Estoy leyendo la mejor novela de Haruki Murakami, según opinión casi unánime. Se titula Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y data de 1994. La escribió en Estados Unidos, fue el manuscrito que llevaba en la valija cuando regresó definitivamente a Japón. Son novecientas páginas. Le destinaré una semana de mi vida, una semana maravillosa. Hoy las obligaciones me permiten leer aproximadamente ciento cincuenta páginas por día, siento -empero- que no son suficientes. No haré a tiempo para leer todo lo que ansío antes de que la muerte me encuentre. ¿Se me permitirá seguir en el Cielo?, me pregunto en este domingo tan hermoso. ¿Será Dios tan celoso como mi amada?
Otra duda me asalta. ¿Qué tienen las páginas de Murakami para resultarme tan encantadoras? ¿Por qué -como escribió Borges- esas fantasías me tocan tan íntimamente? Fantasías que siento al mismo tiempo tan familiares y tan extrañas. Se trata, sigo preguntándome, de una preferencia arraigada en mi psiquis más profunda o es la típica mirada arrobada del lector cautivado. ¿Soy yo o la tribu?
Trataré de racionalizarlo. Creo que Murakami me seduce porque pertenece a la raza escogida de narradores capaces de crear un universo propio. Es decir, un artista que ofrece una visión global de las cosas, un estilo inconfundible, una estética personal y una poética. Es la estirpe de Borges, claro, pero también la de Kafka, Faulkner, García Márquez… demiurgos de la gran literatura. La secta de los lectores gozosos se prosterna ante el Talento. Que cada cual elija la divinidad que más le agrade.
De regreso de la casa de mi hijo (casi no lee el muy tunante) he meditado sobre los unicornios del jardín de Murakami. Me he lanzado a enumerar esos elementos singulares que aparecen una y otra vez. He aquí una recopilación provisional: presagios, hondos significados, crítica social, música (jazz, pop, clásica), jóvenes que desafían la seriedad del mundo, whisky, derroteros extraños, agua, historias extravagantes, prostitutas, cortesía, visiones, secretos, gotitas de perversión, una magia que transmite una fuerte sensación de realismo, romanticismo, gatos, sexo, opiniones simpáticas, pájaros, simbolismo, gente que busca su propio camino y un sentido de vida, japonesidad (si es que existe la palabra).
Platon agradecía a los dioses haber nacido en el siglo de Socrates. Yo estoy feliz de vivir en la era en que Occidente descubrió a Murakami.
Guillermo Belcore
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