viernes, 24 de agosto de 2012

El ruido y la furia

William Faulkner

Alfaguara. Novela, 325 páginas. Edición 2012.


Fue el mejor de su especie. William Faulkner no sólo ha protenciado la evolución de la orfebrería novelesca y ha retratado con filosa destreza una civilización decadente, sino que conformó una influencia artística insoslayable y perdurable. La mitad de la literatura latinoamericana del siglo XX, de alguna u otra manera, tiene una deuda con él. A cincuenta años de su muerte, al demiurgo del mítico condado de Yoknapatawpha lo siguen publicando. Es probable que El ruido y la furia sea su obra maestra.

La novela, concluida en 1928, relata la degradación económica y moral de los Compson. En el siglo XIX dieron un gobernador y dos generales al Estado de Mississippi pero en la actualidad todos los miembros de la familia son incapaces de evitar el fracaso excepto en longevidad y suicidio. “La victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles”, se establece. En efecto, Quintin III se arroja a un río en Harvard (Padre había liquidado la mayor parte de la propiedad familiar para enviarlo a la universidad) después de cometer incesto, “con olor a madreselvas”, con su hermana Candace. Tiene otros dos hermanos: Jason es un sádico y malvado, el perfecto racista resentido del profundo Sur; Benjamin es retrasado mental. El clan tiene seis sirvientes negros. La áspera relación entre blancos y negros -relación de sometimiento, paternalismo o crueldad- es otra de las claves del texto.

Pero no es el qué, el quién, el dónde o el cuándo el asunto crucial del libro. Es el cómo. Mario Vargas Llosa, que consideraba a Faulkner el “más persuasivo creador de ficciones de nuestro tiempo”, destacó que “la forma es algo tan visible en su narración que ella hace las veces de protagonista y actúa como un personaje de carne y hueso o figura como un hecho”. Y no es una lectura cómoda la de los primeros capítulos pues los datos se nos escamotean, vemos el mundo a través de los ojos de un idiota de nacimiento, y hay yuxtaposición temporal y alternancia de los puntos de vista incluso dentro de un mismo párrafo. Pero entre momentos de intensa poética y tremendas vicisitudes vamos armando el sentido como si de un rompecabezas se tratara. Uno se va de la novela con la certeza de que ha gozado de una experiencia de lectura única, sublime, imposible de olvidar.
Guillermo Belcore

Calificación: Excelente


PD: Bien, aquí estoy saldando otra deuda. Me prometí leer (o releer, como en este caso) algunos clásicos por año y transmitir mis pareceres en unos dos mil quinientos caracteres, no más que eso ya que -como dice Aira- soy muy respetuoso del tiempo del lector. Veinte años atrás, más o menos, había abierto por primera vez esta magnífica novela, en una edición de tapas granates y duras de Hyspamérica (¡22.000 ejemplares de tirada!). Si la memoria no me engaña, creo que lo disfrute más intensamente en el segundo abordaje. Me pregunto entonces: ¿Es ‘El ruido y la furia’ una de esas obras que exigen un lector experimentado, paciente, acaso mayor de cuarenta años de edad? ¿No?

11 comentarios:

Vero dijo...

Me detengo en algo que creo que tiene su importancia: Quentin dice que cometió incesto, pero el padre no le cree, y entonces aunque no queda del todo claro parece admitir que ha mentido sobre eso. Es el hechizo que opera el punto de vista: ¿por qué debemos creer lo que digan los narradores?
Y sí creo que la novela exige paciencia, detenimiento.
Saludos.

Andrea dijo...

Reconozco que le temo a Faulkner. No he leído nada de él, sólo le reconozco por su trascendencia impecable como escritor. Tengo ganas de abordarlo a pesar de aquellos rasgos de estilo que puede haber en alguna de sus obras como las yuxtaposiciones temporales y alternancia de puntos de vista en un mismo párrafo ( en este punto recuerdo cómo me costó la lectura de "Pantaleón y las visitadoras" de Vargas Llosa que narra de la misma manera).
En fin, este año aprovecharé la reedición de sus obras y veré que tal me va con ellas.
Por cierto aún no llego a los 40!! jaja, bs

Daniel Morales dijo...

