Editorial Letemendia. Novela policial de 254 páginas. Precio aproximado: 40 pesos
Borges observó que dos pasiones incompatibles agitan a Inglaterra: el apetito de aventuras y la búsqueda de la rencorosa legalidad. Satisface ambas la narración policial. Fiel a la tradición de Sir Conan Doyle, el profesor Colin Dexter ha refrescado el genero con la saga del inspector Morse, bien conocido por algunos argentinos que disfrutaron la adaptación televisiva en Films & Arts.
El sello Letemendia comenzó a publicar las trece novelas de Colin Dexter. Ultimo bus a Woodstock data de 1975 y -a pesar de que ofrece todas las torpezas de un libro primerizo- resultará entretenido para el amante de los relatos de detectives.
El cadáver de una chica de largo pelo rubio y despreocupada y provocativa sensualidad aparece en el estacionamiento de un pub. Entra en escena, un sabueso de carácter taciturno y cáustico, enamoradizo y amargado por su soledad extrema, cicatero y fanático de los crucigramas, Wagner y la cerveza. A lo largo de un mes, Morse -secundado por el sargento Lewis, el infaltable compañero simplón- arma laboriosamente el rompecabezas hasta llegar a la insólita conclusión. Los hechos transcurren en Oxford, el último bastión del elitismo.
Dexter bebe en las fuentes; emula la hoy vapuleada Agatha Christie. Es la primacía del quién, sobre el cómo. Cunden las pistas falsas y los personajes equívocos; sólo un idiota es capaz de adivinar la verdad. Más que reconstruir un crimen, le interesa contar una historia. Nunca desafía la moral corriente ni las convenciones del género.
Morse tiene su legión de admiradores, aunque para la mayoría tenga el rostro imborrable del actor John Thaw, quien murió en 2002, después de que Dexter decidiera que era hora de que su alter ego reposara para siempre.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa
Calificación: Bueno
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