domingo, 20 de agosto de 2023

Todo es soneto


De entre toda la diversidad de la poesía en verso cabe destacar una forma, una especie única, por su solidez y belleza. Si hubiera que destacar una sola forma poética de la literatura occidental, elegiríamos el soneto, escribió el estudioso
Eduardo Madrid Cobos. Su origen es italiano. La especie, que consta de catorce líneas, parece haberse originado en el siglo XIII entre la escuela siciliana de poetas de la corte, que fueron influenciados por la poesía amorosa de los trovadores provenzales, arriesga la Enciclopedia Británica.


Otras fuentes atribuyen la invención a Giacomo Da Lentini, también llamado Jacopo Da Lentini, notario en la corte del emperador Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico. Festejado en vida, fue aclamado como maestro por los poetas de la siguiente generación, incluido Dante, quien lo recordó en el Purgatorio (XXIV, 55–57).


El crítico y matemático Carlo Frabetti ha conjeturado:

 "El extraordinario éxito del soneto se debe, en buena medida, a su estructura dramática, que lo hace especialmente idóneo para expresar, de forma tan intensa como sucinta, el eterno drama de la pasión, tanto de la espiritual como de la carnal".


En España, los dos cuartetos seguidos de dos tercetos se aclimataron firmemente en el siglo XV y alcanzaron su máximo esplendor en el Siglo de Oro (a Lope de Vega se le atribuyen 3.000 piezas). En nuestras tierras aparecieron dos siglos después y se multiplicaron como el ganado en la "pánica llanura interminable". El poeta colombiano José María Rojas Garrido (1824-1883) ha sentenciado que "la vida es soneto". Lo dijo en un soneto, claro está:


"Hizo Lope de Vega un buen soneto

sin decir nada, de orden Violante;

y así es la vida: en el primero cuarteto

canta la juventud saliendo avante.


En la edad varonil, el hombre inquieto

que lucha en pos del bien, rima incesante

pensando, iluso, conseguir su objeto

y es una octava el porvenir brillante.


Llega la ancianidad y el gran sujeto

de tanta inspiración surge triunfante:

¡es la muerte que asoma en el terceto!

 

Da la vida el reflejo agonizante

y el final de la estrofa es un secreto...

De la cuna al sepulcro es consonante".


El soneto no sólo ha conservado su encanto para los mejores poetas del español durante cinco siglos. También atrajo a los eruditos. En un momento de su vida, Fernando Sorrentino concibió una tarea colosal y quijotesca que merecería ser elogiada en un cuento de Borges: "Compilar una especie de repertorio total de sonetos argentinos". Pronto se dio cuenta que era imposible, pero por varias razones.


Con el fervor de un coleccionista reunió 800 de estas piezas, casi todas magníficas. Llegan hasta 1952 por la delicada cuestión de los derechos de autor. Y -según su propia confesión- gran parte del tiempo invertido en su trabajo fue para averiguar las fechas de nacimiento y de muerte de sus autores.


De aquel total, 300 fueron atesorados en un libro que aquí queremos recomendar: 300 Sonetos por 70 poetas argentinos. De Luis de Tejeda a Ana María Choouhy Aguirre (Losada, 319 páginas, edición 2022). Aquel que se interesa en la poesía y en nuestro acervo cultural no debería ignorar este volumen. Sorrentino -cuentista, ensayista, entrevistador y destacadísimo columnista del diario La Prensa- ha realizado un trabajo formidable.


El repertorio es muy valioso. Arranca en tiempos de la colonia. Ya por entonces, al parecer, había intelectuales lamebotas del poder, una plaga que tendemos a pensar como característica de nuestros tiempos degradados. Juan Baltazar Maciel (1727-1809) llama a Pedro de Ceballos "hijo de Minerva, que la egida (NR: sin acento) blandió mejor que Ulises y Teseo". El soneto al virrey fue motivado por haber frustrado los planes de los arteros portugueses de apoderarse de Colonia de Sacramento.


Entre los prohombres de Mayo, el laborioso Sorrentino ha encontrado una gema. Domingo de Azcuénaga (1758-1821), hermano del vocal de la Primera Junta y primer fabulista de la Patria, atiza al censor de Buenos Aires. Es probable que el remate del poema nunca pierda vigencia por estos lares:


"porque todos sabemos que hay criollos

que se ponen a hacer papel de gallos

sin que puedan hacer papel de criollos".


El último terceto de “A la Ciudad de Buenos Aires” de Fray Cayetano José Rodríguez (1761-1823) también parece haberse escrito hoy a la mañana:


"Los viles sobre ti cantan victorias

y por despojos sólo te han quedado

de tu antiguo esplendor tristes memorias".


Naturalmente, los próceres, los símbolos patrios, los valientes como Quiroga, ciertas almas modélicas de la Iglesia y la Literatura han sido celebrados por la pluma entintada "con vático furor". Vicente López y Planes (1785-1856) compuso el “Soneto elegíaco a la muerte del general Manuel Belgrano”, quien "formó el universo de la nada". Dígame, con una mano en el corazón, si la última invocación del autor del Himno Nacional no es aún relevante:


"¡Compatriotas! ¿Oísteis? ¿Qué dudamos?:

imitando a Belgrano nos salvamos.


DOBLE JUEGO


Hay un par de juegos muy interesantes en el libro. El primero es el vaivén entre el clasicismo y la poesía atorrante que propone el lunfardo. Por ejemplo, entre Gabriel Alejandro Real de Azúa (1803-1889) que venera la dulzura de Petrarca, la constancia de Epitecto, la bondad de Antonino... y Yacaré (1889-1929) que le canta al curdelón de fonda "rey de los grapines", al pechador "tigre viejo en la manga", y a un par de "rechiflaos por una mina... que buscaron verse frente a frente pa' arreglar el asunto en una esquina".


Como siempre ocurre, la variedad temática y la calidad del volumen delatan las cualidades del seleccionador. El lector de La Prensa ya conoce el ingenio, el amor al detalle y la seriedad de Sorrentino que honra ese diario con las columnas “Acuarelas porteñas” y “La belleza de los libros”. Aquí dedica idéntica atención amorosa al consagrado y al poeta ignoto. Están Lugones, Almafuerte, Storni, Carriego y Leopoldo Díaz. Pero también los poco conocidos. Como Claudio Mamerto Cuenca (1812-1852), doctor y poeta que un mercenario español, al servicio de Urquiza, lo mató a sablazos durante la batalla de Caseros por querer proteger a los heridos de un hospital de campaña.


Cuenca nos hace reír a carcajadas con “Inés”. Resulta que Favonio descubre, en el "lecho apetecido", que no sólo todas las redondeces de su amada son falsas sino que también usa dentadura postiza y peluca. ¡Pobre Favonio!


También nos causan gracia los torpes intentos de una de las glorias de nuestra literatura para componer literatura erótica. Qué puede decirse de esta estrofa, además de que causa ternura por ser lamentable:


"Abrióse con erótica eficacia

tu enagua de surá, y el viejo banco

sintió gemir sobre tu altivo flanco

el vigor de mi torva aristocracia".


El peor Leopoldo Lugones tenía otro vicio que a Borges irritaba. El berretín de querer escribir con todo el diccionario por culpa de su empeño en querer ser original. ¿A quién se le ocurre usar "crisoberilo" y "plinto" en un poema sentimental? Son menudencias, claro está. Creemos que nadie puede discutir, seriamente, que Lugones sea un gran poeta.


Una última curiosidad. En “A la América”, Don Bartolomé Mitre comparó las gestas de nuestra independencia con los trajines de Iván Stepánovich Mazepa, un noble cosaco que en el siglo XVIII luchó por restablecer la independencia de Ucrania frente al dominio de Rusia. Vea usted que la gesta de Volodomir Zelensky, ese conmovedor héroe de nuestro tiempo, viene de muy lejos.


