jueves, 24 de octubre de 2024

Los simuladores


Mientras espera la autobiografía de Alberto Fernández, ese estadista, puede calmar su ansiedad, amigo lector, con una novela espléndida que, justamente, es la crónica de vida de un político que ha caído en desgracia. Se titula Los simuladores y fue entrega por primera vez a la imprenta en 1967 por uno mejores estilistas que ha dado la lengua inglesa: Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul (Trinidad 1932-2018), premio Nóbel de Literatura 2001.

Refirma la obra una de las premisas de estas columna: por fuera del circuito comercial de las novedades (bastante flojo este año) existe una constelación de maravillas del pasado (por lo general, maravillas poco conocidas) aguardando al lector de fuste.

Los simuladores (Seix Barral, 255 páginas) está narrado en primera persona del singular. Leemos las memorias de Ralph Singh, uno de los hacedores de la descolonización de la isla esclavista de Isabella (muy parecida a la Trinidad natal de Sir Vidia). Antes de los cuarenta años, el héroe popular entró en decadencia. Su lugar de retiro no fue una antigua plantación de cacao en la patria, sino una pensión de mala muerte en Londres, “en la que nada hay donde los ojos se posen con placer”.

La crónica, dice el autor, es “un intento de redescubrir la verdad”, tras el amargo descubrimiento de que “el éxito no cambia nada”. Nos presenta sus fascinantes máscaras. El niño algo neurótico, nacido en un clan acomodado y melodramático de inmigrantes indios; el estudiante en Londres, convertido en una especie de fauno o depredador sexual; de nuevo en Isabella, cabeza de familia de un melancólico matrimonio mixto; el hombre público, de cierto renombre y rico, que se coloca súbitamente del lado de los pobres; finalmente el exiliado que se ha retirado del mundo. Nunca abandonó la máscara de dandi.

En ese mamotreto titulado El Ser y la nada, hay una frase hermosa: “El prójimo guarda un secreto, el secreto de lo soy”. Naipaul sigue a Sartre y postula: “Nos convertimos en los que vemos de nosotros mismos en los ojos de los demás”.

LO REAL MARAVILLOSO

Naipaul no es un escritor fácil, pero párrafo por párrafo, línea por línea, es -como dijimos- uno de los mejores prosistas de la literatura inglesa, que ha reclamado su obra (Sir Vidia se fue a vivir a Londres antes de los veinte años) como parte de la tradición dickensiana, a pesar de que la mayor parte del material novelístico lo ha sacado de su isla. 

Además, podría decirse que cierto fulgor poético naipauliano es típico del Nuevo Mundo. En algunos paisajes de ‘Los simuladores’, refulge en efecto lo real maravilloso, como la desopilante conversión del padre del protagonista en gurú. De un día para otro, abandona trabajo y familia y se va a vivir al bosque, donde el predicador crea un excéntrico movimiento de clases bajas que puso nervioso al Imperio británico y llegaría a ser estudiado en las universidades. “El éxito es el éxito; una vez que se produce se explica a sí mismo”.

Por otro lado, Naipaul, el caribeño, usa aquí de manera magistral una técnica de complicidad shakespereana: la ruptura de la cuarta pared. Detiene la narración y le habla a su audiencia. Vean qué estilo: 

"Permitid que os lleve a la habitación en forma de libro; que no se disuelva la escena cuando cerramos la puerta y el rostro de la muchacha, que ya se está poniendo serio e inexpresivo, se aparte e inmovilice…".

Como Borges, Naipaul tenía el don de la construcción de frases perfectas. Y una elegancia sublime. Veamos otro ejemplo. Es probable que sólo este coloso, de legendario mal carácter, fuese capaz de describir los pechos de una mujer con tanta gracia: 

“...No eran las manzanas cortadas que no necesitan corpiño del austero ideal francés, sino senos curvados y redondos cuyo peso era una leve amenaza de un exceso de péndulo; unos senos que el observador aún reconociendo la inadecuación, incluso la crudeza, del gesto alarga instintivamente la mano para sostenerlos; senos que en su estado libre cambian de forma y contorno cada vez que su dueña cambia de postura; senos que acaban enloqueciendo el espectador porque hallándose ante una belleza tan completa no sabe qué hacer…”.

DRAMATISMO

Además del estilo magnífico y la historia interesante, el público debe saber que en la novela encontrará reflexiones profundas, en especial sobre el arte de la política. De ahí, el título. ¿O acaso a alguien se le puede ocurrir simulador más eficaz que un político profesional? La principal tarea del gobernante, insinúa Sir Vidia, es crear dramatismo, pues altera un paisaje monótono: 

"...El dramatismo agudiza nuestra percepción del mundo, nos da cierto sentido de nosotros mismos, nos convierte en actores, da sentido, y a veces gloria, a cada día". 

Ser aburrido es fatal en estas lides, que lo digan Fernando De la Rúa y Alberto Fernández si no. En cambio, Perón, Cristina y Milei comprendieron la importancia decisiva de la teatralidad para manipular a las masas.

“El verdadero político -añade el escritor- es por naturaleza un hombre que desea jugar el juego toda su vida”. Ningún gerifalte quiere retirarse nunca, ese es nuestro drama, el de los gobernados.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno.

lunes, 14 de octubre de 2024

La ciudad


Por Mario Levrero

Caricatura Editora. 

Novela, 198 páginas


Hace 20 años y un mes fallecía en Montevideo una de las glorias de la literatura latinoamericana. Un genio tan singular como poco conocido por entonces; hoy es un autor de culto para los intelectuales. Escribió, entre otras maravillas, una de esas novelas imprescindibles para todo aquel que desee ser llamado lector. Parecía un personaje literario -en camiseta sin mangas- más que un hombre de carne y hueso. Se llamaba Jorge Mario Varletta Levrero; firmó sus obras como Mario Levrero. Gracias a Dios hoy se lo sigue imprimiendo.

Con motivo de los 300 años de la ciudad de Montevideo, el sello Caricatura Editora rescató la primera novela de Levrero. La ciudad fue escrita en 1966, ganó una mención especial en un concurso organizado por el semanario Marcha y se entregó a la imprenta por primera vez en 1970. Fue uno de los más felices estrenos literarios en el Río de la Plata. Para que tenga una idea amigo lector, podría describirse como un Kafka tardío con un dejo de Lewis Carroll y precursor -a su especial manera- de César Aira. Pero es posible que la frase anterior no sea justa: el texto es un auténtico Levrero; un autor originalísimo, incomparable, que ha dejado a la posteridad unos veinte libros.

Vaya historia. El narrador, que se define como pintor de cuadros, se muda a "una casa que no había sido habitada ni abierta sus puertas y ventanas durante muchos años". Llueve a cántaros. El hombre recuerda que cerca de allí hay un almacén. Sale a la intemperie en busca de kerosene y alimentos. Empapado, se pierde en la oscuridad. Hasta que detiene un añoso camión en el camino y le pide al chofer que lo lleve a alguna parte.

El conductor tiene pocas pulgas y viaja acompañado por una mujer joven -Ana, será una actriz importante de la trama- que hostiga con su pico al pintor mientras trata de perturbarlo con las piernas y las manos, pero nuestro chico no se excita: está angustiado. Veremos que el sexo es otro elemento trascendental en este sabroso sinsentido.

Viajan toda la noche. Por la mañana, el tosco camionero los echa con insultos de la cabina, en medio de la nada. Alega "una delicada misión oficial". Ana y el pintor caminan por la ruta. Surgen peleas, hasta que ella lo invita a conocer el pueblucho donde mora, no lejos de allí.

Es un caserío borroso, donde solo se destacan un bar, un almacén, una estación de servicio y una zapatería. Sus habitantes son estrafalarios, naturalmente. Se menciona una omnipotente “Empresa” y un reglamento de acero al tungsteno que deben cumplir los habitantes. En la segunda parte del libro leemos los esfuerzos del protagonista por huir.

Como habrá notado, el conjunto tiene un aire de pesadilla pero no es uno de esos sueños inanes que los literatos sin imaginación añaden a sus novelas para engordarlas. La grotesca farsa es cautivante, ocurren cosas, y varios pasajes pueden leerse como alegorías. "En el mundo hay muchas cosas que no comprendemos", sentencia Levrero cuya prosa es engañosamente simple.

Por ciento, la novela puede leerse de un tirón.

Finalmente, digamos que el objeto libro es hermoso. Incluye ilustraciones del señor Alfredo Soderguit que avivan el clima de ansiedad, miedo y leve suspenso que el autor construyó con maestría. "Aventura onírica", definió con acierto un crítico a este libro. Borges decía que cuando la humanidad olvide los estilos y las capillas literarias sólo nos quedará lo que existía al principio al calor de una lumbre: las historias. Formidables historias seguirán hipnotizando a hombres y mujeres, como la que narra La ciudad de Mario Levrero.

