jueves, 30 de agosto de 2012

El DJ se llama Stephen King

Si hoy concluyera 2012, afirmaría sin titubear que la Novela del Año ha sido 22/11/63. Antes de que algún amigo o amiga me salte a la garganta, admitiré que el mamotreto que había elogiado el mes pasado (pinche aquí) no es un alarde de ingenio fantástico o una pasmosa exhibición de estilo, claro que no. Empero, se trata de un libro poderoso que suscita intensas emociones.  Y “provocar una respuesta emocional es lo que debe hacer un escritor sobresaliente, independientemente de su calidad técnica'', como bien establece el mismo el autor.

Stephen King inocula a los lectores maduros -como el administrador de este blog- el virus de la nostalgia. Su magnífica reconstrucción de la vida cotidiana a fines de los cincuenta y principios de los sesenta me ha provocado dolorosas saudades, en mi caso de los años ochenta (pido dejar por un momento lo político de lado). Extraño las costumbres, los lugares, los sabores, las marcas, los programas de televisión, los automóviles, las personas que ya no están en Morón y que si bien nunca formaron parte del círculo íntimo de afectos de alguna manera me enriquecían, como Raúl, el levantador de quiniela apostado en la puerta de la bicicletería de Reinaldo, por citar un recuerdo hermoso.

Los hábitos de una vida común y corriente -sin desgracias ni tragedias- forman parte de una armonía universal, que si son alterados por un intruso -esa es la tesis panglosiana de King- causan calamidades. Todo cambio en el continuo espacio-tiempo es para peor, proporcional a su magnitud histórica. Salvar a JFK de morir en Dallas significa que el racista George Wallace arrojará una bomba nuclear en Hanoi en 1970. Es decir, vivimos en el mejor de los mundos posibles. Los viajes en el tiempo dejan residuos que fastidian a la máquina. Cada viaje al pasado -a través de las burbujas temporales que subsisten como otra extravagancia de la naturaleza- crea su propia cuerda que se termina enmarañando con las demás. El profesor Jake Epping terminó convirtiéndose así en el Candido de Voltaire.

Pero no es la teoría científica al voleo ni la débil ucronía de Stephen King lo que en realidad deseo compartir en esta oportunidad, sino la evocación de la música escuchada con fruición medio siglo atrás. Picado de curiosidad seguí las migas de pan que el escritor fue arrojando por el camino de la trama. Y me encontré con ocho maravillas de la era del rock en pañales o incluso antes.

1) ‘In the Mood‘. 1946. Glenn Miller. Es anterior, pero aún tenía vigencia. Pinche aquí.

2) ‘At the Hop‘. 1957. Danny & The Juniors. Pinche aquí. (¡Impresionante, mi favorito!)

3) 'Since I Don´t Have You'. 1959. Skyliners. Llamé a su chica. Es para escuchar en pareja. Ahora pinche aquí.

4) ‘Whispering Bells‘. Del Vikings. Pinche aquí o mejor aquí. Vaya movimiento el de los veteranos.

5)  ‘Whole Lotta Shakin' Going On’. 1957. Jerry Lee Lewis. Pinche aquí o, si prefiere la versión madura, hágalo aquí.

6) ‘Wings of a Dove’. Ferlin Husky. Pinche aquí. Nunca verá un coro tan cool, se lo garantizo.

7) ‘This Time´. 1961. Troy Shondell. Pinche aquí.

8) ‘Ooh My Head‘. Ritchie Valens. Puede verlo en acción a Ritchie (pinche aquí) o la version remasterizada que suena mejor (pinche aquí).

domingo, 26 de agosto de 2012

Clemencia

Raúl Waleis

Adriana Hidalgo. Novela policial, 304 páginas. Edición 2012

"­¡Bendita sea la ciencia que todo lo ilumina!''
R.W.

