Seix Barral. Novela de 157 páginas. Edición 2009.
Tengo la sensación de que los libros del señor Andrés Rivera (Buenos Aires, 1928) son como las ciudades inglesas (excepto Londres): quien vio una, las vio todas. En efecto, las módicas novelas del campeón del Partido Comunista se parecen demasiado. Son muy previsibles. Hay siempre una denuncia de la maldita oligarquía; alguien ajusticia a un hijo de perra; hay pinceladas de lujuria enfermiza; la Comuna de Par¡s y/o la Revolución Bolchevique reciben un cálido homenaje; Perón es condenado por no llevar el cambio hasta el tuétano; no faltan la cursilería y las frases ingeniosas. A pesar de todo, Marcos Ribak (el verdadero nombre de Rivera) cuenta con una legión de admiradores.
Este libro fue compuesto con retazos. Parece -una vez más- el borrador de una novela, no una obra consumada. Hay un anciano, Pablo Fontan, que medita desde su piso doce bebiendo whisky del bueno. Funge como instrumento del autor para enunciar condenas inapelables, tipo “el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es un fascista de cuello blanco”. O bien “sólo los idiotas aceptan lo que tienen ante sus ojos”. Fontan se relaciona con otros burgueses rojos, que se rebelan contra la herencia familiar. La escritura va y viene en el tiempo. En términos estéticos, el personaje resulta poco estimulante. Quizás porque trasmite un elitismo tan inane como el que se reprueba en los adinerados. Se desemboca en el homicidio de un explotador, dado que el hitlerismo -Rivera dixit- se porta en los genes.
La segunda parte esboza (nunca nada va más allá de un bosquejo) un asesino a sueldo, producto típico de la Córdoba degradada. Dos trabajitos de El Galimba se combinan con la historia de un “destacado intelectual revolucionario” y de un gobernador bonaerense filonazi. ¡Ah, esa obsesión argentina por el mensaje!
Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 29 de marzo de 2009.
Calificación: Regular.
PD: Despedida de Rivera
Releo en un maravilloso texto de Borges (¿hay alguno que no lo sea?) una reflexión perpleja sobre las puertas que se van cerrando con nosotros. Hay semejantes que ya nunca volveremos a ver, lugares que no pisaremos más, libros que no abriremos otra vez. Es la ley de la vida. Por mi parte, he comenzado a despedirme (voluntariamente) de ciertos escritores. Somos criaturas hechas de tiempo y el tiempo se nos escapa como arena entre los dedos. ¡Hay tanto hermoso y valioso para leer! No podemos dilapidar un segundo con autores que nos desagradan.
Hablo ahora como lector hedonista, no como periodista dedicado a la crítica literaria. Si por mí fuera, no hincaría jamás el diente (salvo honrosas excepciones, como Chiquita, de Antonio Orlando Rodríguez) en las novelas que obtienen un premio editorial. Son un subgenero degradado. Pero el trabajo manda. Como recordaran los aficionados a este blog, ya he anunciado públicamente que no volveré a leer a J.M.G. Le Clézio, siempre que profesionalmente no se me requieran los servicios. Agrego ahora a la lista negra a Andrés Rivera. Lo conozco lo suficientemente bien como para postular que sus filosas novelitas no fueron elaboradas para mí. La que acabo de reseñar me dejó un sabor feo en la boca. Estuve tentado de escribir estafa, pero me parece que el hombre que tiene una trayectoria tan prolífica merece cierto respeto. Pero no puedo dejar de pensar que la escribió de taquito.
No creo que se trate de un prejuicio ideológico. Berger y Saramago me encantan. Encuentro en ellos una dosis de marxismo que me resulta muy apetitoso, como si de un picante se tratase. No es el caso de Rivera. Su obsesión por el adoctrinamiento destruye la eficacia literaria, sus malabares con la perversidad sexual me parecen repulsivos. Apelando a una frase de moda, definitivamente Marcos Ribak no es mi taza de té.
Hablo ahora como lector hedonista, no como periodista dedicado a la crítica literaria. Si por mí fuera, no hincaría jamás el diente (salvo honrosas excepciones, como Chiquita, de Antonio Orlando Rodríguez) en las novelas que obtienen un premio editorial. Son un subgenero degradado. Pero el trabajo manda. Como recordaran los aficionados a este blog, ya he anunciado públicamente que no volveré a leer a J.M.G. Le Clézio, siempre que profesionalmente no se me requieran los servicios. Agrego ahora a la lista negra a Andrés Rivera. Lo conozco lo suficientemente bien como para postular que sus filosas novelitas no fueron elaboradas para mí. La que acabo de reseñar me dejó un sabor feo en la boca. Estuve tentado de escribir estafa, pero me parece que el hombre que tiene una trayectoria tan prolífica merece cierto respeto. Pero no puedo dejar de pensar que la escribió de taquito.
No creo que se trate de un prejuicio ideológico. Berger y Saramago me encantan. Encuentro en ellos una dosis de marxismo que me resulta muy apetitoso, como si de un picante se tratase. No es el caso de Rivera. Su obsesión por el adoctrinamiento destruye la eficacia literaria, sus malabares con la perversidad sexual me parecen repulsivos. Apelando a una frase de moda, definitivamente Marcos Ribak no es mi taza de té.
PD II: Nobleza obliga. En esta dirección podés encontrar una reseña muy favorable: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/libros/10-3397-2009-03-24.html
3 comentarios:
Perdón, Guillermo, me veo obligado a decir algo ante su postura.
En mi opinión Rivera es un grande de nuestros contemporáneos, y es injusto incluirlo en una lista negra o llamar solapadamente a no leerlo. Coincido en que estos últimos libritos no son un gran aporte a su Obra, pero quienes no lo conocen tienen q saber que La revolucion es un sueño eterno, El farmer, El amigo de Boudelaire, El verdugo en el umbral (y otros que no se me vienen a la cabeza) son piezas muy valiosas de un tipo con mucha trayectoria y que, independientemente de su alta calidad literaria, doy fe de que sabe e lo que habla.
Saludos
Fernando
Estimado Fernando:
Tiene usted razón en lo que dice. Creo que me deje llevar por el fastidio que me han provocado los últimos libros de Rivera. Gracias por el aporte.
G.B.
Acabo de enterarme con entusiasmo de esta nueva obra de uno de mis favoritos. Pero coincido en que Rivera es demasiado repetitivo en sus temas, y debo reconocer que sus últimas publicaciones las leí por inercia (sin dejar de mencionar el profundo desencanto que me causó ver el cuento "Así todavía" republicado con el nombre de "Estaqueados" sin ningún cambio ni motivo aparente, en su último libro de relatos). Es decir, lo leo porque es Andrés Rivera, con quien descubrí una nueva forma de escribir que se aleja de las tendencias en Argentina. Pero entiendo perfectamente a los que se aburrieron de él, porque hace ya varios años que no ofrece nada nuevo. Y también coincido en la molestia de sentir que últimamente todo lo que escribe parece hacerlo "de taquito", como dice Guillermo. Ahora bien, para ser justos con A. R. debería haber una lista recomendadas de sus obras. Yo menciono "El yugo y la marcha", "La revolución...", "Ese manco Paz" y "Tierra de exilio", aunque hay varios más que recomendaría.
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