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno

Publicado en el Suplemento Cultura de La Prensa.

lunes, 7 de octubre de 2024

Personalidad y poder


 La pregunta es añosa como las ciencia sociales. ¿Qué importancia cabe atribuir a los individuos en la configuración de la Historia? Dicho de otra forma, ¿las acciones personales de los líderes prevalecen sobre las circunstancias impersonales, estructurales, que hicieron posible su aparición y encumbramiento?


Un libro entregado a la imprenta en 2022 y que ahora apareció en español en las librerías argentinas intenta responder a ese interrogante. Se títula Personalidad y poder. Forjadores y destructores de la Europa moderna (Crítica, 573 páginas). Su autor es Ian Kershaw (Oldham, Lancashire,1943) prestigioso historiador británico, conocido por sus biografías definitivas de Adolf Hitler.


Sir Kershaw analiza como doce estadistas y gobernantes de distintos orígenes y sistemas políticos (de Lenin a Helmut Kohl) fueron capaces de alcanzar y ejercer el poder, y en qué medida ese poder transformó la vida de millones de seres humanos. Obviamente, algunos de sus efectos se sienten hasta hoy.


Digamos que se trata de una lectura atrapante e instructiva. Además, de explorar selectivamente algunos aspectos del ejercicio del poder y describir las fuerzas impersonales que operan sobre los mandantes, Kershaw examina minuciosamente los rasgos de la personalidad. Cada capítulo concluye con una valoración del legado del líder estudiado.


EL GRAN INSPIRADOR


Siguiendo a Max Weber, Kershaw define al poder individual “como la capacidad que tiene un líder de llevar a cabo los planes que su voluntad le induce a concebir pese a las resistencias que se le oponen”. El concepto, añadimos, vale tanto para la Nación como para una empresa, una sociedad de fomento, un club de fútbol, un aula o una familia, puestos al caso.


Qué nos enseña, entonces, la Historia sobre esa capacidad de poder individual, con qué virtudes y destrezas está conformada. Veamos algunos casos ilustres, espulgados en el libro.

Si el Señor hubiese llamado a su casa a Winston Leonard Spencer-Churchill antes de 1940, su biografía habría sido la de un político fracasado. Afortunadamente para la humanidad entera, el Creador tenía otros planes. La labor como primer ministro de la Gran Bretaña entre 1940 y 1945 elevó a aquel león indómito a la categoría de arquetipo del coraje ante la adversidad.


En lo que hace al mando, Kershaw rescata la inquebrantable confianza en sí mismo que tenía Churchill, su fuerte sentido del deber y la gran capacidad resolutiva, unida a una asombrosa valentía física. Era dado a tomar decisiones rápidas y audaces, rasgo que antes de la Segunda Guerra Mundial contribuyó a crearle cierta fama de imprudente y carente de buen juicio. Su ingenio era agudo; y sus réplicas verbales, fulminantes.


Pocos recuerdan que aquel inglés bajito, regordete y con la belicosidad pintada en el rostro asumió el poder nacional cuando nosotros nos jubilamos, a los 65 años cumplidos. Su autoridad como indiscutible líder de guerra demostró el impacto de la personalidad en las decisiones de vital importancia Emergió como un torrente magnífico una característica individual de la que pueden sacarse lecciones: el liderazgo inspirador. En las horas más oscuras, Churchill proporcionó a los británicos de todas las clases sociales dirección, motivación y esperanza. “No es fácil imaginar a otra persona capaz de igualar lo que hizo”, escribió Kershaw.


RESTAURADORES


Charles André Joseph Marie de Gaulle fue el restaurador de la grandeur de su país, establece Kershaw. No sólo dejó una huella indeleble en Francia -la actual Quinta República con su peculiar Constitución es obra suya- sino que sus acciones tuvieron alcance y significación global.


¿Qué podemos aprender de su liderazgo de corte patriarcal? La importancia de la teatralidad para comunicar, por ejemplo. Durante la Segunda Guerra, este militar de 1,93 metros de alto -un inglés lo describió como “una especie de garza”- proporcionó metas, mordiente y dinamismo a la Francia Libre desde el otro lado del Canal de la Mancha. Como Churchill, manejaba con maestría el arte de la oratoria.


De nuevo en el poder en 1958, De Gaulle resolvió con grandeza la sangrienta descolonización de Argelia. Es hora de mirar al futuro no de aferrarse a un pasado agonizante, enseñó a las masas y a las élites. Como presidente, se caracterizó por un elevado ritmo de trabajo (setenta años ya cumplidos), atenta capacidad de escucha y de comprensión de los detalles, y una extraordinaria memoria (otro músculo que se entrena). Su sello personal fue también el respeto por la dignidad del cargo.


Del otro lado de la frontera francesa, hubo en la posguerra también un líder notable. Sin Konrad Adenauer la historia de Alemania y Europa pudo haber sido muy distinta. Fue decisivo a la hora de garantizar que, pensando en la prosperidad y en la seguridad futura, la naciente República Federal mirara a Occidente -y en especial a Estados Unidos-. Es probable que para cualquier conductor de hombre y mujeres más importante que el carisma sea la capacidad de saber entender hacia dónde soplan los vientos.


Churchill definió a Adenauer como “el estadista alemán más sabio desde la época de Bismarck” y admiraba muchísimo “la perseverancia, el coraje, la entereza y la habilidad con la que manejaba las situaciones cambiantes, inciertas, imprevisibles a las que había tenido que enfrentarse sin cesar”.


El historiador, por su parte, rescata del carácter de Adenauer la importancia del deber, del duro trabajo, de la responsabilidad y del servicio público. Era mal orador, pero transmitía autoridad al instante. Era de lo más tenaz y tenía un punto autoritario y maquiavélico, detalles que no parecen inútiles para quienes son llamados a liderar.


Viejo son los trapos, sentenciaban nuestras madres. Adenauer llegó al poder en la Alemania occidental cuando tenía 73 años. Cuando fue electo, dijo que su médico le pronosticaba un año en el cargo. Se quedó catorce.


DAMA DE HIERRO


La única mujer en la selección de Kershaw es Margaret Thatcher. El estudioso no oculta su desagrado ideológico, pero le reconoce claridad, ingenio, firme determinación y adicción al trabajo. Tenía la singular capacidad de captar “como se sentía un amplio estrato de la Inglaterra profunda porque ella se sentía igual”.


Los parangones con el liderazgo de Javier Milei son asombrosos. Transcribimos un párrafo de la página 363: 

“Los principios fundamentales subyacentes a la misión thatcherista para el cambio eran: limitar la masa monetaria para controlar la economía recortar el gasto público reducir el poder de los sindicatos, liberar la economía de las restricciones impuestas por los gobiernos socialistas (propiciando que estuviera más determinado por la fuerza del mercado), y acabar con el alto nivel de dependencia provocado por las ayudas sociales”.


Hay otra similitud curiosa entre 1979 y 2024. Las cohortes de la Dama de Hierro llamaban “meones” a sus adversarios del Partido Conservador, representantes de la política tradicional. Los trolls de Milei tachan de “viejos meados” a los dirigentes y votantes adultos del PRO y la UCR que todavía “no la ven”.


Algunas páginas dedica el profesor de la Universidad de Sheffield a la Guerra de las Malvinas. Fue un punto de inflexión en el mandato de Thatcher y la consolidó como líder enérgica, dura y agresiva. Si los militares argentinos no hubieran reconquistado las islas en 1982, probablemente Londres hubiera aceptado transferir la soberanía a la Argentina con “un retroarrendamiento a largo plazo para Gran Bretaña”, conjetura. Había planes elaborados en el Foreing Office.


PERESTROIKA EN LLAMAS


La revolución se devora sus hijos, reconocía Robespierre. Kershaw señala a Mijaíl Serguéyevich Gorbachov como ejemplo cabal de un liderazgo innovador y dinámico pulverizado por las propias fuerzas que había ayudado a desatar.


El caso triste del padre de la perestroika y el glasnot muestra también los peligros de promocionar a ambiciosos desmedidos y desleales. Si Adenauer tuvo la suerte de ser secundado por Ludwig Erhard para la construcción del milagro económico alemán, la decisión de Gorbachov de aupar a Borís Yeltsin para acelerar las reformas resultó, a la postre, fatal. Tenga cuidado a quien asciende.


No oculta el autor del ensayo su fascinación por el hombre que ayudó a restablecer la libertad de millones de personas, desde Praga hasta Vladivostok, aunque en el caso de los rusos hayan involucionado políticamente hacia el zarismo del siglo XXI, bajo la férula de Vladímir Putin, el carnicero. Gorbachov fue el factor clave para el final de la guerra fría.


Lo define Kershaw como “el personaje europeo más importante de la segunda mitad del siglo XX”. Lo que le llama la atención es que del “enquistado e inflexible sistema soviético pudiera surgir un empleado de la casa que llegara a la cima obsesionado con el deseo de cambiar la misma estructura de poder que le había permitido a él ser quien era”.


En todo caso, lo que corrobora Gorbachov -por si hiciera falta- es que un individuo puede cambiar la historia y para mejor.


