No sin nostalgia, William Boyd quiere rendir homenaje en su última novela a esa maravilla de la Jensen Motors (1934-1976). Es el auto que en 1969, conduce su revivido James Bond en Solo. “Si uno quería un coche para inflar el ego, el Jensen FF serviría a las mil maravillas”, dice el muy buen logrado 007 (el personaje será tema de otra entrada en el blog).
Transcribo un párrafo notable:
“Cuando aceleró el Jensen por la A 316 en dirección a Twickenham, Bond tuvo la sensación de estar volando a baja altura con un avión, más que conducir un automóvil. La amplia curvatura del parabrisas llenaba el coche de luz y el poderoso rugido del motor sonaba como una propulsión a chorro. La tracción en las cuatro ruedas permitía girar casi sin disminuir la velocidad. Cuando se detenía ante un semáforo, los transeúntes observaban boquiabiertos el vehículo en punto muerto, volvían la cabeza, lo señalaban. Si uno quería un coche para inflar el ego, el Jensen FF serviría a las mil maravillas, pensó Bond. No es que el necesitara reforzar su ego, se dijo mientras aceleraba y la súbita velocidad lo aplastaba contra el asiento. Atravesándose en el camino de un Sunbeam Alpine Serie V, lo dejó atrás y vio como gesticulaba el conductor, frustrado”.
El Jensen FF Gran Turismo pertenece a la era artesanal. La masificación industrial ha rebajado la calidad de casi todo, incluso de la literatura.
Guillermo Belcore
PD: Naturalmente, la banda de sonido es de Robbie Williams. En Eternity/The Road to Mandalay (2001) conduce la coupe.
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