domingo, 29 de diciembre de 2013

Nocturnos

John Connolly

Tusquets. Cuentos de terror, 362 páginas.


Depredadores, el gran reto de la humanidad civilizada. Cómo lidiar con la maldad pura, con los semejantes que gozan con el sufrimiento ajeno; que matan por dinero, torturan a un indefenso, ultrajan a un niño incluso. ¿Una inyección letal como en Texas? ¿Encerrarlos por décadas, con la certeza de que cuando salgan todo será igual? ¿Rezar para que nunca se crucen en nuestro camino, cómo hoy en la Argentina? Me temo que no puedo arriesgar una respuesta. En sus novelas, John Connolly (Dublin, 1968) ha creado alguno de los depredadores más espeluznantes de la escritura moderna, pero en este ocasión ofrece una galería de seres con apetitos monstruosos que no son humanos. La vieja y querida literatura fantástica.

El volumen data de 2004. Su columna vertebral son los relatos que Connolly escribió para la BBC, para ser emitidos preferentemente en esas noches de tormenta en las que tenemos la impresión que cualquier cosa sobrenatural puede suceder. Connolly nació en Irlanda pero ha demostrado en estos años una exquisita plasticidad. Ha cultivado el género negro igual o mejor que un nacido en California. Aquí se luce tanto en el pop estadounidense a lo Stephen King  o a lo X-Files, como en el más rancio terror gótico inglés. Son en total diecinueve cuentos de agradable lectura. Algunos tienen un dejo borgeano; otros recuerdan a Lovecraft (existen dioses más viejos que el judeocristiano).
 

'El vaquero del cáncer’ (setenta páginas) narra las cacerías de un simbionte de origen extraterrestre o bien el siguiente paso en la evolución humana: un ser cuya forma física se ha convertido en reflejo de su degradación moral. Contagia tumores fulminantes. La señorita Froon, jardinera de mérito, es también un vampiro de letal eficacia. Hay brujas en Underbury. Entes terroríficos aguardan bajo la parroquia de Chetwyn-Dark, en la residencia campestre de Norton Hall y en el abismo de Wakeford. Cuide a sus hijos. Protéjalos del rey de los elfos y de los payasos de circo. Nunca se reía de un payaso, detestan a los niños y siempre andan al acecho.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno


martes, 24 de diciembre de 2013

Regalo de Navidad

Sin incurrir en absurdos sentimentalismos, quisiera compartir con los amigos de este blog un magnífico poema de Wislawa Szymborska (Kornik, Polonia, 1923-2012), justísimo premio Nobel de Literatura 1996, que corrobora el dictum de MacLuhan de que "los artistas son las antenas de nuestra especie". Título: Contribución a la estadística.




De cada cien personas,
las que todo los saben mejor:
cincuenta y dos,

las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,

las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,

las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,

las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,

las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,

las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,

las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,

las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,

las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,

las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,

las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,

las dignas de compasión:
noventa y nueve,

las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.



Wislawa Szymborska

domingo, 22 de diciembre de 2013

Tres historias pringlenses

César Aira

Ediciones Biblioteca Nacional, Cuentos, 68 páginas


Cuando se afirma que el Estado debe promocionar la cultura, no se trata, naturalmente, de financiar la mediocridad con las escasos recursos públicos, sino precisamente de hacer lo que hizo ahora la Biblioteca Nacional. Recobrar algunos de los mejores textos que ha engendrado la Argentina y ofrecerlos a los ciudadanos a un precio accesible. ¡­Tres hurras para la colección Jorge Alvarez! Vuelven del olvido maravillas que había divulgado décadas atrás el mítico editor porteño.

Tres historias pringlenses contiene cuatro relatos (este Aira es un bromista) que nada cuesta definirlos como excelentes y que hacen suponer que el cuento es el terreno más propicio para que se despliegue el talento de uno de los pocos escritores vivos de la Argentina que resulta imprescindibles. Puede que nueve de cada diez novelitas airanas no sean otra cosa que cuentos caprichosamente alargados en función de una discutible aunque eficaz teoría literaria. Pero eso es otro asunto.

Refieren todos los relatos a Pringles, ``ciudad masónica'' de la pampa bonaerense donde la Iglesia `"además de fea y contrahecha, es un trasto inútil'' y que "se ha ganado la fama de `pueblo maldito para la empresa' ya que ningún negocio ha prosperado en él, ni lo hará nunca''. Es una Pringles mítica como la Santa María de Onetti; por lo tanto, Aira nos deleita con una serie de leyendas, parábolas y alegorías, todas delicadas, sutiles y agradables de leer.

Hay una sombra que se apodera del cuerpo de un pobre gaucho. Hay un duelo fascinantes entre cuatreros en medio de la nada. También, una gallina que da huevos de oro y un curita que estafa al obispo para establecer los fundamentos del capitalismo agrario. Toda la enorme producción airana está esbozada en estos cuatro cuentos magnificos. Conclusión: el rescate que dispuso el señor Horacio González es una de las mejores noticias literarias del año.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificacion: Excelente

viernes, 20 de diciembre de 2013

El balance del año en 20 tuits

No me quejo. He disfrutado, como todos los años, de novelas, cuentos y ensayos. Descubrí grandes escritores y corroboré que la literatura de género siga viva y palpitante. Redescubrí a Lugones y Francisco Ayala. Que otros se preocupen por los centímetros adiposos en la cintura, a mi me hace feliz quitarme de encima algunos milímetros de ignorancia. A continuación, comparto lo mas importante de mis experiencias de lectura de 2013. ¡Ah la lectura!, acaso el último placer íntimo y personalísimo que nos resta, según la autorizada palabra de Don Jaime Salinas.


  1. El gran descubrimiento: el santafesino Carlos Catania. Las varonesas es una de las mejores novelas que ha dado la Argentina.
  2. Lo inaudito: Las varonesas fue prohibida por la dictadura. Sigue el veto. No hay sello nacional que quiera reimprimirla. Brutos.
  3. Descubrimiento II: Necrópolis del esloveno Boris Pahor. Otro libro imprescindible sobre el Holocausto que tardó 40 años en llegar al país.
  4. La gran decepcion: Hot sur de Laura Restrepo. Definitivamente, la corrección política es una plaga en literatura.
  5. El libro argentino del año: Tres historias pringlenses de César Aira. Gracias Biblioteca Nacional ($45 nuevo).
  6. El mejor policial del año: Mi ángel tiene alas negras de Elliot Chaze. Tres hurras para el sello La bestia Equilátera por rescatar una joya que hace décadas debería haber llegado a la Argentina.
  7. La sorpresa agradable: Un ejercicio de Rosendo Fraga con historia contrafactual argentina: ¿Qué hubiera pasado si? ($ 20, ¡usado!).
  8. Siempre los clásicos: Muertes de perro y El fondo del vaso de Francisco Ayala. ¿El mejor díptico de la literatura española?
  9. Siempre los clásicos II: Historia de Sarmiento de Leopoldo Lugones. Leopoldo Lugones de Borges. Extraordinarios. ¿Sarmiento dije? El libro de Hernan Iglesias Illa sobre el Gran Educador no merece otra cosa que aplausos.
  10. Fiascos: Padura, Olaffdóttir, Dicker, Piñeiro, Vallejo, Xiaolong, Restrepo, Dalla Torre. Siento que me hicieron perder el tiempo.
  11. ¡Gracias Fiordo Editorial por traer a Eugene Marten! Desperdicios, con sus tremendas escenas de necrofilia, otro de los recomendables.
  12. ¡Gracias Eterna Cadencia por los cuentos extravagantes de Kobo Abe!
  13. ¡Gracias Fondo de Cultura Económica por divulgar a George Steiner! La poesía del pensamiento es la cima de la interpretación literaria.
  14. ¡Gracias La bestia equilatera por acercar a David Markson y a Muriel Spark! Robinson y Esto no es una novela, dos de las alegrías en los meses dificiles.
  15. ¡Gracias II Fondo de Cultura Económica por traer a Zygmunt Bauman y Benoit Peeters! La biografía de Derrida es uno de los enormes ensayos del año.
  16. ¡Gracias Alfaguara por traer a Jaime Salinas, Benjamin Black, Berger, William Boyd, @JoyceCarolOates! Y por reimprimir a Fogwill.
  17. ¡Gracias Edicione Siruela por reimprimir a Italo Calvino!
  18. ¡Gracias Anagrama por acercar a Carrere, Eugenides, Pahor, Chirbes y Ammaniti!
  19. ¡Gracias Tusquets por acercar a Junger, Markaris, Murakami, Updike, Irving, Connolly y Elmer Mendoza!
  20. La novela de aventuras (Solo) y el relato de terror (Nocturnos) tienen un lugar para conmover y divertir, en el confuso siglo XXI. William Boyd y John Connolly, diestros representantes de su género.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Crítica literaria

