domingo, 29 de septiembre de 2013

Venganza

Benjamin Black

Alfaguara. Novela policial, 297 páginas


La venganza -el placer de los dioses, según los antiguos griegos- provoca dos muertes resonantes en la fea Dublin de mediados de los cincuenta. Fiel a su naturaleza, Garret Quirke, el as del Departamento de Patología Forense del Hospital de la Sagrada Familia, se mete hasta el cuello en la ciénaga humana de codicia y engaños. El buen doctor, un oso apacible y borrachín que resulta irresistible a las mujeres, no descansa hasta esclarecer los secretos más perversos. Hay algo podrido en la alta burguesía de Irlanda, más precisamente en el grupo empresarial Delahaye & Clancy. “Mía es la venganza, dice el Señor”, según las Sagradas Escrituras. El Altísimo tiene imitadores en esa isla civilizada y primitiva a la vez, donde los católicos temen a los curas y veneran a los protestantes.

El último volumen de la saga policial de John Banville (Benjamin Black es su seudónimo) es tan bueno como los anteriores, puede que mejor aun. Se trata de Alta Literatura incursionando en el género policial, con asombroso éxito. No sólo seduce la trama, el enigma planteado, la suave pesquisa en procura de la verdad. El libro relumbra por los recursos estéticos que el autor pone en juego. La poética, por ejemplo. ¿Cuántos escritores de fuste son capaces de describir con tanta delicadeza los matices de la luz? ¿O de elaborar metáforas sobre las personas que involucren a animales? Banville, además, es una habilísimo constructor de escenas y personajes. Vale decir, la novela comercia con la pintura, la naturaleza y el teatro.  

El primer capítulo es conmovedor, acaso perfecto. El arrogante Víctor Delahaye sale a navegar con David Clancy, el hijo de su socio. Los dos solos. El velero se aleja de la costa; David se marea, odia y teme el mar. La charla es insustancial. El hombre de negocios menciona algo referido a la lealtad, evoca una historia triste de su infancia. Luego permanece en silencio largo rato, hasta que saca del arcón de madera un bulto envuelto en un trapo. Es un Webley Mark IV. Con el revolver, se pega un tiro en el corazón. 
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Excelente

PD: De la traducción, lo peor que puede decirse es que incurre en leísmos.

PD II: “Estúpidos y cómicos. Todos somos así“. (Banville, página 255).

viernes, 27 de septiembre de 2013

Canónico II

El Diccionario de Asterión XI


Canónico II:

La mejor definición de libro canónico, o al menos la más bellamente expresada, es de Jorge Luis Borges:

"Obra que perdura siempre, capaz de una infinita y plástica ambigüedad. Es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo. Ello debe ocurrir, además, de un modo evanescente y modesto casi a despecho del autor; éste debe aparecer ignorante de todo simbolismo".

Vale decir, el Maestro sostiene que la obra canónica es universalista en su impacto y ambición, permite al lector identificarse, ofrece una visión totalizadora de la realidad y se aleja del panfleto o la soflama (se me ocurre alguna que otra excepción en este punto, algún libro de John Berger, por ejemplo).

Otra definición borgeana interesante es la de clásico:

"Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término".

Un canón del siglo XXI (libros publicados después de 2000):

Estados Unidos:

Junot Díaz: La maravillosa vida breve de Oscar Wao 

Jonathan Franzen: Las correcciones.

John Hill: El traje del muerto, Cuernos.

John Irving: Hasta que te encuentre, Personas como yo.

Stephen King: 22/11/63. 

Jhumpa Lahiri: Tierra desacostumbrada

Eugene Martin: Desperdicios.

Corman McCarthy: No es país para los viejos.

Thomas Pynchon: Contraluz.

Philips Roth: Némesis

Don Winslow: El poder del perro.