LA UTOPIA


Un último comentario. En el prefacio, Sir Kershaw confiesa su utopía política. Prefiere que los ciudadanos “eviten por completo la intervención de personalidades carismáticas y favorezcan aquellos líderes que, aunque menos intensos y vibrantes, se hallen en condiciones de ofrecer una gobernanza competente y eficaz, basada en la deliberación colectiva y las decisiones racionales orientadas a mejorar la vida de todos los ciudadanos”. Felices, pues, los países y los tiempos aburridos.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

Publicado en el Diario La Prensa.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Por qué es tan difícil gobernar Argentina


Por Marcos Novaro

Fondo de Cultura Económica. 300 páginas


El descalabro político y económico de la Argentina de los últimos veinticinco años que desembocó en la irrupción de un verdadero outsider que -creemos- defiende las ideas correctas es una tentación y un reto para los pensadores de fuste. ¿Qué diablos nos ha pasado? ¿Por qué tanta incompetencia en nuestra clase dirigente? ¿Por qué no podemos instrumentar reformas de largo aliento? Marcos Novaro (Buenos Aires, 1965) recoge el guante y propone explicaciones en su libro más reciente.


¿Por qué es tan difícil gobernar Argentina? Y cómo nuestros presidentes y coaliciones podrían hacerlo mejor es un ensayo útil y bien intencionado. Al autor -sociológo y doctor en filosofía- podríamos definirlo como “institucionalista”, es decir cree profundamente en la importancia de los compromisos formales para elevar la acción política. El “vamos viendo” resulta fatal en este arrabal “que parece haberse vuelto un caso extremo de subdesarrollo, incluso de desaprendizaje de las más elementales expertises políticas”.


Novaro transmite la impresión de que la avenida del centro -tan denostada en estos tiempos de polarización forzosa- es la vía más apropiada para salir del pantano. Hace unos días, acompañó la presentación del libro María Eugenia Vidal, toda una definición ideológica.


“Cada vez nos gobernamos peor porque cada vez hay más disputas irresueltas y menos colaboración”, sentencia el excelente politólogo en la introducción. ¿Y esto por qué? Tiene relación con la fragmentación de nuestro sistema de partidos (tenemos 46 fuerzas nacionales, un récord mundial), con un sistema electoral y de relaciones inadecuado para el surgimiento de coaliciones firmes y con un federalismo fallido que tiende a generar inestabilidad. Los cambios urgen (no sólo económicos) y al final de su trabajo Novaro desgrana una serie de recomendaciones “para desatar los nudos del mal gobierno”.


DE LA ALIANZA A MILEI


Para el lector no avezado la parte más interesante del libro es probable que comience en la página noventa (la ciencia política, aunque necesaria, es aburrida de leer). Novaro examina las experiencias de gobierno recientes. Desde 1997 hasta mayo de 2024. Vale decir, desde la Alianza hasta los primeros pasos de Javier Milei.


Es notable como la lupa del entomólogo va develando la lógica del accionar de un Fernando De la Rúa, un Eduardo Duhalde, una Cristina Kirchner, un Mauricio Macri o un Rodríguez Larreta, por mencionar algunos de los especímenes estudiados. Destacando siempre cuál es, más allá de las ambiciones personales, el marco de incentivos y reglas de juego imperantes que los llevaron a hacer lo que hacen o hicieron. “Demasiadas reglas que favorecen la incongruencia”, denuncia el erudito.


Un ejemplo: el problema de la sucesión del liderazgo está directamente ligado al hecho constitucional de la reelección indefinida; no simultánea pero indefinida. Este dato explica los juegos maquiavélicos de Cristina y Mauricio para mantener la preeminencia en sus partidos. Ella eligiendo un títere como candidato (era claro que Alberto F. no tenía pasta de líder ni peso político propio); él desquiciando al PRO primero con sus titubeos luego con maniobras que, a la sazón, fueron una de las causas fundamentales de la debacle electoral de Juntos por el Cambio en 2023. El señor Novaro nos recuerda que, en medio de una “enorme dosis de personalización y precariedad institucional, casi ningún líder destacado de nuestra historia se ha retirado de la lucha por el poder hasta su muerte y sus partidos han atravesado largas batallas intestinas sin resolución”. Qué distinto a un George W. Bush o un Barack Obama, ¿no?


La mirada de Novaro sobre Javier Milei es severa. Reconoce su inesperado talento para conectar con las demandas de una comunidad hastiada de los políticos inútiles. Explica el aguante social al ajuste por cierto cierto entrenamiento que mantenemos los argentinos hace lustros “en la adaptación al empobrecimiento”. Y conjetura, no sin fastidio, que la diferenciación básica del liberalismo de los libertarios respecto a las fuerzas existentes “no pasa por un afán particular por asegurar la transparencia de la cosa pública, mucho menos en el sueño de construir una república potente y equilibrada sino, en esencia, y más modestamente, pasa por hacer que el manejo del Estado sea lo más barato y los más sencillo posible para un gobierno encabezado por un presidente popular pero carente de bases en el resto de las instituciones”.

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Borges, una vida

 


Hace unos días elogiábamos en este blog (1) un ejercicio de historia contrafáctica elaborado por Don Rosendo Fraga. En ¿Que hubiera pasado si... (II Parte), el investigador conjeturaba sobre la muerte en la batalla de Curupayty del coronel Francisco Borges. En ese caso, la humanidad sería más pobre, pues la Argentina seguramente nunca hubiera alcanzado la cima de la literatura en español. Era el abuelo de Jorge Luis Borges.


Sigamos jugando a las ucronías. ¿Qué hubiera pasado si la propuesta de matrimonio de nuestro mejor escritor no hubiera sido repudiada en 1927 por el amor de su vida, la leve y fervorosa (“como bandera que se realiza en el viento”) Norah Lange? Un Borges felizmente casado, con -digamos- cinco hijos, aburguesado, es probable que hubiese visto mutilada su sublime capacidad creativa. O, mejor dicho, desviada hacia algún callejón sin salidas magníficas, como cultivando un criollismo novelero. Es la deducción inevitable que se desprende de la colosal biografía Borges, una vida (Seix Barral, 640 páginas) del historiador Edwin Williamson (Edimburgo, 1949), trabajo que hoy venimos a recomendar.


La biografía, que fue entregada a la imprenta en 2004, incurre casi en una herejía. Somete la obra borgeana a un análisis psicosexual, un procedimiento fatigoso que desluce la monumental acumulación de documentos, testimonios y citas. Llega a la conclusión -ay- que el vaivén estilístico y conceptual de sus cuentos y poemas “entre Whitman y Kafka dependía en última instancia de la aceptación o rechazo de las muchas diosas que cortejó” a lo largo de su vida aquel hombre, al que describe como regordete y bastante alto, con rostro pálido y mofletudo, e insalvable complejo de Edipo, al que la fama internacional lo besó en los labios después de los sesenta años. Qué audacia, ¿no?


La novela -perdón, la biografía- de Williamson recibió a principios de siglo unánime aplauso de la crítica extranjera, pero recibió reparos de intelectuales argentinos. Vargas Llosa se deshizo en elogios. Polémicas al margen, digamos al lector de este blog combativo que se trata de un trabajo exhaustivo, fruto de nueve años de minuciosa investigación. Inspira respeto. Contiene cien terabites de información, datos y anécdotas, algunas muy divertidas como la pelea a puñetazos entre Borges y Enrique González Tuñón, porque este plumífero lo había acusado de bujarrón en un epigrama publicado en la revista Martín Fierro.


Aunque interesante, el juego dialéctico entre experiencia y escritura que propone Williamson fracasa en un punto, que se enuncia en el prólogo. No multiplica las posibilidades de lectura de los magníficos textos borgeanos. ‘El jardín de los senderos que se bifurcan’ o ‘El reloj de arena’, por citar dos gemas, son orbes autónomos, como deseaba su autor. Puros objetos de belleza, inmunes al análisis “folclórico, telúrico o vinculado a la historia literaria o a las disciplinas o estadísticas sociológicas”, por usar las propias palabras del literato.


Más fructífero, quizás, es el recuento de operaciones ideológicas de Borges. El biógrafo destroza un mito de los izquierdistas desinformados: nunca se encerró en una torre de marfil. Al contrario, fue un intelectual público durante toda su vida: temprana simpatía por los bolcheviques, militancia yrigoyenista, corajuda lucha antifascista, antiperonismo acérrimo, afiliado al Partido Conservador en los sesenta, apoyo a las dictaduras militares una década después para escandalizar a la progresía (le costó el Premio Nobel), pacifista por desilusión con la espada al final de su vida. Qué hombre.


Hace más de cuarenta años, Emil Cioran le escribió a Fernando Savater una carta famosa titulada El último delicado (2). Así terminaba:


“Borges podría convertirse en el símbolo de una humanidad sin dogmas ni sistemas, y si existe una utopía a la cual yo me adheriría con gusto, sería aquella en la que todo el mundo le imitaría a él, a uno de los espíritus menos graves que han existido, al último delicado”.