El diccionario de Asterión XIII


Análisis de estilos, de influencias y referencias. La crítica literaria honesta suele ser terriblemente cruel y debe ser capaz de acabar con un libro con una frase (el setenta por ciento de lo publicado es basura). No obstante, es prácticamente imposible leer hoy en un diario una crítica negativa. Hay muy pocos críticos que tengan el valor de escribir una crítica demoledora; si no les gusta el libro se limitan a contar el argumento. A esto se considera “políticamente correcto”. Nadie quiere hacerse enemigos.

Esta definición lapidaria pero certera como dardo de ballesta es del gran editor Jaime Salinas (foto). Data de 1998 y refiere a España, pero si se hubiese proferido ayer en la Argentina nadie podría, seriamente, cuestionar su veracidad. "Me inquieta el tono triunfalista de la crítica actual", decía Salinas al periodista Juan Cruz en una charla memorable que acaba de publicar el sello Alfaguara (El oficio de editor, doscientas setenta y ocho páginas). Estoy escribiendo un artículo sobre este libro muy recomendable.

martes, 10 de diciembre de 2013

Una pálida historia de amor

Fogwill

Alfaguara. Novela, 170 páginas


Convertir la Historia en material literario y salir airoso del trance es una condición que delata a los grandes escritores. Tenía ese don Fogwill, el más entrañable integrante de la Tríada de Oro (Aira y Saer son los otros dos). Y lo demostró con esta novela fascinante de 1991 que interpreta uno de los grandes misterios setentistas: ¿Quién es, en realidad, María Estela Martínez de Perón? ¿Cómo fue posible que un formidable conductor de hombres como Juan Perón la haya elegido como compañera sentimental y, finalmente, en la fórmula presidencial? En Argentina -alguien estará pensando no sin razón- ocurren siempre las cosas más inverosímiles.

Con una prosa minuciosa, el libro nos lleva al cabaret más transitado de Panamá. Allí baila una deslumbrante veintiañera. La muchacha argentina casi nunca hace sala, pero no suele rechazar los convites de hombres de billetera abultada, aunque siniestros, como un militar en raudo ascenso, un decrépito hombre de negocios y un aventurero estadounidense. Un compatriota vincula a Estela con el espiritismo. Se llama Sarmiento. Es el cajero del tugurio y nada cuesta identificarlo con otro misterio rioplatense: José López Rega, el brujo infame.

Borges tiene espejos y laberintos, Aira sus miniaturas. Fogwill es otro genio que no dejaba pasar oportunidad para desplegar obsesiones: la navegación, las drogas, el sexo crudo y duro, adornado con parafilias. Su Estela mantiene una relación amorosa con la hija adolescente de Sarmiento y le corta el cuello a un mulato que la había ultrajado, para después sorber el alma del difunto. La trama parece girar hacia lo fantástico, pero el autor es lo suficientemente sofisticado como para ofrecer al lector también una explicación convencional. Aunque quién sabe. Que en 1974 haya llegado a la pesidencia de los argentinos quien llegó, parece obra de un conjuro maligno.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

domingo, 1 de diciembre de 2013

Solo

William Boyd

Alfaguara. Novela de aventuras, 333 páginas. Edición 2013



Fue Borges quien notó que dos pasiones antagónicas agitan el alma del ingles: la pasión por la legalidad y la pasión por las aventuras. Naturalmente, ambas se ha manifiestado en la buena literatura de la Gran Bretaña, aunque ahora la primera habría mutado en “pasión por violar la legalidad“. Veamos un caso. Con el beneplácito de los herederos de Sir Ian Fleming, se ha lanzado William Boyd, caballero del Imperio Británico, a correr el albur de revivir al agente secreto 007. Y ha demostrado con la primera entrega de lo que se perfila como una larga saga, que existe todavía espacio para la novela de aventuras en el confuso siglo XXI.

Boyd apostó a una amorosa fidelidad con el original, al punto de que desdeña explorar prometedoras líneas argumentales (¿Por qué no plantear que la CIA trafica con heroína, teme perder lectores estadounidenses?). Su James Bond es un sofisticado sibarita, rompedor de reglas, irresistible para las mujeres hermosas, aficionado a los alcoholes, atormentado con pesadillas, que lee a Graham Greene pero con sentido práctico. Un Phillip Marlowe del espionaje. Más parecido a Roger Moore que a la actual versión psicópata de Dan Craig. Por fortuna, la novela no abruma al lector con mil escenas de acción inverosímiles, el típico vicio hollywoodense. Boyd ejecuta una narración límpida, sin aspavientos ni groserías.


En esta ocasión, M encarga a 007 que ponga fin a una guerra civil en un país del Africa occidental, asentado sobre un lago de petróleo. Si es necesario deber  asesinar a una suerte de Napoleón negro. Bond lo consigue sin esa enormidad, pero al precio de ser cosido a balazos. Se cree traicionado, por lo que en la segunda parte de la novela nuestro héroe viaja a Estados Unidos a cobrar su venganza. Solo. Contra un espantoso villano desfigurado. Llegar al final del libro a nadie le resultará difícil. Se cumplen satisfactoriamente las reglas del entretenimiento.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

sábado, 30 de noviembre de 2013

Leopoldo Lugones

Jorge Luis Borges con Berta Guillermina Edelberg


Alianza. Edición 1998. Ensayo de Literatura, 99 páginas.


Tienen las redes sociales una utilidad que suele pasar inadvertida. Sirven también para mostrar la alcance, la variedad y la invulnerable persistencia de la estupidez humana, en su carácter de hija dilecta de la ignorancia. Un caso. Es frecuente leer comentaristas que sostienen que el Borges ensayista es una creatura deleznable. Un fulano, incluso, ha llegado a compararlo con Marcos Aguinis. Obviamente, esa persona confundida incurre en herejías porque nunca ha leído bien (también se puede leer mal) este enorme librito, al que nada cuesta postular como modelo de crítica estética (a vuelo de pájaro) de una vasta obra. Como introducción, como acicate de la curiosidad del lector, como principio de orientación es perfecto. Uno sale de aquí con el firme propósito de ponerse de una buena vez a explorar las páginas de Leopoldo Lugones (1878-1934), ese gran escritor argentino cuyos desvaríos políticos e ideológicos -¡ay!- han estragado su reputación artística. Nuestro Celine, acaso. Ambos, como propone Borges, tienen el derecho póstumo a que los juzguen por su obra más alta.