Al final de este libro maravilloso, uno no puede dejar de preguntarse: ¿Siguen escribiendo sonetos los líricos de nuestro tiempo? A priori, podemos suponer que los espléndidos rigores de la rima y de la métrica no se llevan bien con la flojera de la Generación del Milenio.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultura del diario La Prensa.


Calificación: Muy bueno

miércoles, 26 de julio de 2023

El honorable colegial


George Steiner
, el crítico más delicado del siglo XX, identificó dos elementos fundamentales que hacen que una novela merezca ser leída: la calidad de su poética y la calidad de su filosofía. Básicamente, tiene razón; y además, como decían los romanos, de gustibus non est disputandum, máxime cuando se trata de un paladar tan sofisticado como el del rabí Steiner.

Para no dejar afuera a centenares de joyas de la literatura de género podríamos agregar un tercer factor decisivo para el goce de la lectura: el arte de contar una buena historia.

Es una condición natural al ser humano. Al calor de una lumbre, las buenas historias estaban allí antes de que se inventase la literatura Y seguirán con nosotros si algún día -Dios no lo permita- los libros se extinguen.

Y entre los grandes contadores de historias se encuentra ese inglés que llevó la novela de espionaje a unas cimas más jamás holladas, demostrándole a los comentaristas remilgados que no existen géneros menores sino escritores grandes, medianos o pequeños. Hablamos, naturalmente, de John Le Carré (1931-2020), que en paz descanse.

Vamos a recomendar en este blog una de sus mejores creaciones. Entregada a la imprenta en 1977, aún hoy El honorable colegial (Noguer, 621 páginas) es una notable experiencia de lectura que nos sumerge en las negras técnicas del agente secreto en el campo de operaciones. Un trabajo en solitario al borde de la desesperación, "con periodos de horrible inercia, intercalados con periodos de horrible frenesí".

Se narra, de manera retrospectiva, el llamado Caso Dolphin. Al frente del deshonrado y maltrecho MI6 está George Smiley, una de los personajes entrañables del universo lecarreano. El miope y regordete espía había descubierto —en una novela anterior— al topo moscovita en el Sancta Sanctorum del poder inglés. Son tiempos de restañar las heridas.

Smiley ordena a su círculo íntimo trabajar en la búsqueda de negativos, es decir rastrear aquella información que el traidor Bill Haydon deseaba ocultar a los ojos de Londres. Se descubre finalmente que un magnate chino, irreprochable ciudadano del Imperio Británico, recibe miles de dólares de la KGB. Smiley necesita un eficaz agente de campo para atar cabos en Hong Kong aquella "rica y egoísta roca británica, dirigida por un grupo de mercaderes con papada que no ven más allá de su barriga".

Jerry Westerbey es entonces rescatado del exilio en la Toscana. El protagonista de la novela es un aristócrata corpulento, hijo de un magnate de los medios. Se lo describe como "esa clase de inglés que se encuentra como en casa sólo en Oriente".

En la populosa colonia asiática, Westerby fingirá ser corresponsal de un diario inglés. Sí, amigos, el periodismo es una de las tapaderas de los servicios de inteligencia. 

La historia es inteligente y electrizante. Le Carré se toma su tiempo para narrar, para desenrollar el misterio; hay una amorosa atención por los detalles y todos los personajes lucen verosímiles. Los escenarios son Hong Kong, Londres y las junglas del sudeste asiático donde los militares norteamericanos están en retirada, pero la CIA sigue muy activa, incluso en el tráfico de drogas. Estamos en los setenta, en plena guerra fría: Rusia y China eran enemigos declarados.

Peter Prescott, uno de los más lúcidos críticos del periodismo estadounidense, notó que las novelas de Le Carré avanzan en tres frentes:

a) El estratégico: El gran juego de las potencias que siempre suma cero. Estados Unidos. Rusia China y Gran Bretaña tratan de imporner su propia agenda de intereses.

b) El táctico: Los planes de la burocracia estatal de ambos lados de la trinchera para sacar ventajas. Smiley vs. Carla.

c) Las escaramuzas individuales: El agente Westerbey extorsionando un banquero lujurioso; eludiendo los intentos de asesinato de un piloto mercenario en la Tailandia rural; perdiendo la cabeza por una rubia inglesa que había reclutado el enemigo.

Claro está, no todo en esta novela se subordina el argumento. Usted encontrará, por ejemplo, una sensata reflexión sobre la disputa ancestral entre Oriente y Occidente. El estilo, aunque muy claro, no renuncia a la belleza. No hay frases, ni párrafos, ni capítulos demasiado cortos. 

John Le Carré va a quedar, es la inevitable conclusión a que arriba el lector en la última página de este viaje maravilloso.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy buena


PD: En este blog se aplauden otras obras de Le Carré.

1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2018/04/la-chica-del-tambor.html

2) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2014/07/un-traidor-como-los-nuestros.html

miércoles, 19 de julio de 2023

Temas de siempre


Por Santiago Kovadloff

Emecé. 212 páginas. Ensayos de filosofía.


Don Santiago Kovadloff (Buenos Aires, 1942) ha creído oportuno recopilar en un libro una serie de artículos publicados en el diario La Nación hasta 2021. Es decir, sirve vino viejo en odres nuevos. La iniciativa parece haberle generado una pizca de culpabilidad, pues el erudito se ve obligado a aclarar en el Portal que la mayoría de los textos "han sido ahora retocados y aún sustancialmente modificados, incluso su número fue ampliado con piezas inéditas". No sin pudor rebaja el contenido a "tanteos de un vacilante".


Pensador intrépido, polemista militante al servicio de la causa de la República (la ha encontrado en Juntos por el Cambio), traductor, poeta, maestro en el sentido más amplio de la palabra, Kovadloff expone aquí una volatilidad (el concepto proviene de las finanzas) que no habíamos encontrado en La aventura del pensar (1). Dicho de otra manera, es un volumen muy desparejo. La concentración y tersura de los argumentos conviven con el no muy agradable goteo de frases y la mala poética, como la que degrada la página treinta y uno: 

"La amistad es vínculo de fondo. Como los peces abismales, tiene luz propia para orientarse donde no llega otra luz".


Pero también hay pasajes espléndidos. 'Sobre una mano que escribe' es uno de los artículos memorables. El estudioso medita sobre una agonía: "La escritura manual, es evidente, se encuentra al borde de la desaparición. Desde hace mucho, es una práctica en repliegue, una forma de escribir que se apaga cada día un poco más...". ¿Qué se nos irá con ella?, se pregunta y nos responde. Pero algunos vamos a morir con las botas puestas. El borrador del comentario que usted está leyendo se escribió de puño y letra.


En cuanto al contenido, Temas de siempre aborda tópicos: el amor, la amistad, el odio, el silencio, el ecologismo, el tedio, la alegría, la fe literaria y la fe filosófica, los hijos, la soledad, el mar de las palabras, etc. Nada del otro mundo. El material fue pensado para los apresurados lectores de periódicos. Hay otra cohabitación incómoda en las páginas: solipsismo inane con el virtuosismo de la cita.


Nos dice Kovadloff que quiere ser recordado por una sola condición personal. "No soy sino un escritor", establece en la página ciento cincuenta y ocho. "...no puedo hablar de las palabras si no es con devoción y cautela", añade. 

"Cuento con ellas en cierta medida, pero a la vez nunca estoy seguro de disponer de las que, al escribir, creo imprescindibles. Vivo asediado por el lugar común y por el desacierto para dar con las que me importan por el temor a la obviedad de las ideas o la imprecisión de los términos que encuentro para expresarlas".


