Jane Bowles
Eterna Cadencia. Cuentos y una obra de teatro en 247 páginas. Edición 2012.
Existen personas que peinan el fondo del océano en busca de tesoros. Otras profanan tumbas u horadan los suelos en pos del oro de tiempos decrépitos. La humanidad, en verdad, no necesita de su codicia. Valiosa, en cambio, es la gente que se dedica a rescatar esas joyas raras de la literatura universal que no merecían hundirse en el olvido. He aquí un caso. Un sello nacional trajo una serie de relatos, tan desparejos como cautivantes, y una triste obra de teatro de Jane Auer Bowles (1917/1973).
El volumen demuestra que la esposa de Paul Bowles tenía un don, una especial destreza para retratar a mujeres tortuosas, infelices, obsesivas, con un deficiente sistema nervioso, al borde del abismo (como ella misma solía estar). Pocas veces se ha visto semejante catálogo de neuróticas; pero en todos los casos el clima de farsa alivia la opresión que provocan los dramas, que por otro lado -bien mirados- no son otra cosa que una tempestad en un tubo de ensayo.
Hay mujeres que quieren seducir a otras mujeres o a un hombre para que le financie la apertura de una tienda de ropa en París. Hay extrañas relaciones entre hermanos, entre esposos, entre compañeros en la milicia. Es magnífico el diario de un alcohólica. La tensión sexual siempre se manifiesta, y es uno de los atractivos de los textos. Otra lindeza es que nunca llegamos a entender del todo a los personajes.
Los cuentos de la señora Bowles son muy teatrales; los diálogos cumplen una función decisiva. La prosa es simple pero elegante. Se plantean aquí y allá preguntas trascendentales. Verbigracia:
"Debe considerarse la angustia un matiz propio de la vida, aquello que da profundidad y gravedad al sentido de vivir hora tras hora y que debe aceptarse y sobrellevarse simplemente, o es por contrario el signo de una despedida, la señal de una decisión''.Guillermo Belcore
Publicado este fin de semana en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
1 comentario:
Recuerdo que en la biografía de Truman Capote, escrita por Gerald Clark, el autor de "A sangre fría" consideraba a Jane Bowles la mejor escritora de su generación, ingeniosa, divertida e, incluso, aún más talentosa que Paul. El tiempo siempre hace justicia.
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