John Le Carré
Plaza & Janes. Novela de espionaje, 395 páginas. Edición 2010.
Dice el autor en la página ciento veintiuno: “La buena labor de los servicios de inteligencia es hoy lo único que le asegura a Gran Bretaña un lugar en la mesa de las potencias“. Puede ser. Yo pienso, no obstante, que el decrépito y desgajado Imperio sigue refulgiendo por artistas de la talla John Le Carré. En el subgénero de novelas de espionajes, no conozco escritor más competente.
Desde la primera página, seduce la trama de la vigésima segunda obra de Le Carré (se sabe que en la literatura de genero la historia es un elemento crucial). Peregrine Makepiece, más conocido como Perry, versátil deportista amateur de mérito y hasta fecha reciente profesor de literatura inglesa en Oxford, disfruta su vacaciones en la caribeña Antigua, junto a su atractiva esposa Gail Perkins, una letrada animosa. La joven parejita inglesa conoce allí a Dima, Rolex con diamantes incrustados en su muñeca, hombre fuerte en la isla. El amor al tenis los une. Conviven en la playa, aceptan el convite a una fiesta. Hasta que finalmente el oligarca ruso les pide auxilio. Quiere asilarse en Inglaterra. A cambio, el zar del lavado de dinero entregará al gobierno de Su Majestad Isabel II jugosos secretos. El tramite no es tan sencillo, como parece. Dima y sus hermanos mafiosos de Rusia tienen tratos sucios con pilares de la sociedad británica, con la City. Perry y Gail terminan convirtiéndose en espías, prestándose a las maquinaciones de una célula desnuda del espionaje británico, liderada por una suerte de Savonarola secreto obsesionado con la reforma de la Agencia (el MI6).
Si hay algo que el señor Le Carré sabe hacer con maestría (además de contar una buena historia) es tallar personajes rotundos, en especial a esos sinvergüenzas codiciosos, que son la hez del capitalismo global, tipo Paul Singer, el dueño del fondo buitre especializado en alimentarse de la deuda carroñera de países en dificultades como Congo, Perú y ahora la Argentina. JLC no describe a Singer pero atrapa nuestro interés con un puñado de bandidos elegantes que comen del plato de los Siete Hermanos del hampa rusa. El truco es correr los cortinados que separan a nosotros -los pobres diablos- de los verdaderamente ricos. Nos conduce de la mano a un palco preferencial de Roland Garros, por caso, para ver la final entre Federer y Soderling. JLC tiene, por cierto, buen ojo para los detalles.
Recapitulemos. El lector encuentra aquí una trama interesante con fechorías internacionales, espías y delincuentes de carne y hueso que nunca rompen la membrana delgada de la verosimilitud, una explicación razonable de cómo funciona en realidad el mundo de las altas finanzas (y los grandes medios no dicen). El lector puede abandonarse al goce de la lectura.
Guillermo Belcore
Calificación: Bueno
PD: Ganga. Lo compré en una mesa de saldos de la librería Libertador de la calle Corrientes. Corran a buscarlo. Es mejor que una serie de televisión.
1 comentario:
Le voy a dar una oportunidad, hace un tiempito lei "El espia que vino del frio" y me parecio soporifero, Le Carré prácticamente reduce el espionaje a un asunto burocrático..
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