En estas páginas, sólo a veces triunfa el Kovadloff ingenioso, asediado por el confortable lecho de la opinión aceptada.

Guillermo Belcore


Calificación: Regular


(1) http://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/05/la-aventura-de-pensar.html

domingo, 9 de julio de 2023

Los destrozos

 


Se ha dicho que todas las novelas son de alguna manera —incluso secretamente— autobiográficas (no sólo revelan lo que ha vivido el escritor, sino también lo que ha leído). Pero algunas son más que otras. Como la que aquí venimos a comentar. Un 60% autobiográfica, según el testimonio del autor.


En su madurez creativa y después de 13 años desde su anterior novela, Bret Easton Ellis (Los Angeles, 1964) arroja un desafío al rostro de los lectores y los críticos: adivinen qué es verdad y qué ficción de aquel horripilante otoño boreal de 1981. La nave del tiempo nos lleva a California en el primer tramo de la era imperial de Ronald Reagan. La acción transcurre en el exclusivo colegio secundario Buckley, en las mansiones falso estilo Tudor donde vive la élite vinculada a Hollywood, en carísimos restaurantes de moda y sobre autos de lujo.


El narrador —que es un tal Bret Ellis— declara desde la primera página de Los destrozos (Random House, 674 páginas) su intención de exorcizar demonios. Necesita reconstruir por escrito las cosas espantosas que le sucedieron a él y a sus amigos durante el último año en el instituto. Intentó esa terapia en 1982, 1999, 2006 y 2013, pero no pudo empezar el libro. Debió tomar una distancia de 40 años para lidiar con aquella abundante efusión de sangre e idiotez.


Los hechos nefastos que narra Ellis se conectan con un asesino en serie que operaba por entonces —el Arrastrero— y con la llegada a su curso de un nuevo estudiante, el misterioso Robert Mallory. La mente febril e intoxicada de Bret intenta atar cabos; cree que hay una relación entre ambos o que son la misma persona. Es una cacería demencial y no conviene decir más. El suspenso es una de las virtudes del libro; nos lleva en diligencia veloz hasta la última página, sorteando pesados fragmentos pornográficos -nada más aburrido que el sexo explícito en literatura- o directamente bestiales que pondrán a prueba el estómago del lector.


Hay que reconocer que Brett Ellis ha aprendido algunos trucos del oficio. Muestra destreza para exornar la trama con esos ganchos que mantienen viva nuestra atención.


EL FRESCO


Otra potencia del libro es su condición de mural. Bret Ellis redondeó una minuciosa reconstrucción histórica, en la que describe —mejor dicho "denuncia"— una clase social opulenta, frívola, embotada por las drogas, el alcohol y el consumismo ostentoso. Chicos de 17 años que van al colegio manejando un Porsche 911. Vemos familias adineradas de los Ángeles sumidas en un grado de decadencia e inmoralidad que recuerda a la corte de los Romanov. Ante semejante espectáculo de fin de época, uno no puede dejar de preguntarse cómo ha podido Estados Unidos conservar su estatus de superpotencia hegemónica (¡Son las instituciones, estúpido!).


Y en medio de todo eso, el jovencito Bret, escritor en ciernes, perdido en el laberinto de las pantomimas. Abandonado durante meses por sus padres, sufriendo por no poder declarar su bisexualidad. Claro, eran otros tiempos.


Fiel a su estilo crudamente realista, Bret -el adulto- confirma que no tiene dominio de la metáfora, ni de la poética, ni de la elipsis. Inflige a su público detalladas relaciones sexuales en su mayor parte entre varones, incluso oleadas de lujuria entre un adolescente y un pervertido de cuarenta y pocos años que no duda en seducir al novio de su hija.


Recapitulando. Tenemos aquí burbujas de privilegio, sexo adolescente, drogas a raudales, animales mutilados, chicas secuestradas y desaparecidas, paranoia. Toda la basura expuesta sin ambages. También, un detallado catálogo de las modas y las marcas de los ochenta —otra seña de identidad de la literatura ellisiana—.


Y el escritor como disc jockey. Si el literato tradicional apelaba al recurso de la écfrasis; el postmoderno como Ellis desmenuza canciones y videoclips del crepúsculo del mundo predigital.


Y el cine. Página 42: 

"Las películas eran una religión en aquel momento, podían cambiarte, alterar tu percepción, podías levantarte hacia la pantalla y compartir un momento de trascendencia, todas las desilusiones y temores se borraban durante unas horas en aquella iglesia: las películas actuaban en mí como una droga".


Hay que destacar que la ambición de la novela no merece otra cosa que elogios. Párrafos macizos bien trabajados; situaciones poderosas; personajes de carne y hueso; interesantes cameos de celebridades; una estructura narrativa muy competente; el relato se va a tornado atrapante, con un asesino atroz acechando entre la sombras... Todo eso servido con una prosa clarísima que no plantea dificultades.


A LA MODA


La prensa anglosajona ya ha fallado. Los destrozos es la obra maestra de Ellis. Es posible. Pero no se trata del opus magnum de un genio de la literatura. Es una novela de moda. Veamos. En la constelación estadounidense, por arriba de todos, como la estrella solitaria del Norte, brilla Thomas Pynchon. Más abajo, J. Irving, Stephen King y Don Delillo. Descendemos un poco más y encontramos a J. Franzen, J. Ellroy, Joyce Carol Oates y D. Winslow. Bajamos dos o tres escalones más y ahí aparece Bret Easton Ellis.


Una curiosidad. Ya en sus trabajos escolares, -afirma Bret- mostraba una enfermiza propensión hacia los detalles escabrosos, sangrientos, y repulsivos. El Príncipe de las Tinieblas, en su propias palabras, que escribió American Psycho, la obra más revulsiva de la Generación X.


En la página 106, explica su procedimiento favorito: 

"Lo mío es contar historias y me gusta adornar un incidente por lo demás mundano, que tal vez tenía dos o tres elementos que hacían que en principio fuese interesante contarlo, pero en realidad no tanto, y añadirle uno o dos detalles que elevan a la anécdota a la categoría de algo legítimamente interesante, que produce risa, sorpresa o impresión Y esto es algo que me sale de forma natural Sencillamente prefiero la versión exagerada".


Claro, esas exageraciones no son para todos los mortales.


Otra curiosidad más. Bret dice que descubrió su vocación literaria con la lectura de una novela de Stephen King: El resplandor.


Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultura del diario La Prensa.


Calificación: Bueno

domingo, 4 de junio de 2023

Dune

 


Dios creo el planeta Arrakis para templar a los fieles.”

Máxima de los Fremen


 Acaba de anunciar Warner Bros que el 3 de noviembre estrenará Dune II, versión cinematográfica de una de las mejores novelas del siglo XX. En la primera película, el director Denis Villeneuve nos deleitaba con imágenes impactantes del Planeta del Desierto y con una trama bastante fiel al texto de Frank Herbert (1920-1986). La segunda parte debe narrar, pues, la rebelión de Arrakis contra el odioso emperador Shaddam IV.


Aquí, venimos a recomendar Dune, el libro (Ramdon Mondadori De Bolsillo, 703 páginas). Fue publicado por primera vez en 1965. Recibió dos de los premios más importantes del género, el Hugo y el Nebula. Es una de las obras de ficción científica más vendidas en el Occidente próspero; inspiró una saga, dos películas (la primera versión de David Lynch es casi cómica), videojuegos, canciones, historietas, otras escrituras. Se la considera “la primera gran novela ecológica a escala planetaria de la historia". El señor Herbert se la dedicó, de hecho, a los ecólogos de las superficies áridas.


