Niccoló Ammaniti
Anagrama. Novela, 459 páginas. Edición 2013.
Hay un método casero para determinar si una novela foránea es buena. Pregúntense: ¿la trama y los recursos narrativos se sobreponen a una traducción hispanocéntrica? ¿Diálogos y personajes resisten de pie el embate del desagradable caló madrileño? La respuesta es “sí”, en este caso. La erótica de un obra publicada por primera vez en 1999 ha quedado intacta, a pesar de la proliferación de coños, follones, guay, folláis, capullos y otras máculas infames.
Basta con saborear algunas páginas para concluir que el multipremiado Niccoló Ammaniti (Roma 1966) es un narrador formidable. De la estirpe clásica, aquella a la que nada le cuesta construir decenas de caracteres interesantes y escenas poderosas, fáciles de visualizar. Como Murakami, añade con destreza elementos del pop y técnicas de complicidad (hay una especie de voz en off). La crítica ha propuesto dos influencias: Dickens y Fellini. Casi nada, ¿eh?
Nos plantea Ammaniti dos historias de amor desesperadas en una aldea de patanes no lejos de Roma: la de Pietro y Gloria, chico pobre, manso e inofensivo como un gorrión, y nena rica. Y la de Graciano y Flora, playboy patético en decadencia y profesora solterona, de rara y casta belleza. Pero el verdadero protagonista, como en cualquier manifestación del realismo italiano, es el populacho. Un buen punto de partida: pueblo chico, infierno grande. El autor, por cierto, no hace concesiones al conductismo, esa enfermedad de los intelectuales.
El libro siempre resulta interesante de leer. Se exploran temas trascendentes: violencia familiar, bullying, sentido de vida, inmigración, resentimiento social, psicopatías. En clave italiana, lo que equivale a decir que un toque de comedia aligera los dramas. Ese vaivén entre risas y lagrimas es una de las glorias de la novela. Sobrevuela, no obstante, una idea terrible: ocupes el lugar que ocupes en la cadena alimenticia tu vida será tolerable en tanto no tropieces con un depredador. En el fondo, todo es una cuestión de suerte.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: Oir a los personajes conversando en madrileño vulgar, con su leísmo detestable, es una dura prueba para los nervios, pero no estoy seguro de que una adaptación al gusto del argentino común y corriente sea lo aconsejable. ¿Es preferible, entonces, una traducción en un castellano neutro? Confieso, amigos y amigas, que aún no he logrado dilucidar el punto. En principio, me siento tentado a pensar que el sello editorial debería dejarse de pijoterías y ofrecer en cada mercado una versión criolla del texto. Pero puede que así no le cierren los números. El tema es delicado y lo dejo abierto.