Alfaguara. 188 páginas. Edición 2009. Cuentos
Hay algo intensamente argentino que quiere expresarse en forma de cuento, sentenció Abelardo Castillo. Debe ser verdad. Se termina el año y una vez más ningún argentino ha publicado -hasta donde uno sabe- la novela memorable. Pero siguen apareciendo cuentos espléndidos. Honran este volumen varios relatos de la estirpe de los muy buenos.
La escritura de Inés Fernández Moreno (Buenos Aires, 1947) ostenta dos cualidades, al menos. Demuestra talento para retratar la irritación o la extrañeza de la persona que se ve atrapada física o espiritualmente. Confesiones en un ascensor narra la intimidad que brota entra una mujer cualquiera y un hombre bien trajeado durante un encierro forzoso. En la página ochenta y dos, una argentina sin papeles queda presa en su propio balcón marbellí. Daniel Sidelnik sufre en Miami un percance que casi le cuesta la vida: su celda es la cámara refrigerada de una camioneta. Desfilan mujeres maduras, cautivas de la soledad, la decrepitud o el infortunio.
La segunda virtud del libro es su capacidad para destilar sentimientos. Filtro de amor evoca a una mujer deslumbrada por un vendedor excepcional, un Sherezade masculino imposible de resistir. Las penas tibias de los argentinos exiliados en España o en Estados Unidos se derraman por las páginas como si de un almíbar se tratase. Dos amigos comparten a Rita, la del útero bicorne, en Gato virtual. El miedo y la gerontofobia llevan a Cecilia a obrar mal en Pensamiento lateral. La colección tiene tintes autobiográficos y mejora con el correr de las páginas. La lectura es siempre agradable, excepto -quizás- cuando Fernández Moreno intenta demostrar todo lo que ha aprendido sobre Picasso. El estilo merece ser alabado. La prosa es coloquial, delicada, fluye como el agua. Un libro intensamente argentino.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
No hay comentarios:
Publicar un comentario