Edhasa. Autobiografía. 157 páginas.
La autobiografía tiene alitas de ñandú. Como no se nutre sólo de la imaginación, dispone de medios limitados para suscitar interés. Seduce, por lo general, si la Historia se filtra en el texto, o si el narrador es una figura notable o, al menos, es un semejante que ha padecido circunstancias extraordinarias. Es decir, debe cumplir con la triple exigencia de lo estético, lo histórico y lo social. Hoy en día, la irrupción del yo inane en la literatura hace suponer que hablar de la infancia o de la profesión que uno ha elegido bastan para forjar una autobiografía interesante. Craso error.
Conciente de sus limitaciones, Luis Gusmán (Buenos Aires, 1944)
decidió enriquecer la segunda parte del relato de su vida con un examen del espiritismo, afición de su señora madre, quien aseguraba haber visto el abrazo de San Martín con O’Higgins. El narrador y psicoanalista glosa textos eminentes sobre aquella superstición y lo vincula -de una manera algo forzada- con el género policial y con los textos de espionaje. Uno nunca puede estar seguro de quién es el espectro que le está susurrando al médium.
Gusmán, uno de los escritores más respetados del medio, demuestra enorme erudición libresca, pero el comentario del comentario o la mera descripción del tema de una novela o cuento hacen que, a menudo, este libro corto parezca demasiado largo. Más sabrosa es la visita a la tumba de Kardec o la experimentación de lo que se llama “un sentimiento siniestro”. Los interesados en la vasta obra de Gusmán agradecerán el detalle de “cómo algunos de mis libros fueron escritos”. Pero el volumen alcanza su cima, tal vez, en la confesión filial. Hay evocaciones francamente conmovedoras, a pesar de cierta tendencia narrativa a explicarlo todo: “Después de muchos años, vaya saber cuántos, la tomo de la mano. Está en una cama y entubada. Los fluidos provienen de los cables que le atraviesan todo el cuerpo. La alternativa es colocarle un respirador. Le tomo largamente la mano. Esto es, unos minutos, lo que para mí representa una eternidad”. Uno deja el libro estremecido.
Guillermo Belcore
Una versión más corta de esta reseña se publica en los Suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.
Calificación: Regular
PD: Insisto, no es el tipo de autobiografía que me seduce. La Historia brilla por su ausencia. Creo, no obstante, que el libro será apreciado por los admiradores de Gusmán, que son legión.
PD II: Aquí puedes leer un reportaje al autor:
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