Parejo al placer que provoca cualquier escrito de Jorge Luis Borges corre el placer de descubrir o redescubrir los “altos e ilustres edificios verbales” de Lugones, el barroco o el modernista. Daré un solo ejemplo de su genio, un fragmento de La blanca soledad

“La luna cava un blanco abismo
De quietud, en cuya cuenca
Las cosas son cadáveres
Y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
Que esta la muerte de la blancura aquella,
De lo bello que es el mundo
Poseído por la antigüedad de la luna llena
Y el ansia tristísimo de ser amado
En el corazón doloroso tiembla.”

Entre las cien maneras que ha encontrado la poesía para conmover se encuentra el hecho de que misteriosamente da forma material, con las mejores de combinaciones de palabras, a nuestras sensaciones más íntimas. Es decir, el poeta logra escribrir bellamente que lo nos sacude las entrañas y no alcanzamos a nombrar, por cobardía o incapacidad verbal. ¿Han estado solos una noche en un jardín, una playa, un campo a la luz de la luna llena? Caray, qué certero era Lugones.
Guillermo Belcore


Calificación: Excelente


PD: Inmediatamente después de leer este ensayo sali corriendo a comprar Historia de Sarmiento de Lugones.


PD II: Hace cuatro años, en este blog se recomendaba la lectura de una colección de cuentos de Lugones: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2009/07/las-fuerzas-extranas.html

lunes, 25 de noviembre de 2013

American Sarmiento

Hernán Iglesias Illa

Sudamericana. Ensayo, 286 páginas. Edición 2013.

En las redes sociales, en artículos periodísticos, en un ensayo elogiado en este blog (pinche aquí), Hernán Iglesias Illa ha demostrado perspicacia, curiosidad intelectual, delicadeza, vasta cultura y una impecable sensatez. Es un polígrafo que pone lo mejor de sí en cada intervención. Puede que esa admirable seriedad sea consecuencia de su formación católica (nada supera a la Madre Iglesia para desarrollar en una persona el Superyo), por ende hace un poco de ruido la condescendencia con que mira al hombre o la mujer de fe que quiere gozar de la liturgia (página 86). Pero no exageremos. Es una mácula insignificante, una de las pocas de un ensayo informal y seductor, que aquí tratamos de recomendar.

Iglesias Illa vive desde casi una década en Nueva York. Pero es más intensamente argentino que los miles que apuñalan a la Patria, día tras día, fronteras adentro. En esta ocasión, ensaya el rescate de una figura esencial de la argentinidad (si es que ese ente platónico existe). Domingo Faustino Sarmiento es, sin dudas, una de las cinco personalidades más fascinantes de la Historia nacional. Puede que San Martín, Perón, Belgrano y Borges sean las otras cuatro. Ofrece HII al esperanzado lector argentino: “una investigación vagamente política y vagamente literaria, personal y general, plebeya y ambiciosa sobre Sarmiento y sobre Viajes, texto esencial del ilustre sanjuanino, “sin plan ni unidad pero llena de peripecias…, el primer libro de un latinoamericano sobre Estados Unidos“.

Recorre entonces el autor escenarios en Norteamericana que habían deslumbrado al prócer. Reconstruye la personalidad de un “hombre-isla desesperado por un puente“; explora “la esencia recóndita“ tanto de su personaje como de su legado escrito. Opina sobre las opiniones, en especial revisa las soluciones norteamericanas que DFS impulsó para superar el atraso argentino. Somete a crítica inteligente las ideologías y a los críticos malintencionados de DFS, incluso abre fuego contra esa esfinge roja y a menudo ilegible llamada David Viñas. ¡Bravo, Hernán! El volumen, en conjunto, nunca deja de ser estimulante, fuerza a pensar, muerde con bastante fuerza. Incluye pepitas originales, además. Comparar a Sarmiento con Marx es otro hallazgo.

Ahora, el cómo. Para emular a Sarmiento, HII decidió injertar la primera persona fastidiosa a su escritura. De hecho le habla “a sus Valentines Alsina”. Pretende que creamos -como Aira- que el capricho y la levedad rigen el todo. Nos obliga a espiar sus cuitas (¿efecto Facebook?). Como siempre ocurre en estos casos, el estilo oscila entre la frescura más agradable hasta el giro demagógico que hace chirriar los dientes y si a algo recuerda es a los programas de televisión de Jorge Lanata (“te copio esta frase de un folleto que agarré en la playa de estacionamiento“). Iglesias Illia es un ensayista formidable, ha quedado confirmado, pero las metáforas parece que no son (aún) lo suyo. Resulta curioso que un tipo espabilado como él postule esta hipótesis loca (¿hay algo más anacrónico que querer ser vanguardia literaria?):

“… Estuvo (Sarmiento) tapado durante siglo y medio de hegemonía crítica y comercial de la novela, pero ahora está listo para ser descubierto por una generación de escritores podridos de las coreografías exhaustas de la ficción realista y podridos, al mismo tiempo, de las coreografías exhaustas de la ficción experimental… …seamos ambiciosos y libres, inventemos las reglas que usaremos hoy y que destruiremos mañana, apuntemos a la luna mientras creamos, casi sin darnos cuenta, literatura en el camino…”

Dicho todo esto, aclárese que la lectura de American Sarmiento siempre es gratísima. Tiene el don HII de atrapar al lector.

En esta era del apogeo populista en la que el gesto canalla e irresponsable se combina con la compasión social, hay un escritor argentino, radicado en Estados Unidos, que decidió reivindicar a Domingo Faustino Sarmiento y al capitalismo democrático. Añade al universo un libro peleón, riquísimo en comentarios, enemigo del “partido retrógrado“. Un libro necesario, pues. Las ideas mueven al mundo.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

PD: Iglesias Illa deja flotando en el aire la sensación de que ser sarmientino hoy es una pasión muy noble.

domingo, 24 de noviembre de 2013

El testamento del Mago Tenor

César Aira


Emecé. Novela, 149 páginas. Edición 2013


Es muy posible que la esencia literaria sea como el ser de Parménides. Inmutable, las transformaciones son ilusiones de nuestros sentidos. Básicamente, desde Homero hasta César Aira, la Alta Literatura ha seducido por alguno de estos cuatro elementos: la poética, la filosofía, la anécdota y el personaje. Cómo se ensamblan en una novela (la carpintería) es lo de menos. Las generales de la ley se aplican, naturalmente, a las raras creaturas del genio de Pringles. La última es muy recomendable por su riqueza expresiva (sobre todo en el reluciente primer capítulo) y por sus epifanías semánticas. Poética y filosofía, es decir nada nuevo bajo el sol.

A esta altura del partido, hablar de la trama de una novela de Aira puede resultar tan útil como describir el diseño de la tapa. Hay aquí un presdigitador que agoniza en Suiza. In extremis, el Mago Tenor lega gratuitamente su último truco al Buda Eterno. Viaja entonces hasta el Punjab un joven abogado helvético en busca de esa caricatura de la religiosidad popular. En el barco traba ligazón con la hermosa Palmyra.

La historia, se comprenderá, es lo de menos. Sirve sólo como pretexto para que Aira añada al universo parangones entre magia y literatura, brillantes observaciones sobre el subcontinente indio, donde “lo exótico se exhibe con un desparpajo heroico'', y una definición insuperable sobre el acto de lectura. Pululan, como es tradición en la demasiada copiosa producción airana, los giros disparatados o desopilantes, obsesiones personalísimas caso las miniaturas, todo presentado con una prosa límpida que sólo puede ser comparada con un diamante finamente tallado. Los libros de Aira se olvidan rápido como los sueños, pero valen la pena. El virtuosismo de la ejecución es su secreto y su gloria.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
.