La historia ocurre en un futuro remoto. Para ser exactos, diez mil años después de que la Yijab Butleriana eliminara todos los robots, computadoras y máquinas pensantes. La humanidad se ha diseminado por la galaxia y más allá. La civilización se sostiene en un trípode (la más inestable de todas las estructuras) de tipo feudal. La Casa Imperial, en equilibrio con las aristocráticas Casas Federadas del Lansdraad; y entre estos dos la Cofradía, un gremio que tiene el monopolio de los transportes interestelares.


El universo conocido bulle de conjuras políticas, al punto que el Detector de Venenos es un pilar de la vida doméstica. El emperador Shaddam IV recela especialmente de la Casa de Atreides. Le hace un regalo deletéreo y fatal al Duque Leto, señor de Caladán: el infernal Arrakis (también conocido como Dune), de donde proviene la melange, una especia con olor a canela denso y penetrante, esencial para los viajes por el cosmos. La droga, en efecto, permite a los Navegantes plegar el espacio sin usar máquinas, con la sola fuerza de sus cerebros. Estamos en una era fascinante en que los humanos han desarrollado superpoderes mentales, al servicio del bien y del mal. Los Mentats, otro ejemplo, son adiestrados para alcanzar las cotas máximas de la lógica (¿se habrá inspirado Start Trek en el señor Herbert para idear a los vulcanos?).


Como si no faltaran intrigas, hay una secta de mujeres -las Bene Gesserit- que conspira entre las sombras, manipulando hombres poderosos y multitudes, creando mitos religiosos, para imponer un programa de selección genética. La Dama Jessica, concubina-esposa del Duque Leto, pertenece a la organización; un gremio de brujas, gritan sus adversarios.


Jessica es la madre de Paul Atreides, heredero del feudo. El muchacho de catorce años tiene el don de la prescencia, puede ver el rebullir de posibilidades, las grandes corrientes del futuro, el jardín de senderos que se bifurcan.


El núcleo incandescente del libro son los trabajos de Paul Atreides para vengar a su padre y recuperar el control del arenoso planeta, como profeta y líder militar de los Fremen, el elusivo pueblo del desierto. El duque Leto ha sido víctima de una traición de su círculo íntimo, que -con un pavoroso derramamiento de sangre- devolvió Arrakis a sus anteriores administradores, la brutal Casa Harkonnen. El emperador así lo ha querido.


EL DEMIURGO


Vemos pues que el señor Herbert aplica una de las fórmulas más exitosas de la narración fantástica de los últimos sesenta años: la combinación entre estructuras medievales y tecnologías del futuro. Esto es sólo la cáscara. La pulpa, el gran mérito del escritor estadounidense, es haber inventado una una singularísima estructura ecológica en el tercer planeta del sistema Canopus, y, como consecuencia de ello, el surgimiento de una civilización, con sus propias ideas, creencias y tecnologías; una cultura entera adiestrada como un orden militar, por la tremenda necesidad ambiental. "Todo se subordina a la supervivencia de la tribu", repiten los fremen, hombres y mujeres de cuerpos resecos y ojos totalmente azules, sin el menor blanco en ellos, por el consumo de la melange. El autor, al parecer, se inspiró en los bereberes del Sahara.


Arrakis es un planeta sin lluvias, mares, ríos ni lagos. Durante el día, la temperatura supera los 60 grados. Se desatan tormentas jupiterinas a lo largo de 6.000 kilómetros, con vientos de más de 700 km. por hora. Los fremen usan destitrajes que reciclan la transpiración y la orina. Viven bajo tierra. Cabalgan los colosales gusanos de la arena, cuyas bocas tienen hasta ochenta metros de diámetro. Fabrican con los dientes de la criatura las hojas de sus cuchillos sagrados. El valor supremo del lugar es el agua, entremezclada con simbolismos y ritos. Se aprovecha, incluso, la de los cadáveres, cuando aún están calientes. He aquí un pueblo que, como los árabes antes de Mahoma, esperaba un Mesías. Lo encontraron en Paul Atreides, que cumplió con toda la panoplia profética.


Dune, el libro, es rico y retorcido no sólo en sucesos. Hay reflexiones muy interesantes sobre el poder, el arte de la conducción de los hombres y la construcción de los mitos. Hay un sabroso sincretismo religioso. El argumento ha sido narrado como un estudio de la vida de Muad'Dib (el nombre arrakiño de Paul Atreides) escrito por la princesa Irulán, la hija del emperador. Incluye apéndices y un diccionario. Sólo lo exhaustivo es interesante, estableció, con razón, Thomas Mann.


El demiurgo Herbert gastó seis años enteros de su vida para concluir su obra magna, prolongada después con cinco secuelas, pero ya entonces era famoso y adinerado. Pudo investigar minuciosamente y luego componer Dune sin un trabajo regular porque su esposa lo mantuvo a él y a sus dos hijos durante la primera mitad de la década del sesenta como escritora publicitaria. Pero no sólo pagaba las cuentas; también comentaba y editaba el trabajo de su esposo. Que este párrafo sirva de homenaje también para la señora Beverly Ann Stuart, pues sin ella, no tendríamos esta magnífica novela.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultura de La Prensa


Calificación: Excelente

viernes, 19 de mayo de 2023

Una gran historia de amor





La fórmula se ha usado hasta el hartazgo. Desde la novela decimonónica hasta el divertimento leve del streaming, pasando por las películas tipo Enrique Carreras y las telenovelas de la tarde. Un señor adulto, serio y obsesivo se enamora perdidamente de una muchacha rebelde y desordenada. La chica no es mala, pero la vida la golpeó y hace sufrir al hombre. Suceden desencuentros pero el amor a la larga triunfa y redime.


Este es el argumento de la novela más reciente de Susanna Tamaro (Trieste 1957). Una gran historia de amor (Seix Barral, 300 páginas) fue entregada a la imprenta por primera vez en 2020. El Chap GPT, ese prodigio frío que amenaza con volver obsoletos a los críticos de carne y hueso, dice de la exitosa y premiada escritora italiana : 

"Su obra se caracteriza por explorar los sentimientos y las relaciones humanas con un estilo sencillo y emotivo.... Si te gusta la literatura que habla del amor, la familia, la búsqueda de uno mismo y la espiritualidad, quizás te guste leer a Susanna Tamaro. Sin embargo, si prefieres las novelas más complejas, originales o innovadoras, puede que no sea tu autora favorita". 

Tal cual.

Una grande storia d'amore narra la relación entre Andrea, capitán de barco, y Edith, una jipona desobediente, simpatizante del maoísmo, diez años más joven. Se conocen a bordo de un ferry; el hombre se embelesa, al punto de abandonar a la novia de la infancia a pocas semanas de ir al altar. Empiezan a salir hasta que la chica rechaza sin miramientos la propuesta de matrimonio del oficial que, obviamente, queda devastado. En un restaurante de la isla de Bali se produce el improbable reencuentro. Edith tuvo una hija, lo que no es óbice para que la gran historia de amor recomience.


DOS HILOS


La novela se urdió con dos hilos temporales. El presente, en primera persona; el capitán, ya sexagenario, está solo en su caserón agreste e intenta salir adelante tras la partida de la esposa. El otro hilo es la evocación del pasado, sus idas y vueltas con la amada Edith. El procedimiento capital que aplica Tamaro en su novela número dieciséis es el punch emocional: nos coloca ante el drama de la traición a una novia abnegada; la muerte de un bébe; una hija cooptada por los traficantes de drogas; la perdida prematura de los padres y de un cónyuge por accidente o enfermedad. Así es la vida.


La novela podría ubicarse en el anaquel de las lecturas edificantes; esas que cualquier obispo o pastor podría recomendar a su grey sin herir la sensibilidad del más ñoño de sus feligreses. Con una filosofía de andar por casa, Una gran historia de amor pretende ser una reflexión sobre el misterio del dolor por la adversidad. El destino de Job. El problema es que Tamaro sólo araña la superficie del enigma existencial y teológico. Hay cosas que superan nuestro nivel de entendimiento, nos advierte. Su creación artística también puede ser catalogada como “literatura pueril”, un subgénero que viene ganando espacio (y millones de lectores) en el Viejo Continente.


