sábado, 22 de septiembre de 2012

Todos los cuentos

Gabriel García Márquez

Mondadori. Cuentos, 509 páginas Edición 2012.


Qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir
G.G.M.

A mediados de la década del cincuenta, Don Gabriel García Márquez encontró esa voz suntuosa y cantarina que hace feliz a miles de lectores y que hoy, con un airecillo de moda, niegan algunos escribidores snobs, ignorantes o resentidos incapaces de urdir una página trascendente. Pero no importa. Jamás una hormiga pudo derribar a un coloso. Y El Gabo es uno de los más grandes. Va a quedar.

El volumen de Mondadori incluye cuatro libros: Ojos de perro azul, Los funerales de Mamá Grande, La increíble y triste historia de la Cándida Eréndida y de su abuela desalmada, Doce cuentos peregrinos. Hay que admitirlo, la composición es muy despareja. Uno puede comenzar la lectura en la página ciento veinticinco (digamos en Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo) y no se habrá perdido nada del otro mundo. Parece que El Gabo anduvo ocho años con tanteos de sonámbulo hasta encontrar esa voz tibia y fabulosa que inventó a Macondo y al coronel Aureliano Buendía. Ha esculpido desde entonces al menos diez de los relatos más encantadores que provienen del trópico. Cómo El ahogado más hermoso del mundo, poema en prosa que rehace el arte de la parábola.

Unas líneas sobre el hoy denostado realismo mágico. Es un procedimiento como cualquier otro; no más que una retórica o un estilo; acaso otra variante del surrealismo. Lo importante es que García Márquez procesa de manera magistral, y con un aire de perplejidad, las fuerzas elementales de la naturaleza: el calor y las lluvias desmedidas, la guerra, la pasión que proviene del sexo o del odio. Tiene un oído finísimo para el ingenio popular y las supersticiones ancestrales. Sus reflexiones oblicuas sobre el destino irrevocable o la naturaleza voluble de la comunidad no carecen de rigor. La prosa, que fue puliendo poco a poco como demuestra el tomo, ostenta en su mejor momento una densidad excitante, con los tonos, regustos, aromas, injusticias y mitos descomunales (las blacabunderías) del Caribe colombiano. Se le ha imputado (César Aira, entre otros) “latinoamericanismo programático”, pero es una acusación necia. Con el mismo criterio deberíamos descartar a Rulfo o Atahualpa Yupanqui, por caso.

Guillermo Belcore




Calificación: Bueno


PD: ¡Ah!, y además están los nombres, ¡qué nombres! Aureliano Buendía, sí, pero también Prudencia Linero, Margarito Duarte, Laura Farina y Lázara Davis.

martes, 18 de septiembre de 2012

El viaje de Mina

Michael Ondaatje

Alfaguara. Novela, 283 páginas. Edición 2012


Entre la infinidad de mapas que pueden trazarse de la literatura universal éste es uno de los más rudimentarios: existen básicamente tres categorías de escritores, los que tienden a revelar el universo como es; los que lo representan degradado (Faulkner, Onetti, Celine); y aquellos que lo embellecen. Michael Ondaatje (1943, Sri Lanka) pertenece a la última condición. Después de saborear sus espléndidas y delicadas ficciones, el lector concluye que el mundo bulle de personajes fascinantes, aguardándonos a la vuelta de la esquina. Vale la pena vivir, aunque sea para oír sus historias maravillosas. Así se explica Ondaatje, no sin un punto de demagogia:

 “Lo que de verdad es interesante e importante sucede casi siempre en secreto, en lugares donde no existe el poder. Casi nada de valor duradero ocurre nunca en la mesa principal, que se mantiene unida por una retórica por todos conocida. Quienes disfrutan del poder continúan deslizándose por el surco trillado que han ido preparándose”.

En esta ocasión, el autor de El paciente ingles relata de manera retrospectiva y con empaque autobiográfico las peripecias en un buque de pasajeros, desde Colombo hasta Londres, de un pillo asilvestrado de once años que vive metiéndose en líos con sus dos amiguetes y termina presenciando un homicidio. Es un viaje de descubrimientos, un rito de paso, que desborda de anécdotas divertidas, narradas en primera persona y esmaltadas con hermosos pensamientos sobre el drama de vivir. Cierta crítica apresurada o propensa a los superlativos ha encontrado parangones con las vidas en alta mar de Conrad e incluso con las aventuras de Tom Sawyer. Los sucesos asombrosos del libro tienen ecos, para mí, de Salman Rushdie (¡Ah el mágico Oriente!). También hay una pequeña dosis de suspenso.

