sábado, 17 de abril de 2010

Mundo consumo

Por Zygmunt Bauman
Paidós. Ensayo de filosofía

El mundo cambió. Se han licuado aquellas instituciones, valores e identidades que creíamos sólidos, definitivos e inalterables. Flotamos a la deriva. La modernidad, ahora, es líquida. Todo fluye, todo es frágil, efímero, movedizo y esquivo. Al haberse derretido esos marcos de referencia que forjaban el super yo o la conciencia, hoy corresponde a cada individuo fijar los límites de su responsabilidad hacia el prójimo y trazar la línea entre lo posible y lo imposible en lo que las intervenciones morales se refiere. El yo es una empresa en solitario. Los resultados están a la vista.

Este diagnóstico, impecable y esclarecedor, es obra de un filósofo de moda. Zygmunt Bauman (Poznan, 1925), aguafiestas del siglo XXI, nos advierte que la sociedad desregulada y privatizada de consumidores roza peligrosamente el bellum omnium contra omnes de Hobbes. Se desintegran los lazos sociales. Las enormes ciudades se han convertido en los lugares más inseguros del planeta.
El sello Paidós acaba de publicar en la Argentina el último ensayo de Bauman. Mundo consumo no sólo es una explicación convincente sobre algunos fenómenos desgarradores que ocurren ante nuestros ojos (la híperdelincuencia, la creación de desechos humanos) sino también es una reflexión sobre los mecanismos reparadores de daños. En un mundo, donde rige de arriba abajo el principio de placer casi sin ataduras, reintroducir la ética es una necesidad imperiosa. "Poblar el mundo con personas que se interesen por los demás no figura en el mapa de la utopía consumista'', denuncia, con razón, Bauman.

El libro trabaja con conceptos de la filosofía y la sociología clásica, pero es fácilmente asimilable para cualquier lector medianamente entrenado. La redundancia permite fijar conceptos. El autor presenta el ensayo como "un informe enviado desde un campo de batalla''. ¿Puede sobrevivir la cultura a la devaluación de la trascendencia?, es una de las cautivantes preguntas que plantea.


Ayer y hoy
Básicamente, Bauman sostiene que "la sociedad de producción de la modernidad sólida'' -donde nos formamos los mayores de treinta años- está liquidada. Lo que rige ahora el mundo globalizado es "la sociedad consumista de la modernidad líquida''.

Veamos hasta qué punto cambiaron las cosas. En la modernidad sólida, los países se empeñaban en afianzar y fortificar el principio de la soberanía territorial, exclusiva e indivisible. Un idioma, una cultura, una religión oficial; servicio militar obligatorio. En la modernidad líquida, los límites se desdibujan, las distancias se acortan, pasamos a la fase de Estados-Nación con carácter multicultural. Hay un intenso flujo de tráfico humano.

En la sociedad de producción, las gratificaciones se postergaban en nombre de abstracciones y dudosas recompensas futuras. Había que trabajar y estudiar duro, sacrificarse en pos de un ideal. Ahora, en cambio, responsabilidad significa en primer y único lugar una responsabilidad hacia uno mismo. Compro, luego existo. Además de ser una economía del exceso, el despilfarro y la proliferación de desechos (incluso humanos), la consumista es también una economía del engaño. La obligación de elegir se presenta como si fuera una libertad de elección. El terror a la inadecuación ha sustituido al horror de la culpa por desobediencia. La red (el individuo focal es su centro) sustituyó a los grupos de pertenencia.

El libro se cuida de afirmar que todos los cambios son funestos. Al fin y al cabo, la modernidad sólida concluyó en el siglo de los genocidas. Bauman dedica un capítulo, incluso, a meditar sobre cómo prevenir los asesinatos categoriales. Pero se esfuerza por remarcar que, según la información disponible, la modernidad líquida no ha hecho al ser humano más feliz. Incluso ha predispuesto a muchísimas personas a aceptar el sacrificio de libertades en aras de una mayor seguridad.

Es que el deterioro de las sociedades es evidente. En primer lugar, porque las jerarquías de valores netamente definidas han sido reemplazadas por la competencia salvaje entre fines efímeros. En el universo consumo sólo podemos aspirar a una falsa emancipación, a momentos de júbilo autoafirmativo. Pero el arte de vivir con identidades en tránsito exige tener dinero. En un ambiente de precarización laboral, salarios bajos por la competencia global y "excedentes de población" donde la gente sencilla es inducida a gastar lo que no tiene en objetos superfluos, y la familia y la escuela ya no obran como factor de contención y desarrollo de la personalidad, a nadie debe extrañar que hordas de adolescentes salgan a matar o morir para conseguir los billetes que les permitan comprar esas zapatillas ostentosas que se pavonean en los templos paganos de consumo.

En el otro extremo de la pirámide, las cosas tampoco son mejores. Pululan los humanos sincrónicos: viven exclusivamente en el presente y no prestan atención a la experiencia pasada ni a las consecuencias futuras de sus actos. Al fin y al cabo, ¿quién se escandaliza hoy en la Argentina por los cuatro millones de personas que viven bajo el umbral de la miseria?


Política y religión
El antídoto a la cultura ahorista, a la tiranía del momento, que con tanta lucidez describe Bauman, tiene dos componentes. Uno es claramente de matriz religiosa, aunque no osa revelarse como tal. Propone trabajar para la elevación moral de los individuos y las sociedades por igual, con una fuerte voluntad de hacer el bien, en una conciencia espiritual vital, en una atención constante y considerada al mandamiento "ama a tu prójimo como ti mismo'', que hoy en día significa "respetar mutuamente nuestra singularidad respectiva''.

El segundo término es político. Bauman, nacido en Polonia y radicado en Inglaterra, reivindica el estado social, según el modelo escandinavo. El orden de la igualdad vs. el orden del egoísmo. Estado social es aquel que protege a la sociedad de la proliferación de víctimas colaterales del consumismo: los excluidos, los parias, la clase marginada. La tarea fundamental de los gobernantes en la era líquida es salvar la solidaridad humana de la erosión y evitar que se apaguen los sentimientos de la responsabilidad ética. Así sea.
Guillermo Belcore
Este artículo se publicó en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen dìa! Lee la nota de tapa de suplemento cultural de hoy del diario (Perfil). S.K.A

Salvador dijo...

Hola Guillermo,
Modelo escandinavo al fin.
Ética y solidaridad habitan hoy planos teóricos cargados de impotencia. Dicha conjunción se vuelve impracticable; puede sentirse.
Saludos.

Anónimo dijo...

Querido Asterion.
hoy todo vale.
sabía Ud que en ciertos paises las vacas comen CACA DE POLLITO???.

luego de esto, podemos revertir todo tipo de valores.
Para muestra.....una simple.

lo saludo desde Chile.
Alejandro

Anónimo dijo...

Genial la reseña. Buscaré para leer el libro.
Con respecto a la socialdemocracia a la escandinava, me parece que en Latinoamérica (y la Argentina!) es casi impracticable.
Saludos