Al parecer, la máxima baladí es un sello de identidad de la señora Tamaro. Máximas como estas tres: "Lo importante es tener intereses; ser curioso en la vida". "En invierno el sol es un amigo; en verano, un amigo". "La naturaleza nos habla, solo que estamos demasiado enfrascados en nuestros pensamientos para escucharla".


La reflexión alarmada de la página 137, en cambio, no está nada mal:

 "Si me hubieran dicho que un día tendría en la mano una tablita con la que podría hacer prácticamente todo lo que puede desear un ser humano -ver cine, leer libros y periódicos, hacer fotos, grabar, estar conectado con el mundo entero- no me lo habría creído. Y sin embargo, ha sucedido todo a una velocidad sorprendente. Desde la llegada del teléfono móvil en adelante, ha estallado un universo entero a nuestro alrededor. A veces creo que esa explosión no fue muy distinta de la que aconteció durante el Cámbrico, cuando como a una señal convenida, la fuerza vital empezó a producir millones y millones de criaturas diversas y de lo más variopintas. Había espacios vacíos y esos espacios se ocupaban, pero no mucho después -geológicamente hablando- la evolución dio marcha atrás y cortó de raíz la variedad de especies existentes. ¿Sucederá lo mismo con la tecnología?".


En síntesis, he aquí una novela para las personas que gustan de historias sencillas, narradas con una prosa transparente y con una profusa inclusión de mensajes directos. Uno no puede dejar de reconocer el valor de la señora Tamaro de promocionar, en estos tiempos degradados, el ágape (el amor cristiano por excelencia) como apuesta existencial, es decir "la buena voluntad, la benevolencia y el placer voluntario en el objeto del amor…". Ágape -bellamente descripto en Corintios 1- implica fidelidad y compromiso: "Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

Guillermo Belcore


Calificación: Regular


viernes, 5 de mayo de 2023

La secta

 


Hace setenta años, Jorge Luis Borges reflexionaba en las páginas de Sur sobre una rareza de la historia universal. “Destino escandinavo” era el título de aquél texto sublime (1) que expresa su perplejidad por el hecho de que las dilatadas empresas y los libros pioneros que produjeron los pueblos del norte de Europa son "como si no hubieran sido, todo queda aislado y sin rastro, como si pasara en un sueño o en esas bolas de cristal que miran los videntes. En el siglo XII, los islandeses descubren la novela, el arte del normando Flaubert, y ese descubrimiento es tan secreto y tan estéril, para la economía del mundo, como el descubrimiento de América", bajo Leif Eriksson. ¡Ah!, y un sueco, Rurik, fundó el reino de Rusia; la capital antes de llamarse Novgórod, se llamó Holmgard.


Es probable que el boom de la novela policial nórdica sufra el mismo destino de irrelevancia histórica. ¿Alguien recordará a Hennig Mankell o a Assa Larsson en 2073? ¿Las próximas generaciones seguirán leyendo al matrimonio Sjöwall-Wahlöö?


De hecho, hay indicios de que el globo se está desinflando. Aquél loable propósito de refrescar el género con textos de calidad y color local parece haber degenerado en mero pasatiempo, con todos los vicios de la literatura pochoclera.


Ejemplo cabal de esa pendiente es la segunda entrega del dúo sueco Camilla Läckberg (48 años) y Henrik Fexeus (51 años). Una economista metida a escritora de tramas policiales (con un espectacular éxito de ventas) se asoció con un mediático "maestro mentalista".


Fruto del joint venture es la ambiciosa novela La secta (Planeta, 746 páginas), recién publicada en español, que cumple sobradamente con la noble función de entretener, tan demandada en la sociedad de masas. Debe advertirse, no obstante, que se encuentra a la misma distancia de la Alta Literatura de la que separa las canciones de cancha de la música culta.


Los protagonistas de la saga (en principio se trataría de una trilogía) son la detective Mina Dabiri y el mentalista y experto en ciencias del comportamiento Vicent Walder. La agente integra el Departamento de Homicidios de la Policía de Estocolmo, grupo de élite supuestamente, aunque transmiten la idea de ser un hato de incompetentes, al punto que necesitan con desesperación la ayuda de un consultor externo para esclarecer crímenes horribles.


DOS AÑOS DESPUES


Pasaron casi dos años de la anterior aventura de la pareja Dabiri-Walder (2). La investigadora es germanófoba, al estilo caricaturesco de Adrian Monk. El galán es una suerte de enciclopedia parlante; abruma a sus oyentes con un torrente de datos, lo que permite a los autores del libro cumplir con un férreo mandato de la industria del best-seller: siempre le enseñarás algo a tu público. Aquí, estimada lectora, podrá descubrir, por ejemplo, si su cita tiene interés en usted según su lenguaje gestual. O los beneficios para el cuerpo y para el espíritu de una ducha con agua fría.


La historia se despliega en dos direcciones. Por un lado, se investiga una serie de secuestros y asesinatos de niños que han conmocionado a Suecia y son explotados con toda mala fe por un partido de ultraderecha (vaya sociedad, allá los policías son de izquierda). Al mismo tiempo, una secta opera entre las sombras para captar inocentes. El libro pretende ser didáctico, mostrarle al vulgo los mecanismos del lavado de cerebros, pero como la corrupción política y el progresismo chirle bañan todo el conjunto, se llega a la enormidad de comparar a los votantes de Donald Trump con los acólitos de Jim Jones. Naturalmente, los malos de la película tienen cabello rubio y ojos celestes.


Una tercera línea temática es la cuestión de la paternidad en la sociedad postmoderna. De hecho, las cuestiones familiares -tratadas no sin cursilería- engordan el mamotreto y nos distraen de su principal activo: la paciente investigación policial. A pesar de la prosa plana, los personajes de cartón pintado, los diálogos insípidos, uno quiere seguir leyendo para descubrir quién es el responsable del tormento a los párvulos. Menudean los crímenes rituales, cargados de simbolismo oculto, lo que justifica la entrada en escena del bueno de Vicent. ¿Si Dan Brown (qué será de su vida) ganó millones de dólares con sus pastiches místicos, pseudorreligiosos, por qué nosotros no?, puede que se hayan preguntado Läckberg y Fexeus, a quien debemos reconocerles que se toman su tiempo para narrar, como corresponde al arte de la novela.


El problema básico con esta clase de libros -al menos para quienes buscamos una mínima densidad estilística- es que dan una sensación de manufactura en serie, un artificio diseñado para agradar, instruir, generar interés, pero al que se le ven siempre las costuras. Para peor, la pintura del fuselaje es burda y los detalles son de plástico.


Días atrás, el sello editorial organizó una videoconferencia de los autores con periodistas de la hispanósfera. Por la Argentina, estuvo presente la agencia estatal Télam. En su crónica, Carlos Aletto refiere que un colega le preguntó a Camilla Läckberg si piensa en el Premio Nobel. No se ría. De los mandarines de la Academia Sueca puede esperarse cualquier cosa. Esa chusma ignoró a Borges.

Guillermo Belcore


Calificación: regular


(1) Borges en Sur. Emecé. Edición 1999.


(2) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/06/el-mentalista.html

domingo, 23 de abril de 2023

La ira de los ángeles


 "Lovecraft entendía la verdadera naturaleza del universo: crudeza, frialdad, ausencia de misericordia".

