viernes, 12 de septiembre de 2008

El otro nombre de Laura


Benjamín Black­
Alfaguara. Novela de 360 páginas, Edición 2008. Precio aproximado: 50 pesos

­Benjamin Black es el seudónimo que John Banville (Wexford, 1945) usa para explorar la novela policial. Es un gran escritor que ha cautivado a la crítica y al público culto. El lector que se precie de tal no debería ignorarlo por, al menos, tres motivos: la increíble belleza de las descripciones, el acabado y la complejidad de los personajes, la pulcritud de la forma que disimula cualquier defecto de la historia. Un atractivo adicional es la llamada irlandidad. Banville nos lleva de la mano a recorrer la pobre, mojigata y provinciana Dublín de los años cincuenta.­

He aquí la segunda obra que protagoniza el patólogo Quirke, un gigante manso al que asaltan picores de desesperación. Le pasan esa clase de cosas que ocurren cuando uno mete la cabeza en donde más vale no meter un dedo. Ahora un antiguo conocido le implora que desista de hacerle una autopsia a su esposa. El cadáver de Laura Swann fue hallado flotando en el mar. Quirke descubre que la chica, bella pero ordinaria, fue en realidad asesinada; empero le jura a la Policía y al juez que se trata de un suicidio. Todo hubiera terminado aquí si la hija del forense no se hubiera encaprichado con el antiguo socio de Laura, un villano imborrable. Con Leslie White, un inglés sin un hueso de honestidad, ingresa el libro en un mundo de coches deportivos, de copas a media tarde, de negocios turbios y violencia desalmada.­

Banville retoma personajes y cabos sueltos de su primera novela negra El secreto de Christine), pero aquí no se trata de una vasta conspiración de ricos y sotanas sino de podredumbre plebeya. La historia es interesante, pero no es más que una de tantas. Lo que eleva el volumen al Edén de las obras maestras es su composición. Cada página redondea un prodigioso ejercicio de estilo.­

Guillermo Belcore­

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa­

­Calificación: Muy bueno­

PD: ¡Qué bien escribe Banville! Yo, como De Quincey, considero que el estilo es la encarnación de la verdad. He leído críticas demoledoras sobre la morosidad de esta novela.Yo -en nombre de la extraordinaria belleza en la dicción- le perdonó cualquier cosa.­

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