Aún no llego a la treintena y no sé qué me parecerá la novela a los cuarenta años, pero sé que pueden gozarla personas de casi cualquier edad. De hecho, creo que Faulkner es un escritor perfecto para los jóvenes inquietos (y pacientes). Un lector maduro quizá preste atención a aspectos que los adolescentes pasan por alto, pero éstos, por contra, son más impresionables, y si hay algo que sabe hacer Faulkner es causar impresión. Yo leí El ruido y la furia, y muchas otras de sus novelas, alrededor de los veinte, y quedé absolutamente fascinado. Me cuesta pensar que al releerlas en el futuro me gusten aún más, pero, ya que a ti te ha pasado, voy a esforzarme en hacerlo: es bonito pensar que el futuro me depara algo tan bueno.

Anónimo dijo...

Cuesta trabajo entrar a los mundos de Faulkner, por su extraña sintaxis, por su extraña puntuación, por sus extrañas descripciones. Sin embargo, una vez que ingresas a sus universos, ya no sales, no hasta acabar el libro en cuestión. Por eso hay que desconfiar de las novelas que te permiten entrar y salir con facilidad; señal de falta de densidad, de volumen.


Yo tengo especial debilidad por Mientras agonizo. Novelón. El monólogo más inquietante de un muerto.


En fin, solo un narrador con mayúsculas podría hacer literatura a partir de una mazorca o una carreta.


Saludos.


Donardo

Anónimo dijo...

Yo siento debilidad sobre todo por Mientras agonizo, aunque es cierto que El ruido y la furia es una gran novela. Apta solo para lectores exigentes. Es sencillo el buen William. ¿Usted, Guillermo, pudo con Absalón, Absalón? Yo la abandoné (pero no se lo diga a nadie)


Solo un narrador con mayúsculas podría, como Faulkner, hacer literatura a partir de una carreta o una mazorca.


Saludos.


Donardo.

Roberto dijo...

"Through the fence, between the curling flower spaces, I could see them hitting..."
El único comienzo de novela en inglés que puedo recordar, que me ha quedado grabado, como una música, como una sucesión de acordes de aquella canción que uno ama...

Guiasterion dijo...

Estimada Verónica:

El encanto del punto de vista. Como en 'La piedra lunar' de Wilkie Collins, la erótica de esta novela de Faulkner pasa, en buena medida, por la delicada (y compleja) alternancia de las perspectivas de los personajes, incluso la de un idiota.

Querido Roberto:
Sí, estamos ante una obra con pasajes inolvidables. Yo no puedo sacarme de la cabeza el llanto de Benjy, ese mugido que compendia toda las tristeza del mundo y Dilsey, la vieja negra, acariciándole la cabeza.

Amigo Donardo:
Me temo que no he leído esa obra. Tarea para el hogar, pues.

Amable Daniel:
Se me ocurrió pensar: así como hay libros que se recomiendan para cuando somos jóvenes e inexpertos (¿El Principito?, los de Galeano o Salgari), me pregunto si hay otros que demandan lectores adultos, con no menos de doscientas novelas entre pecho y espalda. ¿Los de Faulkner entran en esta categoría?

Gracias a todos por escribir

G.B.

Daniel Morales dijo...

No estoy seguro de que los libros de Faulkner entren en esa categoría. La mayoría de ellos, si bien exigen una paciencia infinita (yo también abandoné Absalón, Absalón la primera vez que intenté leerlo), están llenos de ruido y de furia, y ésa es una de las cosas que más suelen valorar los jóvenes. Pasa algo parecido con Dostoievski, que es con toda justicia uno de los autores predilectos de los jóvenes lectores, o, digamos mejor, de los jóvenes inquietos que leen. Es cierto que el ruso es mil veces más legible que Faulkner, pero se asemejan en la desmesura, y es eso, en buena parte, lo que los hace atractivos (y lo que a muchos, con el tiempo, puede acabar cansándoles). Creo que a mí, a los 20 años, me habrían parecido aburridos los libros de, por ejemplo, Alice Munro o Ethan Canin, dos narradores magníficos y muy inteligibles, pero serenos, demasiado serenos para lo que entonces me pedía el cuerpo. Ojo, no estoy diciendo que haya que poner a los niños a leer a Faulkner en las escuelas. Es obvio que la inmensa mayoría se moriría de aburrimiento. Pero me atrevo a aventurar que al muchacho que ya lleve dentro el veneno de la literatura le parecerá un regalo incomparable, igual que me lo pareció a mí, igual que me lo parecieron Cortázar, Dostoievski o Henry Miller. A otros les pasa con Bukowski o Palahniuk; sin ir más lejos, después de intentar inocularle el veneno a mi hermano con varios libros supuestamente juveniles (Stevenson, Verne, Jack London), finalmente lo he logrado con El club de la lucha, que, aunque está lejísimos de ser El ruido y la furia, también está lejos de Salgari, y no deja de ser un libro difícil, o cuando menos raro, para un chico de 14 años.

