lunes, 21 de julio de 2008

Balas de plata

Elmer Mendoza
Tusquets Editores. Novela policial, 254 páginas­

­ En el noroeste de México se encuentra Sinaloa. Tiene, dicen, el puerto más bello del Pacífico (Mazatlán) y un prestigio bien ganado como granero del país azteca. La proximidad con Estados Unidos ha determinado que el cáncer de las drogas también allí haya hecho metástasis. De ese pequeño estado llegó a la Argentina pues una excelente novela policial. Su autor ha sido definido como "el primer narrador mexicano en registrar la cultura del narcotráfico".

El Marlowe subtropical se llama Edgar Mendieta; El Zurdo, para más señas. Es un detective que se psicoanaliza, toma notas en una Palm, viste todo de negro y va por la vida con el corazón remendado por un amor imposible. Trabaja en la división Homicidios de, acaso, la policía más corrupta del continente. Pero él, órale, es un tipo bastante íntegro, aunque bebe más de la cuenta. Su temeridad con los poderosos pide a gritos un escarmiento.

Mendieta debe investigar el crimen de Bruno Canizales, un abogado bien relacionado a quien le gustaba la vida exaltada. Lo liquidaron con una bala de plata calibre nueve milímetros. Una de sus amantes y sospechosa número uno (el pinche cuate era bisexual) se voló la tapa de los sesos veinticuatro horas después. ¿Crimen pasional, venganza, chanchullos políticos o el largo brazo del hampa? Un guiso muy espeso se cuece bajo el sol de Culiacán.

La trama atrapa desde la primera página. Hay decenas de personajes interesantes, todos de carne y hueso. Elmer Mendoza es un estilista notable, muy talentoso para registrar el habla de su pueblo. También es un tradicionalista, que entiende que la novela negra debe ser, de manera inexorable, novela social. Pinta un estremecedor fresco de una sociedad mexicana que se pudre hundida hasta el cuello en el dinero sucio.­

Guillermo Belcore­

­Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.­

­Calificación: Buena

PD: Una gratísima sorpresa. Muy recomendable para el amante del género. Y para los que aman, como yo, al gran país azteca.
­

No hay comentarios: