Editorial Alfaguara. Cuentos, 181 páginas. Edición 2007
Se cumplirán en abril próximo cincuenta años desde que Carlos Fuentes publicara su primera novela. El sello Alfaguara considera la ocasión propicia para reimprimir a uno de los mejores narradores de América latina. Abre el juego una recopilación de cuentos de materia fantástica y ejecución despareja. Tres son inéditos. El mejor Fuentes anda por estas páginas. Pero también hay textos descalabrados. ¿Es necesario recordar que hasta los grandes tienen obras primerizas?
El homenaje no está completo. El volumen carece de un prólogo enriquecedor y de una introducción a cada relato, que hubiera permitido ubicarnos en el contexto de la prolífica obra de Fuertes. Están los cuentos y punto. Todos sazonados con esa peculiar mexicanidad que vuelve tan sabrosa a cualquier obra de arte.
El libro viene infestado de prodigios mayas y aztecas. Chac Mool relata la resurrección de una oscura divinidad de la lluvia. No es conveniente, al parecer, mojar los antiguos ídolos de piedra. Una boca, hurtada a una pintura de Tamayo, atrae a la diosa Tlazol, cargada de joyas y serpientes. Hay en las entrañas de la ciudad de México ventanas hacia otra dimensión. Una mansión del Puente de Alvarado desemboca en un lluvioso jardín de Bruselas del siglo XIX. En una lúgubre casona del viejo centro se ha logrado embaucar a la muerte.
Puede que el relato más inquietante sea La muñeca reina, dedicado a José Donoso, acaso porque incluye una muchacha contrahecha. Un hombre, azuzado por el recuerdo de una niña, tropieza con una idolatría que lo deja asqueado y perplejo. Otros preferirán la ciencia ficción de El robot sacramentado. Androides de quinta generación discuten, como Platón, qué es primero, el nombre o la cosa.
Guillermo Belcore
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