Calificación: Bueno

 


viernes, 22 de noviembre de 2013

Las antenas de nuestra especie

Si Marshall MacLuhan tenía razón y los artistas son “las antenas de nuestra especie”, uno debería concluir que fue Lee Harvey Oswald quien le voló la tapa de los sesos a JFK. Así lo han concluido en sus respectivas novelas tres de los mejores escritores que Estados Unidos dio al mundo: Stephen King, Don Delillo (con matices) y Norman Mailer. Es propósito de este artículo sugerir la ingesta de 22/11/63 de King (Plaza & Janes, 859 páginas), Libra de Delillo (Ediciones B, 397 páginas) y Oswald. Un misterio americano de Mailer (Emece, 900 páginas).

El año pasado, Stephen King imaginaba que Jack Epping, íntegro profesor de Lengua en un secundario de Lisbon Fall (Maine, por supuesto), viajaba al pasado mediante una fisura temporal para impedir el asesinato de Kennedy. Mejor hubiera sido que se quedara en casa. El resultado de su hazaña fueron convulsiones históricas e incluso, cataclismos naturales. Pero no es el punto. Más allá de la extraordinaria fantasía, el literato se sintió obligado a añadir un epílogo que respalda las aburridas conclusiones de la Comisión Warren.

En la página 855, el rey del terror estadounidense escribió: “… después de leer una pila de libros y artículos sobre el tema casi tan alta como yo, la situaría en un noventa y ocho por ciento (la posibilidad de que Oswald fuera el único tirador), quizá incluso en un noventa y nueve. Porque todas las crónicas, incluso las escritas por los teóricos de la conspiración, cuentan la misma historia americana básica: he aquí a un peligroso canijo sediento de fama que se encontró en el lugar adecuado para tener suerte. ¿Qué había muy pocas probabilidades de que pasara tal como sucedió? Sí. También las hay de ganar la lotería, pero alguien la gana todos los días”.

En 1995, Mailer arribó en su mamotreto de no ficción a una idéntica conclusión. Dice que comenzó la minuciosa biografía creyendo que Oswald era la víctima de una gran conjura, pero al final llegó a convencerse -a regañadientes- que ese confuso mequetrefe de veinticuatro años apretó el gatillo por razones de megalomanía. Incluso demuestra que la teoría de la bala mágica es posible, aunque su índice de probabilidad es de uno a quinientos.

¡Qué enormidad! Un don nadie vagamente marxista, maltratador de mujeres, abusado psicológicamente por su madre, desesperado por hacerse notar fue capaz de cambiar en seis segundos el curso de la Historia. Le bastó con apretar el gatillo tres veces desde el quinto piso de un almacén de libros en un soleado mediodía de noviembre. La razón se resiste a aceptar algo tan simple, mucho menos el orgullo nacional. Es el fin del sueño americano; nadie está a salvo del loco solitario. Por eso, proliferan las teorías conspirativas que, por así decirlo, tienden a restaurar la armonía del cosmos, disipando el absurdo. Son como los hongos después de un día de lluvia. Aprovechan el terreno nutricio. Es decir, el misterio persistente se aprovecha del pánico del ciudadano común al zarpazo de un insignificante enemigo interior. La conclusión es de Mailer.

Delillo publicó Libra en 1988, a sólo veinticinco años del magnicidio. Aun hoy se considera la novela como una obra maestra, aunque su lectura no es fácil. En una nota al final, el escritor advierte que sólo aspira a “llenar alguno de los vacíos de la versión conocida”. Así, cultiva la línea del complot pero desde una perspectiva fresca: no estuvieron detrás del ataque poderosas instituciones ni Lyndon Jonhson, sino tres agentes renegados de la CIA (“la iglesia mejor organizada del mundo”) que soñaban desatar una invasión a Cuba con toda la regla. Tenían la sangre en el ojo desde Bahía de los Cochinos. En rigor, los anticastristas pensaban en un primer momento fraguar un intento de atentado y que la opinión pública vinculara al francotirador con La Habana, pero el asunto crece, se les escapa de las manos, impone su propia lógica. Lee Harvey Oswald, un chico pobre y confundido, fácil de manipular como todos los idealistas, dispara contra el presidente de la nación más poderosa del planeta. ¿Fue el único tirador? La polémica, al parecer, no morirá en el siglo XXI.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en la sección Internacionales del diario La Prensa.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Mujer de barro

Joyce Carol Oates

Alfaguara. Novela, 497 páginas. Edición 2013.


Por la estúpida costumbre de la rotación geográfica y por su abierto desprecio a Estados Unidos, los mandarines suecos quizás nunca concedan el Nobel a Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938). Es una pena. Su vasta producción literaria merece un reconocimiento global. La escritora ha demostrado que la novela de estilo decimonónico aún puede conmover, -estética y emocionalmente- a cualquier lector no intoxicado con esa superstición postmoderna que postula que sólo la innovación formal resulta interesante. Necios, Balzac nunca pasará de moda.

Mujer de barro añade al cosmos un personaje memorable, está enriquecida con ideas sensatas y toma partido en alguna de las polémicas mas urticantes, sin rebajar ni un gramo la eficacia narrativa. La carpinter¡a es ingeniosa: por un lado se narra la formación de una personalidad; por el otro la degradación de la misma. La protagonista se llama Meredith Ruth Neutkirchen. De niña, su madre biológica intentó ahogarla en un pantano. Fue rescatada por un trampero, fue adoptada por una pareja amantísima y llegó a convertirse en la primera mujer rectora de una gran universidad de la Ive League. No obstante, esta doctora en filosofía de Harvard sin una pizca de malicia, quintaesencia del progresismo compasivo, se balancea al borde de la locura. Sin amor, sin un hogar, todo en la vida son "pequeños triunfos y pequeños desastres'', nos recuerda la señora Oates.

¿Literatura de género? Puede ser que ningún novelista varón haya sido capaz de explorar la compleja profundidad de los sentimientos femeninos como esta dama neoyorquina. En tren de buscar parangones, resulta inevitable pensar en Alice Munro. ¿Literatura nacional? Con delicadeza, Oates transforma en arte la religiosidad (profunda) del alma estadounidense y la pulsión maniquea, además de abordar problemas de su tiempo como la depresión de las zonas rurales de Nueva York o los combates ideológicos en el claustro. Le alarma, en especial, la irrupción de la vocinglería neoconservadora. Muy reconfortante, por lo demas, es el goteo en la novela de maximas de la Sociedad Religiosa de Amigos, cuyos seguidores se conocen popularmente como cuáqueros. Lo único que importa en la vida -nos recuerdan los cuáqueros-  es hacer el bien al prójimo. O por lo menos, no hacerle daño.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

PD: En este blog, cuatro años atrás, se elogiaba otra novela de la señora Oates. Pinche aquí: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2009/04/la-hija-del-sepulturero.html
 

viernes, 15 de noviembre de 2013

La lectura, segun César Aira

El Diccionario de Asterión XII





Lectura:


Prestigiosa actividad a la que la civilización le debe todo o casi todo. Placentero pasatiempo que favorece sentir pensamiento, pero no pensamiento propio. Es decir, saca al lector de esa maquinaria infernal que es su propia persona o personaje protagonista de su actuación. Acción que permite tomar distancia y ver, en una danza de perspectivas cambiantes, cuántas cosas contiene la distancia. Esta actividad intima y silenciosa reclama una deuda al mundo, el mismo mundo que ella ha creado. Cualquier cosa sirve para la lectura, basta con que esté escrita. Y todo está escrito.