Tobías Wolf: Aquí comienza nuestra historia. Vieja escuela

Obviamente, la lista puede y debe ser enriquecida por los amigos de este blog. Nadie puede leer todo lo excelente que se publica. Para mí, las obras aquí mencionadas cumplen el principal requisito de lo canónico: piden a gritos una relectura.

martes, 24 de septiembre de 2013

Un hombre piensa en Dios frente al horno del crematorio en un campo de concentración nazi

Una cita:

El esloveno Boris Pahor escribió en Necrópolis (#unlibroimprescindible):

“Y si es que he tenido alguna revelación ha sido que no puede existir una divinidad buena y omnipresente que a la vez sea un testigo mudo de esta chimenea. Y de la cámara de gas. No, si existe alguna divinidad entonces está unida a las cosas, a la tierra, al mar y al hombre y no conoce ni puede distinguir entre el bien y el mal. No obstante, esto de nuevo significa que sólo el hombre puede ordenar el mundo en el que vive, cambiarlo de tal manera que dentro de él puedan realizarse más cosas buenas que malvadas. Entonces, el mundo, al menos en la medida humana, sería más aceptable. Entonces el hombre se acercaría a la idea de bondad con la que sueña desde que es conciente de sus facultades. Entonces se acercaría a la imagen de una divinidad bondadosa que ha engendrado su propio corazón”.

La idea de que Dios necesita al hombre para manifestarse en la Tierra no es nueva, pero en Necrópolis se expresa de una manera conmovedora. Graham Greene se preguntaba en una novela -El revés de la trama si la memoria no me engaña- cuántas clases de divinidad existen en el corazón de un hombre. ¿Es el mismo Dios el de un hombre asustado que el de la persona satisfecha? ¿Es el hombre la medida de todas las cosas?
G.B.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Esto no es una novela

David Markson

La bestia equilatera. 214 páginas. Edición 2013


En el último ensayo de George Steiner -en el que estudia la simbiosis entre filosofía y Alta Literatura- se rinde homenaje a la estética del fragmento, que es mucho más antigua de lo que suele pensarse. Desde Heráclito hasta Wittgenstein y Bioy Casares, son legión los artistas que han cultivado lo aforístico. Puede, incluso, que Twitter no sea otra cosa que la versión plebeya de esta noble tradición. Lo que parece seguro es que el libro inclasificable que hoy nos convoca debe incluirse en el estante que cobija a los maestros de la “técnica del rayo que cae”.

Recordará el lector los elogios aquí vertidos sobre La soledad del lector, otro libro del norteamericano David Markson. Justamente, Esto no es una novela añade una segunda parte. Idéntica apuesta literaria. Se dejan caer -como si de un goteo de oro líquido se tratase- citas, ocurrencias, datos raros sobre personalidades, puras y bellas expresiones verbales, misceláneas, todo entremezclado con una meditación sobre el mismo texto: el Escritor ha querido una novela sin ningún indicio de argumento, ni personajes, sin trama, sin escenario, sin conflictos y/o contradicciones, sin temas sociales, enteramente sin símbolos, que sin embargo induzca al lector a seguir pasando las páginas. ¿Un poema épico? ¿Una especie de mural? ¿Una secuencia de cantos? Una disquisición sobre las enfermedades de la vida del arte con autobiografía, arriesga el Escritor.

El réquiem, por cierto, ha logrado su propósito. Se lee con avidez, con deleite, con curiosidad, con tristeza al final. La mente se esfuerza por encontrar un hilo conductor y lo encuentra en el desasosiego ante la muerte. Con toda nitidez, nos llega un ritmo, una melodía (fúnebre) que seduce hasta la última página. Markson falleció, víctima de un cáncer, hace tres años. Qué lástima. No habrá una tercera parte.  Esto no es una novela, es la sublime despedida de un artista.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Excelente

PD: Forma y fondo, #unlibroimprescindible. En Twitter: @Guiasterion

martes, 17 de septiembre de 2013

Canónico

Diccionario de Asterión X


CANONICO

Adjetivo. Dícese del libro sin fecha de caducidad, creado por un escritor de peso que aplica en su composición alguno de estos cinco valores: originalidad, sabiduría, dominio de la metáfora (poética), exuberancia en la dicción y poder cognitivo. El canon se trata de una selección estética (una elegía), forjado por el único método valido: el yo.