Uno se va del libro exhausto, amando aún más al sujeto de estudio y con una conclusión firme. La vida de Jorge Luis Borges escrita por Edwin Williamson es una obra fundamental y clave, a pesar de sus abusos freudianos. "Definitiva" es un adjetivo que, a fin y cabo, no le sienta mal.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

 (1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2024/08/las-ucronias-de-rosendo-fraga-ii-parte.html


(2) https://borgestodoelanio.blogspot.com/2014/02/e-m-cioran-borges-el-ultimo-delicado.html

lunes, 19 de agosto de 2024

Las ucronías de Rosendo Fraga (II parte)


Es probable que la conferencia de prensa de Ricardo López Murphy del viernes 15 de marzo de 2024 haya sido el punto de inflexión de la devastadora crisis financiera. De hecho, el dólar blue bajó hasta los 3.200 pesos, el índice Merval volvió a los u$s 600 dólares y los bonos en promedio recuperaron la cota de los u$s 30. Alentó a los mercados el anunció de un ajuste del gasto público (incluso el titular del Palacio de Hacienda uso la palabra “motosierra”) de seis puntos del PBI. En un reportaje con el Canal 2 de Mar del Plata, el presidente Sergio Massa, muy demacrado, prometió apoyo incondicional a su nuevo ministro de Economía, incluso reveló que L.M. se había reunido con Cristina Kirchner. Atribuyó, por enésima vez, el estallido hiperinflacionario de enero a la falta de apoyo del Fondo Monetario y a las intrigas de Javier Milei, a quien acusó de rencoroso por la derrota estrechísima en noviembre. El jefe de Estado prometió que el corralito a los depósitos del dólares se levantará en junio, como estaba previsto. Anunció, finalmente, que enviará al Congreso un megaproyecto de ley para desregular la economía, abrir un nuevo blanqueo impositivo y estimular las grandes inversiones. El peronismo, la Unión Cívica Radical y el sector dialoguista del Pro que responde a Horacio Rodríguez Larreta prometieron una rápida aprobación parlamentaria, honrando la alianza forjada el mes pasado. Los diputados y senadores de la Libertad Avanza ni siquiera se sentará a discutir el paquete conocido como Ley Omnibus hasta que el Gobierno responda formalmente a las denuncias de fraude en el balotaje que presentaron los observadores de la OEA.


Si alguna vez,  Rosendo Fraga decide escribir un tercer tomo sobre historia argentina contrafáctica podría empezar el capítulo Sergio Massa gana por un pelo las elecciones de 2023 con el primer párrafo de este artículo. O con uno mucho mejor, por supuesto. En este blog cubrimos de elogios hace tres meses la primera entrega (1). Hoy venimos a afirmar que la segunda es también excelente. ¿Qué hubiera pasado si…? II (Ediciones B, 350 páginas) es una lectura cautivante por la rica imaginación del autor y por una impresionante erudición que hace que cada especulación histórica sobre el escenario que gatillaría un hecho alternativa de los últimos tres siglos sea completamente verosímil. Como escribimos en abril, se trata de “un juego intelectual rarísimo en español pero bastante común en la anglósfera, acaso porque los eruditos estadounidenses e ingleses creen en serio en el papel de la libertad (y del azar) en los asuntos humanos”.

DORREGO PRESIDENTE

Dos conclusiones, por lo menos, surgen de este libro. Primero que la sublime geografía de la República Argentina pudo no haber cuajado tan extensa. Como el lector sabe, la construcción de la Patria fue un camino accidentado, repleto de peligros, emponzoñado por una guerra civil demasiado larga, lentificado también por la dictadura de Juan Martín de Rosas que, de ninguna manera, resultaba inevitable.


Respecto al Restaurador, Fraga se pregunta en el capítulo III: Qué hubiera pasado si el general Gregorio Araoz de Lamadrid -ese guerrero legendario que iba a la batalla cantando vidalitas- impedía el fusilamiento de Manuel Dorrego. La respuesta probable es que, quizás, la Argentina adelantaba veinte años su organización nacional.


Mal que le pese a los historiadores populistas ‐esos impostores-, la ideología de Manuel Dorrego era el liberalismo estadounidense (el federalismo de Rosas, en cambio, se inspiraba la tradición autoritaria hispánica). En el jardín de ese sendero bifurcado la llamada Generación del 37 llegaba al poder mucho antes de Caseros. Jóvenes brillantes, como Alberdi, Echeverría y Sarmiento, colaborarían con el gobernador Dorrego para establecer una Constitución Nacional según el modelo de Estados Unidos. Los caudillos del Litoral colaborarían con la magna empresa. Nos hubiéramos ahorrado, así, la abundante efusión de sangre que caracterizó a la dictadura rosista.


¡FUEGO!

Nada más azaroso y sujeto a circunstancias que una batalla, nos explica Don Rosendo. Las guerras, por ende son los acontecimientos ideales para jugar a las ucronías, la variante literaria de la historia contrafáctica.


El capítulo 4 concluye que el Paraguay de Francisco Solano López -con sus 40.000 hombres instruidos y disciplinados y otros 20.000 a medio movilizar- pudo haber ganado una blitzkrieg contra la Triple Alianza. Como consecuencia, nuestra República habría perdido las Cataratas del Iguazú, el Impenetrable chaqueño y a Gildo Insfran, ese estadista.


En el capítulo VI, Fraga nos advierte que si el cacique mapuche Cafulcurá, el Napoleón de las Pampas, triunfaba en el combate de San Carlos, acaso la Patagonia no sería Argentina. Chilenos e ingleses se hubieran encargado de poblar del Río Colorado al sur y exterminar en el transcurso a la anacrónica y sangrienta confederación de tribus que hasta 1870 ocupaba diez provincias del actual territorio nacional y parte de otras cinco, en una suerte de protoestado feudal basado en el pillaje, incapaz del progreso que no es otra cosa que la creación de riqueza.


Libros imprescindibles como éste permiten al vulgo comprender la importancia de gobernantes providenciales como Julio Argentino Roca. El Zorro, tan injustamente vilipendiado por la izquierda estúpida, no sólo debe ser venerado por lo que hizo por la Argentina, sino también por lo que dejó de hacer.


Por ejemplo, en la Nochebuena de 1901 no cedió a las presiones de su ministro Pablo Ricchieri para decretar la movilización de las Fuerzas Armadas lo que hubiera precipitado una conflagración con Chile. En el capítulo VII, se narra una eventual Segunda Guerra de la Triple Alianza, en la cual Bolivia recupera Antofagasta, Perú sus dos provincias más meridionales y la Argentina se convierte en un país bioceánico. Aunque al precio de una enemistad militar permanente con un país vecino.


Esa misma contienda pudo estallar en diciembre en 1978. Leemos en el capítulo X que si el almirante Emilio Massera y el General Luciano Benjamín Menéndez imponían su belicosidad sobre una conducción del Ejército (el tándem Videla-Viola) que prefería aceptar la mediación de Su Santidad, en ese caso lo más probable es que también hubiésemos ganado la totalidad de la isla de Tierra del Fuego, pero con un elevadísimo costo, mayor que el de la ucronía anterior incluso.


¡PERON, PERON!

La segunda gran conclusión que se desprende de este ensayo inspirador es que el fenómeno del peronismo no fue la forzosa erupción del subsuelo de la Patria, sino más bien fue el resultado de una disputa ideológica en el seno de las Fuerzas Armadas que se resolvió en favor de un grupo de oficiales de rango medio con claras simpatías por la Alemania nazi. Es decir, el golpe de estado del 4 de junio de 1943 pudo haberse evitado.


En el capítulo VIII, (Lisandro de la Torre presidente en 1916), Don Rosendo supone que si el presidente Roque Sáenz Peña no hubiera muerto el 9 de agosto en 1914 es posible que la Argentina se hubiera encaminado hacia un sistema político bipartidista (radicales vs. conservadores) similar al de otras democracias exitosas de Occidente. Nos hubiéramos ahorrado el peronismo.


En el capítulo IX, nos interpela: ¿Qué hubiese pasado si Agustín P Justo vivía dos años más?. En ese caso, es factible que el ala aliadófila se hubiera impuesto en el Ejército y la ambición desaforada del brillante Juan Perón hubiera transitado otros derroteros, acaso más modestos.


Reflexionan los dos últimos capítulos sobre el anteayer (el libro fue entregado a la imprenta en 2016), con dos acontecimientos que fácilmente podrían haber pasado: Ricardo López Murphy gana las elecciones presidenciales de 2003; Daniel Scioli las de 2015. En el primer caso, un tal Rosendo Fraga -pensador que ha escrito algunos de los mejores libros de historia de nuestro tiempo- se hace cargo del Ministerio de Defensa. En el segundo, los argentinos asistimos encantados a la madre de todas las batallas: Cristina Kirchner versus Karina Rabolini.


Aunque escrito hace ocho años, el libro nos deja, finalmente, una gota de optimismo para el hoy. Los cambios en política sólo tienen lugar cuando se produce lo improbable; cuando sucede lo probable no suele haber cambios, establece Rosendo Fraga. ¡Hay tanto para cambiar en la Argentina!