Por otro lado, quizá no hablamos de lo mismo cuando hablamos de “jóvenes e inexpertos”. Quizás tú estés pensando en niños de 10 años; en ese caso tienes razón. Yo pensaba en muchachos un poco mayores, tal vez porque yo mismo empecé a leer asiduamente muy tarde, a los 16 años. La mía no fue una infancia de Salgaris y de Vernes y de Stevensons, me crie frente al televisor y nunca se me ocurrió abrir un libro por propia voluntad hasta que una tarde, de puro aburrido, encontré en la estantería de casa uno de Hermann Hesse; aun así, en apenas cuatro años de lectura apasionada, con un bagaje modestísimo, muy inferior a doscientas novelas, llegué a Faulkner y aquello fue un auténtico bombazo. ¿Que me faltaba, que a cualquier persona de 20 años le falta experiencia para leerlo como es debido? No sé. En cualquier caso, estoy totalmente seguro de que no hace falta tener 40 años, ni haber leído 200 novelas, para que su lectura sea más que provechosa (y placentera), igual que no hace falta haber hecho el amor 200 veces para tener una experiencia sexual plenamente satisfactoria. También por aquellas fechas (estudié filosofía) intenté leer la Ética de Spinoza y no hubo manera, de todas todas era demasiado para mí, como probablemente lo seguirá siendo siempre. Para eso sí hace falta contar con un vastísimo trabajo de base, igual que quizá haga falta haber vivido un poco para apreciar a Alice Munro en lugar de encontrarla aburrida. Pero, creo, para leer a Faulkner lo que hace falta es pasión, pasión y tenacidad, y eso es algo que conocen de sobra los jóvenes, o al menos los mejores de ellos.

(Por favor, no me malentiendas, hablo con cierta rudeza pero sin la menor sombra de acritud.)

Y perdón por haberme extendido tanto. Un saludo.

Anónimo dijo...

Sí, Faulkner es genial, irrepetible. Me gusta tanto que nombré a su personaje Benji Compson en un cuento con el que gané un concurso de "Zoología fantástica" (una corta historia sobre el monstruo del Lago Ness) y me siento muy feliz de haberle hecho ese pequeño homenaje a un autor tan enorme y a ese personaje tan sufrido. Pero hoy en día recomiendo a Jhumpa Lahiry, sus historias tienen un tono similar, muy humanas, densas, pero muy bien trabajadas. Y claro, otro para recomendar es Michael Ondaatje, legítimo heredero de la voz y el ritmo de Faulkner. Esos autores se extrañan, más en un presente que, al menos en Colombia, sólo nos muestra a impostores de la literatura como Ricardo Silva, Efraim Medina, Mario Mendoza, Carolina Sanín, Angela Becerra....y muchos otros farsantes...

Agustín Molina dijo...

Acabo de terminarlo por primera vez, aunque "terminarlo" suene pretencioso. Es claramente necesario una relectura reposada, sin prisas, sin ansiedad.
Nunca me había ocurrido algo así con una novela, en el que la magia ocurra cuando recién en las últimas veinte páginas entendés lo que se quiso decir en las primeras ciento treinta, y aún seguiste adelante, sin entender nada de nada, a pura porfía.
Saludos!

Guiasterion dijo...

Estimado Agustín:

Cuando estamos ante un texto que nos interpela, conviene preguntarse:¿Exige una relectura? Si la respuesta es sí, se trata de un escrito canónico, de esa estirpe sublime que me gusta definir como Alta Literatura. Es el caso de Faulkner.

Gracias por escribir

G.B.