Tusquets. Novela, 380 páginas. Edición 2015
Además de eterno candidato al Nobel, Haruki Murakami (Kioto, 1949) es el campeón del llamado universo tubifex. ¿Qué es esto? Un cosmos con una lógica distinta donde, por ejemplo, puede haber dos lunas en el firmamento, una de las cuales es verdosa, sin que nadie se haga preguntas.
Tanto la excentricidad de las historias, como las metáforas insólitas con las que decora los textos, resultan encantadoras. Sus personajes parecen concebidos por un demiurgo bromista y cruel (como aquél que ha creado la humanidad, pero no tan malvado). En términos artísticos, el universo tubifex ha implicado la renovación del realismo mágico. La buena literatura no sabe de fronteras.
Tusquets reimprimió por fin la tercera novela de Murakami (tiene trece en su haber), que fue entregada a la imprenta en 1982. Uno podría suponer que es defectuosa por inmadura, pero sería una suposición equivocada. Se trata de una de sus composiciones mejor logradas, cuya prosa es tan suave como una tarde de primavera.
El interés nunca decae. Al comienzo del libro, se perciben ecos de Raymond Carver, pues la banalidad cotidiana de un joven publicista, que arrastra una fracaso matrimonial y se encapricha con una chica por sus orejas (sólo en Japón, o en un libro de Murakami las orejas femeninas pueden ser hechiceras), va urdiendo un sentido trascendente. Al final de la obra, se evoca a Stephen King: nos enfrentamos a lo que podría definirse como un caso de posesión demoníaca. ¡Y los muertos hablan!
La trama nos lleva hasta el despoblado interior de la isla de Hokkaido. Allí el frío suele provocar estragos. Vamos en busca de una perturbadora especie de carnero que obsesiona a un pez gordo de la ultraderecha. El tiempo apremia. La cacería es fascinante. Al fin de cuentas (Murakami ha leído también a Melville) la vida de verdad consiste en andar dando vueltas detrás de algo.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
2 comentarios:
Leí hace años la edición de Anagrama y desde entonces cada vez percibo más el carácter intersticial de la obra de Murakami. No es ficción tradicional, ni "neo-realismo mágico", es algo más. Un destilado japonés que es irrepetible fuera sus islas. Y lo disfruto mucho en cada lectura.
Te quedaste recontra corto con la calificación me parece. Abrazo
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