Adriana Hidalgo editora. Cuentos, 156 páginas. Edición 2008.
Con lucidez insuperable, Borges explicó que todos los hombres nacen platónicos o aristotélicos (la idea proviene de Coleridge). Los primeros prefieren los conjuntos y las formas ideales. Los segundos ven en los individuos no lo que tienen en común sino lo que tienen de extraordinario. La señora Hebe Uhart (Moreno, 1936) demuestra en esta prolija colección de cuentos su adhesión al platonismo.
El lector encontrará, en efecto, una galería de personajes típicos. Puede que el libro se haya inspirado en personajes reales como desliza la contratapa, pero las páginas los han fosilizado, convertidos aquí en un estereotipo, allí en una caricatura. Los alemanes, por ejemplo, están obsesionados con los reglamentos o gustan de dar órdenes como un sargento prusiano.
El catálogo, empero, se especializa en el turista paradigmático. El argentino del deme dos, el que quiere mirarlo todo en Nápoles o en la Cordillera para no ver nada, el que destina sus noches a dar la vuelta al perro por la peatonal de San Bernardo. El libro se agota en describir estas mentes pobres y sus berretines, aunque lo hace con gran plasticidad y soltura. Uhart es tan diestra en la tercera como en la primera persona verbal, incluso cuando da voz a una mucama paraguaya o a un plomazo que llegó a la Argentina a bailar tango.
El volumen también incluye una reunión de consorcio más propia de la televisión que de la ficción de calidad, y las divertidas peripecias de un par de necios para editar una revista cultural y para montar un centro interdisciplinario. Fogwill sentencia en la contratapa que Uhart es la mejor escritora nacional. Quizás no sea éste el mejor libro para trabar conocimiento con ella.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
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