domingo, 29 de enero de 2023

Madoff, el monstruo de Wall Street

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Hay un hecho decisivo en la vida de cada uno de nosotros, explicaba Jean Paul Sartre. Es un acto trascendental que define nuestro ser; que nos salva o nos condena. El momento terrible en que el Sargento Cruz no consiente el delito de matar a un valiente, pega un grito y se pone a pelear al lado del gaucho Martín Fierro, por ejemplo.


El hecho decisivo de Bernie Madoff, un chico de Queens que soñaba con convertirse en estrella de Wall Street, ocurrió en 1962, quizás. Como administrador de dinero tenía un puñado de buenos clientes en el estudio contable de su suegro, cuando la Bolsa de Valores -esa dama cautivante pero tan voluble- se dio vuelta y sufrió duras pérdidas. Como todos los demás. Sin embargo, Bernie no quiso afrontar el revés y eligió convertirse en un farsante. Para siempre. Su suegro le prestó el dinero para cubrir la merma de capital y él fingió que había vendido las acciones justo a tiempo. Fue la piedra basal de una reputación de mago de las finanzas que le permitió, a lo largo de varias décadas, edificar el mayor fraude con esquema Ponzi de la historia de la humanidad. Unos 68.400 millones de dólares se evaporaron en el aire hace casi quince años. Madoff fue condenado a ciento cincuenta años de cárcel; murió amargado en la prisión federal en Butner, Carolina del Norte, a los 82 años. No sólo perdió su bendita libertad. Sufrió el peor de los castigos.


Aquellas fechorías de psicópata narcisista inspiraron una serie documental que Netflix acaba de subir: Madoff: el monstruo de Wall Street. La obra de cuatro capítulos de Joe Berlinger -un experto en estas lides- tiene la dosis sufici6nte de dramatización, análisis profundos, datos, testimonios y ritmo trepidante como para atrapar la atención del interesado en el tema. El mensaje, naturalmente, es el que cabe de esperar de una manufactura cultural como ésta: no se puede confiar en Wall Street.


A partir de los años setenta, Madoff construyó un imperio financiero, cuya sede operaba en el lujoso Lipstick Building. El negocio tenía dos caras; como Harvey Dent, una era espantosa. En el piso 19 del rascacielos de Manhattan, reinaba la luz. Funcionaba una correduría de acciones, en la que trabajan sus dos hijos y su hermano Peter. El vástago de inmigrantes de Europa oriental ganó una reputación de hombre serio, comprometido con la transparencia y el buen funcionamiento de los mercados desde el lunes negro de 1987. Madoff fue uno de los fundadores del Nasdaq (se había especializado en los papeles extrabursátiles) y asesoró al Tío Sam para que no vuelva a repetirse un crac. Unos metros más abajo, empero, se convertía en el doctor Hyde.


EL FRAUDE RECORD


Sin estar habilitado para ello, Madoff seguía ofreciendo sus servicios de asesoría financiera. Es decir, tomaba dinero de inversionistas y supuestamente lo destinaba a la compra y venta de acciones y bonos. Pagaba jugosos rendimientos, por encima del promedio del mercado. Y no perdía nunca. Demasiado bueno para ser cierto. En el piso 17, secuaces, que nunca debieron haber hecho otra cosa que vender autos usados, manejaban las cuentas con programas informáticos fraudulentos. ¿Cuál era el truco? Escuche bien: nunca, pero nunca, el fondo de inversión de Madoff realizó transacción alguna. Las ganancias puntuales que se pagaban a los clientes se cubrían con el aporte de capital de un inversor nuevo. De esto se trata un esquema Ponzi.


Se calcula que Madoff logró recaudar unos 19.000 millones de dólares de incautos de tres continentes, por lo menos. ``El enorme fraude de Madoff comenzó entre amigos, parientes y conocidos de clubes de campo en Manhattan y Long Island, una población que compartía su interés declarado en la filantropía judía, pero finalmente creció para abarcar importantes organizaciones benéficas como Hadassah, universidades como Tufts y Yeshiva, instituciones, inversores y familias adineradas de Europa, América Latina y Asia'', escribió The New York Times en el obituario del malhechor. No sólo se enriqueció en un nivel obsceno (tenía una mansión en el sur de Francia, otra en Long Island y un avión del mismo color que su oficina, por ejemplo) con el boca a boca. También se nutría de fondos alimentadores -como el Fairfield Greenwich y el Bank Medici-.  Grandes, medianas y pequeñas instituciones ofrecían a sus clientes los servicios del pillastre. Nadie se hizo cargo de nada.


Cuando la pirámide se derrumbó en 2008 -porque colapsó el mercado global, no porque lo descubrieran- quedaban sólo u$s 300 millones en la cuenta bancaria de Madoff. El financista debió confesarle a sus hijos la mentira más grande del mundo y fue arrestado por el FBI. Los daños fueron devastadores; hubo desesperación y dos suicidios; las ganancias espectrales habían inflado el fondo hasta los 68.400 millones de dólares. No sólo fue una molestia para ciertos ricos y famosos (como Steven Spielberg); cientos de familias vivían de sus retornos sorprendentes.