Algo hay que decir de la prosa. Ondaatje práctica la sutileza de la palabra justa. Escribe de tal manera que los párrafos dan la impresión de ser una cosa tridimensional a la que se talló de manera amorosa y se pulió hasta refulgir. Dicho de otra manera, el estilo es un gozo para el lector, incluso cuando la trama se abisma en insoportables sensiblerías.

Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

PD: Es  la segunda vez que me pasa. Comienzo una obra de Ondaatje con la impresión de que se trata de uno de los libros del año, con el vislumbre de que tengo en las manos una obra excelente, pero luego mis expectativas no se cumplen del todo. No es que el libro sea malo, las historias son interesantes y están muy bien escritas como digo más arriba, pero hay algo que -como dicen los chicos- no me cierra sobre este autor multicultural, que no carece de inteligencia, por cierto. Acaso sea cierta propensión al melodrama culto, o al optimismo fácil. Debo meditar un poco más sobre ello.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Sueños del hombre elefante

Juan José Burzi

Gárgola. Cuentos, 125 páginas. Edición 2012.


El primer paso es casi obvio. El arte debe suscitar un impacto. Afuera hay un lector que está solo y espera. Espera que alguien lo seduzca, lo interpele, lo conmueva, lo fuerce a pensar y a sentir. Provocar indiferencia o tedio implica haber fracasado rotundamente como escritor. Bien, Juan José Burzi (Lanus, 1976) cumple sobradamente la condición primordial. Uno no puede permanecer impasible ante esta singular colección de cuentos. Obliga a volver a mirar con atención.

La segunda cualidad que debe ser evaluada es la naturaleza del impacto. ¿Dónde golpea el texto? ¿En el intelecto, en el corazón, en el hígado? Sueños del hombre elefante es un puñetazo en el estómago, esta infestado de personas que provocan lástima o repulsión. Es muy probable que el señor Burzi haya querido definirse a sí mismo en la página setenta y siete, bajo la máscara de Meyer, el pintor que descubre la dulzura de las llamas al acabar un retrato de la modelo Misako, a quien un incendio le había quemado la mitad del cuerpo:

"... había retratado a personas deformes y singulares. Sentía atracción por lo erróneo, por las equivocaciones de la naturaleza. Todo lo que no era aceptado por el gusto de los demás, era material de trabajo. Por eso, cuando dos meses después el sueño ya era obsesión comprendió que no iba a tener más remedio que hacer algo..."

Naturalmente, resulta imposible discernir si el afán audaz de denunciar "lo frágil y lo erróneo de años de concepción estética" y reivindicar lo horripilante se trata de una certidumbre, un recurso narrativo, una pose para llamar la atención, o todo eso mezclado. Lo descubriré, supongo, en el resto de la obra de Burzi (se me hace que es un nombre que llegó para quedarse). Lo cierto es que el lector encontrará aquí una galería de truculencias: las siamesas Benn, unidas por el hígado y por el páncreas; una empleada con el rostro cubierto de malformaciones, tumores producidos por las exposición de sus padres a la radiación; una niñita sin brazos ni piernas.

Lo discutible de la propuesta, me parece, es que Burzi ha elegido el método de la exposición directa. Las descripciones de lo monstruoso son minuciosas. Por temperamento y convicción estética, este blog considerará siempre más eficaces a los procedimientos oblicuos. Decirlo todo es otra torpeza. Planteado de una forma más pedestre, diré que tengo el estómago delicado. Prefiero el erotismo suave, evocador que la pornografía pura y dura, en cualquiera de sus variantes temáticas (Además, claro, está el hecho de que las degradaciones morales siempre resultan más interesantes que las físicas).

