viernes, 30 de diciembre de 2011

Luka y el Fuego de la Vida

Salman Rushdie
Mondadori. Novela. Edición 2011, 206 páginas.

 ¡­Ah, amigos, el placer de una gran aventura! Rashid Khalifa, doce años de edad, viajó hasta el otro lado para robar el Fuego de la Vida y así salvar de un conjuro fatal a su padre, el Sha del Blablablá. Fue una ultrahazaña. Con un crédito de casi mil vidas, el chico recorrió a lomo de alfombra voladora el Mundo de la Magia, de donde proviene todo lo que resulta interesante. Abundaron las proezas: remontó el R¡o de la Vida, escaló la Cumbre de la Sabiduría, escapó de las nauseabundas Respeto-Ratas, derrotó al Titán de la Ira, respondió sin error alguno los acertijos de un malévolo demonio. También logró ganarse para la causa a todos los dioses que ha adorado (y temido) la humanidad. ­¡Y triunfó en una carrera contra el Tiempo!

  El enorme Salman Rushdie (1947) entiende que el escritor es, por encima de todo, un fabulador profesional, como el padre de Luka. Tiene el deber de narrar historias en extremo interesantes, pues el hombre y la mujer "arden de deseos de leer''. En las fábulas reside la identidad, el sentido y la esencia vital de lo humano, sentencia en esta espléndida imaginería que compuso como tributo para su hijo menor.

  Criado en Bombay, de familia islámica, condenado a muerte por Jomeini, Rushdie echó raíces en Occidente. Podría hablarse de un escritor puente entre culturas si la expresión no estuviese tan trillada. Rusdhie se licenció en Historia en Cambridge. Acumuló una formidable erudición mestiza que despliega de manera caudalosa en Luka y el Fuego de la Vida. El libro es un caldero donde burbujean mitologías de cinco continentes, la novela de caballería, el cuento moralizante, la astronomía, los videojuegos. Por momentos, recuerda al Libro de los seres imaginarios de Borges. La prosa es magnífica.

  Permite confirmar la novela una intuición que deriva del hecho probado de que la Alta Literatura es una fuente inagotable de placeres: aún en la narrativa juvenil (es decir, aquélla que puede ser entendida hasta por un niño) puede hallarse la excelencia.
Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno

PD: Un buen regalo de Navidad para los lectores jóvenes. Tengo una imaginación limitada, por eso propongo como banda de sonido esta canción de los gloriosos ochenta que nada tiene que ver con la temática del libro: http://www.youtube.com/watch?v=VZt7J0iaUD0 

lunes, 26 de diciembre de 2011

Con el agua al cuello

Petros Márkaris
Tusquets. Novela policial, 322 páginas. Edición 2011.

"Si un orangután nos pedía un crédito, se lo dábamos''.
Richard Fuld, último CEO de Lehman Brothers

  Durante una década, los griegos vivieron muy por encima de sus posibilidades. Todos se endeudaron, la plata dulce (los créditos baratos y abundantes) obró como el doping que corrompe la sangre de los atletas olímpicos. Hoy, la fiesta ha terminado y la resaca es terrible. La pequeña Hélade se ha convertido en el epicentro de la crisis planetaria. Se asemeja a una piedra que cae en el agua: mientras se hunde genera ondas. La primera onda afectó a las economías mediterráneas; la segunda, a la Unión Europea; de ahí en más, al planeta entero. Esta novela policial ofrece información de primerísima mano sobre las causas y consecuencias del desplome de Grecia, un país estructuralmente pobre donde algunos empleados públicos perciben hasta dieciséis sueldos por año.

  Petros Márkaris (1937) subordina todo el libro a la urgencia del mensaje. Su última novela, bastante inverosímil, no sólo está infestada de discursitos sino que procura satisfacer los sueños ocultos de millones de europeos: aparecen decapitados un banquero, el director de un hedge found, el analista de una calificadora de riesgo, el dueño de una empresa de cobranzas. Afiches y calcomanías ubicuos llaman a la gente a no pagar las deudas.