Harold Bloom, creador de un canon magnífico que se suele reprobar sin siquiera haberlo leído, sostiene que cuando se lee una obra canónica por primera vez se experimenta un extraño y misterioso asombro, y casi nunca es lo que esperábamos.

Es posible que la mejor manera de reconocer el carácter canónico de una obra surja de la siguiente pregunta: ¿Exige una relectura? La analogía erótica es evidente.

Obviamente, todos los cánones son incompletos. Ninguno de nosotros (sea quien sea) tiene tiempo de leerlo todo. El libro canónico goza de otra virtud: evita que el lector despilfarre su tiempo con obras intrascendentes.



PD: Estoy preparando el Canon de Asterión. Partirá del punto exacto en que concluyó el Canon occidental de Bloom.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Rosa candida

Audur Ava Ólafsdóttir


Alfaguara. Novela, 271 páginas. Edición 2013


El amante de los libros de autoayuda (sobre todo el fan de Paulo Coelho) apreciará esta novela multipremiada, encomiada hasta el panegírico en diarios y blogs de Europa, éxito de ventas, de lectura fácil y agradable. Proviene de la remota Islandia, pero carece de exotismo, con la salvedad de unas pinceladas aisladas de paisaje y hábitos culinarios. Se ha destacado la habilidad de la autora para definir lo que sería “un nuevo paradigma masculino”. Para Audur Ólafsdóttir (Reikiavik 1958) el varón del siglo XXI es un buenazo, maduro pero de una forma aniñada, que mantiene a raya las exigencias del cuerpo, no establece ninguna forma de dominio o violencia hacia el otro sexo, busca su sentido de vida a contracorriente de las tendencias dominantes, de preferencia en un proyecto que combine la preservación cultural y ecológica (o bien, como padre). La virilidad ya no se mide por la capacidad de arreglar una avería en la casa o por cualquier otra expresión de machismo rancio.

El libro narra la historia de un muchacho de veintidós años que deja su isla helada para restaurar en un monasterio perdido de Europa central (no se dan precisiones geográficas) un jardín legendario. Trabajando con rosas, desinteresadamente, se encuentra a sí mismo. Deja atrás un padre amantísimo ya anciano, un hermano gemelo autista, el recuerdo de la madre muerta hace poco en un accidente carretero. También abandona a una hija de siete meses, fruto de la inconciencia de una noche, pero no se trata de una canallada pues la madre -con la que no mantiene relación alguna- prefiere estar sola. Arnljotur -así se llama nuestro héroe- traba ligazón con el superior del convento, el padre Tomás, una especie de sabio que descerraja máximas del siguiente calibre: “Hay que mirar a los ojos del sufrimiento para poder sentir empatía con los que sufren”.

Parece que en la atribulada Europa la literatura naif se ha puesto de moda. No, no es una buena noticia. “Es curiosa esa exigencia de que el arte tenga que mostrar la realidad. A mi me parece que ya tenemos suficiente vida cotidiana”, sentencia la señora Ólafsdóttir por boca de unos de sus personajes de plástico. ¡Ah!, es una forma pueril de evasión.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Regular


PD: El lector podrá encontrar en Internet decenas de comentarios favorables sobre esta novela. Por ejemplo: http://elblogdejaviersanchez.blogspot.com.ar/2012/11/audur-ava-olafsdottir-rosa-candida.html

martes, 10 de septiembre de 2013

Robinson

Muriel Spark
La bestia equilátera. Novela, 221 páginas. Edición 2013.

Un avión se estrella en una isla volcánica que ni siquiera figura en los mapas. Sobreviven algunos pasajeros. Traban ligazón con lugareños de curiosas costumbres. Escasean las provisiones. El día del rescate es incierto; la situación se vuelve tensa. Ocurren hechos de sangre; suceden cosas asombrosas, acaso sobrenaturales. Nadie puede estar seguro de nada, incluso de dónde termina aquello que conocemos como realidad.

