martes, 3 de febrero de 2009

Sobre la batalla de Nomonhan y las ucronías

Moscardón imaginario VI

Durante la lectura maravillada de Crónica de un pájaro que da cuerda al mundo tropecé con un episodio de la Segunda Guerra Mundial muy poco conocido, pero crucial en el desarrollo estratégico del conflicto. Me refiero a la batalla de Nomonhan (los rusos la denominan Jalkin Gol).

El honesto Haruki Murakami relata una serie de episodios tremendos que ocurrieron en los confines de Manchukuo, el estado títere inventado por los japoneses en el norte de China (recuérdese a Pu Yi, el último emperador). Su propósito es condenar el militarismo imperial.


Desde su nacimiento forzado, Manchukuo, mantuvo pleitos fronterizos con el estado de Mongolia, que había caído a su vez bajo la bota soviética. Japón y Rusia, dos potencias expansionistas y opuestas al status quo occidental, gruñían y se mostraban los colmillos en Extremo Oriente. No sólo los servicios de inteligencia conspiraban para desestabilizar a los peones del adversario, también en el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas se planeaban agresiones directas.


En Tokio competían dos visiones demenciales. El Ejército impulsaba la ocupación de la rica Siberia hasta el lago Baikal; la Armada imperial, en cambio, pugnaba por el avance hacia el Sur, hacia las Indias Orientales y las Filipinas, para barrer a los decrépitos colonialistas blancos y apoderarse del petróleo y otros valiosos recursos naturales. Nomonhan permitió que se impusiera esta última estrategia. Abrió el camino hacia Pearl Harbor; hacia Hiroshima y Nagasaki, en última instancia.


UCRONIAS

Hay una bellísima rama de la ciencia ficción que se llama ucronía. Es mi favorita. Se trata de idear un presente o un futuro alternativo a partir de un hecho histórico que nunca ocurrió. Por ejemplo, un mundo donde Cartago destruyó Roma y la civilización se moldea según la amalgama de las culturas celta y semítica. Poul Anderson así lo ha relatado en Patrulla del Tiempo. También imagina que los mongoles llegan a América antes que los europeos.


Quisiera recomendar la lectura de otras dos ucronías espléndidas. El hombre del castillo de Philips Dick: Alemania y Japón ganaron la guerra y se dividen Estados Unidos. Y Pavana de Keith Roberts. Describe una Inglaterra del siglo XX donde no se produjo la revolución industrial. El condicional contrafáctico es el asesinato en 1588 de la reina Isabel II en manos de un papista fanático. La Armada Invencible barre a las naves británicas y las tropas españolas invaden el Reino Unido. Los Habsburgos llegan a controlar toda Europa occidental, la historia se desarrolla al son de las bulas papales.

Vuelvo a Murakami. No es descabellado concluir que si el resultado de la batalla de Nomonhan hubiera sido distinto la Historia hubiera girado en otra dirección. Podría escribirse una ucronía desde ese punto de partida.

Los hechos fueron así. Los rusos y mongoles destrozaron a las bien equipadas tropas japonesas entre mayo y septiembre de 1939. ¿Saben quién era el comandante militar de los soviéticos? Un general prometedor, un tal Georgi Zhukov. Sí, el mismo que puso a la Wermach de rodillas y conquistó Berlín.

Algunas fuentes aseguran que los nipones sufrieron en Mongolia hasta 45 mil bajas. Fue tan categórica la derrota que los planes del Ejército imperial para invadir Siberia se archivaron definitivamente. Japón firmó un tratado de no agresión con Moscú que se respetó hasta mayo de 1945. La Armada tuvo manos libres para planear la conquista de Indonesia, Birmania, Singapur. El gran almirante Yamamoto concibió el ataque traicionero a Estados Unidos.

Imagínense queridos amigos que una bala maldita hubiese abatido a Zhukov. El Ejército nipón aplasta a los rusos. Cae el régimen bolchevique en Mongolia y asume una coalición budista-burguesa favorable a Japón. La mejor armada del mundo arrasa Vladivostok y la flota rusa del Pacífico. El ejército de Kwantung ingresa a Siberia. Stalin sufre revés tras revés en Extremo Oriente. Hitler, la otra hiena del período, no puede resistir la tentación e invade la Unión Soviética, ¡aliado con los polacos! Tokio suscribe un tratado de no agresión con Estados Unidos e Inglaterra y se retira de la mayoría del territorio chino. Presta, incluso, asistencia a Chiang Kai-shek para exterminar a las huestes maoístas. La tenaza de acero despedaza a los comunistas. Cae Moscú y un telón de acero (pardo no rojo) cae sobre medio Europa. 

A partir de 1942, la humanidad se organiza en dos bloques que compiten vigorosamente por el control de esferas de influencia pero no guerrean directamente pues ambos cuentan con armas nucleares. Por un lado, el mundo libre liderado por Estados Unidos. Su escudo y su espada es la OTAN. Enfrente, dos Imperios, el Alemán y el Japonés, eficaces en la producción de tecnologías, pero abominables en su organización social, aplican una suerte de apartheid, las castas inferiores (chinos, coreanos, eslavos, judíos) viven en guetos y se explotan como mano de obra barata. 

¿Quiere usted más detalles de este escenario alternativo? Se recomienda leer Fatherland, una aceptable novela ucrónica del inglés Robert Harris (se ha filmado una deleznable película homónima basada en el libro). Su catacronismo, empero, no es la batalla de Nomonhan sino el hallazgo en Berlín de las claves secretas de los submarinos ingleses.
Guillermo Belcore

PD: He aquí una aproximación de la batalla: https://www.youtube.com/watch?v=GtF3jP4MIjo

1 comentario:

ericz dijo...

Tiempos de Arroz y Sal, de Kim Stanley Robinson.
Pero es más extensa que entretenida. China e India son las potencias predominantes desde el año 1000 mas o menos. También los árabes.