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

(1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2024/04/las-ucronias-de-rosendo-fraga.html

martes, 30 de julio de 2024

Serotonina

 


Escribió Jorge Luis Borges esta magnífica estrofa:


"A veces en la tarde una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo

que nos revela nuestra propia cara".


No sólo eso, podríamos agregar con agradecida humildad. El arte elevado también nos muestra la cara de la sociedad que lo fecunda. Las ideas, las obsesiones, los miedos, los deseos de su tiempo.


He aquí un caso notable. Todos aquellos que crean que es posible concluir, después de décadas de dilaciones y escaramuzas, un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europa deberían leer la séptima novela de Michel Houellebecq (1958), el más sustancioso escritor contemporáneo de Francia, una especie de Dostoievski con un punto de depravación.


Entregada a la imprenta en 2019, Serotonina (Anagrama, doscientas ochenta y dos páginas) es, entre otras cosas, un afilado manifiesto en favor del proteccionismo agrícola. El mismo amor intenso que Proust manifestaba por sus condesas, Houellebeq lo expresa por los ganaderos normandos y sus animales: 

"...amplias y majestuosas las vacas normandas eran y la existencia parecía bastarles con creces; fue al descubrir estas vacas cuando comprendí por qué los hindúes consideraban a este animal sagrado"...


La Francia profunda, esa que vota a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen y sufre por las desdichas de sus ruralistas que salen a las rutas a protestar con chalecos amarillos, nos dice que para ellos el librecambismo es una peste. El libro, incluso, nos señala con el dedo dos veces a nosotros, los argentinos, como su gran amenaza mortal. Primero, en relación a los cultivadores de damascos del Rosellón que pronto serían barridos por los de Mendoza y San Juan; luego con la carne vacuna (aunque Houellebecq reconoce que la nuestra es deliciosa). Se lee en la página cincuenta:

 "...los expertos estimaban que la Argentina con una población de cuarenta y cuatro millones de habitantes, podría eventualmente alimentar a seiscientos millones de personas, y el nuevo gobierno, con su política de devaluación del peso, lo había comprendido muy bien, esos cabrones iban a inundar literalmente Europa con sus productos, además no tenían ninguna legislación restrictiva respecto a los transgénicos, lo cual significaba que estamos jodidos...".


No es muy difícil colegir que los franceses siempre encontrarán la forma de demorar o, llegado el momento, de incumplir o tergiversar cualquier acuerdo de libre comercio con el Mercosur. Es lógico, además. ¿Por qué bien superior van a sacrificar lo que consideran uno de sus tesoros nacionales, su ineficiente sector agrícola artesanal?

CRISIS DE LOS 40

El protagonista de la novela se llama Florent-Claude Labrouste, un ingeniero agrónomo cuarentón sumido en una crisis de identidad. Trabaja en el Ministerio de Agricultura redactando notas e informes destinados a negociadores del Gobierno. Sus textos "definen, defienden y representan las posiciones de la agricultura francesa". Sus días transcurren "cada más vez más dolorosos a falta de acontecimientos tangibles y simplemente de razones para vivir".


La novela, que nunca deja de ser interesante, es algo así como las memorias de un fracasado, aunque lúcido. ¿Mencionamos ya la similitud con Dostoievski? Florent se ha convertido en un adicto a un antidepresivo de nueva generación. El Captorix favorece la liberación de la serotonina (de ahí, el título) producida en la mucosa gastrointestinal lo que permite a los pacientes una vida normal dentro de una sociedad evolucionada (higiene, vida social reducida a la buena vecindad, trámites administrativos sencillos). Tiene efectos secundarios, claro. Impotencia, por ejemplo.


Así las cosas, llegamos al núcleo incandescente del libro. Un buen día, Florent se decanta por "un proyecto de desaparición voluntaria". Es decir, abandona a su novia japonesa (una degenerada y una esnob), al bien pago empleo público, a su departamento cinco estrellas... y se convierte en un vagabundo (a lo Jack Reacher), pero al abrigo de la necesidad. Tiene 700 mil euros en la cuenta bancaria. En la página cuarenta y ocho, Houellebcq nos informa (es uno de esos sabelotodos que siempre quieren enseñarle algo lector) que cada año en Francia unas doce mil personas optaban por desaparecer, dejar a su familia y rehacer la vida, a veces en la otra punto del mundo, a veces sin cambiar de ciudad.


La trashumancia nihilista lleva a Florent al castillo de Olonde (Normandía), propiedad de un amigo de la universidad. Aymeric d'Harcourt es el señor local, último representante de una aristocracia terrateniente empobrecida ¿Hay un personaje más encantador en una novela europea que un noble decadente? La esposa de Aymeric lo ha abandonado, casi no ve a sus hijas; es un idealista, productor rural de la vieja escuela, comprometido con la causa de los ganaderos normandos. La región está en llamas por el descenso del precio de la leche. Las bancarrotas, a la orden de día. Hay piquetes con campesinos armados y lockout patronal. A las multinacionales no les importa: traen la leche de Irlanda o Polonia. La resistencia concluye con derramamiento de sangre


Houllebecq une puntos. Francia está condenada "en la batalla de la producción mundial". El cordón ideológico es demasiado fuerte y el número de agricultores aún demasiado alto para la Unión Europea por lo que el declive está asegurado. Como dijimos más arriba, para el prolífico literato francés el librecambismo es devastador como una enfermedad letal.


Página doscientos dos: 

"...Reflexionando sobre mi pasado profesional, sobre mis años de vida laboral, me daba cuenta que, en efecto, había tropezado con muchas y extrañas supersticiones de casta. Mis interlocutores no luchaban por sus intereses, ni supuestamente por los intereses que defendían, habría sido un error creerlo: luchaban por unas ideas; durante años me había enfrentado a personas dispuestas a morir por la libertad de comercio".


¿OCCIDENTE CONDENADO?

Como en otras de sus novelas (1), Houllebecq expresa su pesar por el suicidio de Occidente. Es el horror de un mundo sin Dios, sin amor conyugal, sin familia, sin esas estructuras económicas y sociales que permitían en la Patria de antaño "el ascensor social". Ciertos hechos recientes, parecen darle la razón a este gran azote de la corrección política cuando establece que el siglo XXI "es el siglo de más de Occidente".


En la página 130, establece el vate: 

"...una civilización muere simplemente por hastío, por asco de sí misma, que podía proponerme la socialdemocracia, es evidente que nada, solo una perpetuación de la carencia, una invitación al olvido".


Pero hay una salida, aunque individual. "El mundo exterior es duro, implacable con los débiles, no cumple nunca con sus promesas y el amor sigue siendo en lo único que, quizás, todavía se puede tener fe".


El tercer gran tema del libro, en efecto, es el amor frustrado entre Florent y Camille. Por una estúpida infidelidad, el hombre perdió a la mujer de su vida y nunca tuvo la valentía de, al menos, intentar recuperarla. Debió arrastrarse de rodillas hasta que lo perdonara. Nunca volvió a ser feliz y la ruina fue la consecuencia de aquella decepción.


El mensaje axiológico de la novela es conmovedor: el amor (ese que nos oprime el pecho) es un mensaje de Dios, que siempre piensa en nosotros. El libre albedrío determina si aprovechamos o no esa oportunidad (a veces única) que se nos concede para hacer tolerable el paso por el valle de lágrimas.


Como se ve, el gran encanto de las novelas de Houllebecq es el mismo de los textos de Chesterton. Hay un bombardeo incesante de ideas originales, provocativas, contraculturales... (¡llega a reivindicar a Francisco Franco como el inventor del turismo de calidad!) Hemos sostenido más de una vez en este blog que se trata de un pensador imprescindible (2). Los mejores literatos, al fin y al cabo, son los que no temen ser odiados.

Guillermo Belcore


Clasificación: Bueno



martes, 23 de julio de 2024

Olvídame


Oblígame

Por Lee Child

Blatt & Ríos. 430 páginas


En el estado de Oklahoma, en el medio de la nada -mejor dicho, en medio de un océano de trigales que se extienden hasta donde alcanza la vista- hay un enclave de codicia y depravación. Mother’s Rest sería una localidad agrícola desolada como cualquier otra si no fuera porque un hombre de negocios y sus súbditos pueblerinos ofrecen un servicio que pone los pelos de punta.


Los demonios, por fortuna, cruzan sus destinos con el as retirado de la Unidad 110 de la Policía Militar del Ejército de Estados Unidos. Jack Reacher se llama. Es un Hércules con el cerebro de Sherlock Holmes, adicto a la cafeína y a la libertad total (un hombre-isla dirían los filosófos), que visita Mother’s Rest para averiguar el origen del nombre de esa localidad, situada a la vera de la antigua ruta de caravanas. El vagabundo llegó en tren con lo puesto, un cepillo de dientes, un puñado de dólares y una tarjeta de débito. Reacher tiene todo el tiempo del mundo y ningún lugar donde ir. Nadie lo espera.