La feliz sociedad entre el investigador Román Setton y el sello Adriana Hidalgo ha permitido enriquecer nuestro acervo cultural. Recuperaron nada menos que al primer detective de la literatura argentina: el comisario Andrés L'Archiduc, El Lince de la policía de París. En esta ocasión deberá investigar el asesinato de una joven esposa que en las postrimerías del siglo XIX osaba postular que "el matrimonio es la tumba del amor''. Pero la intriga es lo de menos. He aquí un producto típico de la espléndida y atareada Generación de Ochenta. Al jurista Luis V. Varela (1845-1911) le urgía transmitir un mensaje: "el deber aleja a los seres creados del amor infinito''. Y de paso sugiere a sus conciudadanos reformas humanistas para el ejercicio de las ciencias penales.

Raúl Waleis, por cierto, es un anagrama de Luis V. Varela. Clemencia se publicó en 1877 y es la continuación de La huella del crimen (Adriana Hidalgo, 2009), elogiada en su momento por este blog (pinche aquí). La novela se compone de dos partes: en la primera, el emigrado Rafael Meris rescata una perla del fango, quiere redimir a una prostituta de veintidós años, Clemencia justamente. La segunda es una retrospectiva biográfica: la adorable muchachita narra su origen, es el fruto de una tragedia incestuosa. Aquí vemos a L'Archiduc en acción.

Habiendo quedado establecido el enorme valor cultural e histórico del volumen, debe advertirse al lector que Clemencia tiene largos y tediosos pasajes, más propios del bodrio melodramático que de la novela policial bien lograda. ­¡Pero qué importa! Continuador de Poe, discípulo declarado de Emile Gaboriau, imitador del folletín francés, pedagogo y sociólogo al voleo, Luis Varela seduce con su fatiguez al fatigado lector del siglo XXI.
Guillermo Belcore

Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

viernes, 24 de agosto de 2012

El ruido y la furia

William Faulkner

Alfaguara. Novela, 325 páginas. Edición 2012.


Fue el mejor de su especie. William Faulkner no sólo ha protenciado la evolución de la orfebrería novelesca y ha retratado con filosa destreza una civilización decadente, sino que conformó una influencia artística insoslayable y perdurable. La mitad de la literatura latinoamericana del siglo XX, de alguna u otra manera, tiene una deuda con él. A cincuenta años de su muerte, al demiurgo del mítico condado de Yoknapatawpha lo siguen publicando. Es probable que El ruido y la furia sea su obra maestra.

La novela, concluida en 1928, relata la degradación económica y moral de los Compson. En el siglo XIX dieron un gobernador y dos generales al Estado de Mississippi pero en la actualidad todos los miembros de la familia son incapaces de evitar el fracaso excepto en longevidad y suicidio. “La victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles”, se establece. En efecto, Quintin III se arroja a un río en Harvard (Padre había liquidado la mayor parte de la propiedad familiar para enviarlo a la universidad) después de cometer incesto, “con olor a madreselvas”, con su hermana Candace. Tiene otros dos hermanos: Jason es un sádico y malvado, el perfecto racista resentido del profundo Sur; Benjamin es retrasado mental. El clan tiene seis sirvientes negros. La áspera relación entre blancos y negros -relación de sometimiento, paternalismo o crueldad- es otra de las claves del texto.

Pero no es el qué, el quién, el dónde o el cuándo el asunto crucial del libro. Es el cómo. Mario Vargas Llosa, que consideraba a Faulkner el “más persuasivo creador de ficciones de nuestro tiempo”, destacó que “la forma es algo tan visible en su narración que ella hace las veces de protagonista y actúa como un personaje de carne y hueso o figura como un hecho”. Y no es una lectura cómoda la de los primeros capítulos pues los datos se nos escamotean, vemos el mundo a través de los ojos de un idiota de nacimiento, y hay yuxtaposición temporal y alternancia de los puntos de vista incluso dentro de un mismo párrafo. Pero entre momentos de intensa poética y tremendas vicisitudes vamos armando el sentido como si de un rompecabezas se tratara. Uno se va de la novela con la certeza de que ha gozado de una experiencia de lectura única, sublime, imposible de olvidar.
Guillermo Belcore