Una lástima. Que Burzi no carece de la bendita facultad de sugerir lo prueba el cuento Intruso, a mi juicio el mejor del volumen. Recuerda a Casa tomada de Cortazar, pero aquí es un cieguito el que sufre (¿o no?) la pérfida invasión de su morada. También merece elogios Mitos y huidas, una delicada y fresca remembranza del vecindario de la infancia. Y Pripiat, una colección de postales de los tierras más contaminadas del planeta, aquellas que recibieron el vendaval deletéreo de Chernobyl. Las imágenes son contundentes. Otro de los agrados del libro es la invención del pintor Henri Faye (Ciclos de vida y muerte).

El balance, al fin y al cabo, es positivo. La saludable tendencia a la orginalidad formal y temática, la prosa correcta y sin estridencias, la invitación a meditar sobre lo grotesco y lo extraordinario se han combinado en este producto nacional para generar una intensa experiencia de lectura
.

Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

sábado, 8 de septiembre de 2012

Un libro de Bech

John Updike

Tusquets. Novela. 235 páginas


Entre los miles de personajes que John Updike (1932-2009), el gran bardo del neorrealismo estadounidense, ha creado hay uno especialmente adorable. Lo bautizó Henry Bech, lo imaginó escritor judío de Brooklyn, con esas neurosis típicas, esas obsesiones sexuales, esa concentración de agudeza y chispa (siempre una frase mordaz en los labios, siempre una fobia a flor de piel) que a Woody Allen le encanta representar. Updike le dedicó tres libros. He aqu¡ el primero. ­¡Tres hurras a Tusquets por haberlo rescatado!

Sorprendemos a Bech en un momento delicado de su carrera. Con sus rizos rabínicos y su nariz prominente parece "un congresista de Queens sobornado por la mafia que espera que lo tomen por un senador del Sur''. Es autor de un libro bueno y otros cuatro más, pero ha perdido la inspiración. Su bloqueo creativo "es una versión indigna de la renuncia, más o menos noble, de Salinger''. No sabe decir no (excepto ante las propuestas de matrimonio): viaja detrás de la Cortina de Hierro, experimenta con las drogas, se acuesta con la hermana de su novia, permite que lo suban a un pedestal en la Londres a go-go de los sesenta, da conferencias en una universidad racista de Virginia, se suma al establishment artístico de Nueva York. Los episodios son profundos y divertidos a la vez; la novela articula con destreza relatos independientes.

Es maravilloso como Updike-Bech tiene siempre a mano una observación inteligente sobre cualquier tema. Desmenuza sin anestesia al mundo comunista y a esos "burdeles de la entelequia'' que son ciertos núcleos intelectualoides de Occidente. Los caracteres son fascinantes; es la vida la que desfila por las páginas. Todo viene servido con una asombrosa riqueza verbal que relumbra, por ejemplo, en sus deliciosas enumeraciones.
Guillermo Belcore 
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Muy bueno


PD: ­Ah las reimpresiones! Que sería de nosotros, los lectores apasionados, sin ellas. Quedaríamos a merced del rústico presente, del fast book argentino (la expresión se la leía al escritor Juan José Becerra). Gracias Palas Atenea por el pasado.

PD II: Aquí hay otra reseña de un libro de Updike que disfrute mucho.

martes, 4 de septiembre de 2012

Novelas breves

Juan Carlos Onetti

Eterna Cadencia. 347 páginas. Edición 2012. Prólogo de Juan José Saer


Las jerarquías literarias existen y son importantes. Por eso no es descabellado sostener que Juan Carlos Onetti (Montevideo 1909-1994) fue el mejor novelista que ha generado el Río de la Plata y sus afluentes. Puede que algún texto de Saer, de Di Benedetto, de Wernicke, de Sara Gallardo haya pisado esas cumbres de excelencia que sólo él, en este rincón del mundo, ha logrado escalar. Pero el gran demiurgo Onetti ostenta el mérito de haber creado un cosmos singularísimo, cuyas criaturas desahuciadas corroboran que existen mil maneras distintas de fracasar y que la desesperanza es infinita. Fue nuestro Faulkner. Y ojala, así se lo recuerde.

Por tanto, siempre es una noticia formidable la reimpresión. Un sello nacional acerca ahora sus novelas breves, aunque llamar novela a algunos de los excelentes relatos que encierra el volumen obliga a un considerable esfuerzo conceptual. Obviamente, el rótulo importa un comino en este caso. Cuando uno se halla ante una escritura de primera no queda otra actitud que abandonarse al goce de la lectura.