Tres hurras por el sello Blatt & Ríos por habernos traído otra atrapante aventura de la colección que añadió al mundo el prolífico Lee Child (Conventry, 1954). Aquí la hemos ovacionado más de una vez (1). También merece aplausos la serie inspirada en la saga que vino a corregir las flojeras y distorsiones de las películas protagonizadas por el improbable Tom Cruise (2). Reacher tendrá para siempre el rostro y la voz del musculoso actor y modelo Alan Ritchon.


Obligame fue entregada a la imprenta en 2011. Volvamos a la trama. En la estación de tren, Reacher es abordado por una atractiva detective privada, quien -por un instante- lo confunde con un corpulento colega que ha desaparecido hace unos días. Siguiendo una pista, el bueno de Keever llegó al siniestro paraje, le pidió ayuda a la agente Michelle Chang sin darle detalles, y luego se lo tragó la tierra. No contesta su teléfono celular.


Mujeres hermosas como una mañana soleada, peleas colosales y sucias, y tiroteos que dejan un tendal de muertos son la sal, el aceite de oliva y el aceto balsámico de la saga. Siempre se resuelve, además, un misterio que mantiene magnetizados nuestros dedos hasta la última página. El volumen que hoy recomendamos nunca decepciona.


La mente inquisitiva de Reacher, naturalmente, no puede resistir la curiosidad -al fin y al cabo no tiene nada que hacer y le gustan las investigaciones más que a un tonto un lápiz-. Se suma, pues, a las pesquisas desesperadas de Chang. Primero, deben esforzarse para descubrir que diablos estaba buscando Keever donde el diablo perdió el poncho. Se trata de un rompecabezas complejo que se va armando capítulo tras capítulo y que obliga a la pareja a saltar a Oklahoma City, Los Angeles, Chicago, San Francisco, Phoenix, hasta el asalto final. Los hostigan matones contratados por la gavilla de Mother’s Rest para que el terrible secreto no salga a la luz. Los ayudan el editor responsable de la Sección Ciencia del cuarto diario más poderoso de Estados Unidos y, por su intermedio, un genio de las computadoras.


Oblígame, por otro lado, cumple sobradamente con el mandato de la industria del entretenimiento de que siempre se debe enseñar algo al lector. Didactismo, es el nombre del juego. Aquí nos ilustran, por ejemplo, sobre la deep web, el internet abismal donde nadan las criaturas más malignas de la especie Homo No Sapiens.


La traducción del señor Aldo Giacometti es impecable en cuanto a la transmisión de la erótica de la obra. Como se sabe, la ironía, el sarcasmo y los diálogos filosos son el cromado de la novela policial. Sólo causa molestias “eventually”, usado hasta el hartazgo por Lee Child. Se lo traduce como “eventualmente”, aunque en castellano ese adverbio tiene un matiz de incerteza o casualidad que el texto original no parece demandar. “Finalmente” hubiera sido una traducción más eficaz.


Se trata un detalle muy menor. Obligame es un entretenimiento formidable. Tiene la suficiente fantasía dramática como para permitirle a cualquier lector voraz escapar por unos días del rigor argentino.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

(1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2021/05/luna-azul.html

https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2023/02/sin-fallos.html

https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/10/escuela-nocturna.html

(2) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/02/reacher.html

domingo, 7 de julio de 2024

El retorno de Moby Dick


La ciencia designa umwelt al medio ambiente experimentado por cada especie gracias a los sentidos que ha desarrollado. Solemos imaginar que los animales perciben la realidad con nuestros cinco sentidos, pero no siempre es así. En los océanos por ejemplo, hay una criatura descomunal de cabeza cuadrada que, por así decirlo, ve con sus oídos. Millones de años de evolución le han perfeccionado un sistema de ecolocalización con el que obtiene una imagen holográfica sonora tan precisa como una ecografía. Así, en las noches de los abismos percibe como a plena luz del día, y de esta manera puede conseguir los 450 kilógramos de cefalópodos que consume cada veinticuatro horas. El cachalote —de esa criatura prodigiosa hablamos— escanea a otras especies mediante la emisión del sonido más poderoso del reino animal.


Un libro cautivante tiene como protagonista al titán del azul profundo: El retorno de Moby Dick (Fondo de Cultura Económica, 241 páginas) fue entregado la imprenta hace siete años por François Sarano (Valence, 1954), biólogo y buzo profesional. No se nos ocurre mejor carta de presentación que ésta: el oceanógrafo fue asesor científico y jefe de expedición a bordo del legendario Calypso de Jacques Cousteau. Como si fuera poco, Sarano escribe muy bien, incluso fue premiado por la Academia Francesa.


Durante años, Sarano estudió un clan de cachalotes en la costas de Mauricio. Les dio un nombre a cada uno de esos paralelepípedos bulbosos y les trazó el árbol genealógico. Forman ya parte de su vida. Fruto de ese amor intenso es el libro que no es solo un ameno ensayo de zoología, también configura un valioso mensaje. Da razones irrefutables sobre la conveniencia para la humanidad de preservar a los cetáceos. Página 231: 

"La diversidad de lo viviente y la diversidad cultural constituyen la riqueza del planeta. ¿Qué sería nuestra Tierra sin vida salvaje? ¿Sin cachalotes? ¿Sin elefantes? ¿Sin gorilas? Sería como un mundo sin Mozart y sin Rembrandt".


MITO Y REALIDAD


Primero, la descripción del soberano del océano. Es un mamífero, de figura algo grotesca, que puede permanecer una hora y media sin respirar para cazar al calamar a más de dos kilómetros de profundidad. Monsieur Sarano destruye un mito: los calamares gigantes, con músculos pocos desarrollados, no son rivales para una criatura cuyos machos pueden llegar a los 20 metros y pesar 50 toneladas (las hembras no obstante raramente superan los 12 metros y las 15 toneladas). El cachalote a pesar de todo tiene sus predadores: las orcas y las ballenas picudas los atacan como lobos, usando la estrategia cobarde de morder y salir rápido, hasta debilitarlos. Pero la criatura maligna que los colocó en peligro de extinción es el Homus No Sapiens.


El ensayo nos sorprende con los parangones. Los cachalotes son seres eminentemente sociales, que se agrupan en clanes matriarcales (los grandes machos viven aislados, una sabia decisión). Tienen el cerebro más grande de todos los seres vivos (la estructura paralímpica es mucho más importante que la de los humanos). Su poder cognitivo les permite tener conciencia de sí mismos, abstraerse del contexto, pedir ayuda, sentir empatía, desarrollar una lingüística con variaciones regionales, sobreproteger a las crías, e incluso mostrar conductas altruistas. El investigador francés corroboró estas capacidades sobre el terreno Mejor dicho, dentro del agua, nadando con cachalotes.


Hay un segmento de la obra que causa tristeza e indignación. En busca de aceite y carne, el hombre casi exterminó al Physeter macrocephalus, primero con cacerías homéricas en el siglo XIX que hasta inspiraron una novela sublime (Moby Dick de Herman Melville) y luego con el genocidio industrial de nuestra era, que recién terminó por completo en 2016. Hoy la principal amenaza que jaquea a los grandes cetáceos -en realidad a toda la fauna marina- es la contaminación con metales pesados, hidrocarburos y plásticos.


NUESTRAS ORCAS


Enriquece Sarano el escrito con historias asombrosas de otras especies marinas, como las delfines y las focas leopardo. Hay una que nos toca de cerca. Las orcas de la Península de Valdés han desarrollado una habilidad única desde que hace 55 millones de años los antepasados de los cetáceos -tenían cuatro patas- volvieron al mar. Nuestras ballenas asesinas atrapan lobos marinos en las playas mismas, es decir cazan sobre la Tierra. Han aprendido a volver después al mar reptando y moviendo las aletas. Es una técnica contra natura que las madres deben enseñar a sus crías. Algunas medrosas, vea usted, se niegan a ensayarla por temor a encallar, la muerte segura para cualquier cetáceo. Así somos los argentinos, al fin y al cabo, siempre forzados a encontrar soluciones creativas.


Finalmente hay que destacar la moraleja. Se nos dice que la naturaleza salvaje, la que escapa nuestras reglas, puede ofrecernos armonía contagiosa y ser fuente de paz. Monsieur Sarano nos advierte sobre un aspecto siniestro de la modernidad; rebajó al animal silvestre al estado de recurso explotable y consumible. Hemos sellado en piedra un dogma maldito: la idea de una disolución del origen divino entre el hombre y el resto de las criaturas. Nos quiere decir este libro extraordinario que los cachalotes también son criaturas de Dios.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

miércoles, 26 de junio de 2024

Lecciones


Hay una buena noticia para los lectores de fuste. Ian McEwan ha alcanzado su madurez literaria. A los 74 años entregó a la imprenta una extraordinaria novela océanica que corrobora —por si hiciera falta— que el realismo personal, social, histórico nunca perderá vigencia. Digamos que Lecciones (Alfaguara, 579 páginas) tiene envergadura tolstoiana, para usar una expresión del autor de Aldershot.