Tan hermosa reflexión aparece en la página 101 de la última novela de César Aira (El testamento de Mago Tenor, Emecé, 2013). Por sí sola, la cita justifica la compra del libro. Qué verdad es la que enuncia: además de la satisfacción hedónica, el acto de leer nos permite escaparnos un rato de nosotros mismos. No se ha inventado nada más útil.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Los años de peregrinación del chico sin color

Haruki Murakami

Tusquets. Novela, 314 páginas. Edición 2013


Después de la magnífica trilogía 1Q84, Haruki Murakami se ha tomado un respiro. Su última novela mantiene esa belleza (sobre todo, la claridad de la prosa) que lo ha elevado a la categoría de estrella mundial pero carece de ambición. Empieza floja, en el medio da un giro fascinante hacia el género policial, pero el desenlace deja al lector con apetito. Incluso queda flotando la impresión de que Murakami no supo como rematar la obra.

La trama se sostiene sobre un dedal. Un buen día, Tsukuru Tazaki, un chico impecable pero anodino, es repudiado por sus cuatro amigos, con quienes formaba una pandilla inseparable. Le comunican que no quieren volver a verlo y tampoco hablar con él. La armonía del universo se rompe. El muchacho deambula por el umbral del suicidio, pero luego sale adelante. Se recibe de ingeniero, especializado en la construcción de estaciones de trenes. Pero no puede forjar relaciones duraderas; algo podrido yace en su interior, como una comida maldigerida. Dieciseis años después de haber sido despreciado, Tazaki parte a buscar respuestas. Visita a sus ex amigos, por sorpresa, incluso viaja a Finlandia. Secretos terribles salen a la luz.


Lo mejor del libro -además de los minuciosos retratos- es una virtud que ha tornado imprescindible a Murakami: el vaivén entre realidad y fantasía. El lector nunca puede estar seguro de los que es sueño, delirio o vida cotidiana. Realismo mágico en versión oriental, con ese anhelo por matarse tan propio de los japoneses errando por la trama como los fantasmas en una casa embrujada. Se añaden, además, un par de fascinantes subhistorias coloreando la corriente principal. Hay un pianista que dice haber adquirido poderes especiales después de pactar su muerte. Y se establece -tal como hizo Bioy Casares o la serie Fringe- la posibilidad de los universos paralelos. Pero por desgracia estas alusiones fantasticas son como las lluvias estivales, llegan y se van con demasiada premura.
Guillermo Belcore

Publicado el domingo pasado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.


 
Calificación: Regular

PD: He leído siete novelas de Murakami. Esta es una de las más flojas, en la modesta opinión de un fan del narrador japonés.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Jensen FF

Entre 1966 y 1971, cuando la añosa Inglaterra aún tenía una pujante industria automotriz, se fabricaron a un tiro de piedra de Birmingham 320 unidades del formidable Jensen Ferguson Fórmula, el primer automóvil del mundo con tracción en las cuatro ruedas. Varios años antes del Audi Quatro, resalta la endeble Wikipedia.

No sin nostalgia, William Boyd quiere rendir homenaje en su última novela a esa maravilla de la Jensen Motors (1934-1976). Es el auto que en 1969, conduce su revivido James Bond en Solo. “Si uno quería un coche para inflar el ego, el Jensen FF serviría a las mil maravillas”, dice el muy buen logrado 007 (el personaje será tema de otra entrada en el blog).

Transcribo un párrafo notable:

“Cuando aceleró el Jensen por la A 316 en dirección a Twickenham, Bond tuvo la sensación de estar volando a baja altura con un avión, más que conducir un automóvil. La amplia curvatura del parabrisas llenaba el coche de luz y el poderoso rugido del motor sonaba como una propulsión a chorro. La tracción en las cuatro ruedas permitía girar casi sin disminuir la velocidad. Cuando se detenía ante un semáforo, los transeúntes observaban boquiabiertos el vehículo en punto muerto, volvían la cabeza, lo señalaban. Si uno quería un coche para inflar el ego, el Jensen FF serviría a las mil maravillas, pensó Bond. No es que el necesitara reforzar su ego, se dijo mientras aceleraba y la súbita velocidad lo aplastaba contra el asiento. Atravesándose en el camino de un Sunbeam Alpine Serie V, lo dejó atrás y vio como gesticulaba el conductor, frustrado”.

El Jensen FF Gran Turismo pertenece a la era artesanal. La masificación industrial ha rebajado la calidad de casi todo, incluso de la literatura.
Guillermo Belcore

PD: Naturalmente, la banda de sonido es de Robbie Williams. En Eternity/The Road to Mandalay (2001) conduce la coupe.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Ciencias y Superhéroes

Paula Bombara y Andrés Valenzuela

Siglo XXI. Ensayos de ciencias, 230 páginas.

El ensayo que aquí reseñamos analiza cuestiones que apasionan a millones de personas en todo el mundo. ¿Cómo se explica que Goku pueda concentrar la energía necesaria para realizar una genkidama? ¿Por qué no se chamusca Johnny cuando se transforma en la Antorcha Humana? ¿Posee Superman la energía necesaria para superar la velocidad de la luz? ¿Es posible crear un metal indestructible como el adamantium que cubre el esqueleto del irascible Wolverine? Y así hasta la última página. Si bien el libro puede ser el regalo ideal para cualquier adolescente avispado, no se trata de una obra contraindicada para adultos. Se lee con deleite. Y desasna, incluso a un zoquete para las ciencias duras como el comentarista de este blog.

El sello Siglo XXI ha reunido a una bioquímica y escritora, y a un periodista especializado en historietas. La fusión es comparable a la de Vegeta: formidable. Dos virtudes deben elogiarse: el dúo rescata creaciones fantásticas argentinas que no merecen el olvido, como El Eternauta o Sónoman; segundo, ayuda a comprender una idea científica. Es decir, el texto es tan ameno como esclarecedor.

Aquellos racionalistas a los que Alejandro Dolina denomina, no sin desdén, ‘refutadores de leyendas’ disfrutarán la machacona denuncia de la transgresión de las leyes de la física, sin dejar de reivindicar Bombara y Valenzuela -en ningún momento- el valor de las historietas como ficción de calidad. Los románticos nos aferramos, como naufrago a su tabla, al puñadito de extravagancias que la ciencia está dispuesto a concedernos. La posibilidad de los universos paralelos o teoría de los multiversos, por ejemplo. Copio de la página 81:

…(se) postula que el universo tal como lo conocemos es apenas una parte del existente. Según está teoría habría cuatro niveles de universos: el primero (a veces llamado ’abierto’) es un universo infinito, donde podrían entrar tantos universos como pompas de jabón en el aire. El segundo nivel estaría integrado por cada una de esas pompas de jabón. En el tercero, cada vez que se toma una decisión cuántica, se multiplican los universos. Y en el cuarto nivel, los universos tienen estructuras matemáticas que presentan grandes diferencias con la física”…

Da que pensar, ¿no? En otro universo, hay un Belcore que se consagró a buscar la riqueza y jamás tocó un libro. En otro, nunca fue padre y se hizo hincha de Atlanta. En un tercero, murió en 1984 en la II Guerra de Malvinas. En otro, tomó los votos sacerdotales y los deshonró. Sea como sea, pienso que ninguno de aquellos alter ego son más felices.
     
Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno


domingo, 27 de octubre de 2013

Te llevaré conmigo

Niccoló Ammaniti

Anagrama. Novela, 459 páginas. Edición 2013.


Hay un método casero para determinar si una novela foránea es buena. Pregúntense: ¿la trama y los recursos narrativos se sobreponen a una traducción hispanocéntrica? ¿Diálogos y personajes resisten de pie el embate del desagradable caló madrileño? La respuesta es “sí”, en este caso. La erótica de un obra publicada por primera vez en 1999 ha quedado intacta, a pesar de la proliferación de coños, follones, guay, folláis, capullos y otras máculas infames.

