viernes, 6 de febrero de 2009

Las anfibias

Flavia Costa
Adriana Hildalgo Editora. Novela, 166 páginas.

Este libro ha sido forjado con una imaginación extraña. Merece respeto pues inventa un mundo que funciona con una lógica distinta. Parece pensado para el análisis frío del académico. Al público corriente es menester advertirle que muchas páginas son regidas sin más gobierno que el desatino. Antes de abordarlo, el lector deberá preguntarse si el surrealismo tardío le puede hoy resultar encantador. Es seguro -eso sí- que disfrutará las pinceladas de fulgor poético. Leerá espléndidas creaciones verbales como la que iguala la llama que calcina el bosque con la lengua que "saborea un helado y lo lame despacio, con esa minuciosa precisión que es una forma infantil de la lujuria".
Flavia Costa ubica sus jitanjáforas en un lugar fuera de la historia y la geografía. Todo ocurre en una ciudad llamada Beliston, cargada de secretos inmemoriales y recuerdos ensangrentados. Hay gárgolas, mujeres rapadas y mujeres anfibias, una hija encerrada en una cabaña por un severo agricultor. La niña ve las cosas en su verdadero ser: fantasmales y absurdas. Hay centinelas, altas murallas, espectros que facilitan las cosas, hambrunas.
La autora trabaja con objetos fetiche, una atmósfera onírica, el sinsentido. Se deslizan aforismos: los cuerpos son ingobernables; el amor es una condición inhumana; la felicidad, armonía y silencio. La urdimbre es básicamente descriptiva y discursiva, no pasa casi nada. Se oyen muchas voces. Es una tormenta de novedad literaria, sentencia la contratapa.
En la última página, Flavia Costa confiesa que el libro se esculpió, en parte, parte, reformando citas de intelectos egregios, desde Heráclito a Marcelo Cohen, de Lao Tsé a Luis Chitarroni. Otro jueguito posmoderno que esperemos no se torne costumbre.
Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultural de La Prensa


Calificación: Regular


PD: ¡Qué difícil de evaluar este libro! Si mal no recuerdo, Chandler escribió que existen dos clases de escritores. Los que escriben historias y los que escriben escrituras. Mi gusto personal se inclina hacia la primera categoría. Las anfibias integra la segunda. De ahí, el Regular que, en este caso, no implica un desdén (alguien puede sentirse cautivado por las fruslerías), sino que personalmente no puedo recomendar su compra.

Debo aclarar que la calificación es patrimonio del blog, no se incluye en el solemne diario La Prensa. Algún escritor argentino me ha escrito, muy cordialmente por cierto, cuando no le ha gustado cómo califique su libro. Gajes del oficio. Más desagradables fueron los insultos que llegaron al repudiar una novela de otro autor nacional (a un colega le paso algo similar). He jurado no comentar nunca más su producción. No me pierdo demasiado.

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