Diario de un lector apasionado XV
Olleros 3900. Martes. 13.00 PM
Cierto espíritu de flaneur (manía ambulatoria, se queja mi compañera) me condujo hasta el barrio de Chacarita en busca de una de la maravillas del universo: panes saborizados. Olleros y Fraga, Masamadre (foto); “la casona del pan y la poesía", alguien no ha vacilado en afirmar. No salí defraudado, aclaro de entrada.
Poca gente (ideal para abandonarse al goce de la lectura), una carta que abomina de la carne, mesas de madera, amplísimos ventanales, paciencia del personal con los tipos extravagantes como yo. Encargo un sánguche de milanesa de avena completa (sin cebolla, no puedo verla ni dibujada). Viene con huevo, rúcula, papas al horno y una ensaladita. “No soy yo si no bebo todos los días un café con leche”, le explico a la cordial mesera que me mira como diciendo: “todos los locos me tocan a mí”.
Primera sorpresa: una panera enorme con distintas variedades y sabores. ¡Guau! Lo acompaña una pasta de porotos negros para untar, riquísima. Me abduce mi último descubrimiento: Colum McCann, un escritor irlandés que revela el lado sórdido, corrupto, tercermundista de Nueva York. Es otro ejemplo cabal de que la novela, tal como la conocemos desde el siglo XIX, -desde que la burguesía se hizo con el control de la historia-, goza de buena salud. Acabo de escribir unas líneas al respecto en Eterna Cadencia.
Estoy leyendo, por encargo del diario La Prensa, Que el vasto mundo siga girando de McCann. Un libro fascinante que pone en juego más de un recurso estilístico. El eje de la trama es una hazaña de 1974: un acróbata francés recorrió la distancia que separa las dos Torres Gemelas sobre una cuerda floja (un cable de acero), ¡a ciento diez pisos de altura! La proeza une distintos destinos individuales, entre ellos el plato fuerte de la novela: un sacerdote irlandés consagrado a la Teología de la Liberación, que misiona entre las prostitutas del Bronx, en el borde del mundo.
McCann se documentó con rigurosidad. Corroboró que el trabajo de campo también es importante para la construcción de una novela que aspira a retratar una porción de la realidad y a denunciar el sistema que obliga a hacer cosas depravadas a la gente. El profesor universitario acompañó a los policías en sus rondas. Recorrió esas viviendas subvencionadas de Nueva York donde Dios suele ausentarse, donde se mata y se golpea por azar, y donde que te atraquen es un ritual. Otro día, otra pena. Pienso en nuestro Fuerte Apache, en los monoblocks de Dock Sud o de Soldati, o en el barrio Carlos Gardel de Palomar donde alguna vez tuve que entrar a entrevistar a una fuente con el corazón en la boca (nadie me tocó un pelo).
El esfuerzo, la seriedad y la dedicación del novelista se perciben en el producto final. También en la gastronomía. Llega mi brunch. Segunda sorpresa: el café con leche viene en un tazón tamaño extra large, que sólo se me ocurre comparar con el que me sirvieron hace tiempo en una pulpería de Lobos. ¡Qué felicidad! Que sirvan estas líneas, entonces, como recomendación de Masamadre y de la novela consagratoria de Colum McCann.
Guillermo Belcore
PD: ¿La cuenta en Masamadre? Treinta pesos. Excelente combinación precio, cantidad, calidad.
3 comentarios:
ASTERION:
LOS LIBROS y las comidas son placeres casi únicos.
Yo me preocupo de lo segundo.
Festejo el regreso al BLOG de cosas variadas.
Creo que en mi próximo viaje a BS AS debo visitar este lugar.
ATTE
ALEJANDRO
desde Chile.
¿Milanesa de avena, estimado? ¡Qué asco! ¿No es para los pájaros eso?
Bueno, como usted quiera. De Colum McCann le recomiendo "Perros que cantan", en español la sacó Muchnik Editores. Y acompañe la lectura con un buen bife, como Dios manda. ¡Salud!
Fuimos a comer en MasaMadre hoy y fue muy rico - super recomendable, tiene una onda muy hipon - sus platos indios/curry son muy buenos, tambien recomiendo el chai que viene frio (iced chai)
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