¿POR QUE PUDO?


La serie ofrece respuestas certeras a la pregunta más elemental del hombre de la calle: ¿Como fue posible el Madoff monstruoso? En el caldero de brujas del piso 17 se mezclaban la audacia del protagonista, la ayuda de cómplices poderosos, la codicia de los inversores, una suerte increíble y la incompetencia y venalidad de las autoridades de Estados Unidos.


¿Dijimos cómplices? Mencionemos al picapleitos Jeffrey Picower, quien cubría los retiros del fondo fantasma cuando estallaba una crisis circunstancial, a cambio de cuantiosos beneficios. Este abogado fue encontrado muerto en una piscina en 2009. Su viuda aceptó saldar con su patrimonio las demandas presentadas por el fideicomisario de Madoff, Irving Picard, por 7.200 millones de dólares, la mayor incautación individual en la historia judicial estadounidense, según la Wikipedia.


Debe usted saber que señales de alarma no faltaron, pero fueron ignoradas por la Securities and Exchanche Commision (SEC), el ineficaz vigilante de los mercados estadounidenses. Harry Markopolos, valeroso estratega de Rampart Investment, les entregó detallados informes que mostraban la imposibilidad matemática de las ganancias de Madoff. Enviaron novatos a investigarlo; y en 2005, ¡por fin!, ante la ausencia de contrapartes (las operaciones bursátiles deben quedar registradas en alguna parte) le exigieron al canalla que abriera sus archivos. Bernie fue sólo a la guarida del león estatal -una rareza en Wall Street- y les entregó el número de una cuenta donde supuestamente movía la plata. Volvió a su casa y pasó un fin de semana con el corazón en la boca, esperaba que lo detuvieran de un momento a otro. La cuenta estaba en blanco, ¡pero la SEC jamás lo verificó! El pillo ganó otros tres años de gracia. Así funciona el país más avanzado del planeta, nos enteramos gracias al thriller financiero de Netflix


La serie, de impecable factura técnica, nos advierte que los récords nacieron para ser quebrados. Es cuestión de tiempo la aparición de otro Madoff. El jueves pasado la SEC desveló que ha remunerado con 18 millones de dólares a tres buchones que con la información que aportaron facilitaron el  desmantelamiento de un fraude bursátil.


De hecho, en la Argentina hace poco tuvimos otro animalito de pelaje similar al de Madoff haciendo de las suyas con personas ingenuas. Y con personas codiciosas, porque si algo nos queda en claro después de los cuatro capítulos apasionantes es que la codicia es pésima consejera. Si es demasiado bueno para ser cierto, 99,9 % que se trata de un fraude. Sus ahorros -los de su familia- son tan valiosos como su trabajo, amigo lector. Y tenga en cuenta una constante histórica: todo el mundo suele negarse a ver que el emperador está desnudo.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy buena

sábado, 21 de enero de 2023

Un pedigrí


Somos lo que nuestros padres hacen con nosotros. O lo que hacemos contra nuestros padres. Al Premio Nobel de Literatura 2014 no le tocaron buenas cartas. El padre fue un judío de la Toscana, establecido en París y aficionado a los negocios turbios, que siempre quiso quitárselo de encima. La madre, una actriz frustrada, nacida en Flandes, de la cual no ha podido recordar nunca "ni un ademán de ternura auténtica o de protección''. Dos personas fracasadas. La infancia y la adolescencia de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt 1945) fueron un desastre pero -como escribió Shakespeare- Dios corta el mazo y reparte las cartas, pero es el hombre el que la juega.­

Ese muchacho mal querido, confinado en un internado siniestro tras otro, se las arregló para convertirse un escritor de renombre en Francia, la más literaria de las naciones, según la opinión de un tal Jorge Luis Borges. Y Modiano perpetró una especie de parricidio en letra impresa. En 2005, publicó Un pedigrí (Anagrama, 129 páginas), uno de los ajustes de cuentas contra los padres más elegantes que se ha publicado en la literatura occidental.­

¡Qué hermoso libro!, no puede uno sino exclamar al término de sus avaras páginas. No se trata de una de esas novelas-faro que definen una época, pero la experiencia de lectura siempre es agradable. Monsieur Mondiano nos permite recorrer un cuarto de siglo de la historia de Francia; desde la Ocupación hasta bien entrados los sesenta. Desfilan una galería de fantasmas vinculados a los Modiano-Bogaerst, esa pareja de corazón seco, o al propio Patrick en sus desdichados años formativos.­

Hay postales deliciosas; no se trata de una obra rencorosa o triste. Nos sorprende, por ejemplo, que en el internado de Saint-Joseph de Thones, en la Alta Saboya, era imposible leer Madame Bouvary, allá por 1962, sin el permiso especial del profesor de francés, el padre Accambray. Al joven Mondiano lo suspendieron tres días por haber hincado el diente en El trigo en ciernes.­

El narrador escribe en primera persona, aplica delicadas técnicas de complicidad y se establece firmemente en la esa rama de la literatura francesa a la que podríamos llamar cartesiana, pues se destaca por la claridad sublime de una prosa que nada tiene que envidiar en legibilidad -sin perder un gramo de relevancia- a la producción típica del otro lado del Canal de la Mancha.

