Por Josefina Licitra
Editorial Tusquets. Crónicas en 218 páginas. Publicado en 2007
Editorial Tusquets. Crónicas en 218 páginas. Publicado en 2007
Una moda capturó a la nueva camada nacional. Beatriz Sarlo, no sin desdén, la ha denominado lingüística etnográfica. Se trata de abordar una subcultura o un grupo marginal desde la perspectiva progresista. Puede que nos sorprenda alguna pincelada de belleza o de brutalidad, pero la escritura suele ser plana como los documentales de televisión. Es lógico, los jóvenes narradores provienen del periodismo y son hijos de Tom Wolfe y nietos de Rodolfo Walsh (sin su talento, claro). El efecto literario resulta pues muy poco estimulante.
Por lo general, este atajo de la no ficción se caracteriza por pontificar. Josefina Licitra (La Plata, 1975) se esfuerza aquí en denunciar el odio a la diferencia, en repudiar a los cerebros de mosquito que no aceptan o entienden la diversidad sexual, sean padres, curas o psicólogos. Con ese fin enhebró cinco o seis historias de adolescentes que cargan ``la mochila de estar viviendo una sexualidad a contramano''. Los párrafos están embadurnados con tópicos: ``Caballito es un barrio de clase media en que la gente de clase media tiene miedo a la clase baja''.
A favor del libro, debe mencionarse la claridad de la prosa. La autora es una espléndida cronista. El vocabulario es sencillo, elemental; las metáforas no son memorables. Licitra da rienda suelta al sentimentalismo, que aflora por ejemplo al describir a la loca Nahuelle, ``extracto de lo que debería ser una persona''. Sucumbe también a una vieja pulsión pequeñoburguesa: denostar las miserias de los ricos. Dispara sin piedad contra el más fácil de los blancos: la vieja Iglesia Católica.
Las avaras dimensiones del libro delatan urgencia por publicar. ``Estrategias de comienzo'', en palabras de Sarlo. ¿Puede considerarse literatura la reconstrucción no novelada del reviente en la disco Amerika? Seguro que arte es otra cosa.
Por lo general, este atajo de la no ficción se caracteriza por pontificar. Josefina Licitra (La Plata, 1975) se esfuerza aquí en denunciar el odio a la diferencia, en repudiar a los cerebros de mosquito que no aceptan o entienden la diversidad sexual, sean padres, curas o psicólogos. Con ese fin enhebró cinco o seis historias de adolescentes que cargan ``la mochila de estar viviendo una sexualidad a contramano''. Los párrafos están embadurnados con tópicos: ``Caballito es un barrio de clase media en que la gente de clase media tiene miedo a la clase baja''.
A favor del libro, debe mencionarse la claridad de la prosa. La autora es una espléndida cronista. El vocabulario es sencillo, elemental; las metáforas no son memorables. Licitra da rienda suelta al sentimentalismo, que aflora por ejemplo al describir a la loca Nahuelle, ``extracto de lo que debería ser una persona''. Sucumbe también a una vieja pulsión pequeñoburguesa: denostar las miserias de los ricos. Dispara sin piedad contra el más fácil de los blancos: la vieja Iglesia Católica.
Las avaras dimensiones del libro delatan urgencia por publicar. ``Estrategias de comienzo'', en palabras de Sarlo. ¿Puede considerarse literatura la reconstrucción no novelada del reviente en la disco Amerika? Seguro que arte es otra cosa.
Guillermo Belcore
CALIFICACION: REGULAR
Guillermo Belcore
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