 Con el telón de fondo de furiosas manifestaciones, suicidas por desesperación económica y recortes de beneficios sociales, investiga los homicidios el bueno del comisario Kostas Jaritos (su vida privada es otro subtema interesante). Da la impresión de ser estúpido y no enterarse de nada, pero bajo esa apariencia su mente funciona como un reloj. Es un hacha, además, para sortear sin un rasguño presiones de políticos y banqueros, la incompetencia de sus jefes y la inquina de algunos camaradas. Junto al lector, que casi nunca pierde el interés, arriba finalmente a la verdad, en esa Atenas degradada "donde la lógica ya no ofrece buenos resultados''.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Regular

PD: Es extraño que Márkaris no mencione entre las causas del colapso de su país a la terca adopción del euro como moneda nacional. El mismo error fatal cometió la Argentina durante la convertibilidad al atar el peso al dólar durante tantos años. Si hoy Grecia pudiese devaluar, si no tuviese ese sucedáneo del marco como divisa, la salida de la crisis, salida que aun no está a la vista, sería menos brutal, me parece.

viernes, 23 de diciembre de 2011

El Grupo de Petición Anticanibalista y los Tres Caballeros

Proyecto Diez Mil Cuentos

Argumento número veinticuatro

El Grupo de Petición Anticanibalista y los Tres Caballeros (1956)

Kobo Abe
Los cuentos siniestros. Eterna Cadencia. Edición 2011.

Tres caballeros -un ciego, otro sin una pierna, el tercero manco- reciben a un representante del pueblo. El hombre, de cuerpo magro, viene a exponer una extraña petición: que se ponga fin al canibalismo. Francamente, no entienden sus argumentos. Si el pueblo come vacas y puercos, ¿por qué la clase dominante no va a comer hombres? El representante termina suplicando de rodillas, a su hija de trece años le tocó el sorteo y hoy debe presentarse en el matadero. Los caballeros, endurecidos de cólera, ordenan que se lo lleven de allí. Luego razonan: “la hija del delegado debe ser realmente muy apetitosa, al punto de que quiere conservarla para él”. Llaman de inmediato para reservar una porción jugosa, pero se encuentra con la novedad de que los empleados del matadero entraron en huelga. Deben buscar la palabra en el diccionario, ninguno recordaba el significado de “huelga”.

PD: ¿No es maravilloso que un sello editorial ensanche nuestro mapa literario? Este cuento escalofriante me obligó a anotar a Kobo Abe en la Guía de Maestros. Otro nombre para tener en cuenta.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Daños colaterales

Zygmunt Bauman
Fondo de Cultura Económica. Ensayo de sociología. 233 páginas. Edición 2011


Borges lo razonó primero. Sus finas antenas imaginaron un mundo gobernado exclusivamente por el azar. El cuento La lotería de Babilonia (Ficciones, 1944) es, para el pensador Zygmunt Bauman, la más certera descripción de la vida en la modernidad líquida, es decir en el azaroso mundo en que hoy nos toca existir. Nuestra Babilonia es también "un infinito juego de azares''. Todo es provisorio, frágil, movedizo y sólo resulta sólida la adherencia a la fluidez. Con el ideal de certeza más allá del alcance individual o colectivo, hay una multitud de razones, muchas más que cincuenta años atrás, para sentir o padecer inseguridad. Rige una pánica incertidumbre.

  Sociólogo de profesión y analista de excepcional perspicacia, Bauman (Poznan 1925) rastrea la caótica trayectoria del individuo en el mundo pos guerra fría. Ha concebido una idea genial: la licuefacción de la modernidad. Esa metáfora proporciona una explicación convincente tanto a nuestra angustia existencial como a los cambios tumultuosos que se suceden ante los ojos.

El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar una colección de ensayos del erudito nacido en Polonia, pero afincado en Gran Bretaña. Se titula Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global. El libro resulta esclarecedor más allá de alguna exageración (el nazismo no es comparable con ninguna de las tropelías de la administración Bush), del eurocentrismo, o de algún capricho aislado (denuncia la inseguridad que provocan los mercados pero minimiza la de las calles degradadas). Como el volumen se articula en torno a distintas conferencias dictadas entre 2010 y 2011 menudean las repeticiones: se usa tres veces, por ejemplo, una espléndida sentencia de Ulrich Beck: 

"Hoy se espera de los ciudadanos que busquen soluciones individuales a las contradicciones del sistema''.

Los diagnósticos de Bauman son impecables, y mezclan filosofía, una visión amplia de la Historia y psicologismo. Denuncia, básicamente, que "la globalización de la desigualdad'', inspirada sólo en el lucro, no sólo condena a millones de personas al destino de baja colateral sino que también destruye magníficas conquistas de la Humanidad, como el Estado de Bienestar (la expresión daño colateral proviene del ámbito militar: son las víctimas no deseadas, por ejemplo durante un bombardeo). Estado social vs. orden del egoísmo es el combate primordial del presente.