Basta con saborear algunas páginas para concluir que el multipremiado Niccoló Ammaniti (Roma 1966) es un narrador formidable. De la estirpe clásica, aquella a la que nada le cuesta construir decenas de caracteres interesantes y escenas poderosas, fáciles de visualizar. Como Murakami, añade con destreza elementos del pop y técnicas de complicidad (hay una especie de voz en off). La crítica ha propuesto dos influencias: Dickens y Fellini. Casi nada, ¿eh?

Nos plantea Ammaniti dos historias de amor desesperadas en una aldea de patanes no lejos de Roma: la de Pietro y Gloria, chico pobre, manso e inofensivo como un gorrión, y nena rica. Y la de Graciano y Flora, playboy patético en decadencia y profesora solterona, de rara y casta belleza. Pero el verdadero protagonista, como en cualquier manifestación del realismo italiano, es el populacho. Un buen punto de partida: pueblo chico, infierno grande. El autor, por cierto, no hace concesiones al conductismo, esa enfermedad de los intelectuales.

El libro siempre resulta interesante de leer. Se exploran temas trascendentes: violencia familiar, bullying, sentido de vida, inmigración, resentimiento social, psicopatías. En clave italiana, lo que equivale a decir que un toque de comedia aligera los dramas. Ese vaivén entre risas y lagrimas es una de las glorias de la novela. Sobrevuela, no obstante, una idea terrible: ocupes el lugar que ocupes en la cadena alimenticia tu vida será tolerable en tanto no tropieces con un depredador. En el fondo, todo es una cuestión de suerte.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno

PD: Oir a los personajes conversando en madrileño vulgar, con su leísmo detestable, es una dura prueba para los nervios, pero no estoy seguro de que una adaptación al gusto del argentino común y corriente sea lo aconsejable. ¿Es preferible, entonces, una traducción en un castellano neutro? Confieso, amigos y amigas, que aún no he logrado dilucidar el punto. En principio, me siento tentado a pensar que el sello editorial debería dejarse de pijoterías y ofrecer en cada mercado una versión criolla del texto. Pero puede que así no le cierren los números. El tema es delicado y lo dejo abierto.

sábado, 26 de octubre de 2013

Odiosa Lucidez

IV Ley de la Literatura: Los grandes escritores tienen superpoderes


Sostenía Marshall Mac Luhan que los artistas son las antenas de la especie. Captan y describen aquellos elementos trascendentes que ignoramos o que, a lo sumo, presentimos de una manera oscura y confusa. Tienen, por así decirlo, superpoderes. Son los verdaderos mutantes, el próximo escalón en la evolución, los Hombres X del universo Marvel. Haruki Murakami, por ejemplo, tiene la habilidad de trasportar al lector, en un pestañeo, del mundo real a un universo paralelo con sutiles variaciones fantásticas. En las novelas del ilustre japonés, uno nunca puede estar seguro si lo narrado se trata de sueño, realidad o delirio.

Pero el poder tremendo que hoy quisiera destacar es lo que Francisco Ayala llamaba la Odiosa Lucidez, potencia que comparten un Fogwill o un Rafael Chirbes, es decir los entomólogos implacables. Es una suerte de rayos equis que nos muestra la calavera por debajo de la carne; delatan que detrás de cada movimiento de la gente y de la sociedad hay una absurda danza de esqueletos. La Odiosa Lucidez -y parafraseo ahora a Ayala- consiste en “el poder corrosivo de una mirada que volatiza, disipa, vacía, corrompe, destruye, en fin, todos los objetos donde se posa, dejándolos reducidos a su pura apariencia irrisoria”.

Como la mirada de Scott Summer (Cíclope) sin el cuarzo rojo pero más eficaz. Todo es pura apariencia irrisoria, eso nos advierten los grandes novelistas. 
G.B.

miércoles, 23 de octubre de 2013

En la orilla

Rafael Chirbes

Anagrama. Novela de 437 páginas.  Edición 2013.


La crisis impone hoy su mandato por doquier. Es monstruoso el desempleo. ¿La prosperidad de España de ayer fue un espejismo? ¿El Reino, cuya unidad peligra, está condenado a ser el pariente pobre de Europa? Nadie puede saberlo. Lo cierto es que así como la Depresión de los Treinta inspiró en Estados Unidos obras canónicas como Las uvas de ira, las pavorosas desdichas de la Madre Patria le han proporcionado a don Rafael Chirbes (Valencia, 1949) el escenario ideal para desplegar su talento en la composición de un libro memorable. Dígase de entrada y empéñese el comentarista en justificarlo: En la orilla  es la gran novela de la crisis española.

La principal referencia artística de Chirbes es el enorme Juan Benet. Asume la trama, como una cárcel. El truco, sublime, es pintar un fresco mientras se hacen correr los más variados asuntos sobre los rieles del escrutinio filosófico y poético. Las pepitas temáticas siempre resultan interesantes. Relaciones familiares, el pasado reciente y remoto de España, la dependencia con el dinero, el barullo contemporáneo, la senectud como degradación, la necesidad del amor (sí es que existe) son sopesados por una mirada exigente que considera al ser humano, básicamente, un “malcosido saco de porquería“. Cómo no ser pesimista, cuando todo se desploma a nuestro alrededor. “La vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando pareces que podrías empezar a sacar provecho a lo que sabes, te mueres, y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero”, se establece.

El que habla se llama Esteban, empresario que se esforzó por ser lo que los demás quieren dejar de ser y fracasó en todo sentido, sin atenuantes. Carpintero arruinado, en bancarrota a causa de un golpe de audacia, una mala sociedad con el sinvergüenza típico de los tiempos de burbuja inmobiliaria. El artesano, al filo de los setenta años, planea volarse la tapa de los sesos, y matar a su padre nonagenario, un comunista amargado que le hizo la vida imposible. Ocurrirá en la orilla del marjal, mitad pantano, mitad laguna, paisaje-compañero de toda la vida, que oficia de patio trasero de las poblaciones vecinas. Estamos en Olba, junto al Mediterráneo y su luz cegadora. Los preparativos son minuciosos; mientras tanto Esteban desagua un aluvión de recuerdos. Envía una sonda a las profundidades del individuo, la comarca, el país y la vida moderna, en general.

Naturalmente, Chirbes hace etnología. Hay pinceladas costumbristas, color, ambientes, vicios, el teatro de la vida social. Cuatro hombres maduros despellejan a sus semejantes mientras juegan a las barajas en el Bar Castañer del pueblucho. Vemos la áspera convivencia con los extranjeros, en la edad de las diásporas inevitable como un fenómeno atmosférico.  En la orilla  alcanza, además, la categoría de novela coral (puro virtuosismo narrativo). Oímos las voces de un joven marroquí discutiendo con un terrorista islámico en potencia, de una doméstica colombiana, de los desempleados que ha generado la quiebra de Esteban y del sistema, del padre del protagonista, un rojo estropeado por el franquismo, bilioso. “Como el pescado, como los cuerpos, las ilusiones mueren y apestan después de muertas y emponzoñan el entorno”, sentencia Esteban.

Disfrutará el lector con la abundancia de palabras bellas y fragantes, con las mil digresiones, las sentencias de casi intolerable lucidez. Chirbes escribe realmente bien. Una salvedad: su prosa torrencial no fue tallada para el lector con prisas; los párrafos -que suelen extenderse por varias páginas- deben ser saboreados, nunca tragados. Sólo un imbécil bebe de un tirón el vino en su plenitud. Prácticamente, todo el recorrido tiene densidad metafísica, pero, como se dijo, predomina el color oscuro. La pregunta de fondo es la que se formula la persona con un mínimo de inteligencia: ¿Qué sentido tiene la vida?