No, no estamos hablando de la serie Lost, esa fruslería de J.J. Abrams cuyo final dejó a todo el mundo insatisfecho. Se trata del argumento resumido de una novela espumosa y divertida que Muriel Spark (Edimburgo 1918-2006) escribió hace más de medio siglo. No ha perdido un gramo de frescura. El goce está intacto.

De la señora Spark puede decirse lo mismo que de Aira, de Simenon o de Sciascia. Estrictamente hablando, no han logrado producir lo que se denomina una obra maestra pero la Alta Literatura sería un paraíso imperfecto sin el aporte del conjunto de su obra. Además, ¡qué bien escribía la señora Spark! Las mejores palabras en el orden correcto, una sabrosa claridad, brillante como porcelana danesa. Para quien conozca a la autora, Robinson  se torna en un libro imprescindible. Al principiante, le aseguramos que Robinson es la mejor manera de empezar. El clima de farsa, el roce con el absurdo, la punzante crítica social -sobre todo, la mofa de las convenciones típicamente inglesas y de la religión malentendida- el acabado de los personajes son algunas de las virtudes del libro. Hay otra que merece ser subrayada con lápiz rojo: Muriel Spark hace de la maledicencia una forma de arte.

Antes de concluir, algo bueno debe añadirse sobre el sello editorial. La bestia equilátera se ha especializado en delicatessen británicas que no merecían el olvido, lo cual es digno de aplauso, mejor dicho de ovación de pie durante largos minutos. No podría asegurarlo, pero me parece que la mano experta de Luis Chitarroni tiene mucho que ver en esto.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

El vizconde demediado

Italo Calvino

Siruela, Nouvelle fantástica, 92 páginas, Edición 2013.


Somos Jano. La mitad de nuestra naturaleza está abocada a una irreparable e insana crueldad. Es decir, a hacer el mal sin ninguna razón plausible. No todo es color negro, sin embargo. También tenemos un costado benévolo, con una ilógica preocupación por la felicidad ajena. Esas dos pulsiones conviven en la Historia y en el alma, pero la maldad absoluta y la virtud suprema resultan inhumanas por igual.

He aquí la enseñanza de una nouvelle que el enorme Italo Calvino (1923-1985) escribió hace cincuenta y ocho años. Constituye la primera parte de la popular trilogía Nuestros antepasados. Se emplea un truco volteriano: el autor cultiva la fábula fantástica para filosofar sobre el ser humano. La indagación, tan profunda como lúcida, se aligera por el inevitable fondo de picaresca que caracteriza a buena parte de la literatura italiana. Es una historia divertida. Así se explica Calvino: “Yo creo que divertir es una función social; encaja en mi moral… uno (el lector) compra el libro, le cuesta dinero, invierte su tiempo, se tiene que divertir”…

El libro narra pues las peripecias del vizconde Medardo de Terralba, una de las más nobles familias del Genovesado. En la guerra contra el infiel, un cañonazo turco lo partió en dos, de arriba a abajo. La mitad malévola, rugosa y fea como maracuyá de gaveta, vuelve a tomar posesión de su castillo. Perpetra todas las iniquidades posibles: condena a la horca a muchos, incendia propiedades y personas, recluye en un leprosario a su nodriza y vicemadre (sana), planea exterminar a los hugonotes, e intenta asesinar a su sobrino, justamente el narrador de la historia. Así las cosas, hasta que aparece la mitad buena del vizconde, que también termina repudiada por el pueblo sencillo. Se disputan una mujer; se baten a duelo.
 
Somos buenos y malos, concluye Calvino. Actuar solamente como un santo nos hace incompletos, deformes. Vagamos atormentados entre ansias opuestas. Así transcurre nuestra vida, entre caridad y terror.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

Calificación II: Dos amigos de este blog, Marcos y Santi, consideran que este libro merece un Excelente.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Un tiempo de rupturas

Eric Hobsbawm 

Crítica. Ensayo de arte, 306 páginas.