CONSUMO, LUEGO SOY
El capítulo Consumismo y moral es provechoso. Bauman desmenuza las cualidades terapéuticas que le hemos adjudicado a la mercancía, como mecanismo de compensación. Las cosas se han convertido en una suerte de analgésicos morales. Regalamos cosas para compensar nuestras ausencias (una característica de la escenario líquido es que se nos exige estar todo el tiempo al servicio incondicional de las relaciones laborales); o compramos cosas para definir y afianzar una identidad, otra cuestión apremiante de la modernidad líquida. La mercancía suple, en otras palabras, la responsabilidad por el otro o la responsabilidad con uno mismo.

La economía ferozmente consumista -se nos advierte- tiene el cielo como límite. No sólo es insustentable (si todos gastáramos como estadounidenses se necesitarían cinco planetas Tierra) sino que genera fuertes tensiones sociales, al aumentar el número de jóvenes que entran en conflicto con la ley (no se roba para comer, sino para conseguir la carísima zapatilla de moda). "La fuerza principal de la conducta es hoy la aspiración a vivir como los ídolos públicos'', dispara Bauman. El aumento de la desigualdad social -flagelo que debería encabezar la agenda de todos los gobiernos- agrega más leña al fuego.

¿Cuál es la alternativa a todo esto? El profesor emérito de la Universidad de Leeds y la de Varsovia aboga por una suerte de despertar de la conciencia. Con un inconfundible tufillo religioso habla de "autolimitación voluntaria y disposición al sacrificio personal". Propone convertir al vecino en prójimo y pensar en un planeta social. Esto, a nivel político, implica "desempolvar el nucleo esencial de la utopía activa socialista para elevar la integración humana al nivel de una Humanidad que incluya la población total del planeta''.

ME EXHIBO, LUEGO EXISTO
Otra característica fundamental de la modernidad líquida es la desaparición de los límites entre vida pública y vida privada. Citando un trabajo de Alan Ehrenberg, quien intentó establecer con exactitud el natalicio de la licuefacción cultural moderna, el profesor Bauman recuerda que todo comenzó el anochecer de un miércoles otoñal en la década del ochenta cuando una tal Vivienne, una francesa "común y corriente" declaró en televisión, es decir ante varios millones de personas, que nunca había experimentado un orgasmo en toda su vida matrimonial porque su Michael sufría de eyaculación precoz.

El pronunciamiento, al parecer, fue tan revolucionario como el de Lenin o el de Robespierre. Dos décadas más tarde la arena pública se ha transformado en una suerte de entretenido y frívolo teatro de variedades, mientras nos zarandean a todos corrientes subterráneas de origen y destino incierto (el hombre placton). Bauman destaca la paradoja que en la era de Facebook los vínculos interhumanos siguen debilitándose, se pregunta a continuación si el disfrute cabal del sexo no demanda reserva, y sentencia que juguetitos en boga como el Twitter son "completamente inadecuados para transmitir ideas profundas que exijan reflexión y contemplación''.

En la modernidad líquida -insiste el juicioso profesor- vamos tras nuestros objetivos personales en condiciones de aguda e irredimible incertidumbre. Millones de personas pueden convertirse, de la noche a la mañana, en desechos, víctimas del colapso de un banco o el derrumbe del precio de la soja o el cobre; de las balas de un terrorista, un mafioso o un pibe chorro; de la implacable racionalidad de una organización transnacional. El Estado tal como lo conocemos es casi una reliquia, a duras penas puede proteger a unos pocos y de manera ineficaz. El mundo es una suerte de campo minado, donde todos sabemos que tarde o temprano se producir  una explosión, pero nadie sabe dónde o cuándo. El viejo sueño de la modernidad sólida de organizar, controlar y diseñar la realidad (sueño de derecha como de izquierda) ha fracasado rotundamente. El miedo y el caos que la democracia y su retoño, el Estado de Bienestar, habían prometido erradicar volvieron para vengarse.
Guillermo Belcore
Este artículo abre el Suplemento de Cultura del diario La Prensa de este fin de semana.