Tal como exige esa insuperable especie literaria inventada en el siglo XIX que se concentra en la variedad de la colmena humana, la obra une un destino individual con grandes acontecimientos internacionales. La absorbente narración traza un arco entre la nacionalización del Canal de Suez y la epidemia de covid.

Es la historia y el fluir de la conciencia del inquieto y frustrado Roland Baines, un ser marcado a fuego por el precoz descubrimiento de la orgía erótica. Poeta fracasado, sin trabajo fijo, un ardiente autodidacta aunque procrastinador tenaz, adulto con exigencias sexuales excesivas del que se hartaría cualquier mujer razonable. De hecho, su esposa lo abandonó a él y a su bebé de siete meses, con sólo dos años de matrimonio. ¿Puede perdonarse a una madre que se aleja de su hijo para forjar una destacada carrera literaria? Es una de los afilados interrrogantes que plantea la novela.

En el club selecto de la literatura británica contemporánea, que combina en partes iguales genialidad con monotonía, McEwan siempre había descollado por el punto de depravación o el tizne macabro. Aquí, justamente, el núcleo incandescente es la relación delincuencial entre Roland y su profesora de música, Miriam Cornell. El tiene 14 años; ella 25. El había sido recluido por su padre, un rústico capitán del Ejército, en un internado rural de Suffolk, donde la maestra lo sedujo y lo convirtió en una suerte de esclavo sexual (“una paraíso infernal”). La Crisis de los Misiles de 1962 arrojó al muchacho a los brazos de Afrodita. El contexto siempre es importante en la novela.

McEwan es un virtuoso de la metáfora. Escribe con tanta elegancia y tanta emoción en el lenguaje, que nos olvidamos por un momento que el desfloramiento de Roland es un hecho que, lisa y llanamente, podría encuadrarse en abuso sexual.

Hay muchísimas frases que refulgen —“de oído perfecto”, como dice el propio autor—. Hay pocos párrafos que no contengan un hermoso giro poético o una observación inteligente sobre el arte de sobrellevar una vida corriente (de ahí el título).

ALISSA SE FUE

Otro momento candente de la novela es la inesperada desaparición de Alissa Eberhardt Baines. Estamos en 1985 y una ponzoña letal se desprende de Chernobyl. Pero, ¿qué es una nube radiactiva comparada con ser abandonado por tu mujer? Para colmo, la policía inglesa sospecha que Roland mató a su esposa alemana. No es así. Se fue para siempre y sólo dejó una nota, En el gran mercado postmoderno, un marido fracasado en lo laboral y un bebé que lloriquea son enemigos de la realización personal.

Uno está tentado a definir a Roland como "un bueno para nada", pero sería una definición inexacta. El hombre del corazón hecho pedazos se convierte en un padre amoroso, responsable, eficaz. Advierte McEwan a sus lectores sobre la importancia del llamado capital social: es mejor tener alguien para amar y que te quiera, que una cuenta abultada en el banco. Estos tiempos degradados han acuñado, incluso, una expresión terrible: personas en situación de soledad.

El cromado de esta novela excelente, como dijimos, es su amplia perspectiva histórica. El escritor inquiere a los occidentales prósperos de nuestra generación: ¿Tienes derecho a quejarte de los sinsabores menores de tu vida cuando la historia te ha tratado tan bien; es decir cuando no naciste en Polonia en 1928 o en Corea del Norte de 1970?

Además de una gran capacidad inventiva, McEwan tiene el don de la descripción brillante. La maldad totalitaria en Alemania oriental, por ejemplo es retratada con precisión y confianza: "... el experimento comunista, su imperio impuesto por medio de la violencia, su instinto para el asesinato y las mentiras inverosímiles ha sido un fracaso grotesco…".

Los pasajes sobre la caída del Muro de Berlin (Roland había llegado a la ciudad por casualidad y encuentra a...) también hacen cumbre, aunque incluyan un error histórico que han pasado por alto editores y correctores, pero no los ojos de halcón de este blog. Dice en la página 272: “en Washington el presidente Reagan estaba triunfante". En 1989, en realidad, el presidente era George Bush…

Es un detalle nada más. Lecciones es una verdadera obra maestra.

Guillermo Belcore

Calificación: Excelente

viernes, 24 de mayo de 2024

Todo un hombre


Man in full
 

Serie de seis capítulos de 45 minutos cada uno. País: Estados Unidos. Dirección: Regina King, Tomas Schlamme. Guion: David E. Kelley (basado en la novela de Tom Wolfe). Elenco: Jeff Daniels, Tom Pelphrey, Bill Camp, Aml Ameen, Diane Lane, Lucy Liu, John Michael Hill, Chanté Adams, Sarah Jones, William Jackson Harper. Disponible en Netflix.


Hasta que publicó Bloody Miami a los 82 años, uno bien podía afirmar que la mejor novela que escribió Thomas Kennerly Wolfe Jr. (Richmond 1930-Manhattan 2018) era Todo un hombre, entregada a la imprenta por primera vez en 1998. En esa obra majestuosa, el Balzac de Park Avenue narraba la decadencia de una gloria del fútbol americano devenido en magnate inmobiliario: Charlie Croker es uno de esos personajes tremebundos que, con sus grandezas y miserias, atrapa nuestra imaginación.


Por fortuna, el bueno de Charlie reapareció en la televisión. Netflix acaba de estrenar A Man in Full, una serie de seis capítulos de 45 minutos cada uno, basada en el libro de Wolfe. La adaptación, naturalmente, se toma sus licencias pero es casi tan buena como el original.


El primer agrado es que el personaje principal lo interpreta un peso pesado de Serieslandia (también músico): Jeff Daniels. Es un papel carismático, a su medida. Primero, por las similitudes físicas. Wolfe describía así a Croker : 

“¡...Por el amor de Dios, era un bestia, para tener sesenta años! Era un auténtico toro. Tenía el cuello más ancho que la cabeza y tan macizo como un roble… Croker era casi calvo, pero su calvicie es de las que proclaman virilidad, como si de su cuerpo brotara tanta testosterona que se le caía el pelo en la parte superior de su cabeza…”


Hace 69 años, Daniels nacía en Athens, estado de Georgia, por lo que no muestra dificultad alguna para encarnar a un auténtico rústico del Sur, con ese acento tan característico. La acción transcurre en Atlanta: los trapos sucios de la política y de los negocios, y la tensión racial de Dixieland son el telón de fondo de una historia atrapante.


CAIDO EN DESGRACIA


La analepsis comienza con la fiesta de cumpleaños número sesenta de Charlie, en su cuartel general, la torre faraónica Croker Concourse, el gran proyecto de su vida (le llevó quince años terminarlo), que lo obligó a endeudarse hasta las cejas. Todo el mundo va a besarle el anillo, pero es el canto del cine. ¡Pobre Charlie!, él cree que es uno de los promotores inmobiliarios más poderosos al sur de la línea Mason-Dixon, pero la Croker Global Corporation está al borde de la bancarrota y aún no lo sabe.


El segundo gran escenario es una tenebrosa sala de reuniones del PlannersBanc. Una mañana de cristal que se hace añicos es convocado Charlie al banco, sin tener la menor idea de la causa. El empresario les debe ochocientos millones de dólares (y cuatrocientos millones más a otros bancos y compañías de seguro) y se anoticia de que ha llegado el momento fatal de la restitución, se ha atrasado en los pagos. Van por la confiscación o la hipoteca de los bienes tan queridos del magnate: sus empresas, su Gulfstream Cinco, su plantación de doce hectáreas (la segunda más grande de Georgia) con bosques, marismas, caballos de raza y bandadas de codornices para solaz del patrón y sus invitados. Van por su cuello, en realidad. Hay revanchas personales de por medio: Raymond Peepgass (Tom Pelphrey), el neurótico oficial de préstamos, había sido menospreciado por Charlie en su momento.


De ahí hasta el final, vemos los esfuerzos titánicos del arrogante y ególatra shogun (pero también campechano, jovial y paternalista) para salvar su imperio y no perder en proceso la dignidad personal. Hay choques memorables con un tal Harry Zale (Bill Camp), un tiburón de PlannersBanc, ex marine, uno de esos metamorfos con brazos cortos y pecho imponente de luchador profesional. De esto se trata: de la lucha sin cuartel entre gladiadores.


El segundo hilo de la urdimbre narra el calvario de Conrad (Jon Michael Hill), aquí esposo de la secretaria privada de Charlie. El chico pierde los nervios en un incidente de tránsito y termina noqueando a un agente de la ley. La situación es terrible: un joven negro agredió a un policía blanco en la ciudad de Atlanta. El juez que se encarga del caso desea sentar un precedente y Conrad, el estoico, termina en la prisión del Fulton, una especie de infierno sobre la tierra. Se encarga personalmente de su defensa el letrado corporativo de Charlie, el doctor Roger White (Aml Ameen), también afroamericano.


