Editorial Alfaguara. Edición 2004. Novela y tres cuentos.
Un bibliófilo se estremece no sólo ante una edición rara o un incunable. Un texto capaz de hacernos reír, pensar o emocionar también es un regalo del Cielo. Este libro será disfrutado por todos aquellos que encuentran la paz en la lectura o que, como Borges acuñó en poema, se figuren el Paraíso bajo la especie de una biblioteca.
La trama rinde tributo a García Márquez; los personajes, a Onetti. Esa combinación es excelente. Carlos Brauer, coleccionista uruguayo, se muda a un paraje desolado entre la Laguna de Rocha y el océano, un lugar sin sombra para morir de soledad o para poner a prueba el sentido de la vida. Se muda, arruinado y loco, con sus 20.000 volúmenes. Embadurnados con cemento, los usa para edificar la casa, pero su viejo ejemplar de La línea de la sombra de Conrad concluye en el escritorio de un profesor de Cambridge, quien se lanza a remontar el rastro de una historia alucinada.
Desde 1989, el argentino Carlos María Domínguez vive en Montevideo, porque "detrás de cada oriental hay un personaje de ficción". Ha escrito mucho y bien. Enriquece está edición de La casa de papel con cuatro cuentos formidables. Dos refieren al Delta y prueban que no hace falta viajar a la Indochina para disfrutar de una buena historia de piratas (aquí comen guiso de nutria) o sobre tempestades infernales que barren islas y a los hombres con ellas. Otro texto es un homenaje al mejor Tarzan: La sombra intoxicada de Jonny Weissmuller entrena a nadadores en Rosario, invitado por un tal Juan Perón.
Los textos de Domínguez tienen dos encantos más: cada frase está limada y repujada; y las reflexiones al paso valen la pena. Hay pensamientos inteligentes sobre el oficio de escritor y el de lector; sobre el deseo y sobre el fracaso. Se concluye, ¡ay!, que la naturaleza vence al hombre y arte.
Guillermo Belcore
CALIFICACION: Bueno
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