En el siglo XXIII, los teléfonos celulares, las prostitutas, los sombreros para policías cínicos, la depredación del medio ambiente y el colonialismo siguen presentes. Hay una suerte de guerra fría entre la Tierra, gobernada por Naciones Unidas, y Marte, una austera potencia militar. Ambos planetas se dedican a explotar, sin contemplaciones, los recursos mineros del cinturón de asteroides. Los cinturinos (belters) están hartos de un statu quo que los reduce a ciudadanos de tercera categoría en el Sistema Solar. Han surgido movimientos independentistas. Una taza de café, una buena ducha son un lujo en Ceres, cuya esperanza de vida (68 años) es casi la mitad de la terrestre (123 años). Han aparecido otras diferencias notorias: los cinturinos desarrollaron su propio idioma y una anatomía diferente, forjada por la baja gravedad. Es decir, la situación política es delicada y una chispa podría encender una guerra interplanetaria.
Bienvenidos a The Expanse, la ambiciosa joya del canal SyFi que, afortunadamente, llegó este año a Netflix. Los diez capítulos están basados en las novelas de James Corey (pseudónimo que eligieron los escritores Daniel Abraham y Ty Franck). La crítica estadounidense ha sentenciada que la serie es la mejor Space Opera desde Battlestar Galáctica. No es descabellado el dictum. En verdad, la adaptación televisiva ha logrado nada menos que recrear distintas civilizaciones con una impecable coherencia interna, a pesar de las inevitables concesiones al drama, como la falta de agua en los asteroides.
La trama es compleja e intensa. Se despliega mediante tres hilos narrativos que demandan toda nuestra atención. En el primero, el detective Josephus Miller (Thomas Jane) investiga la desaparición de la hija de un magnate, cuyo apellido es Mao. Hay que decir que dentro de doscientos cincuenta años, empresas privadas prestarán el servicio de policía. En el segundo andarivel, vemos la destrucción de un carguero de hielo (el Canterbury); el misterioso ataque militar causa agitación en todas las superficies donde moran los humanos. Cinco sobrevivientes intentan descubrir quién desea cargarle el mochuelo a los marcianos. Finalmente, en la Tierra, la secretaria adjunta de la ONU también trata de averiguar qué diablos pasó con la nave explotada. No se priva de aplicar tormentos a un sospechoso. Al parecer, hay una gran conspiración en marcha que involucra devastadoras armas biológicas. Algo podrido se está tramando en los astilleros George Bush.
Tengo para mí que todas las Space Operas le deben algo a Star Trek. Aquí, los marcianos han logrado desarrollar sistemas de invisibilidad, como los pájaros de presa romulanos. Pero The Expanse carece de la nobleza y magnificencia de su predecesora. En el espacio, la vida es cruel, dura y sucia. No existe propulsión por curvatura del espacio-tiempo ni velocidad warp; los viajes con, acaso, motores plasma generan tremendas fuerzas G que obligan a los tripulantes amarrarse al asiento y consumir drogas. La humanidad es, básicamente, mestiza, por ende su piel es más morena. Se popularizaron las familias múltiples; uno puede tener seis madres o más. No se trata, quiero decir, de un cuento de hadas intergaláctico, sino de un thriller político envuelto en una cautivante distopía. Vale la pena. El verosímil queda intacto.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
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