Mai Jai
Destino. Novela, 477 páginas. Edición 2014.El ascenso de China al más exclusivo de los clubes -el de las potencias globales- viene acompañado con una firme determinación. Demostrarle al mundo que es capaz de producir con calidad todos los bienes culturales que ha generado Occidente, desde los Juegos Olímpicos hasta el bestseller, esa subespecie literaria que se parece al arte como un relojito de Hong Kong a las maquinarias suizas. Así, el omnipresente Estado chino, asociado con editoriales de este lado del muro de bambú, trae al castellano una novela que ha vendido la friolera de quince millones de ejemplares en su idioma original. Mai Jai (Fuyang, 1964) acaba de visitar la Argentina, país al que le une su pasado: dice que el único libro que leyó en el Tíbet durante tres años de servicio militar fue una antología de los cuentos de Jorge Luis Borges. Dice que ganó un concurso de memoria recitando veintiséis poesías de Borges sin pifiar un solo verso.
Se narran aquí las peripecias de Rong Jinzhen, un auténtico genio matemático. La China de Mao Tse Tung lo recluta para trabajar en la misteriosa Unidad 701 del servicio secreto. Su misión es descifrar los códigos militares del enemigo. Vale decir, este es un libro sobre la criptografía, pero hasta la página doscientos y monedas no nos percatamos del corazón de la historia; el autor se demora narrando el árbol genealógico del protagonista. La primera parte del libro tiene, por cierto, un dejo garcíamarqueano. Reconoce Mai que uno de sus libros favoritos (y de miles de sus compatriotas) es Cien años de soledad.
Se ha señalado que El don está salpimentada con una enorme variedad de elementos autobiográficos, por eso es también una novela sobre la belleza de las matemáticas, ese palacio de precisos cristales, según la hermosa definición borgeana. Está muy bien la suave denuncia de la razón de Estado que aplasta a su antojo los destinos individuales (suave, dijimos, recuérdese que la obra ha evitado una de las censuras más odiosas del planeta). La prosa de Mai es muy legible; su arquitectura, inteligente. Pero los personajes, aunque atractivos, carecen de profundidad psicológica; parecen figuritas. Para redondear, este libro podría ser ubicado en la categoría de los “casi buenos”.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
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