Calificación: Bueno

sábado, 10 de diciembre de 2011

El verano sin hombres

Siri Hunstvedt
Alfaguara, Novela, 218 páginas, Edición 2011

Después de treinta años de feliz matrimonio, un neurocientífico de renombre mundial, un poco barrigón y con gafas, abandona a su mujer, una poetisa de cincuenta y cinco años y pelo alborotado, por una colega francesa de pechos voluptuosos. La esposa despreciada pierde y vuelve a encontrar sus cabales. Regresa a su Bonden natal (Minnesota) con la intención de sanarse. Allí, en la vasta pradera, cultiva la relación con su madre y con amigas nonagenarias, da clases de poesía a siete adolescentes que se las traen, y se involucra en las desaveniencias conyugales de una joven vecina. Ocurren tempestades en un tubo de ensayo, que la voz de la autora se empeña justificar ("¿Quién puede medir el sufrimiento real de una persona?''). Hay un happy end que implica aceptar con madurez lo inevitable. Como en las series ligeras e inteligentes de la televisión, el equilibrio se restaura.

Siri Hustvedt narra este argumento con impecable destreza profesional. Decora el texto con opiniones juiciosas, exquisitas citas literarias, tibia nostalgia. La novela siempre resulta agradable pero, en sus virtudes y defectos, hace pensar a cada momento en la obra de Paul Auster, el marido, justamente, de la autora. Y no sólo por el estilo pulcro o las obsesiones de burgueses ilustrados de Nueva York (la adoración al terapeuta, por ejemplo), sino también por detalles puntuales como éste: en la página sesenta y nueve se establece que las bibliotecas son fábricas de fantasías sexuales. Lo mismo planteaba Auster en Invisible un año atras.

El abordaje del sexo es, por cierto, uno de los puntos altos del libro (incluso hay una delicada pornografía). Los derroteros de la relación hombre-mujer (desde el punto de vista de la esposa-víctima) y el problema de la constancia son otros temas bien tratados, aunque también hay párrafos que parecen injertados desde un manual de auyoayuda. En síntesis, es una novela simple, amena, bien escrita, ubicada en algún punto entre el arte y la literatura de supermercado, que permite pasar un buen rato pero apenas mueve la aguja del sismógrafo.

Guillermo Belcore

Calificación: Regular

sábado, 3 de diciembre de 2011

Narrativas de la diáspora irlandesa bajo la Cruz del Sur

Laura Patricia Zunini de Izarra
Corregidor. Ensayo de historia, 238 páginas

“Para mí Irlanda es un país de gente esencialmente buena, naturalmente cristiana, arrebatados por la pasión de ser incesantemente irlandeses”
J. L. Borges

El aporte de la heroica Irlanda a la Argentina ha sido esencial pero nunca debidamente reconocido. Desde el padre Thomas Fehily (o Field), adalid de la utopía jesuítica, hasta la obra de María Elena y Rodolfo Walsh y de Juan José Delaney, la diáspora fecundó nuestra historia y nuestra cultura. Baste recordar al almirante William Brown, a Domingo French (al general O’Higgins del otro lado de la cordillera), a Dalmacio Vélez Sarsfield, el Irish-porteño, los mártires palotinos, los personajes de tres o cuatro sublimes relatos de Borges. Que un libro reinvidique y desmenuce la herencia del trébol y del arpa no puede sino merecer elogios.

Una destacada catedrática de la Universidad de San Pablo ha tomado pues como estudio de caso a los irlandeses de Argentina y Brasil. Le añadió una fascinante evocación de la heroína-antiheroica Eliza Lynch, la amante del dictador Francisco Solano López, la “Lady Macbeth del Paraguay”. La profesora Izarra examina textos periodísticos, poesías, cuentos y novelas. Exhuma hitos y nombres. Esta parte del libro es muy instructiva; contrasta con la tediosa reflexión sobre la identidad, el sujeto diaspórico, la etnicidad y otros enmarañados conceptos que, acaso, sólo el especialista en ciencias sociales podrá disfrutar. Recién en la página sesenta el ensayo se pone bueno.

Todo hay que decirlo. El volumen es una de esas monografías universitarias convertidas en libro que exige a gritos el cedazo de un buen editor. En este caso, para aclarar la acumulación caótica de citas, eliminar la jerga de claustro y corregir una traducción que denomina “partido democrático” al Partido Demócrata de Estados Unidos o que inventa palabrejas como “conflictante” o “cosmopolitano”.

