domingo, 15 de noviembre de 2009

El nombre del viento

Patrick Rothfuss
Plaza Janes. Novela fantástica. 872 páginas. Edición 2009

Apuntalada por una formidable maquinaria de promoción y por sus indudables virtudes literarias, una meganovela fantástica avanza por todo el mundo con botas de siete leguas. El nombre del viento es el primer tomo de una ambiciosa trilogía. Fue publicado en ingles en 2007 y, si no me equivoco, ésta es la primera reseña que aparece en la Argentina. En España, hasta el diario El País le ha presentado sus respetos.

El estadounidense Patrick Rothfuss (1973) es catedrático de lengua y literatura inglesa en una universidad de Wisconsin. Como tantos avispados, un buen día decidió explotar una fórmula de probada eficacia. El lector corriente (¡bah!, todos nosotros) gusta de consumir entretenimientos que reencanten el mundo. Algo de magia y espadas; una pizca de Medioevo y aventuras; algunos demonios, animales fabulosos y paladines, una constelación de sectas, mitos, conspiraciones y demiurgos. El género fantástico no es más ni menos honroso que cualquier otro. Nunca me cansaré de repetir que no hay especies literarias menores, sino grandes o pequeños escritores. Y Rothfuss califica para las ligas mayores. He leído sus casi novecientas páginas con avidez. No me avergüenza confesar que me robó horas de sueño. Sólo bostecé con las ñoñas aproximaciones amorosas del héroe.

El héroe se llama Kvote (pronúnciese “cuouz”) el Arcano, el Sin sangre, el hombre que ha aconsejado a reyes, hablado con dioses y cuyo nombre ha sido tanto elogiado como maldecido en la Universidad. Después de una vida legendaria que cantan los aedas y deforman los viejos parlanchines, se oculta bajo el disfraz de posadero en un pueblo de mala muerte. Hasta allí, llega el Cronista, un narrador excelente, una de las veinte personas en el mundo que conoce el nombre del hierro. Ha oído las historias y quiere los hechos reales. Kvote le abre su corazón, pues malos presagios rondan por las región. Campesinos fueron malheridos por un escral. Son arañas negras como el carbón, con el tamaño de una rueda de carro. No tienen ojos ni boca, pero sus patas son afiladas como cuchillas. Tienen la consistencia de la cerámica. Viven para matar.

El primer volumen de Rothfuss relata minuciosamente los primeros años del adalid. Es una historia sobre los Chandrian, figuras legendarias que aparecen como un rayo en un cielo despejado. Son pura destrucción, sin sentido. Masacraron a los padres de Kvote y a toda su troupe de artistas trashumantes por haber estado cantado unas canciones que nunca conviene cantar. Kvote queda solo en el mundo. Malvive como gorrón en las calles de la perversa ciudad de Tarbean hasta que decide probar suerte en la universidad. Tiene sólo quince años pero cuenta con una inteligencia prodigiosa, sólidos conocimientos de magia simpática (fue alumno aventajado de Abenthy el arcanista) y un talento inusual para el laúd. El examen de ingreso es durísimo pero Kvote lo logra. Poco tarda en ganarse enemigos: es un buscapleitos innato. La búsqueda desesperada de dinero consume gran parte de sus energías. Pero el muchacho va progresando con un objetivo primordial en su alma: vengar a sus padres. Conoce el amor y en una de sus correrías hasta mata a un lagarto escupe fuego de cinco toneladas; el animalito estaba a punto de arrasar un pueblo.

El estilo
La prosa de Rothfuss es rica en imágenes sensoriales, con algunos giros elegantes y buenos símiles. Ha tallado párrafos muy bellos. Tiene tendencia a crear aforismos y sentencias (“una persona inteligente e irreflexiva es una de las cosas más aterradoras que existen“). Se toma su tiempo para narrar los episodios decisivos, como la competencia musical en la taberna Eolio en la que Kvote gana el caramillo de plata. La tensión está bien dosificada. No es una novela pefecta, por supuesto. Causa fastidio, por ejemplo, el ardid de fragmentar el texto en capítulos infinitesimales. Es la moda, qué se le va a hacer. Una concesión a los lectores perezosos.

Se ha comparado este libro con El Señor de los Anillos. Falso. Su imaginería no alcanza la potencia de Tolkien. Si se trata de encontrar un aire de familia, prefiero afirmar que tiene algo de Dickens o de Twain (el de Huckleberry Finn) aderezado con elementos fantásticos. El universo Rothfuss se conforma con leves variaciones de lo real. Hay una sana intención de verosimilitud, de coherencia interna. La magia abreva, cómo no, en la cabala y el gnosticismo: los nombres dan forma al mundo y un sabio que puede pronunciarlos va camino al poder. Un nombre es el fuego en sí. La mayoría de las cosas tiene vida de uno u otro modo. Eso es el Arcano. También el libro le debe algo a Freud: todos tenemos dos mentes: una mente despierta y una mente dormida. Hay una subrealidad.

Kvote llamó al viento y el viento lo escuchó. Espero ansioso la segunda parte.
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PS del 31-12-09: Puedes leer un esclarecedor reportaje en

3 comentarios:

gabrielaa. dijo...

especial para Guiasterion que ama estas listas ;)

los 100 mejores libros de la década según el Times de Londres

Guiasterion dijo...

Querida Gabrielaa:

Gracias. Es usted realmente muy amable. Voy a comparar mis lecturas con la lista de The Times. Aprovechemos ahora antes de que el desalmado de Murdoch cobre por leer sus diarios.

Un abrazo
G.B.

Isi dijo...

Yo también lo he leído y me ha gustado mucho. Casi más la parte desde cuando entra a la universidad. Me ha encantado que los elementos fantásticos salgan de lo habitual (elfos, vampiros, etc), y lo he leído del tirón, hasta el punto de enfadarme al terminar y ver que, en realidad, no termina y voy a tener que esperar a los siguientes. ¡¡odio estas esperas!!
Saludos!