El escritor, pintor y crítico de arte John Berger murió ayer a los 90 años en Londres, según confirmaron sus allegados y la editorial Alfaguara.
Fue una voz esencial del siglo XX, pero del siglo XX corto (el concepto es de Hobsbawn), pues su mentalidad era un producto típico de la época filosa que concluyó en 1991 con la estrepitosa caída del Muro de Berlín. Concibió al arte como una militancia urgente y cáustica, pero al contrario de tantos nac & pop de la Argentina nunca se le ocurrió sacrificar la estética en el altar del compromiso político. Lo corroboran sus mejores ficciones y ensayos.
Entre el primer grupo, se ubicaría G, novela picaresca de carácter experimental, con la que ganó el Premio Booker en 1972 (donó la mitad del efectivo a las levantiscas Panteras Negras de Estados Unidos). Ese año fue la apoteosis de Berger: publicó su libro de ensayo más influyente, Los modos de mirar, que inoculó una perspectiva política a la crítica de arte (sin desdeñar la estética) y luego sería convertido en una serie de televisión por la BBC.
Durante los ochenta dio a la imprenta la famosa trilogía De sus fatigas, en la que abordó el cambio social en Europa provocado por el tránsito de lo rural a lo urbano. En 1995 publicó Hacia la boda y regaló los derechos a las organizaciones que asisten a los enfermos de sida.
Berger había nacido el 5 de noviembre de 1926 en un hogar próspero de clase media de Highams Park, Londres. Las agencias de noticias recuerdan que si bien estudió arte desde la adolescencia y llegó a ejercer tempranamente como docente, a sus treinta años decidió dedicarse por completo a la escritura, decisión que revería más adelante. En el Ejercito había tenido su primer contacto con la clase obrera (sirvió en Belfast entre 1944 y 1946), choque que moldeó sus convicciones ideológicas para siempre, según The Guardian, que lo considera uno de los intelectuales m s influyentes de su generación.
DOS RECOMENDADOS
Su primera novela, Un pintor de hoy, es de 1958. Allí narró la insólita desaparición de Janos Lavin, tras el triunfo de su primera exposición individual en Londres. Con un estilo informativo y atrapante, Berger, que acababa de dejar los pinceles, nos conduce a los anhelos, logros y decepciones de la creación visual. También, expone los fundamentos de una ideología recalcitrante (reivindica a Stalin), augurando que "el socialismo terminaría entrando incluso en el mas pequeño bloc de dibujo''.
La novela es grata, inteligente y lúcida. La propaganda, por cierto, no la arruina. En su momento, no obstante, enervó a la muy liberal Inglaterra. Sólo un mes permaneció en las librerías, después de que un aluvión de críticas indignadas la hiciera picadillo. "Un libro tan perverso sólo podría haber sido escrito por otro hombre: Goebbels de joven'', se escribió.
Otra de sus obras esenciales es un Hombre afortunado que data de 1967 y retrata a un médico amigo de la Inglaterra rural. Con este libro, Berger elevó al Parnaso la biografía, ese género tan fácil de escribir pero tan difícil de hacerlo interesante. La obra contiene momentos de novela, un puñado de historias de vida que se leen como cuentos, meditación filosófica, una aguda exploración de la condición humana.
EN UNA ALDEA
Recluido desde hace casi medio siglo en una aldea de la Alta Saboya, este artista militante no ha desdeñado ningún género, incluso el guión televisivo, el teatro o la crítica de arte. En los últimos años, su prosa jupiterina honró varios diarios del Primer Mundo. Se ensañó con Estados Unidos, la globalización y el capitalismo en general. Sostenía que hoy vivimos bajo una tiranía global sin rostro; la democracia y el mercado libre, supuestamente, se han fusionado en un solo organismo depredador. Parangonó a los plutócratas con Hitler o Stalin.
El de los artículos periodísticos -recogidos siempre en libros- era el Berger de siempre: el poeta en prosa, el ameno narrador de historias con un imperativo moral, el marxista impenitente pero no tonto, el exégeta del proletariado, el dinosaurio de la Guerra Fría.
Quiso ser una encarnación de la entereza pero terminó citando a Hugo Chávez. Sugería a los novatos escribir a mano, "con los nudillos ensangrentados''. Añoraba el tiempo en que era la Historia la se escribía con mayúscula, y no las marcas comerciales. Hasta en sus errores resultó interesante.
Berger se casó tres veces y tuvo tres hijos: Jacob, director de cine; Katya, escritora y comentarista de cine; e Ives, artista y escritor, también.
Guillermo Belcore
Publicado en la edición de hoy del diario La Prensa.
1 comentario:
Me encanta cuando dice "tomó su primer contacto con la clase obrera (...)" como si ésta fuera una enfermedad. Y después: "(...) choque que moldeó sus convicciones para siempre". Don Berger era otro zurdo burgués con la conciencia sucia, que los hay de a montones, tan hipócritas como para ensalzar a Chávez y al mismo tiempo vivir en la campiña francesa. Ay, el mundo de la cultura es tan fariseo.
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