J. Connolly


POR GUILLERMO BELCORE


Al final del día, dos son los factores que determinan la calidad de una novela: la poética y la filosofía. El dictum pertenece a George Steiner, acaso el mejor crítico de arte del siglo XX. Quién es uno para refutar al maestro; sin embargo, nos atrevemos a sugerir un tercer elemento que favorece la potencia estética de un libro: la metafísica. Es la impresión que uno tiene al leer la saga del detective Charlie Parker.


Parker es la gran invención del escritor irlandés-estadounidense John Connolly (Dublin, 1968), cuya virtud fundamental como narrador es haber logrado empotrar en historias policiales el elemento sobrenatural con una elegancia francamente admirable (y con cierta verosimilitud). Un giro similar al que dieron en el romanticismo del siglo XIX Shelley, Poe, Stoker y Stevenson. El atribulado detective de Maine debe lidiar con esbirros del Maligno y presencias del Más Allá, posesiones demoníacas, fantasmas hechos de soledad y miedo, odio y dolor, como la niña de los Grandes Bosques del Norte, personaje lateral de la novela que aquí venimos a comentar.


Entre la veintena de novelas de la saga, La ira de los Ángeles (Tusquets, 428 páginas) es la que, probablemente, tiene mayor preponderancia el contenido sobrenatural. Fue entregada a la imprenta por primera vez en 2012 y se sostiene sobre una formidable hipótesis metafísica: después de la Caída, una legión de rebeldes fueron arrojados a un mundo todavía en formación; ese planeta era la Tierra. Desde entonces, los Angeles Caídos están entre nosotros, no son hombres ni mujeres sino entidades más viejas e inmundas. Suelen cohabitar en el cuerpo con ciertas almas debilitadas, vulnerables, propensas a la oscuridad. Esa amalgama engendra los monstruos que aparecen en los titulares de los diarios: los asesinos en serie, los corruptores de niños, los proselitistas de la intolerancia y la ignorancia, los que apestan a maldad. Charlie Parker se encarga de eliminar a los peores que se cruzan en su camino; no está sólo en la tarea.


Los Angeles Caídos tienen sus acólitos entre los humanos. Los Patrocinadores y el Ejército de la Noche, por ejemplo. Reclutan periodistas, abogados y políticos a su servicio (la triada infernal, según la visión de Connolly). Una lista con los nombres de miembros de estas sectas se encontraba en un avión particular que viajaba de Canadá hacia Nueva York pero se desplomó en lo más profundo de la gélida espesura de Maine, en un área que todos los lugareños evitan pues enloquece a la brújula y a los hombres. 


A Parker le encargan encontrar los restos de la aeronave. Se enfrentará a un asesino en serie que se cree agente del Divino (El Coleccionista, lo llaman), a dos criaturas malignas enviadas por la secta, a la desconfianza de un viejo aliado (un rabino de Nueva York) que teme que el investigador privado se haya depravado. La trama magnetiza los dedos, si es que usted es una de esas personas que le interesa este híbrido de nuestro tiempo: el policial gótico.


Connolly, por otro lado, ha logrado ese tono justo que caracteriza al policial norteamericano. Los diálogos son filosos, se ejerce la crítica social y la ironía es otra arma magnífica del detective que aquí encontramos separado de su novia y célibe. Con ligeras variaciones, el modelo Philipe Marlowe sigue afortunadamente entre nosotros.


Calificación: Muy bueno


PD: No es la primera novela de Connolly que elogiamos. Pinche aquí:


1) http://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2018/04/el-invierno-del-lobo.html


2)http://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2008/11/los-atormentados.html


3)http://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2015/03/cuervos.html


4) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2018/04/tiempos-oscuros.html


5) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/08/en-los-mas-profundo-del-sur.html


6) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/11/el-camino-blanco.html

lunes, 10 de abril de 2023

Izquierda y derecha

 


En 1894, Moses Joseph Roth nació en la ciudad de Brody, región de Galitzia (hoy Ucrania) en el seno de una familia judía. Su padre lo abandonó antes de nacer. Estudio filosofía y literatura en Lemberg (hoy Lviv) y en Viena. Vio el derrumbe de su amado Imperio Austrohúngaro. Se ganó el pan como periodista, recorrió media Europa y en la URSS perdió la última de sus ilusiones socialistas. Asistió en Berlín a la erupción del nazismo. Su esposa padeció esquizofrenia y murió en un manicomio vienés. Roth acabó sus días en París en 1939, pobre, refugiado y dipsómano. Se había convertido al catolicismo; una neumonía liquidó al pequeño y delicado escritor a los 44 años de edad. Es natural que su prosa haya sido -además de pulcra- cínica y desesperanzada. Se lo considera hoy una de las cimas de la literatura alemana de su época.


Escribió Roth diecinueve novelas, entra ellas una de las mejores del siglo XX: La marcha Radetzky, un extraordinario retrato del ocaso de la dinastía de los Habsburgo (1). Ediciones Godot -sello argentino especializado en gemas exóticas- publicará este año otras cinco obras. La primera entrega de la colección se titula Izquierda y derecha. Sobre este texto cautivante versa la entrada de este blog.


Rechts und links (también traducida al español como A diestra y siniestra) fue entregada por primera vez a la imprenta en 1929, cuando su autor era uno de los periodistas mejor pagos de Europa como colaborador frecuente del Frankfurter Zeitung, pero aspiraba a ser reconocido como literato. Su bigote irregular -se recuerda- solía ya estar manchado de ajenjo, whisky y coñac. 


Fue un año difícil para la frágil democracia alemana que había surgido de las ruinas de la Primera Guerra Mundial; fue el año del llamado Mayo sangriento, cuando el gobierno socialdemócrata logró aplastar a sangre y fuego una insurrección comunista, digitada desde Moscú. En las elecciones del año anterior, el nacionalsocialismo había logrado menos del 3% de los votos, pero ganaba adhesiones todos los días entre los partidarios del orden. La catástrofe económica -causada por el colapso de Wall Street- estaba a la vuelta de la esquina.


Todo ese clima de agitación, inconciencia política y degradación cultural colorea las páginas de Izquierda y derecha. Como las grandes novelas de Francia y Centroeuropa, une travesías individuales con el destino de una gran nación. Leemos la historia de una familia de provincias, quintaesencia del arribismo, cuyos dos vástagos emigran a la capital alemana para defraudar expectativas. 


LA VIDA DE PAUL


El eje de la novela es la vida de Paul Berheim. Todo indicaba en su pequeña ciudad natal que se convertiría en un genio; se transformó en un bueno para nada. Seguimos al muchacho -una pompa de jabón elocuente, inescrupulosa y hiperquinética- en la escuela secundaria, Oxford, el Ejército alemán, los negocios en Berlín, el matrimonio con la hija de un magnate, las riñas con el hermano, la traición a un benefactor. Un alma miserable que encarna la ambición desaforada de su clase, la pequeña burguesía. El ascenso social como obsesión, en un mundo cuya moral se rige únicamente por el dinero constante.


Su hermano Theodor es el perdedor de la familia. Un mequetrefe relegado por sus padres que alivia sus frustraciones en el pantano putrefacto del fanatismo, en una organización de extrema derecha llamada Dios y Hierro. Hasta que un día el hambre lo obliga a concesiones humillantes.


Dadme a un militante radical y yo te mostraré a un resentido, a un lastimado en la infancia o en los años formativos, a un don nadie con complejo de inferioridad, parece ser uno de los mensajes del libro, que, por cierto, no ha perdido vigencia. Roth apela al psicologismo para explicar las turbulencias políticas de su época. En la página setenta y cinco, conjetura que "las ideas son meros pretextos, siempre lo fueron... Aquellas dos fuerzas que nos empujan son el miedo y la sed, como a los animales". Los idealistas no sólo no tienen alegrías, también son unos hipócritas.


