jueves, 19 de enero de 2012

¿Por qué tanto odio?

Elisabeth Roudinesco
Libros del Zorzal. Ensayo de filosofía, 125 páginas. Edición 2011.

"Nuestra época de crisis aguda se traduce en un profundo deseo de historia. Sacando provecho de esa desorientación, los alborotadores menos escrupulosos pueden erigirse en visionarios y servirse de cualquier recurso gracias a la complicidad interesada de los medios. (…) Autores confortablemente ubicados en las cabeceras de las góndolas, pero que representan un verdadero peligro desde el punto de vista de la transmisión del saber".
Guillaume Mazeau
Los medios de comunicación -sobre todo los diarios; en especial, los suplementos de cultura- suelen entronizar a grandes nulidades. Pensadores de moda, escandalosos, irreverentes, refutadores paripatéticos de los saberes oficiales, a quienes no les da la talla más que para danzar sobre la superficie de las cosas (la metáfora es de Nietzsche). El francés Michel Onfray, paladín del ateísmo posmo, pertenece a esta casta superflua y populista asegura el ensayito que Elisabeth Roudinesco, en colaboración con otros cuatro catedráticos, lanzó al ruedo para descalificar un libro de Onfray: El crepúsculo de un ídolo. La fabulación freudiana. ¿Libro dije? Para Roudinesco se trata más bien de "un líbelo delirante y maniqueo", una tentativa de "hacer daño".


Para quien no lo conozca, Onfray es retratado como un pensador extravagante que pretende formar parte de izquierda francesa, quien en su Tratado de Ateología opone a los tres grandes monoteísmos, "centros del odio y la destrucción", una "humanidad atea preocupada por el advenimiento de un mundo higienista, paradisíaco, hedonista: la cual estaría dirigida por un dios solar y pagano, completamente investido por la pulsión de vida y cuyo representante sería el propio Onfray, quien tendría por misión inculcar a sus discípulos la mejor manera de gozar de sus cuerpos y del cuerpo de sus vecinos: a través de la masturbación". 

Pero no es éste el disparate que a Roudinesco y sus colegas le interesa descalabrar, sino las mediáticas y festejadas ocurrencias de Onfray de que Freud es una fuente de pulsión de muerte, y de odio al padre y adoración de la madre (para seducirla mejor sexualmente), y de que la esencia del psicoanálisis nos es más un puro y simple relato autobiográfico de un fundador depravado.

El contraensayo no sólo destaca la falta de rigor científico, la ausencia de fuentes, la arbitrariedad, y los aberraciones metodológicas del pensamiento de Onfray como el llamado principio de la prefiguración que sostiene que "todo ya está en todo incluso antes de ocurra un acontecimiento" (Kant es un precursor de Eichmann, por ejemplo). ¡También somete al apóstol del placer solar a un análisis psicológico! (parece que de niño fue víctima de "malvados sacerdotes salesianos").

Como bonus track, el libro trae un capítulo de Roudinesco que desbarata un rumor famoso: "la relación de Freud con su cuñada", la que la hiel de Onfray (no fue el primero) presenta como una monstruosidad familiar. Me ha resultado muy interesante también, acaso por el peculiar momento que atraviesa la cultura argentina, la denuncia del profesor Guillaume Mazeau sobre "la ruptura del contrato de verdad". Por lo demás, provoca un gran placer estético (y una gran envidia) la forma en que los franceses eminentes procesan sus polémicas intelectuales: la falta de elegancia en la expresión se considera un pecado imperdonable.

Volvamos al título. ¿Por qué tanto odio? En efecto, las enseñanzas, tropos, diagnósticos y terapias que Freud enseñó al mundo son detestados parejamente por nazis, marxistas puros y duros, católicos de misa diaria, antisemitas de toda laya, positivistas a lo Mario Bunge y charlatanes mediáticos como Onfray. Cito a Roudinesco, insigne historiadora: "La historia del odio a Freud es tan antigua como el odio al psicoanálisis. No se toca impunemente el sexo, el secreto de la intimidad, los asuntos de familia, la pulsión de muerte y la barbarie de los regímenes que esclavizan a las mujeres, los homosexuales, los marginados, los anormales, sin tener que pagar un costo".
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PD: Desde mi punto de vista, Roudinesco es una pensadora esencial, en cuanto que reivindica y encarna la tradición ilustrada contra los ataques premodernos y posmodernos contra la Modernidad sólida.

1 comentario:

Zweig dijo...

El ateo póstumo está en contra de... Onfrey es sólo cínico...