Soy un perro que hace que tiene pedigrí, estableció Modiano al principio. También deja asentado en la página 45:

"Dejando aparte a mi hermano Rudy y su muerte, creo que nada de cuanto cuente aquí me afecta muy hondo. Escribo estas páginas como se levanta acta o como se redacta un curriculum vitae, a título documental y, seguramente para liquidar de una vez una vida que no era la mía''.

¡Vaya tipo! Quien pudiera escribir y vivir sin ser esclavo de las emociones.­

Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

domingo, 15 de enero de 2023

El fin del 'Homo soviéticus'

 


En 2015 la comunidad libresca discutió si era razonable que una persona dedicada al periodismo recibiera el Nobel de Literatura. La obra que venimos a recomendar prueba que sí, que fue un acto de estricta justicia artística galardonar a Svetlana Aleksiévich (1948) . ¿Acertaron de casualidad por razones extraliterarias o aún quedan partículas de sabiduría en la cuestionada Academia Sueca? Vaya uno a saber.


El fin del Homo Soviéticus (Editorial Acantilado, 643 páginas) fue entregado a la imprenta en 2013. Es un colosal fresco de esa entidad platónica que conocemos con el nombre de Rusia. Abarca ochenta años de historia. Desde Lenin hasta la llegada del zar Vladímir (Putin) a la presidencia. Svetlanaatrapó el habla y el alma de un pueblo y lo volcó al papel con una impecable calidad literaria. Es una de las mejores novelas documentales de nuestro tiempo , urdida con historias personales que se leen como si presentan cuentos excelentes.


La gran dama de Bielorrusia observa el mundo como escritora, no como historiadora o periodista. Comparte con Borges una hermosa convicción: 

"Un pedacito de literatura asoma de repente, a veces en el lugar más insospechado".

En el prólogo, la autora expone sus cartas. Dice que su intención fue "escuchar honestamente a todos los actores del drama del socialismo" . Víctimas y verdugos. Cuatro generaciones son llamadas a escena: la de Stalin, la de Jruschev, la de Breznhev y la de Gorbachov. Oímos decenas de voces atormentadas; desde un funcionario del Kremlin a la de una simple costurera, desde un guardián del gulag hasta la hija de un asesinado en esos aberrantes campos de trabajo. Página ciento cuatro: "No hay quien pueda medir o pesar el tamaño de lo que han tenido que sufrir los rusos" .Pero no sólo ellos: oímos a inmigrantes tadyikos, a refugiados armenios, a mártires de la guerra civil en Georgia, a descendientes de las hambrunas en Ucrania diseñados por el terror estalinista. 


Libros como éste son imprescindibles, en el sentido que lo son los de Aleksander Solzhenitsyn (1), Primo Levy (2) y Boris Pahor (3). Se ha dicho que en 1917 un idealista podía militar en el comunismo; en 1938, un desinformado; hoy en día, un cretino, un canalla o un cómplice. La dictadura del proletariado es una de las peores tragedias que se abatió sobre la humanidad. Página 23: "Comunista es aquél que ha leído a Marx; anticomunista el que lo ha comprendido".


El libro muestra también las semillas que permitieron el crecimiento de una planta monstruosa de estos días: el pseudototalitarismo de Vladímir Putin. Es posible, incluso, trazar parámetros entre la "campaña de Finlandia" de 1937 y la "operación especial en Ucrania" de 2022/23. "Si hubiésemos sabido que un coronel de la KGB iba a terminar como presidente de la Federación Rusa", se lamenta un joven. ¿La esclavitud complace a los rusos? ¿Son un pueblo proclive a la guerra? ¿Su mentalidad pide gritos un zar? No hay respuestas definitivas en este texto fascinante. "Dar libertad a los rusos es como proporcionar anteojos a una comadreja", sentencia un apparatchik


Deja Svetlana un mensaje para los plumíferos argentinos, tan proclives al mensaje 'progre'. Definitvamente, las barricadas no son un buen lugar para el escritor:


"Son una trampa. En las barricadas la vista se nubla, las pupilas se contraen, los colores se difuminan. Desde las barricadas se ve un mundo en blanco y negro donde los hombres se convierten en los puntos negros que hay en el centro de las dianas...".


Guillermo Belcore


Calificación: Excelente


(1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2011/10/la-casa-de-matriona-ii.html


(2)

https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2008/02/triloga-de-auschtwitz.html


(3)

https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2013/08/necropolis.html