Por Alberto Laiseca
Tusquets. Novela de 313 páginas.
Mucho antes de El Código Da Vinci y de la obsesión editorial por la novela histórica, Alberto Laiseca (Rosario, 1941) escribió este libro. Data de 1989 y está bien que se reimprima. Es una obra rara y divertida, tallada en clave paródica por un autor de culto. Quién sino este gigante con bigotazos a lo Nietzsche podría imaginar la cómica omnipresencia en el Egipto antiguo de los mosquitos, que se deslizaban por el aire como "un estado de gracia a la inversa''.
Laiseca nos conduce en alfombra mágica y sobre los hombros de Heródoto al reinado de Kheops. Aún no había llegado la etiqueta petrificante de dinastías posteriores. El precepto que regía la época era "apártate de la locura, si la tienes, de no gozar''. Inquieto por una pesadilla, el faraón consulta a su astrólogo Cetes, un sabio, el de los horóscopos infalibles. Se decide la construcción de la Gran Pirámide, perfecta en sus magnitudes sagradas y su acabado, piedra filosofal de un pueblo milenario. Mientras ella exista, existirá Egipto. Se la encarga al escultor Tofis, arquitecto de la vieja escuela, maestro legendario, compinche de Cetes pero medio loco por culpa de los mosquitos.
La prosa está trabajada con destreza de artesano del Nilo. Cuando Laiseca se entromete en papel de historiador, el resultado es desopilante. Hay diálogos filosóficos -sobre el tiempo en los antiguos, por ejemplo- pero con una sabiduría atorrante. Colorean la trama hilachas de erotismo sin freno o pornografía cerebral. Se tiene la impresión, siempre, de que los personajes son de carne y hueso.
La hija (y amante) de Kheops es Hentsen, otra ninfómana. Laiseca hace una relectura gloriosa de esta prostituta por sagrada necesidad. La conclusión es que el monoteísmo semítico nos ha empobrecido la vida.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
CALIFICACIÓN: Bueno
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