El asesor legal, justamente, es antiguo hermano en la fraternidad Omega Zeta Zeta de Morehause del alcalde de Atlanta, Wesley Dobbs Jordan (William Jackson Harper), una joven estrella de la política. Dobbs le ofrece una tabla de salvación a Charlie a cambio de un truco sucio frente a las cámaras de televisión que aseguraría su reelección como jefe comunal. El señor Croker, el emprendedor que salió de la nada y construyó un imperio, descubre que también tiene escrúpulos, en especial respecto a la imagen que desea transmitir a su hijo Wally, un chico cansado de la vida a los dieciséis años.


SER UN HOMBRE

Hay un cuarto factor de tensión en la trama. Charly está casado en segunda nupcias con un bombón de 28 años llamada Serena (Sarah Jones). Usted sabe cómo es esto: puede que encuentre en su madurez una joven afectuosa pero es sólo para los buenos tiempos. Las dificultades económicas de Croker Corporation y las intrigas de Raymond, el del banco, desatan una guerra entre el empresario y su primera esposa Martha (Diane Lane), la despechada.


Digamos finalmente que la versión simplificada del libro tiene otra virtud: se las arregla para empotrar un juego de ideas que había planteado Mr. Wolfe mediante el estudio de un carácter. ¿Qué significa realmente ser un hombre? ¿Dejar un legado al precio de reventar cabezas ("Soy un mal perdedor y un ganador implacable, al rival hay que aplastarlo para que no vuelva a buscar revancha", se jacta Charlie)? Raymond, el resentido, añade que todos llevamos en nuestro interior "un perro rojo malo y sólo los grandes hombres se atreven a soltar la correa". ¿La vida es sólo una cuestión de virilidad y agallas?


Creemos que la respuesta correcta al dilema existencial la ofrece Conrad, el estoico.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy buena


domingo, 12 de mayo de 2024

Tiempos de arroz y sal

 




“Si quieres ser liberado de la rueda, persevera”.

Precepto budista


En el siglo XIV después de Nuestro Señor Jesucristo, una segunda oleada de peste bubónica exterminó a casi toda la población de las penínsulas más occidentales del Viejo Continente. Tamerlán, prudente, desistió de ocupar el país de los magiares y el país de los francos. Unos pocos cristianos sobrevivieron en Armenia y en Etiopía. Desde entonces, dos grandes polos de poder y cultura se disputan el mundo: China y el Islam. Sólo han escapado a su dominio la Liga India y la Liga Iroquesa en los profundos bosques y planicies del Nuevo Continente (inventaron la mejor forma de gobierno conocida), ambas con el apoyo decisivo de la industriosa diáspora japonesa. El Renacimiento se produjo en Samarkanda. La Ilustración, en Travancore. En el 1333 de la Hégira, comenzó la Primera Guerra Mundial. Se prolongó por sesenta y siete años y segó mil millones de vidas. Pero un mundo mejor surgió entre las ruinas. El patriarcado fue enterrado y los científicos tomaron el control, después de la Conferencia de Isfahán. La humanidad se evitó un Holocausto nuclear. Aunque persiste la miseria más abyecta en Firanja, Africa y los territorios incas, las civilizaciones trabajan codo a codo para resolver problemas económicos y ambientales en la Liga de Todos los Pueblos por la Armonía con la Naturaleza, cuya sede central se estableció en la hiperdesarrollada Birmania.


Tan espléndida ucronía se desarrolla en uno de los mejores libros de ficción especulativa (la expresión “ciencia ficción” es inexacta) que se escribió en nuestro siglo. Tiempos de arroz y sal (Minotauro, 717 páginas) se entregó a la imprenta por primera vez en 2002. Su autor se llama Kim Stanley Robinson (Illinois, 1952), autor de veintidós novelas y un buen número de relatos cortos y ensayos, famoso por la multipremiada Trilogía marciana. En la obra que aquí recomendamos demuestra un talento y una dedicación extraordinarios para la especulación histórica y filosófica, aunque también relumbra como novelista de aventuras. Con una calidad sublime, responde a una conjetura que quizás usted, amigo lector, alguna vez se ha formulado: cómo hubiera evolucionado nuestro planeta sin hegemonía occidental. Dicho de otra forma, cómo sería el mundo sin Europa.


HISTORIA ALTERNATIVA


Tiempos de arroz y sal, pues, explora setecientos años de historia alternativa, un devenir prácticamente sin gente de tez blanca. Enlaza los momentos decisivos de cambio (clinamen, según los antiguos griegos, una presencia fantasmal en el mundo de Robinson) con un eficaz truco nemotécnico: repite estereotipos en distintos escenarios. Los caracteres principales de cada uno de los diez libros en que se divide la novela encarnan las mismas almas (un grupo de amigos tibetanos en su origen) que van reencarnando aquí y allá, y cuyos nombres “terrestres” comienzan siempre con la misma letra. “K” es el rebelde (acción); “B” el creyente (fe); “S” el gobernante corrupto (pereza); “I”, el científico (pensamiento); “P” el vagabundo (humildad); “Z” el guerrero (fuerza) (1).


Estudioso del budismo, Robinson ubica a esa creencia en un lugar decisivo de la trama. Es la fuerza benéfica que impulsa la ciencia y la moralidad, a partir de un principio luminoso: "Si quieres ayudar a los demás, práctica la compasión; si quieres ayudarte a ti mismo, práctica la compasión". También cumple una función como nexo narrativo. Los capítulos concluyen con el paso por el Bardo: el lugar espeluznante donde el Buda imaginó que nuestras almas son juzgadas -tras la evaluación del karma- y enviadas de nuevo a la Tierra (como mineral, planta, animal o ser humano), después de que la Diosa Meng nos obligue a beber la copa del olvido. "Esto quiere decir que debemos volver a intentarlo. Lo intentamos una y otra vez, vida tras vida, hasta que alcanzamos la sabiduría y por fin somos liberados". Y así entramos en el Nirvana.


Robinson narra -entre otras historias- las peripecias de un guerrero mongol (Bold) y de un muchacho negro (Kyu) esclavizados por la dinastía Ming. Conocemos cien años después a Bistami, el teólogo sufi desterrado por el Gran Mogol Akbar hasta el repoblada Al-Ándalus, y de allí acompaña a la sultana Katima en la fundación de ciudades en los territorios de los francos. El almirante Kheim, con sus colosales naves chinas, descubre América por casualidad. Un samurai exiliado en California enseña a los hodenosauníes a fabricar armas para defenderse del imperialismo del Trono del Dragón y de los emiratos árabes occidentales. En Samarkanda, el alquimista Khalid y el matemático tibetano Iwang llegan a conclusiones similares a las de Isaac Newton. El Kerala de Travancore pone fin a cuatrocientos años de dominio otomano de Constantinopla, gracias a su descubrimiento de los barcos de vapor. Bajo la opresión manchú, un matrimonio de sabios -la viuda Kang y el erudito Ibrahim- sientan las bases del feminismo e intentan una síntesis de Confucio con Mahoma, según el modelo sij. Tres oficiales chinos asisten desde las trincheras del corredor de Gansu a la ruptura del frente oriental, ofensiva final de la Larga Guerra con los estados islámicos. En una posguerra signada por la hiperinflación y la pobreza, Idelba y Budur escapan de una harén en Turín y se convierten en dos puntales del movimiento pacifista global... La travesía, bajo la noción del ciclo, es fascinante. Llega hasta el año 2088 después de Cristo.


La prosa de Robinson es simple y directa, aunque varía el estilo de un libro a otro. Se intercalan poemas, letanías, cálculos científicos y pequeños ensayos, que le permiten al autor especular sobre cuestiones trascendentes de nuestro mundo. Por ejemplo, la causalidad de la historia. ¿Pueden trazarse leyes o es un ejercicio divertido aunque fútil como buscar formas de animales en las nubes?


Para redondear, es ésta una novela fecunda en ideas. Por ejemplo, muy interesante resulta la reflexión sobre las simpatías del islamismo con el extremismo físico. Robinson lo atribuye a la arabización, al fin y al cabo las ideas son consecuencia de su lugar de origen y es éste monoteísmo tardío del desierto, radicalizado por sus clérigos. La adopción del árabe como segunda lengua de los pueblos islámicos habría desencadenado consecuencias nefastas, por cuanto esos feligreses no tienen los pies sobre la tierra: "...su comportamiento está con bastante frecuencia dirigido por el pensamiento abstracto, un pensamiento que flota solo en el vacío del espacio del lenguaje. El islamista necesita al mundo...".


Finalmente, transcribimos una certera meditación sobre la penosa marcha en este Valle de Lágrimas: 

"...hasta que el número de vidas plenas no supere el de las vidas destrozadas estaremos atrapados en una especie de prehistoria, indigna del gran espíritu de la humanidad. La historia digna de ser contada comenzará únicamente cuando las vidas plenas excedan en número a las vidas desperdiciadas. Esto significa que nos quedan muchas generaciones antes de que comience la historia".

Guillermo Belcore

(1) https://www.kimstanleyrobinson.info


Calificación: Excelente