Hay un personaje positivo. El inmigrante Nikolai Brandeis, desertor del Ejército Rojo, despreciado por los alemanes -por judío y por su aspecto de mongol- a pesar de que se las arregla para edificar un imperio económico que da trabajo a miles de personas y auxilia a legiones de desesperados. Es la voz de la conciencia lúcida en un mundo que se cae a pedazos.


Ese mundo es la República del Weimar, justamente. La novela pinta un fresco inteligente aunque pesimista de ese efímera centella de libertad que cruzó el cielo de Alemania durante la entreguerra. Estamos a cuatro años de la toma del poder de un demagogo de cevecerías, a quien cualquier psiquiatra podría diagnosticar su incapacidad mental. Su nombre era Adolf Hitler.


De alguna manera, Roth vio venir la llegada del diablo -en un escalofriante pasaje se describe una marcha paramilitar, acaso las S.A.- y dejó constancia de ello en el último libro de lo que se considera su primera etapa como escritor.


Atormentaba a ese artista apátrida la obsesión por opinar. Tenía algo que decir sobre el adefesio del teatro moderno, los zares de la industria, la ilusión del amor, la influencia de las novelas sobre la sensibilidad popular, el honor de las mujeres, etc. Cultivó la paradoja con la habilidad de un Chesterton y adornó sus páginas con un humor fínisimo. Tres hurras por el rescate

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno


domingo, 19 de marzo de 2023

El ápice y otras historias


 POR GUILLERMO BELCORE


En 1965, George Steiner escribió Palabras de la noche, Pornografía sería e intimidad. El pequeño ensayo podría considerarse -hasta el día de hoy- la crítica definitiva a los textos sexuales. Destaca el rabí su ineludible monotonía, pues "la cantidad real de los gestos, de las consumaciones y de las fabulaciones es tremendamente pequeña". Sostiene que la literatura erótica sólo nos ha dado en nuestro tiempo una sola obra memorable: Lolita, donde encuentra "un auténtico enriquecimiento de nuestro habitual bagaje de tentaciones". Y denuncia un paralelismo grave:


"Las novelas producidas con el nuevo código de decirlo todo tratan a gritos a sus personajes: desnúdate, fornica, ejecuta tal cual perversión. Así lo hacían los S.S. con filas de hombres y mujeres de carne y hueso. La actividad no es, creo, enteramente distinta. Es posible que haya afinidades más profundas de las que hayamos percibido entre la libertad total de la imaginación erótica sin trabas y la libertad total de sádico. La aparición de estas dos libertades en momento histórico más o menos idéntico puede no ser coincidencia. Ambas se ejercen a costa de la humanidad de otra persona, del derecho más precioso que tienen los demás; el derecho a una sensibilidad privada".


Para Steiner, pues, la ficción puerca tiene escasísimo mérito literario e interés para una mentalidad adulta. "Tolstoi es infinitamente más libre, incluso más excitante que los nuevos erotólogos", postula en uno de nuestros libros de cabecera (1).


En el Río de la Plata, no obstante, ha surgido un polígrafo que ha decidido desafiar el dictum del mejor crítico del siglo XX. Su nombre es Ercole Lissardi (Montevideo, 1951). Escribió cuentos, ensayos y más de veinte novelas sobre la cuestión de Eros; incluso creó la editorial Los libros del inquisidor, junto a su esposa Ana Grynbaum (2), para que el filisteísmo y la cobardía no interfieran con su libertad creativa, a la que considera básicamente como un asunto de coraje: el creador "debe estar estar dispuesto a perder el Mundo para ganar el Cielo"..., pero con la convicción triste de que "el producto de esa labor secreta a la que llamamos arte sólo puede esperar el fracaso o la estima de audiencias minúsculas".


Ha llegado a nuestras manos un volumen de Los libros del inquisidor, impreso hace unos meses en Buenos Aires. El ápice y otras historias encierra tres escritos de "pornografía seria" que compuso el señor Lissardi. Podría definirse como la puerta de entrada ideal a su propuesta literaria.


AMBICIONES SINCERAS


Antes de comentar las tres nouvelles o cuentos alargados, es menester hacer una aclaración. Lissardi es un escritor de verdad con pretensiones y ambiciones sinceras, que ha buscado cultivar el jardín de la originalidad, experimentando con un género difícil y limitado (Steiner tiene razón), pues una cosa es que el sexo sea una hebra más en la trama -aunque de subidísimo tono-, y otra muy distinta es afrontar cada cinco páginas una detallada descripción de una cópula salvaje, incluso homosexual. No es para todos los estómagos, queremos decir. Como Osvaldo Lamborghini.


En la primera historia (El ápice), un artista evoca las maratones carnales que mantuvo con Martina, estudiante flacucha e intelectualoide; y con Jairo, el chico que atiende el ciber. Dos jovencitos sin prejuicios ni inhibiciones. Acaso discípulo de Wilhem Reich, el sinvergüenza que lleva la batuta dice que encuentra en las esencias del deseo consumado las fuerzas para completar su obra. ¿La famosa energía orgónica?


Encontramos en El bien supremo a un gerente apuesto y con auto de lujo, cazador fantasmal de mujeres proclives a las tiroteos clandestinos, pero en vías de sanación espiritual, aunque ello implique utilizar sin escrúpulos a una auxiliar contable de su empresa (la casquivana Malena). Lissardi despliega aquí un finísimo sentido del humor. Oímos los retorcidos pensamientos de un loco.


La tercera parte se titula El inconveniente. El narrador omnisciente plantea la siguiente antinomia: claustro matrimonial vs. la bestia del deseo. En viaje de negocios, dos prolijos burócratas acuerdan en el hotel donde se alojan una aventura sexual, no sin peripecias, como una "metaerección". Hombre y mujer se mueren de ganas de transgredir, de salirse del redil un poco, de encontrar en un coito diferente al que habitualmente practican con sus cónyuges "la revelación que parte en dos el mundo de la experiencia".


Del estilo, siempre hay algo que decir. Lissardi escribe con facilidad pero sin desaliño. Exhibe riqueza de vocabulario y dominio de la metáfora, sobre todo para describir órganos sexuales. Hay párrafos con fulgor poético, como la oda al pezón de la página once. Entre orgasmo y orgasmo, medita sobre los misterios del tiempo, el sentido de vida, la vida matrimonial, la sensualidad y el morbo.


Plantea la idea de que sólo los artistas pueden intentar "la representación de lo sexual en su verdad". La dorada medianía de la vida burguesa no quiere ver cara a cara esa verdad que, justamente, no se encontraría en el sexo doméstico, "pautado y previsible, rutinario e higiénico, dulzón e inocuo". El señor Lissardi propone actuar como esponjas marinas, convertirnos en seres porosos, abiertos, para dejarnos llevar donde nos lleve el deseo. Gozar como gozan los dioses, sin límites, es la premisa.


Una especie de locura, parece. El problema en literatura no es solamente que los procedimientos oblicuos sean más eficaces (la sentencia es de Borges). Como dicen en Portugal, "las maneras de tener sexo son menos que las de cómo cocinar el bacalao".


(1) "Lenguaje y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano", Gedisa, edición 1990.

(2) http://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/12/tres-novelas-familiares.html


CALIFICACION: BUENO


viernes, 24 de febrero de 2023

Villa Triste


­Infinitas (casi) son las categorías en las que podemos clasificar a la literatura. Propone esta columna el rango de escritores delicados o suaves. Nada desagradable al ojo, al oído, al olfato o al gusto hay en su creación artística. Son orfebres de la palabra. Optan por los procedimientos oblicuos. Sus personajes suelen ser fantasmales. 


