Alex J. Bellamy
Fondo de Cultura Económica. Ensayo de filosofía, 412 páginas
¿Cómo pueden estar libres de pecado contra la Divina
Providencia si están manchados con sangre humana derramada para defender cosas que deberían ser despreciadas?
San Agustín
Los demoníacos atentados del 11-S y la criminal invasión de Estados Unidos a Irak han obligado a repensar las leyes de la guerra. En realidad, lo que han revivido es la urgencia por recordarle a los poderosos que para asegurar la supervivencia de la especie no debe darse carta blanca a los militares, ni siquiera al realismo, mucho menos a la razón de Estado. De ahí, el origen y la necesidad de este ensayo. Su mensaje es el mismo que el de Immanuel Kant: hasta que la guerra desaparezca por completo, el imperativo deberá ser limitarla en la mayor medida posible. Hay ciertas leyes que son vinculantes para todos.
La obra procede de un think tank marginal. Alex J. Bellamy es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Queesland, Australia. Se presenta como un discípulo intelectual del formidable padre Francisco de Vitoria, catedrático de la Universidad de Salamanca que en el siglo XVI reprobó el expolio de los aborígenes americanos ante las narices mismas del rey. Bellamy da por satisfecho si este libro es considerado como una nota al pie de página de Guerras justas e injustas (1977) de Michael Walzer, “la obra definitiva de la ética de la guerra”. Su estilo es árido pero ordenado. Cada capítulo cierra con una conclusión.
El libro consta de dos momentos. En la primera mitad, se glosa la tradición de la guerra justa en Occidente, desde Atenas hasta la actualidad. Es la más interesante. En la segunda, se abordan los dilemas éticos y legales que plantean los conflictos contemporáneos, como la lucha contra el terrorismo, la intervención humanitaria (Yugoslavia, Somalia o Sudán) o la irrupción aliada en Afganistán. El autor desempeña el papel de un miembro del jurado que sopesa todos los alegatos. Su sentencia es el siguiente: “los actos bélicos son legítimos sólo si están justificados en términos de los referentes y las perspectivas comunes que provee la tradición de la guerra justa, y si estas justificaciones están validadas por otros actores”. Es decir, abomina de los Bush y de los halcones neocom, y de la demencial doctrina de la guerra preventiva que han pergeñado.
Guillermo Belcore
Publicado ayer en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
PD: No se trata, obviamente, de un hito del pensamiento; pero es un libro esclarecedor y necesario.
1 comentario:
Interesantisimo.
Yo creo que parte de un error, creer que la guerra se rige por conseptos morales, cuando la guerra es justo lo contrario: la suspencion de toda moralidad.
Las guerras nunca pueden ser justas o injustas, esa es una calificacion moral.
Seria lindo que los señores de la guerra sintieran verguenza y se abstuvieran de atacar a las naciones mas debiles para robarles, pero eso es confundir lo que "es", cono lo que nosotros quisieramos que fuera.
Pienso que las guerras desapareceran, pero no porque sean malas, sino porque seran reemplazadas por sistemas de expropiacion mas eficientes.
Excelente tu blog, saludos!
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