El libro incluye siete textos desde el primerizo El pozo (1937) hasta el setentista La muerte y la niña. La calidad es pareja (otro de los atributos del uruguayo). Hay combinaciones de palabras perfectas (me encanto ésta: “toques de gracia marchita“). El conjunto, usando las propias palabras del escritor, es “como un universo saliendo del fondo negro de un sombrero de copa”. Para no abusar del tiempo del lector, describiré las dos primeras gemas:

1) El pozo

Eladio Linancero, periodista divorciado, a quien ya nada le importa la miseria, ni la comodidad, ni la belleza de las cosas, siente la compulsión de escribir sus desgracias. Es un pobre hombre que por las noches se vuelve hacia la sombras de la pared para pensar cosas disparatadas y fantásticas. Vive en una pensión de mala muerte; comparte pieza con el cretino militante Lázaro. Es posible que no se haya escrito una refutación más certera del Partido Comunista que la que esboza Eladio. No ha perdido un gramo de vigencia. Se nos recuerda que “los pensamientos de la gente que medita poco -y sobre todo que no divaga- tienen mayor fuerza de realidad”.

2) Los adioses

¿Es ésta la versión criolla de La Montaña Mágica, tan encantadora como sórdida? Hasta un hotel-sanatorio de las sierras llega un ex jugador de basquetbol, una estrella del deporte al que la tuberculosis está liquidando. El bolichero, el narrador, adivina con solo verlo que el hombre no tiene voluntad de curarse. Llegan dos mujeres para atenderlo. La gente idiota murmura. El final da un giro inesperado. No puedo sino compartir la aversión del escritor hacia la locura estúpida (pero tolerable) de las fiestas de fin de año. No puedo sino encontrar algo de consuelo en este pensamiento filoso que absuelve al Destino: “las desgracias no importan, sólo sirven para marcar fechas, para separar y hacer inteligibles los principios y los finales de las numerosas vivas que atravesamos y existimos”. 

Estos dos textos justifican el atesoramiento del libro. Piénsese que hay cinco más de similar hondura.

Guillermo Belcore

Calificación: Excelente

PD:  ¿La reimpresión del año?

domingo, 2 de septiembre de 2012

Salvajes


Don Winslow

Planeta. Novela policial. 347 páginas. Edición 2012


Las números producen escalofríos. Días atrás, se informó oficialmente que veintisiete mil ciento noventa y nueve mexicanos fueron asesinados en 2011, ¡algo así como ­setenta y cinco personas por día! Los expertos lo atribuyen al ajuste de cuentas entre las mafias. ¿Qué demonios está pasando en el México lindo y querido? Este apresurado policial ofrece una explicación razonable: donde antes prosperaban tres carteles de las drogas en armoniosa convivencia y tolerancia gubernamental priista, ahora existen por lo menos siete y todos se pelean por el territorio. El Estado panista -acicateado por Washington- les ha declarado la guerra. Corren ríos de sangre.

Las pepitas de información sobre el origen, la estrategia y el modus operandi de los barones de las drogas y sus diabólicos sicarios (y la corrupta respuesta de Estados Unidos) conforman el nucleo incadescente del último thriller de Don Winslow, autor, por cierto, de una de las mejores narconovelas de todos los tiempos (El poder del perro, Mondadori). La función esclarecedora de texto endulza, por así decirlo, la píldora: permite que el lector se trague la fantástica idea de que dos chicos de California (uno muy listo, el otro muy rudo) son capaces de hacerle morder el polvo al infernal cartel de Baja California. Ben y Chon producen la mejor marihuana de cultivo hidropónico del hemisferio norte. Los mexicanos malos y salvajes quieren robarle el negocio y para doblegarlos secuestran a la flaquita rubia que comparten: Ofelia, famosa por sus orgasmos muy escandalosos. La venganza será terrible.

El libro, que Oliver Stone ya llevó al cine, es atrapante hasta la última página. Tiene pornografía, humor y violencia a raudales. La prosa es coloquial, rápida, proteica, al gusto del lector perezoso que se atiborra de redes sociales. A mí me pone nervioso. Hay capitulitos, incluso, de menos de ciento cuarenta caracteres. Era inevitable. Alguien tenía que hacerlo.
Guillermo Belcore

Calificación: regular