Naturalmente, Jorge Luis Borges encaja como anillo al dedo en esta categoría de elite. Yasunari Kawabata, también. Y John Banville, quien por desgracia anunció en estos días su retiro de la novela. Francia -la más literaria de las Naciones al decir de Borges- tiene un representante sublime, Premio Nobel de Literatura 2014. Patrick Modiano (1945) es su nombre. Como todos los delicados, es uno de esos autores que exigen agotar su obra.


Acabamos de terminar una novela corta de Modiano entregada por primera vez a la imprenta en 1975. Villa Triste (Anagrama, 191 páginas, edición 2009) subsume todas las virtudes de la obra modiana. La delicadeza, por supuesto, rige el conjunto. 


Después de doce años, el protagonista vuelve, con el corazón palpitante, a un balneario termal en la Alta Saboya, donde un verano se escondió para evitar que el Estado francés lo reclutara para la guerra esa que se llamaba de Argelia. Víctor Chmara (el nombre es ficticio) tenía 18 años. 


Evoca al narrador a dos personajes deliciosos, un amigo y una amante de entonces. El hombre se llama René Meinthe, abiertamente gay en los sesenta, "en una ciudad agazapada en lo hondo del mundo provincial francés''. Hijo de un médico famoso de la comunidad, doctor él también, rondaba los 30 años. Veremos luego como la política artera lo maltrata.


La chica es Ivonne, aspirante a estrella de cine, "perezosa como un alga''. Invita al muchacho prófugo a vivir con ella en el hotel L'Hermitage. Suceden leves peripecias que endulzan una vida ociosa. Aparece un escritor de la vida real: André de Fouiquièrs. La historia del trío -no hay nada indecente o feo aquí- concluye con el final de la temporada, como suelen terminar esas burbujas de felicidad inconsciente que de tanto en tanto aparecen en la vida del afortunado. ¡Pero quién nos quita lo bailado!


Nada cuesta definir como sublime la prosa de Modiano. Es un virtuoso de la palabra justa y de la sintaxis perfecta. Comparte además un rasgo de los escritores delicados: aplica al texto cierta pátina de nostalgia, de color dorado, claro. El narrador francés es uno de esos artistas que nos persuaden que algo valioso, original, íntimo se nos ha perdido con el correr del tiempo.


El cierre es con una cita de la página cincuenta y nueve que, bajo ningún aspecto, debe ser atribuida a la condición judía (europea) del autor. Es para todos los seres humanos en su sentido literal y en el metafórico: 

"...hay que estar listo para irse en cualquier momento y hay que considerar todos los cuartos donde vamos a parar como refugios provisionales...''.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

lunes, 20 de febrero de 2023

Vida de Luis Carlos Prestes

 


Según la opinión predominante, Jorge Leal Amado de Faria (1912-2001) es una de las glorias de la literatura brasileña. Pero tuvo una canallesca fase estalinista que se estiró hasta los años sesenta. Durante esa etapa, escribió buenas novelas y una hagiografía del revolucionario Luís Carlos Prestes, que acaba de ser reimpresa en Buenos Aires por el Fondo de Cultura Económica. Sobre esta última, discurrirá este artículo.


El Caballero de la Esperanza, Vida de Luís Carlos Prestes (380 páginas) se entregó a la imprenta por primera vez en 1942. Fue en Buenos Aires, en español y con el patrocinio del Partido Comunista. "Era un libro político, escrito para la campaña por la amnistía, por la libertad de Prestes", explicaba el autor, protegido en el exilio por Rodolfo Ghioldi ("el gran líder del proletariado argentino") y Carlos Dujovne. Aquella edición argentina fue secuestrada y quemada años después por orden del Presidente Juan Perón, ese demócrata cabal.


La primera edición en portugués data de 1944. La de 2022 incluye en la tapa la siguiente leyenda: "En Brasil este libro fue un arma en lucha contra el fascismo", que no era otro que el Estado Novo de Getulio Vargas, el trágico presidente que envió tropas brasileñas para luchar contra los nazis en Italia, junto a los estadounidenses: "los inmortales de Monte Castelo".


A decir verdad, Jorge Amado juega limpio. Anticipa en uno de los prólogos que la verdad histórica se subordina totalmente a sus fines políticos. "Y en cuanto al equilibrio y la imparcialidad referentes a Luis Carlos Prestes son cosas que no es necesario medir...", advierte.


Dijimos "hagiografía", ¿verdad? Es que el libro es una interesante y radical combinación de historia de los santos, panfleto, culto a la personalidad estalinista e idolatría precristiana. Lo mejor es la prosa. Amado simula ser un narrador oral de historias (el mismo procedimiento de Guimaraes Rosa en su novela cumbre). Le relata "a su negra" vida y obra de un héroe, "de la estrella que ilumina a los hombres" (abundan las metáforas de tinte religioso). Explica el autor que su estilo es el rimance; es decir romance (novela en portugués) con rima; prosa poética, pues. El bahíano era uno de esos escritores románticos que saben componer una frase hermosa.


CARAPINTADISMO


Para quienes no lo conocen, digamos que Prestes fue una suerte de militar carapintada que en la década del veinte, asqueado por la corrupción y la explotación de los desvalidos, se alzó en armas contra la República oligárquica. Entre 1924 y 1927, con una columna de no más de tres mil almas (en su mejor momento) cruzó veintiséis mil kilómetros jugando al Robin Hood, "sembrando las semillas de la revolución". Libró con un increíble éxito cincuenta y tres combates y cientos de tiroteos menores desde Río Grande do Sul a Tocantins. Amado compara las hazañas de la Gran Marcha con las de San Martín y Bolívar, ¡y éste es uno de los elogios menores! La Columna "fue la línea del corazón trazada en la mano de Brasil", escribió.


Lo cierto es que Prestes nunca pudo ser derrotado por los más experimentados generales de su Patria. Partió al exilio, primero en Buenos Aires (es notable como los gobiernos de la Unión Cívica Radical protegían a los putschistas brasileños), luego en la Unión Soviética, desde 1931. Tras trabajar para la KGB "desenmascarando saboteadores", el teniente brasileño se convirtió en una agente del Komintern. Página 248: Fue electo, "en el Séptimo Congreso para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista como una de las cabezas dirigentes del proletariado mundial, al lado de Stalin, de Dmitrov y de Mameiski..."


Resulta triste comprobar cómo Jorge Amado ignoraba o minimizaba los crímenes de la más aberrante versión del bolchevismo. En la página 245, llama a la URSS "patria de la ciencia, la cultura, la belleza y la libertad". Justifica, incluso, las grandes purgas: "En el país de la Unión Soviética, amiga, en aquellos tiempos existieron los traidores que el pueblo ajustició después"... El viejo truco del progresismo: llamar "pueblo" a los esbirros de una demencial y poderosa Voluntad de Poder.


Esa ceguera ideológica -seguramente voluntaria- contrasta con la minuciosa denuncia del horror en las cárceles de Getulio Vargas, mazmorras donde Luís Carlos Prestes pasó nueve años tras su regreso clandestino a Brasil en 1934. Para conseguir su liberación, Amado escribió este libro de moralidad tuerta, como la de todos los militantes. Definitivamente, los intelectuales más valiosos son los librepensadores.


Sólo resta destacar que el manifiesto jacobino incluye pasajes de crítica literaria muy sabrosos. Con frases como dagas, Jorge Amado asesina el modernismo, en cuanto expresión podrida del arte por el arte y la subordinación cultural de los latinoamericanos a las modas que vienen de Europa. Llega a decir que Prestes ""salvó a toda una generación de escritores brasileños de la metafísica y los devaneos y la llevó a estar cerca de los problemas de Brasil""... El escritor comprometido de Bahía quería ser un adalid del "realismo socialista". ¡Ja! Otra moda que importamos de París y Moscú.

Guillermo Belcore

Calificación: regular