martes, 12 de diciembre de 2023

La auto-sospecha







El personaje literario es viejo como la máquina de vapor. El hombre del subsuelo (¿por qué no hay mujeres cumpliendo este papel en las novelas?). Un añoso viaje, pues, desde Akaki Akákievich hasta Neftalí de Montevideo, que hoy venimos a presentar.

Ana Grynbaum, una de las voces más interesantes de la narrativa uruguaya actual, ha decidido recorrer en su más reciente nouvelle un sendero trillado pero no por eso menos encantador. Es la clásica historia de un patético cero a la izquierda, sin un cobre en el bolsillo ni razones para vivir, que finalmente encuentra un sentido a la existencia. A pesar de su mezquindad en páginas (ya volveremos sobre el punto), podría decirse que La auto-sospecha (180 páginas, Libros del inquisidor) es una especie de bildungsroman. Una diminuta novela de aprendizaje.

Neftalí vive en la casona de una vieja inválida, medio pariente, bajo un régimen de semiesclavitud. Mal atiende a la despótica mujer a cambio de un altillo mugriento para dormir y las sobras de la comida. Se somete también al escrutinio neurótico. Explica con el símil eficaz por qué ha dejado pudrir su talento en la desidia: 

"Preferí no funcionar, devenir bolsa de nylon enredada en la copa de un árbol; por decisión propia no sirvo para nada... hubiera querido ser optimista, pero naufrago en la mierda".

Un día la señora se muere; más rápidos que un vencejo, familiares lejanos se presentan por la casa. Le dan venticuatro horas al inquilino para abandonarla; Neftalí tiene todo preparado para ahorcarse pero finalmente quien se queda con la propiedad es una sobrina nieta. Rocío, una muchacha tan ingenua como lastimada, planea abrir allí un comedero para pibes de la calle. "Por más indeseable que un hombre sea, siempre se le arrima alguna mujer", se establece. Así pues, la trama evoluciona como suelen hacerlo estas historias menudas.

BLOQUECITOS

La urdimbre se construyó en bloquecitos. Hay una agradable alternancia entre el soliloquio de un Don Nadie y la narración en segunda persona del singular. Muestra la autora, además, una formidable destreza para acuñar sentencias. Cómo ésta de la página cuarenta y siente: 

"la verdad es frágil, exige acolchado... Me parece que todos compartimos la idea de que hay algo nuestro que no debemos revelar nunca, bajo ninguna circunstancia, incluso si desconocemos el contenido...".

En el debe podría mencionarse la escasez de páginas. El lector voraz se queda con hambre. Sería necio acusar a la nouvelle de falta de ambición artística, la señora Grynbaum ha creado, nada menos, su propio sello editorial junto a su marido Ércole Lissardi (¡ah!, esos nombres uruguayos) para componer lo que les plazca, en especial para cultivar la literatura erótica, una apuesta sumamente audaz en estos tiempos de hipersexualidad mediática, que no es arte claro está. Hay un par de páginas eróticas, por cierto, en La auto-sospecha que son poesía pura, y muy buena.

Además, un comentarista nunca debería criticar a un perro porque no es un gato. Pero he aquí un chihuahua que tenía todas las condiciones para ser un gran danés, es decir una novela oceánica, con fascinantes personajes secundarios y un contexto de degradación moral y social que Ana Grynbaum prefirió esbozar al paso en lugar de desarrollarlos. Es una lástima, Onetti y Dostoievski están presentes en su escritura y se la da muy bien el retrato de Montevideo, la fea.

Una última extrañeza. Como si se tratara de burbujas ácidas, consignas de izquierda emergen cada tanto. Habla Neftalí de conciencia de clase y hay un par de menciones despectivas de la meritocracia, del consumismo y del descastamiento de las napas inferiores de la burguesía media "a las que todos suponemos pertenecer". Pero la moraleja del libro no proviene de Marx, sino del Nuevo Testamento. Es Corintios 13, 1 al 7.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultura del diario La Prensa.

domingo, 3 de diciembre de 2023

Henry Kissinger en tres libros

Henry Kissinger no sólo fue el estadista que condujo la política exterior de Estados Unidos entre 1969 y 1977 (e influyó tras las bambalinas desde entonces) y en ese lapso consiguió la proeza de consolidar la fractura del mundo comunista; también fue un pensador sofisticado que escribió colosales tratados con la Historia sentada en su regazo.