Este volumen incluye artículos, conferencias, reseñas y hasta el prólogo de un libro de Karl Kraus que Eric Hobsbawm (1917-2012) escribió en el último tramo de su vida, con la salvedad de un texto de 1964. Llama la atención el saludable giro hacia la sensatez de un historiador tan eminente como polémico. En lugar de la justificación en nombre del progreso de los crímenes de Stalin, se oye ahora una voz delicadamente conservadora, rebelándose contra la desintegración de la modernidad, en nombre de los viejos valores universalistas. En el terreno artístico, las objeciones resultan absolutamente persuasivas. Quién sino un necio no se indigna con toda su alma ante la ausencia de profesionalidad -el talento parece que ya no es relevante- con que se fabrican en serie esas mercancías con las que nos apabulla la industria editorial. Quién no puede compartir la sentencia de que el arte conceptual es el refugio por excelencia de los charlatanes. El viejo gladiador marxista nos advierte también de que el Estado -el poder político, en realidad- puede ser tan nefasto para la cultura como el mercado o los imperativos morales. Tómese nota en la Argentina.

El lector será invitado a reflexionar, entre otros temas, sobre el aporte del judaísmo al pensamiento universal, el elusivo concepto del patrimonio cultural, el destino trágico de la Mitteleuropa, el presente y el futuro del mecenazgo, el papel del intelectual, el fracaso de las vanguardias del siglo XX. La insaciable curiosidad y la asombrosa erudición de Hobsbawm tornan fascinante la travesía. Un espléndido legado.

Guillermo Belcore
Publicado el domingo pasado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno


lunes, 2 de septiembre de 2013

Crímenes y jardines

Pablo De Santis

Planeta. Novela policial, 295 páginas. Edición 2013.


En la jungla editorial, conviven hoy dos especies literarias: la producción seriada y la artesanal. A la primera se le notan las marcas industriales: capítulos diminutos que siempre deben concluir con un gancho, personajes planos que hablan de la misma forma, desdén por las densidades temáticas y estilísticas para garantizar una absoluta legibilidad, ausencia de digresiones, didactismo tenue, apego a las modas. La novela policial que ahora nos ocupa pertenece al grupo de la escritura estandarizada. No se trata, aclaremos, de un juicio peyorativo. El thriller satisface cabalmente la necesidad de entretenimiento liviano de una vasta porción del público. Es una manufactura digna.

Pablo De Santis repite los personajes de El enigma de París, Premio Planeta 2007 y éxito de ventas. Estamos en 1894. En una Buenos Aires que está mutando con rapidez, un detective privado investiga una serie de crímenes con alusiones clásicas. Hay una sectas de paisajistas, una especie de grupo filosófico que intenta desplazar a Carlos Thays para manejar a su antojo los jardines porteños. Los crímenes, a primera vista, tienen que ver con los jardines o con los misterios de la Atlántida (sí, la novela sigue la estela de Dan Brown, algo de esoterismo parece que hoy es indispensable). Puede que se haya deslizado algún anacronismo: ¿cuándo fueron introducidos los jabalíes en la Argentina para complacer a los bárbaros amantes de la caza? ¿Antes del siglo XX? No lo tengo claro.
 

Crímenes y jardines apenas araña la superficie de su época. Se disfrutan las curiosidades que el prolijo De Santis ha recopilado, pero se echa de menos la crítica social. Una novela policial sin denuncia (si es oblicua, mejor,) es como un galgo al que le falta una pata: siempre se le escapa la liebre. No obstante, el libro también tiene virtudes: giros imprevistos, expresiones elegantes, un cándido estilo tardorromántico que evoca al siglo XIX. El final es delicioso; todas las piezas encajan.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa el último domingo.

Calificación: Regular

PD: Considero un error quedarse con una sola opinión. El diario Página 12 elogia esta novela. Pinche aquí: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-5116-2013-09-03.html