En la página treinta y ocho, se recuerda al pasar una idea de Eric Hobsbawn, el prestigioso historiador: la novela es un subproducto del nacionalismo europeo. ¿Será por ello que Irlanda, nación oprimida por los ingleses durante setecientos años, es la isla de los grandes narradores? La construcción de la nación, la desesperada afirmación de un pueblo, genera y requiere copiosa literatura. ¿Será por ello que a la Argentina, donde la idea de Patria es tan lábil (aquí es más importante ser peronista o hincha de Chacarita que argentino), le cuesta tanto producir ambiciosos novelistas?
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

jueves, 1 de diciembre de 2011

Fantasías sexuales en la biblioteca

Diario de un lector apasionado XXII

Rivadavia y Medrano. 5.50 AM

Definitivamente, el momento más hermoso del día es aquel en que transita de la luz a la oscuridad, o viceversa. Por desgracia, la rutina de trabajo me veda el atardecer. Es poco frecuente, por otra parte, que despierte antes de las 9.00. Por eso, esta madrugada quiero disfrutar de la salida del sol desde mi mesa favorita de Las Violetas. Acaban de irse amigos de toda la vida, gente de Morón. La conversión fue gratísima, aunque no por los derroteros de la literatura, creo que sólo el querido Harry -¡ay! lee ficción con regularidad, aunque en su ubicuo smartphone. Leer novelas en un teléfono, ¡qué herejía! Palas Atenea lo perdone.

Tengo en mis manos la última novela de Siri Hustvedt. Escribe realmente bien esta norteamericana de origen nórdico. Da voz aquí -con elegancia y buen gusto- a una mujer de cincuenta y cinco años, poetisa de profesión, abandonada por el marido, un neurocientífico importante. Nunca antes había leído a Hustvedt, pero su escritura me provoca un intenso deja vú. El estilo, los temas, las referencias cultas, las neurosis de los personajes burgueses bienpensantes, el erotismo suave tienen un dejo inconfundible a Paul Auster, un escritor ultraconsagrado que, lamento decirlo, ha dejado de gustarme. La cuestión es que Siri es la mujer de Paul; se trata de algo más que una influencia literaria.

En la página sesenta y nueve (el número es significativo) descubro algo interesante. Quizás sea un guiño entre ellos; la evocación de una experiencia inolvidable o bien uno de esos asuntos que se conversan en los minutos trascendentes que preceden al sueño. Escribió la señora Auster (el destacado es mío):

“La historia empezó en la biblioteca con Kant. Las bibliotecas son fábricas de fantasías sexuales. Es todo producto de la languidez. El cuerpo tiene que acomodarse (una pierna cruzada, la palma de la mano apoyada sobre la mesa, la espalda recta), pero el cuerpo no va a ninguna parte. También es producto de la lectura y de levantar la mirada del libro; la mente abandona el libro y deambula hacia un muslo o un codo, real o imaginario. La penumbra de las estanterías sugieren la idea de lo oculto. Quizá lo provoca el olor seco del papel o de las encuadernaciones y, ¿por qué no?, el olor a viejo del encolado de los libros…”

Paul Auster abordó el tópico en Invisible un año atrás. Yo lo comenté, pedí información a los/las bibliotecarios/as que frecuentan este blog y me gané la severa reprobación de una lectora. Esto escribió el señor Auster en la página cien:

“Poco a poco llegas a entender que la biblioteca sirve única y exclusivamente para una cosa: entregarse a fantasías sexuales. No sabes por qué te ocurre eso, pero cuando más tiempo pasas entre ese aire irrespirable, más se te llena la cabeza de imágenes de hermosas mujeres, de mujeres desnudas, y en lo único que puedes pensar (si pensar es la palabra adecuada en este contexto) es en cojer con hermosas mujeres desnudas. No en algún dormitorio femenino, sensualmente decorado, ni tampoco en un tranquilo y placentero prado, sino ahí mismo, en el suelo de la biblioteca, revolcándose en sudoroso abandono mientras el polvoriento espíritu de millones de libros revolotea en el aire a tu alrededor”.
Foto: Sandra Medina

Vaya, vaya. Así que los escritores de Estados Unidos se abandonan en las bibliotecas al goce de la fantasía erótica. ¿Y los lectores qué? ¿Dónde incurrimos en esos sabrosos menesteres? ¿En los bares que fatigamos con nuestro compañero inseparable de tapa, lomo y páginas (ojalá que muchas)? No seré yo, amigos, quien lo confiese.
G.B.