Dos libros del erudito puede recome


ndar el autor de estas líneas. Son esenciales para el interesado en los asuntos mundiales. El primero es Diplomacia, un ensayo majestuoso entregado a la imprenta en 1994 que abarca desde el cardenal Richeliu hasta Ronald Reagan, aunque se centra en los últimos doscientos años. Examina las relaciones internacionales desde el prisma de un teórico (y firme defensor) de la realpolitik y el balance de poder de las grandes potencias.

Kissinger era un amoral. Admiró a Metternich, a Bismark, a Stalin y a Churchill pues siempre consideró que el interés nacional está por encima de cualquier consideración ética. Si es necesario derramar sangre para servir a los intereses de la Nación, se hará.

Naturalmente, hay algo siniestro en la admiración que el señor Kissinger profesaba por los esos hombres de Estado que han demostrado una eficacia extraordinaria (y pocos escrúpulos) para ampliar el poder nacional. Como Mao Zedong. Desde cualquier perspectiva moral, fue un monstruo; sus decisiones causaron la muerte de millones de personas. Pero el apóstol de la revolución permanente sentó las bases para el resurgimiento de China, lo cual es motivo para que el ex secretario de Estado de Richard Nixon justifique, incluso, la infame Revolución Cultural en otro de sus ensayos imprescindibles: China, publicado en español por la editorial Debate hace una década.


El libro narra el auge, la decadencia y el resurgimiento de una Nación-continente que en dieciocho de los últimos veinte siglos fue la más rica del globo. Es muy posible que la obra se convierta en un clásico. Se forjó con una impresionante bibliografía, documentos hasta ayer secretos y la experiencia personal de un hombre público que piloteó algunos de los acontecimientos más trascendentes de los últimos cuarenta años, en particular la sorprendente reconciliación (y alianza flexible y duradera) entre el paraíso del capitalismo y el país con el comunismo más virulento. El colosal caudal de información que aporte el ensayista es tamizado por una visión ideológica que -guste o no- da el conjunto una sólida coherencia. Como dijimos, Kissinger defiende como verdad manifiesta que para el Príncipe no debe existir nada más importante que la Razón de Estado.

Confucio ha vuelto, es la segunda tesis de China, libro que recomendamos con firmeza. Pekín es de nuevo el centro del universo y la civilización oriental despierta, una vez más, respeto y admiración. Hoy, gran parte de la salud económica del mundo depende de los resultados del milenario Reino Medio, un lugar donde el tiempo tiene un significado distinto al de Occidente, nos advertía Kissinger que en los últimos años medió entre Joe Biden y Xi Jinping para que no se destruyese la alianza estratégica que él había forjado en los setenta.


EL TERCER LIBRO


Nos gustaría señalar un tercer libro para explicar al colosal Kissinger, pero desde una perspectiva más pedestre, no despojada de rigor profesional y belleza expresiva. Nos referimos a Entrevista con la historia (1), una galería de retratos de estadistas que compuso la señora Oriana Fallaci (Florencia 1929-1986).

Uno de los capítulos de ese libro extraordinario está dedicado a Superkraut. Consta de una introducción de ocho páginas en las que se describe al personajón y la entrevista que una de las mejores periodistas de Occidente le hizo el jueves 2 de julio de 1972 en la Casa Blanca "a la nodriza mental de Nixon" (publicada íntegra en el semanario New Republic).

Fallaci concluyó que Kissinger "tiene los nervios y el cerebro de un jugador de ajedrez”. Se quejó de su voz monótona que casi no movía la aguja del magnetófono y su obsesión de pesar cada frase hasta el miligramo. Lo despacho con dos frases hermosas: 

"Desde mi punto de vista es el típico héroe de una sociedad donde todo es posible, hasta que un tímido profesor de Harvard, habituado a escribir aburridísimos libros de historia y ensayos sobre el control de la energía atómica, se convierta en una especie de divo que gobierna junto al presidente, una especie de playboy que regula las relaciones entre las grandes potencias e interrumpe las guerras, un enigma que intenta descifrar sin advertir que, probablemente, no hay nada o casi nada que descubrir. Como siempre que la aventura se viste de gris"
.

Guillermo Belcore


(1) Pinche aquí: https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2018/04/entrevista-con-la-historia.html