sábado, 5 de julio de 2014

Diarios 1954-1991

Abelardo Castillo

Alfaguara. 627 páginas. Edición 2014

Que nadie espere encontrar en Diarios del gran Abelardo Castillo los diarios de un hombre de letras olvidado en el fondo de un cajón que un adlátere encontró para gozo de la posteridad. Más bien se trata de un producto pausterizado -minuciosamente corregido por el autor- cuya función principal es coadyuvar a la fabricación de la propia estatua. Es decir, el texto carece de pimienta. No hay revelaciones, escándalo, polémicas picantes, condenas definitivas, errores de criterio, desmesuras, nada de lo que Castillo pueda arrepentirse de haber garabateado. Abundan, en cambio, las explicaciones (por qué nunca militó en el comunismo, por qué colaboró con La Opinión intervenida por los militares; por qué escasean las reprobaciones de la dictadura). El tono de insinceridad, en fin, resulta abrumador. Aburre.

Esto no significa que de Diarios no pueda extraerse alguna idea interesante, una cita, un comentario sagaz, pero las flores son raras como en el desierto de Atacama. Se agradece la reproducción de una carta indignada que Castillo le había enviado a David Viñas, ese matón confuso, en 1961 (al parecer no le gustó que lo tratase de derechista y de gay). También resultan agradables de leer el relato de aquella noche ochentista con Borges; los esfuerzos para entender a Nietzsche a lo largo de toda la vida; los dardos a Ernesto Sábato, el fatuo. Poquito más.

Pero ningún libro es tan malo que no contenga algo excelente. Así llegamos a la página cuatrocientos setenta y dos. Y el lector siente escalofríos, suda incluso. Encuentra uno de los mejores cuentos que se han escrito en la Argentina. No se trata, sin embargo, de ficción. La policía visitó la morada de Castillo en 1979. Un vecino lo había denunciado. Dos muchachos con ametralladoras y un oficial untuoso, fraudulento como un dólar con la efigie de Videla. Es decir, la Gestapo versión criolla. Resulta espeluznante pensar en esa Argentina de ayer nomás… volvamos mejor a las letras para cerrar el comentario. Hay esbozado aquí un personaje memorable. Ojalá, Don Abelardo convierta en novela a aquel demonio de la Policía Federal cuya especialidad era cazar intelectuales de izquierda.
Guillermo Belcore
Una versión abreviada se publicó en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa de este fin de semana.

Calificación: Regular

PD: En su momento, disfrute mucho al Abelardo Castillo crítico literario (pinche aquí) y al hábil cuentista (pinche aquí). Pero me cuesta bastante encontrar razones para recomendar la lectura de este ladrillo. Una podría ser, ahora que lo pienso, "exclusivamente para los fans del escritor".






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