernois.

5 comentarios:

gabrielaa. dijo...

me hizo acordar de "Los hombres que mataron a Mahoma" de Alfred Bester, que estaba (creo) en la Minotauro 1.

y de paso me encontré esto :)

Guiasterion dijo...

Querida Gabriela:

Muchas gracias. Definitivamente, usted es la amiga más atenta de este blog. Acabo de ver que Eterna Cadencia acaba de subir otro texto de Sánchez. Realmente, escucharlo fue un gran placer.

Saludos
G.B.

Mannelig dijo...

Mmmm, uno de mis temas literarios favoritos. He ido a comprobar qué tenía de Fredric Brown en la estantería, y resulta que leí ese cuento, dentro de un volumen recopilatorio, en ¡junio del año 93!, según quedó anotado (con el título de "La sala de los espejos"). Qué mala memoria. Y los relatos de Anderson no debieron de caer muy lejanos, ni tampoco la novela de Asimov, aunque al menos éstos los recuerdo con todo cariño. Ay, que a este paso, ya no tardaré muchos años en empezar a necesitar esa máquina...

Claudio Horacio Sánchez dijo...

Gracias a Guillermo Belcore por su comentario. Pero sólo escribí un divulgación científica: Físicamente (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/14-2005-11-28.html).

Los demás son de computación, en diversas colecciones de MP Ediciones.
Claudio

Guiasterion dijo...

Estimado Claudio:

¡Ups! Lamento el error. Pero lo animo a que escriba esos libros. Creo que Ud. tiene talento.

Saludos
G.B.