Calificación: Excelente


PD: Bien, aquí estoy saldando otra deuda. Me prometí leer (o releer, como en este caso) algunos clásicos por año y transmitir mis pareceres en unos dos mil quinientos caracteres, no más que eso ya que -como dice Aira- soy muy respetuoso del tiempo del lector. Veinte años atrás, más o menos, había abierto por primera vez esta magnífica novela, en una edición de tapas granates y duras de Hyspamérica (¡22.000 ejemplares de tirada!). Si la memoria no me engaña, creo que lo disfrute más intensamente en el segundo abordaje. Me pregunto entonces: ¿Es ‘El ruido y la furia’ una de esas obras que exigen un lector experimentado, paciente, acaso mayor de cuarenta años de edad? ¿No?

sábado, 18 de agosto de 2012

El congreso de literatura

César Aira

Mondadori. Novela. 116 páginas. Edición 2012


  Como el saltimbanqui que realiza la misma acrobacia una y otra vez para complacer a un público benevolente; o, peor aun, como el cantante melódico o progresista que viene interpretando desde hace tres décadas la única canción que lo encumbró, las nouvelles de César Aira se empecinan en usar una sola fórmula tan gastada como exitosa y emulada. El método puede resumirse así: el disparate rige con mano de hierro todo el conjunto. Es curioso que una de las mejores plumas del castellano (acaso la más atildada) haya renunciado tan olímpicamente a sorprender, una de las posibilidades más felices de la Alta Literatura.

En esta oportunidad, la prodigiosa imaginación recrea a un literato que, por supuesto, es él (Aira, como los surrealistas, tiene la compulsión de explicar sus trucos) y que ejerce como segundo oficio el de científico loco de comic: tiene el propósito de dominar el mundo mediante la clonación. Para ello, César aprovecha un congreso de literatura en Venezuela para clonar a Carlos Fuentes y así crear un ejército de intelectuales célebres. Pero hay un error en el proceso y gusanos gigantes de bello color azul casi destruyen la ciudad de Mérida.

Lo mejor y lo peor que puede decirse del libro, publicado por primera vez en 1999, es que se trata de una manufactura típica de Aira (y nada más). Contiene esa fascinación tan suya por las cosas diminutas y por las cosas monumentales. Hay filosofía al voleo y el trabajo de la escena es, como siempre, minucioso. Todo es una metáfora. La historia pega tremendos bandazos, lo que vincula el autor a "su vieja y querida hiperactividad cerebral". Se abusa de recurrir a lo inesperado como un deus ex machina. Se establece como principio estético que "sólo en el minimalismo se puede lograr la asimetría que es la flor del arte". Materia opinable. Uno se va de la obra con regusto a fruslería y con la fea sensación de que el procedimiento aireano ha dado lo mejor de sí en el pasado. El congreso de literatura se encuentra a años luz de La liebre.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Regular

PD: Hacer siempre lo mismo, repetir un procedimiento hasta el hartazgo -como un poseso o un alucinado- no me parece, honestamente, un síntoma de genialidad. Cansa. Después está el contenido, que es más o menos ingenioso, más o menos interesante. Me temo que el atractivo que me suscita Aira es fluctuante.

PD II: He leído alguna vez que Carlos Fuentes vaticinó que Aira será el primer argentino en ganar el premio Nobel. ¿Es esta novela una devolución de gentilezas?

miércoles, 15 de agosto de 2012

El hombre de la barba tupida

Proyecto Diez Mil Cuentos

Argumento número veintiocho


Alejandra Zina
Publicado en la revista Ñ número 463.

Decenas de teorías, cientos de libros y millones de papanatas tenían razón. Lee Harvey Oswald nunca asesinó a John Fitzgerald Kennedy. Después de un largo encierro, el ex presidente volvió a la superficie. Era una cálida noche de primavera. La feria de diversiones desbordaba de gente. Tras un corta vacilación, JFK se detuvo en el tiro al blanco. A pesar de los nervios, de la furia contenida, acertó a cinco patos con cinco tiros de fusil. Cedió el premio al chico que tenía más cerca.

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Este magnífico argumento engalanó la página once de la última revista cultural del diario Clarín. Hasta aquí, nada había leído de la señorita Alejandra Zina. Mejor dicho, sólo le había leído nueve respuestas en el blog de Eterna Cadencia (pinche aquí). Pero ante tan magnífica ucronía, ante la delicadeza narativa incluso para introducir una palabrota, me he propuesto comprar la novela Barajas de Zina. ¿Alguien la ha leído?

sábado, 11 de agosto de 2012

Juego de damas


Jane Bowles

Eterna Cadencia. Cuentos y una obra de teatro en 247 páginas. Edición 2012.


