El moscardón imaginario XIX
El texto que leerás a continuación nada tiene que ver con la literatura, aunque se trata de un relato basado en hechos reales con ciertas pretensiones de estilo y un propósito de denuncia. Lo publicó el diario La Prensa en la sección Deportes el domingo pasado. El tema es el fútbol.
"No hubo un muerto por mala puntería. O porque no era el momento de nadie de morir. La Subsecretaría de Seguridad en Espectáculos Deportivos y la Policía Federal permitieron el viernes pasado a las 19.30 sobre la Autopista 25 de Mayo, de la mano que va hacia el centro, que se cruzaran las hinchadas de Vélez Sársfield y de Rosario Central. Una cabal muestra de ineptitud que casi concluye en tragedia, cuando aún está fresco en la memoria el asesinato de Emanuel Alvarez.
Los canallas llegaban tarde al estadio de San Lorenzo; los fortineros íbamos hacia Lanús just in time. Inexplicablemente, las dos caravanas convergieron en la autopista a la altura de Villa Luro, en medio del pesado tránsito de la tarde. Yo viajaba en un micro pacífico con mi hijo de dieciséis años. Había mujeres y niños. Escuchamos tiros y olimos pólvora. Mis vecinos vieron como una mano se asomaba en un colectivo de Central (de larga distancia, más alto) y disparaba hacia abajo casi a quemarropa. Dicen que la bala pegó en el vidrio trasero de un patrullero a nuestro lado. Nos arrojamos al piso; yo encima de Ramiro. La gente gritaba, todo fue un pandemonium y una gran indignación con los policías que no fueron capaces de prevenir un encuentro indeseable. Por cierto, los clubes pagan una buena cantidad por el servicio de seguridad. Y los funcionarios públicos cobran un sueldo.
Después -tarde y mal- la caravana fue detenida en Autopista 25 de Mayo y Richieri. La tarde-noche se había hecho añicos, teníamos la certeza de que la sacamos barata. Llegamos a Lanús con el partido empezado. A la salida, descubrimos con horror que de los veinte micros que nos llevaron, sólo habían quedado la mitad. Viajamos como ganado, con chicos vociferantes colgados del estribo. Otro colectivo se rompió y la materia demostró que no es impenetrable. Arribamos a Liniers al filo de la una de la mañana, totalmente entumecidos e irritados. Con mi hijo, nos prometimos que nunca más iremos a ver a Vélez de visitante. La estupidez de las autoridades y la demencia de los forajidos nos disuadieron.
Guillermo Belcore
PD: Un conocido escuchó ayer que hubo una confusión. Un señor con autoridad creyó que Rosario Central jugaba en la cancha de Vélez. Me cuesta muchísimo creer la versión. ¿Se puede ser tan idiota? Esto es la Argentina, alguien me dirá. ¿Qué funciona bien en este país? No sé que pensar.
5 comentarios:
Madre mía... Yo, que soy algo aficionado al fútbol como deporte, no he vuelto a un estadio desde que vi cómo a mi alrededor, personas que pasarían por normales en su vida cotidiana, se convertían en Mr. Hyde. Para eso, me quedo en casa frente al televisor...
Mi solidaridad Guillermo, no querria estar en su piel en esos momentos... y aguante Quito!!!
Un abrazo
P.
Menos mal que el evento no pasò a majores...Pero no se asombre con, el paìs que tiene;Alguna vez èste fue la (Paris de Latinamèrica),me pregunto cuàl es el lìmite?Se asombràn de la violencia "del Brasil el gigante vecino"pero no tienèn la menor nociòn de lo muy cerca que estàn de lo mismo:Con la diferencia de Brasil jamàs tuvo el nivel socio cultural que,en algùn momento lo tuvieròn usteds. S.K.A
Guille ... Por suerte salieron ilesos, pero me imagino el momento,que situación horrible.
Pensar que si a los barrabravas los mantienen los clubes y a éstos la AFA, gracias al fútbol gratis por TV estamos todos manteniendo esos energúmenos ... encima se usan recursos de la policía,que aunque los "paguen", deberían estar cumpliendo otra función.
Lamentablemente me parece acertado el comentario de SKA, somos una sociedad en decadencia.
No soy una voz imparcial: aborrezco el fútbol con un apasionamiento que no podría hallar mejor causa. Alain Finkielkraut se lamenta en su "La défaite de la pensée" de que haya sido comparado con el ballet; no se me ocurre método más científico para confirmar la estupidez del responsable de esa atrocidad verbal. Es una irresponsable ilusión pensar que existe una platónica esencia de ese deporte depositada en un mundo de ideas alejado de los desmanes de las hinchadas, de los negocios turbulentos de las dirigencias y de las operaciones políticas que se cometen en su nombre. El fútbol ha reemplazado a cualquier actividad humana en seriedad e importancia; esta enunciación, que debiera causar escalofríos, provoca solaz en acomodados apologistas de esa tontería infinita, como lo son Galeano, Alabarces, Fontanarrosa, Soriano et alia, sólo por citar a los latinoamericanos (no obstante, la producción literaria de los nombrados concuerda con la calidad del tema que defienden). Rara vez son menconados autores como Vinnai, Buford o Sebreli en sus concienzudos análisis del tenebroso mundo de la pelota. Al fútbol le son perdonadas y hasta justificadas por adelantado, como en una descarada venta de indulgencias, todas sus barbaries, manipulaciones de masas y complicidades políticas con los peores regímenes del planeta. Todo el bienvendible populismo de autores que pregonan progresismo inaudito se vuelca en la defensa de un sistema que posee poco de deportivo y un gran exceso de política reaccionaria, además de una nada sutil explotación de la marginalidad social traducida en el reclutamiento de jóvenes de clase baja para la conformación del núcleo duro del hooliganismo local, aquél que mata y muere en enfrentamientos que se olvidan luego de voltear unas cuantas páginas de la sección policial de cualquier periódico.
No tengo esperanzas de disfrutar de la disolución del complejo industrial-futbolístico antes de mi muerte. Confío en que generaciones más sensatas llevarán a cabo esa tarea urgente y ardua.
Hadrian Bagration
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