jueves, 1 de enero de 2009

Adriano

Anthony Birley­
Península. Ensayo de historia, 471 páginas. Edición 2004.­
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Nadie puede presumir de buen lector sin haber saboreado las Memorias de Adriano. Esa exquisita novela con divagación filosófica es ya un clásico universal. Empero, el emperador absorto en su propia agonía es una persona distinta a la figura histórica. Con una sensibilidad diferente, esta minuciosa reconstrucción intenta aproximarse a la verdad. Llegó a la Argentina en 2004, con ocho años de retraso.
Anthony Birley es un erudito inglés, biógrafo de Septimio Severo y Marco Aurelio. Enamorado del siglo II -“el último de los hombres libres”- rastreó todas las fuentes disponibles para ofrecer un relato coherente del sucesor de Trajano. La investigación es formidable, pero el texto en su afán de ser objetivo, abruma por momentos con datos intrascendentes. Uno termina añorando la magia simpática de Marguerite Yourcenar, capaz de recobrar toda una era desde el mundo interior del protagonista.
El imponente Adriano de Birley son varios hombres. Sorprendió a su época con dos novedades: renunció a afeitarse y enterró la imperium sine fine, ideología consagrada por Virgilio. Ese toque de realismo (comprendió que la política expansionista había llegado a su culmen) casi le cuesta la vida. Empero, sus reformas militares endurecieron las legiones durante más de un siglo. Se imaginó un nuevo Pericles, aunque el filohelenismo derivó en una brutal carnicería de judíos. Le gustaba también ser comparado con Numa Pompilio, el sucesor pacífico del guerrero Rómulo. Su memoria fue prodigiosa y era capaz de marchar 32 kilómetros con armadura. Admiró a Epicteto y adoró la caza, la astrología y la arquitectura. Celaba hasta la crueldad a los especialistas en cualquier materia. Fue un viajero infatigable. Su amor desmesurado por el joven Antinoo resulta conmovedor.
Indro Montanelli definió a Adriano como ”el más grande emperador de la Antigüedad''. Algo en él seguirá fascinando a las generaciones.
Guillermo Belcore­
Publicado en el Suplemento Cultural del diario La Prensa.­
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Calificación: Bueno­
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PD: Este ensayo ya está en las mesas de saldos de Buenos Aires. Lo vi en Caballito a 12 pesos. Una compra muy recomendable para quien -como yo- adora la historia de Roma. Atesoré algunos adorables latinismos:­
* Genus ad portas­
* Fervet opus­
* Ego sum qui sum­
* Genus vatum­
* Odi profanum vulgus­
* Peregrinatio suburbina­

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, lo leí, y es cierto, abruma con un cúmulo de datos que nos hace perder un poco el hilo de la lectura, y por momentos se vuelve tedioso. No tiene el encanto que le hubiera plasmado un buen contador de historias. Pero se ha publicado tan poco acerca de Adriano, que este libro se vuelve imprescindible para acercarse a la figura del gran emperador.