Existen personas que peinan el fondo del océano en busca de tesoros. Otras profanan tumbas u horadan los suelos en pos del oro de tiempos decrépitos. La humanidad, en verdad, no necesita de su codicia. Valiosa, en cambio, es la gente que se dedica a rescatar esas joyas raras de la literatura universal que no merecían hundirse en el olvido. He aquí un caso. Un sello nacional trajo una serie de relatos, tan desparejos como cautivantes, y una triste obra de teatro de Jane Auer Bowles (1917/1973).

El volumen demuestra que la esposa de Paul Bowles tenía un don, una especial destreza para retratar a mujeres tortuosas, infelices, obsesivas, con un deficiente sistema nervioso, al borde del abismo (como ella misma solía estar). Pocas veces se ha visto semejante catálogo de neuróticas; pero en todos los casos el clima de farsa alivia la opresión que provocan los dramas, que por otro lado -bien mirados- no son otra cosa que una tempestad en un tubo de ensayo.

Hay mujeres que quieren seducir a otras mujeres o a un hombre para que le financie la apertura de una tienda de ropa en París. Hay extrañas relaciones entre hermanos, entre esposos, entre compañeros en la milicia. Es magnífico el diario de un alcohólica. La tensión sexual siempre se manifiesta, y es uno de los atractivos de los textos. Otra lindeza es que nunca llegamos a entender del todo a los personajes.

Los cuentos de la señora Bowles son muy teatrales; los diálogos cumplen una función decisiva. La prosa es simple pero elegante. Se plantean aquí y allá preguntas trascendentales. Verbigracia:

 "Debe considerarse la angustia un matiz propio de la vida, aquello que da profundidad y gravedad al sentido de vivir hora tras hora y que debe aceptarse y sobrellevarse simplemente, o es por contrario el signo de una despedida, la señal de una decisión''.
Guillermo Belcore
Publicado este fin de semana en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

domingo, 5 de agosto de 2012

¡Acabemos ya con esta crisis!

­Paul Krugman

Crítica. 266 páginas. Ensayo de Economía. Edición 2012. Precio aproximado: 80 pesos

 

  El diagnóstico es sombrío. Una depresión aflige hoy a Estados Unidos y Europa, provocando desempleo de larga duración un fenómeno desconocido en el Occidente próspero. Se trata del mismo tipo de calamidad que John Maynard Keynes describió en la década del treinta, por lo que se necesita de típicas recetas keynesianas para superar lo que el autor define como un problema técnico, una mera falla de software fácilmente corregible. El problema es que hay una legión de personas influyentes que bloquean la salida, están sumidos política, emocional y profesionalmente en doctrinas basura, herencia de la revolución neoconservadora de 1980 (en la Argentina aconteció en los noventa). Son pistoleros a sueldo; en el fondo, muchos puristas del laissez-faire y de la austeridad fiscal no hacen otra cosa que defender los intereses de los ricos, del 0,05 por ciento de la sociedad.

  Paul Krugman pega un puñetazo sobre la mesa. Con sabrosa claridad, identifica culpables y avisa que Estados Unidos no superará la crisis hasta que salga de la trampa de liquidez en la que se ha metido. La virtud es este momento un vicio y la prudencia una locura, grita el Premio Nobel de Economía 2008. Obama debe incrementar el gasto público a niveles sin precedentes para compensar el hundimiento de la demanda privada. Debería también aliviar la carga de la deuda si es necesario violando contratos. Un poco más de inflación no vendría mal (unos puntos, dice, no la guarangada del modelo argentino). Pensando en el mediano plazo, tendría que restablecer las sabias y estrictas regulaciones que maniataban a los banqueros codiciosos hasta que Thatcher y Reagan aparecieron en escena.

 Estos son, básicamente, los juicios de un ensayo ameno y accesible a cualquier lector perspicaz que se interese en el tema más relevante de la agenda global. El razonamiento de Krugman, hay que admitirlo, resulta muy convincente. El desempleo, grábeselo en su cabeza, es el principal enemigo de la humanidad.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno