Del Nuevo Extremo. Tomo II. Precio aproximado: 65 pesos. Edición 2008.
Con Sherlock Holmes ocurre lo mismo que con Aquiles, el de los pies ligeros, el Quijote o el coronel Aureliano Buendía. A duras penas, se acepta que nunca existió de verdad, que es la creación de Arthur Ignatius Conan Doyle (Edimburgo 1859-1930). El personaje ha pasado al cine y al teatro. En una película, el famoso actor John Barrymore representó con tal fuerza a Holmes que algunas personas escribieron al 221 B de la calle Baker pidiéndole ayuda. Hay cientos de anécdotas como ésta.
Un sello local reimprime el llamado canon holmesiano. Leímos el segundo volumen que incluye Las aventuras de Sherlock Holmes, colección de relatos cortos publicada en 1892, y El valle del terror, novela de 1914, donde todo el caso depende de una pesa de gimnasia desaparecida.
Puede que al espabilado lector del siglo XXI las correrías de ese sabueso alto y enjuto, con un cerebro fino como navaja de afeitar, le resulten algo insípidas. Los textos -todo hay que decirlo- son muy desparejos en lo que al estilo y argumento se refiere. Son también el fruto de una era que veneraba la razón. “El ingenio humano debería ser capaz de concebir explicaciones para cualquier combinación de acontecimientos”, alecciona nuestro héroe al bueno de Watson. Más allá del asombro ante el método deductivo, quizás el mayor encanto sea el viaje hasta un tiempo en el que los policías son caballeros, impera la cortesía y un excéntrico solitario puede dedicar una semana de su vida a la cocaína en una solución al siete por ciento sin ser incordiado por el Estado.
Borges escribió: “Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una buena costumbre que nos queda”. A pesar de sus defectos –qué pionero no los tiene, vamos- este libro es muy agradable.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
4 comentarios:
Extraño el placer que sentía al leer estos textos de niño. Sin embargo, la adultez incorpora otras formas de lectura del libro. Algunos pasajes no tienen desperdicio.
La revelación "los policías son caballeros", hace pensar en los contrastes de esa literatura con la contemporánea que le cuesta entretenerse y reirse de sí misma.
Al final, esta fue la virtud la que volvió más famoso a Holmes que a Doyle.
Es verdad que en estas épocas pueden sonar algo inocentes las aventuras de Sherlock Holmes pero, cuanta falta nos hace en este auge del esoterismo, "new age" y cosas por el estilo volver al método deductivo. Cuan acertado y a la vez triste que suena el pretérito imperfecto de tu comentario "un tiempo en que se veneraba la razón".
Saludos y felicitaciones por el Blog.
Harry de Caballito.
Ávido lector:
Debo diferir con usted en un aspecto. Su decálogo me lo impone. Si bien la época tiene su encanto, lo mejor a mi criterio, es la aplicación de un falso método hipotético deductivo (que no es más que el más exquisito uso científico de la imaginación).
Lo mejor es el personaje.Cualquier hombre de ciencia, como quien escribe, no podrá más que admirarlo. Ya lo citaba un famoso científico: "Eliminado lo imposible, lo remanente, por improbable que sea, ha de ser verdad".
No sorprende que Doyle fuese médico ni que su personaje haya sido basado en uno de sus profesores. No sorprende que Holmes desconociera la teoría heliocéntrica, que sus conocimientos de literatura (descartando el género policial) fuese nula.
Nos encontramos frente a la mejor mente práctica jamás cread. Junto a Poe ha inventado un género literario. Aún lo copian y lo homenajean en series como House. Aún salén sus películas. Le inventan frases que nunca dijo como: "elemental Watson". Todavía le envían centenares de cartas cada año. Le colocan una gorra doble vicera que nunca tuvo. Cada día lo reinventan.
No será que después de todo... es más real que cualquiera de nosotros.
Watson.
Estimado Watson:
Tiene toda la razón. Qué bello comentario nos ha regalado. ¿Abuso de su amabilidad si le pido que siga escribiéndonos? Pienso este blog como un ser vivo que evoluciona, crece y se enriquece con los aportes talentosos de los lectores como usted.
Que los dioses lo sacien de dicha.
G.B.
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