William Shirer
Planeta. 924 páginas. Ensayo de historia. Precio aproximado: 130 pesos
La diferencia entre literatura y periodismo -bromeaba Oscar Wilde- radica en que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída. Refuta la humorada este manual de historia, épico, ameno y minucioso (demasiado minucioso por momentos), que desde su publicación en 1961 se convirtió en un éxito de ventas a nivel global y en manzana de la discordia entre los académicos. Es la obra magna de un periodista excelente y legendario, que lo escribió cuando el macarthismo lo había dejado sin trabajo. William Shirer (1904-1993) fue corresponsal en Berlín, Viena y otras capitales europeas durante los años de plomo. Felizmente, no se trata de un testigo imparcial: los déspotas como el cabo austríaco o el seminarista georgiano no le suscitan a su alma liberal y cultivada otra cosa que indignación y desprecio.
Puede que algún dato puntual haya sido impugnado por la evidencia descubierta en los últimos cincuenta años, pero el relato pormenorizado de los años entre el nacimiento de Adolf Hitler y el estallido de la II Guerra Mundial es básicamente exacto, con la excepción quizás de cierta indulgencia con los comunistas. Muy discutida es, empero, la especulación de Shirer de que existe una continuidad ideológica entre Lutero, el viejo orden prusiano y el Führer (Uno puede atestiguar a su favor que ya Julio César hablaba del “furor germanicus”). El erudito inglés Hugh Trevor-Roper definió el libro como un “espléndido trabajo de erudición, objetivo en el método, sólido en el juicio e insoslayable en sus conclusiones”.
Shirer, con destreza, combina sus experiencias personales, con los documentos incautados por los aliados y los diarios personales de Goebbels, el general Harder y el conde Cianno, entre otras fuentes escritas. La erótica de la obra, no obstante, estriba más que nada en su contenido periodístico; en la información de primera mano que el autor ha acumulado y registrado, ya sea el latido de la calle, el estado del clima o la fisonomía del estrambótico conjunto de desequilibrados que creó el nacionalsocialismo.
He aquí un párrafo típico, que nos revela a Hitler, el Tepichfresser:
“En la mañana del día 22 (septiembre de 1937) estaba yo desayunando en la terraza del hotel Dreesen, cuando vi pasar a Hitler para inspeccionar su yate, que estaba amarrado a orillas del río. Caminaba a grandes zancadas. Me pareció que tenía un tic nervioso. A cada instante, alzaba el hombre derecho en un gesto mecánico, aflojando, al mismo tiempo, la pierna izquierda de un tirón. Tenía unas ojeras espantosas. Tal y como lo señalé por la noche en mi periódico, daba la impresión de estar al borde de una depresión nerviosa: Tepichfresser!, murmuró a mi lado un compañero director de un diario alemán, que detestaba en secreto a los nazis. Y me contó que, desde hacía algunos días, a causa del asunto checo, Hitler vivía en un estado tal de frenesí, que, en más de una ocasión, había perdido el control de sí mismo y se había arrojado al suelo y había mordido el borde de una alfombra. De ahí nació la expresión “devorador de alfombras”. La víspera por la noche, en el hotel Dreesen, en el curso de una conversación con algunos chupatintas a las órdenes del partido, oí llamar de aquel modo al Führer, en voz baja, por supuesto”.
Guillermo Belcore
Publicado en los Suplementos de Cultura de La Prensa y la Capital de Mar del Plata
Calificación: Bueno
1 comentario:
Es un gran libro, he leído el primer tomo y a la espera estoy de encontrar el segundo.
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