Por Henning Mankell
Tusquets. Novela policial, 471 páginas. Publicada en 2006. Precio aproximado: 55 pesos
El iracundo Kurt Wallander, tan sagaz como pesimista, se está haciendo viejo. Es un detective en la cuerda floja que debería perder peso y remediar su soledad. Resuelve homicidios en Ystad, una ciudad diminuta. El investigador tiene millones de admiradores en todo el mundo y ha llevado a la fama la comarca de Escania, allí donde comienza Suecia. Su creador no desea matarlo, pero le inflige el inmisericorde paso de los años. La saga, no obstante, ha encontrado quién la prolongue. Linda Wallander, la atormentada hija del inspector, acaba de recibirse de policía y protagoniza la décima novela de Henning Mankell.
El hueso de la trama es, en esta oportunidad, el fanatismo religioso. Un sobreviviente de la matanza de Jonestown acecha entre las sombras. Navegando sobre el horror, el inspector y su hija intentan superar un pasado miserable y un presente conflictivo. No lo logran casi nunca. Desaparece la mejor amiga de Linda. Linda se enamora de un colega de su padre. Al grito de "Dios lo exige", alguien brutal y osado carboniza animales. Alguien mata y descuartiza a una cartógrafa de senderos.
No se trata, claro está, de gran literatura, pero Mankell es un narrador con oficio, legítimo heredero de Simenon. Sabe como administrar la infaltable cucharadita de suspenso al concluir cada capítulo. Los personajes no están fabricados con cartón pintado, ostentan profundidad psicológica. Hay una ambición por retratar la época, la aldea, el mundo. Las páginas son densas, en el mejor sentido del término. ``Trato de enfocar un espejo hacia un crimen para mostrar lo que está ocurriendo en la sociedad'', sostenía hace dos años en un reportaje. John le Carré es una de sus influencias decisivas. El mejor relato de crímenes de la historia es Macbeth, asegura.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.
Tusquets. Novela policial, 471 páginas. Publicada en 2006. Precio aproximado: 55 pesos
El iracundo Kurt Wallander, tan sagaz como pesimista, se está haciendo viejo. Es un detective en la cuerda floja que debería perder peso y remediar su soledad. Resuelve homicidios en Ystad, una ciudad diminuta. El investigador tiene millones de admiradores en todo el mundo y ha llevado a la fama la comarca de Escania, allí donde comienza Suecia. Su creador no desea matarlo, pero le inflige el inmisericorde paso de los años. La saga, no obstante, ha encontrado quién la prolongue. Linda Wallander, la atormentada hija del inspector, acaba de recibirse de policía y protagoniza la décima novela de Henning Mankell.
El hueso de la trama es, en esta oportunidad, el fanatismo religioso. Un sobreviviente de la matanza de Jonestown acecha entre las sombras. Navegando sobre el horror, el inspector y su hija intentan superar un pasado miserable y un presente conflictivo. No lo logran casi nunca. Desaparece la mejor amiga de Linda. Linda se enamora de un colega de su padre. Al grito de "Dios lo exige", alguien brutal y osado carboniza animales. Alguien mata y descuartiza a una cartógrafa de senderos.
No se trata, claro está, de gran literatura, pero Mankell es un narrador con oficio, legítimo heredero de Simenon. Sabe como administrar la infaltable cucharadita de suspenso al concluir cada capítulo. Los personajes no están fabricados con cartón pintado, ostentan profundidad psicológica. Hay una ambición por retratar la época, la aldea, el mundo. Las páginas son densas, en el mejor sentido del término. ``Trato de enfocar un espejo hacia un crimen para mostrar lo que está ocurriendo en la sociedad'', sostenía hace dos años en un reportaje. John le Carré es una de sus influencias decisivas. El mejor relato de crímenes de la historia es Macbeth, asegura.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.
CALIFICACION: Bueno
No hay comentarios:
Publicar un comentario