Volvamos al principio, si es la crisis de España -con su tendal de empresas quebradas y su ejército de desahuciados- la que desborda las páginas, el libro también sienta en el banquillo al loco período de acumulación precedente: “Quien preveía lo que ha llegado, que lo que parecía un bien en ascenso, un globo, se deshinchara hasta caer al suelo y estallar en llamas”. Materialismo puro y duro. Desamor por todas partes, familias disgregadas, enloquecidas por el dinero, abrumadas con deudas. Verá usted qué calamitosa elite ha producido el enriquecimiento de Hispania. Pura vulgaridad. No obstante, ¿se trata de los victoriosos del thatcherismo español o es la frágil y sucia humanidad de siempre? “No nos engañemos, un hombre no es gran cosa. De hecho hay tantos que los gobiernos no saben qué hacer con ellos. Seis mil millones de humanos sobre el planeta y sólo seis o siete mil tigres de Bengala, tú me dirás quién necesita más protección… se ha venido abajo ese trampantojo en que el hombre era el centro del universo”, dice Chirbes. Dan ganas de creerle.

Guillermo Belcore
Publicado el domingo pasado en el Suplemento de Cultura de La Prensa.

Calificación: Excelente

domingo, 20 de octubre de 2013

La cultura en el mundo de la modernidad líquida

Zygmunt Bauman

Fondo de Cultura Económica. Ensayo de filosofía, 101 páginas


Si se apartan las hebras de europeísmo rancio, se descubrirá en cada libro de Zygmunt Bauman (Poznan, 1925) una cartografía certera del raro mundo que fluye ante nuestro ojos. El gran teórico de la modernidad líquida (o posmodernidad o hipermodernidad) reflexiona aquí sobre la cultura en la era de la globalización sin ataduras.

“La cultura se asemeja hoy a una sección más de la gigantesca tienda de departamentos en que se ha convertido el mundo“, advierte el pensador de origen polaco. Es decir, la cultura se ha dejado subyugar por la lógica de la moda. Los consumidores más ilustrados son ahora omnívoros: en su repertorio hay espacio para todo. Formas populares, así como cultas. Un mordisquito de esto, un bocado de aquello. La elite cultural está tan ocupada siguiendo hits que no tiene tiempo para formular cánones de fe o convertir a otros. Libros, melodías o artesanías compiten por la atención insoportablemente fugaz y distraída de los potenciales clientes. La atención dura un pestañeo. Sostenemos que la modernidad es líquida porque ningún elemento social puede mantener su forma por demasiado tiempo. Las redes reemplazaron a las estructuras sólidas de nuestra infancia. Por cierto, la moda es, por así decirlo, trotskista: sumerge cualquier estilo de vida en un estado de revolución permanente e interminable.

El ensayo, denso pero de grata lectura, aborda también el desafío de las diásporas (todos los citadinos debemos acostumbrarnos a vivir entre extranjeros), del multiculturalismo, y de la áspera relación entre Estado y artista. Pero, quizás, lo más profundo y esclarecedor de Bauman es su convincente crítica a un modelo de existencia basado en el hiperconsumismo (sus ideas son similares a las del papa Francisco o las del Pepe Mujica). La sociedad, se nos dice, es hoy como el Dios del Medioevo: caprichosa, temible, incognoscible, impredecible, libre por naturaleza, indiferente al bien o al mal. La dominación es ahora mucho más sutil, se ejerce mediante la inducción de la apatía ciudadana y la regulación impuesta con tentaciones.

Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

PD: Aquí el comentario de otra obra del sagaz Bauman: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2010/04/mundo-consumo.html

domingo, 13 de octubre de 2013

Herejes

Leonardo Padura


Tusquets. Novela, 516 páginas, edición 2013.


Medio siglo de castrismo, una revolución de intelectuales, no ha sido propicio para el arte (por no decir nefasto). La Cuba oficial no generó en ese tiempo un narrador decente, con la excepción quizás de Leonardo Padura (La Habana 1955), autor de una novela histórica magnífica (El hombre que amaba los perros) y de la despareja saga policial protagonizada por el detective Mario Conde. Su nueva obra, en lo que a la calidad literaria se refiere, ha retrocedido algunos casilleros.
 

Herejes, eso sí, no carece de ambición, una virtud que siempre es admirable. Reconstruye, el terrible y bochornoso episodio del SS Saint Louis de 1939. Injerta, como si de otra novela se tratase, un fragmento de la vida de Rembrandt. Aborda la grandeza y el martirio del pueblo judío. Revela el fructífero éxodo a Miami de la comunidad hebrea de Cuba... y por razones de espacio, no seguimos mencionando los núcleos narrativos. Todo esto, enriquece una trama policial: el quejumbroso Conde es reclutado por el hijo de un emigrado judío para investigar el pasado y seguirle la pista a un pintura antigua que vale un par de millones de dólares.

Si el tema del libro es magnífico, la ejecución no está a su altura. El estilo vargallosiano de Padura (peor aun, decimonónico) termina siendo tedioso a causa de su manía por explicarlo todo. Sobran párrafos, muchísimos. Hay una vaivén harto frecuente entre genialidad y ñoñería que deteriora el conjunto. La escritura propende al esencialismo (“los cubanos somos…"), la superficialidad y el melodrama. Los diálogos suelen ser mediocres.

No puede dejar de aplaudirse, por otra parte, la valentía de Padura para retratar la miseria de la Cuba actual. La degradación de la vida cotidiana, después de medio siglo de comunismo puro y duro, es pavorosa, me recuerda lo más brutal del conurbano bonaerense. La censura, al parecer, sólo le ha exigido al literato que no señale con el dedo a los hermanos Castro.

Guillermo Belcore
Publicada hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Regular

viernes, 11 de octubre de 2013

El armonioso estilo de relatar


Me siento identificado con una frase que dijo ayer el novelista Antonio Muñoz Molina: “No me cansaría nunca de hablar de Alice Munro ni de leerla”. Por eso, comparto con los amigos de este blog las líneas apresuradas que escribí ayer en La Prensa:


En el Parnaso de la Alta Literatura, sólo existe hoy una persona que puede parangonarse con Jorge Luis Borges: Alice Munro. No incumbe el parecido, aclaremos, al estilo ni la temática, sino a la excelencia. Tanto nuestra gloria nacional como la narradora canadiense han elevado el relato breve a obra de arte. Esta muy bien, entonces, la elección 2013 de la Academia Sueca, tan desprestigiada por anteponer la política a cualquier consideración estética. Se hizo justicia, por una vez.

Hace dos años, el autor de estas líneas escribía en el Suplemento de Cultura de La Prensa:  “¿De dónde obtiene la escritura de Munro su singular eficacia? Del oído, en primer lugar. La gran narradora canadiense tiene un oído excelente para el diálogo vivaz. De la vista, también. Las descripciones son espléndidas; los retratos, perfectos; y los detalles, conmovedores. Los personajes son típicos, en el sentido de que sus preocupaciones siempre nos resultan familiares; pero al mismo tiempo son extraordinarios en mente y alma. Cualquier persona -ésta es la clave- puede ocultar una tragedia o una aventura. Nunca falta la tensión dramática. Munro tiene también buen gusto. Hay abundancia de historias sabrosas; sazonadas con ricas observaciones. ¿Y el olfato? Los relatos de Munro huelen a madera, a nieve, a ropa vieja, a ese mundo más tierno, más estable y más hipócrita que nos causa nostalgia pero que nunca jamás volverá“.

