Por Reynaldo Sietecase
Alfaguara. Cuentos, 153 páginas.
Beatriz Sarlo ha percibido, fastidiada, que la literatura argentina de estos años se obsesionó con la etnografía. Se siguen las huellas del sensacionalismo o el documental. La treta es mostrarles, de una manera más o menos didáctica, a los lectorcitos/as burgueses esas subculturas que degradan nuestra sociedad. El estilo es plano, como de cinta grabada, resalta la erudita. Así, en el circo costumbrista -incluso en sus expresiones más dramáticas la pesadez resulta inevitable. Arte es otra cosa.
El poeta y periodista Reynaldo Sietecase (Rosario, 1961) ha intentado, desde una perspectiva progresista, darle encarnadura literaria a diez homicidios recientes, perpetrados por menores. El libro no admite desahogos, la mugre es expuesta sin tapujos, aun cuando se trate del incesto en Fuerte Apache. Me hubiera gustado más contención. Muy interesante resulta, empero, el detalle de los bajos fondos de la cumbia villera, el paco, los pibes chorros.
Este es uno de esos libros que se consumen de un tirón, pero para sacarlo de encima cuanto antes. Como siempre ocurre, la urgencia por divulgar un mensaje sofoca la eficacia narrativa. ‘‘La policía mata más que la cocaína’’, dispara un escritor que se entromete mucho en la trama y parece detestar toda forma de autoridad. El rugido de la ideología resulta aquí y allá atronador. Otro problema es que se coloca en la piel de demasiados sinvergüenzas. Si ya es difícil construir un personaje malévolo, piénsese en la complejidad de elaborar diez psicologías descarriadas.
En sus mejores momentos, la prosa de Sietecase tiene aires rudos de Andrés Rivera. En los peores, es simplemente crónica de diario. El paso de un literato al periodismo ha engendrado gloriosas e imperecederas páginas. No puede decirse lo mismo, del camino inverso.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.
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