En efecto, la señora Munro tiene una habilidad casi única para envolver al lector dentro de una trama. Puede que su prosa no sea exquisita como la de Borges, pero es trasparente como el agua. Economía de medios e intensidad, la caracterizan. Hay un truco espléndido que usa con frecuencia: el núcleo incandescente del relato se nos presenta por sorpresa, nos asalta con la guardia baja. Ha esculpido relatos de cuarenta o cincuenta páginas que abarcan, incluso, varias generaciones y que nos llevan de uno a otro escenario. Pocos literatos han enviado una sonda tan profunda a las inmensidades del alma humana.

La Academia Sueca saludo ayer el "armonioso estilo de relatar, que se caracteriza por su claridad y realismo psicológico". Suele comparársela a Munro con Chejov. Ella dice, no obstante, que sus influencias son Eudora Welty, Flannery O'Connor y Carson McCullers en los años mozos; y señala a William Maxwell como su gran amor literario.

Alice, de ochenta y dos años, ha confirmado ayer su retiro profesional, después de medio siglo de trabajo fructífero. Deja catorce libros, que -merced al acicate del Nobel- seguramente se van a reimprimir para gozo de los lectores de todo el mundo. Sus textos son clásicos, como los Evangelios están hechos para todos y para cada uno.

Guillermo Belcore


PD: En este blog hasta varias notas sobre la querida Alice. En 2011 pedía a gritos que le concedan el Nóbel (un click aquí). Como dijo el amigo Lucas, puedo morir en paz.

sábado, 5 de octubre de 2013

Pan, educación y libertad

Petros Márkaris

 

Tusquets. Novela policial, 253 páginas.


Dentro de cien años, cuando el noventa por ciento de lo publicado hoy sean cenizas y nadie derrame una lágrima por ello, los libros de Petros Márkaris van a quedar. No sólo porque la saga del comisario Kostas Jaritos -el crack de la Jefatura de Seguridad del Ática- honra el género policial, sino porque conforma también un impresionante fresco de la bancarrota nacional, del calvario de una sociedad irresponsable. Grecia entera es un despojo de viejas glorias, nos advierten. Cunde la desesperación. Se ha llegado a un punto en que cualquiera puede matarte, porque cree que así comenzará la revolución o se anticipará el putsch de la cervecería. Lo único que sobrevive sin odio es la familia. La indiferencia y la desidia parecen haber vencido a casi todos.

A Márkaris le duele en el alma su país. Nos lleva ahora a enero de 2014. Grecia (como España e Italia) ha abandonado el euro. Volvieron las dracmas. El Estado entró en cesación de pagos y los servidores públicos -los policías también- pasan meses sin cobrar su salario. Jaurías extremistas salen a cazar inmigrantes, arden los comercios que contratan a los extranjeros. Hay espacio, no obstante, para la esperanza. 

Entre las ruinas de lo que fueron las instalaciones olímpicas, Jaritos debe investigar una serie de asesinatos que, a primera vista, involucran a un maníaco o a un terrorista. Alguien está liquidando a miembros prominentes de la generación que luchó contra la dictadura, más precisamente a los que se revelaron en la Facultad Politécnica de Atenas en 1973 y abrieron la primera grieta en la tiranía militar. Claro que ahora son prominentes miembros del establishment, enriquecidos con malas artes, mamando de la teta del Estado. Suena familiar, ¿verdad? El caso policial alterna con las desdichas familiares del comisario. ¿Cómo se sobrevive sin una moneda en el bolsillo? El trabajo es la mejor terapia. Para los afortunados, claro; el desempleo en Grecia -acaba de informarse en el mundo real- roza el veintiocho por ciento, récord histórico en tiempos de paz.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
 
Calificación: Bueno 
 
PD: El primer libro que leí de Márkaris no me había gustado. Pero los demás me conquistaron. Es un buen ensayista, además. En este blog podes encontrar otras reseñas de sus obras.

martes, 1 de octubre de 2013

Maquiavelo para todos

El crítico invitado IV

Hace quinientos años, el escritor florentino terminaba la redacción de El príncipe, uno de los libros más influyentes en la historia del pensamiento occidental. Hoy diríamos que la obra es el manual por excelencia del político ambicioso y pragmático.


Por Jorge Martínez *

Reprobado con justa razón por la Iglesia, comentado por Bacon, Rousseau, Macaulay y Vico entre muchos otros, leído con fervor por Cromwell y Napoleón (todavía circulan ediciones anotadas por el emperador caído en desgracia), elogiado por liberales y reinterpretado por marxistas como Gramsci, El príncipe cimentó la fama de su autor y convirtió a su apellido en una pareja de adjetivos-sustantivos que se entienden en todos los idiomas de Occidente: maquiavélico, maquiavelismo.

Su tema es el poder: cómo conquistarlo y cómo retenerlo, de qué medios valerse, qué importancia conceder a los principios y a la "fortuna". Un cinismo escandaloso para su época impregna los consejos que Maquiavelo dirige a los príncipes de la Italia del siglo XVI y de todos los siglos posteriores. En sus máximas la moral cristiana cede terreno a la eficacia más cruda. Hoy diríamos que El príncipe es el manual por excelencia del político ambicioso y pragmático.

Puede afirmarse entonces que la obra que Maquiavelo escribió hace quinientos años para Lorenzo de Médicis no ha perdido ni perderá vigencia. Repasar algunos de sus párrafos salientes en la traducción de Roberto Raschella (Losada, 2008) tal vez permita comprobar hasta qué punto los políticos argentinos recientes también lo han tenido como libro de cabecera. La década kirchnerista sin dudas le debe mucho. En las líneas que siguen se incluyen ejemplos ilustrativos.

  • La quintaesencia del método K. "(...) a los hombres hay que tratarlos bien o aplastarlos, porque ellos se vengan de las pequeñas ofensas, pero de las grandes no pueden vengarse. Por lo tanto, la ofensa que se les haga debe ser tan grande que no permita ninguna venganza". Y su continuación: "(...) al conquistar un Estado, el que lo ocupa debe pensar en todas las ofensas que necesita hacer, y hacerlas todas de golpe, para no tener que renovarlas cada día".
  • Maquiavelo anticipa el concepto de "elección del enemigo". "Así, muchos consideran que un príncipe sabio debe procurarse con astucia alguna enemistad cuando se le presente la oportunidad para que, después de reprimirla, por ello mismo se acreciente su grandeza".
  • ¿Es mejor ser amado que temido, o viceversa? Maquiavelo explica que como es difícil combinar ambas cosas, "es mucho más seguro ser temido que amado cuando una de las dos cualidades falta". Los hombres, agrega, "vacilan menos en cometer ofensa al que se hace amar que al que se hace temer".
  • La famosa construcción de poder. "Debe comprenderse bien que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son considerados buenos, porque a menudo, para mantener el estado, se ve obligado a actuar contra la fe, la humanidad, la caridad, la religión. Por eso necesita poseer un estado de ánimo dispuesto a moverse según los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas y, como ya dije antes, no alejarse del bien mientras pueda y, en cambio, saber introducirse en el mal si estuviera necesitado de hacerlo".
  • Una máxima universal del pragmatismo político. "Un señor prudente...no puede ni debe guardar fidelidad a sus palabras cuando tal fidelidad se vuelve contra sus intereses".
  •  Por último, el consejo que casi todos los políticos desoyen. El príncipe, advierte Maquiavelo, debe abstenerse de robar bienes "porque los hombres olvidan más rápido la muerte del padre que la pérdida del patrimonio".

* Jorge Martínez es, sin duda, la mejor pluma del diario La Prensa.