viernes, 24 de febrero de 2023

Villa Triste


­Infinitas (casi) son las categorías en las que podemos clasificar a la literatura. Propone esta columna el rango de escritores delicados o suaves. Nada desagradable al ojo, al oído, al olfato o al gusto hay en su creación artística. Son orfebres de la palabra. Optan por los procedimientos oblicuos. Sus personajes suelen ser fantasmales. 


Naturalmente, Jorge Luis Borges encaja como anillo al dedo en esta categoría de elite. Yasunari Kawabata, también. Y John Banville, quien por desgracia anunció en estos días su retiro de la novela. Francia -la más literaria de las Naciones al decir de Borges- tiene un representante sublime, Premio Nobel de Literatura 2014. Patrick Modiano (1945) es su nombre. Como todos los delicados, es uno de esos autores que exigen agotar su obra.


Acabamos de terminar una novela corta de Modiano entregada por primera vez a la imprenta en 1975. Villa Triste (Anagrama, 191 páginas, edición 2009) subsume todas las virtudes de la obra modiana. La delicadeza, por supuesto, rige el conjunto. 


Después de doce años, el protagonista vuelve, con el corazón palpitante, a un balneario termal en la Alta Saboya, donde un verano se escondió para evitar que el Estado francés lo reclutara para la guerra esa que se llamaba de Argelia. Víctor Chmara (el nombre es ficticio) tenía 18 años. 


Evoca al narrador a dos personajes deliciosos, un amigo y una amante de entonces. El hombre se llama René Meinthe, abiertamente gay en los sesenta, "en una ciudad agazapada en lo hondo del mundo provincial francés''. Hijo de un médico famoso de la comunidad, doctor él también, rondaba los 30 años. Veremos luego como la política artera lo maltrata.


La chica es Ivonne, aspirante a estrella de cine, "perezosa como un alga''. Invita al muchacho prófugo a vivir con ella en el hotel L'Hermitage. Suceden leves peripecias que endulzan una vida ociosa. Aparece un escritor de la vida real: André de Fouiquièrs. La historia del trío -no hay nada indecente o feo aquí- concluye con el final de la temporada, como suelen terminar esas burbujas de felicidad inconsciente que de tanto en tanto aparecen en la vida del afortunado. ¡Pero quién nos quita lo bailado!


Nada cuesta definir como sublime la prosa de Modiano. Es un virtuoso de la palabra justa y de la sintaxis perfecta. Comparte además un rasgo de los escritores delicados: aplica al texto cierta pátina de nostalgia, de color dorado, claro. El narrador francés es uno de esos artistas que nos persuaden que algo valioso, original, íntimo se nos ha perdido con el correr del tiempo.


El cierre es con una cita de la página cincuenta y nueve que, bajo ningún aspecto, debe ser atribuida a la condición judía (europea) del autor. Es para todos los seres humanos en su sentido literal y en el metafórico: 

"...hay que estar listo para irse en cualquier momento y hay que considerar todos los cuartos donde vamos a parar como refugios provisionales...''.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

lunes, 20 de febrero de 2023

Vida de Luis Carlos Prestes

 


Según la opinión predominante, Jorge Leal Amado de Faria (1912-2001) es una de las glorias de la literatura brasileña. Pero tuvo una canallesca fase estalinista que se estiró hasta los años sesenta. Durante esa etapa, escribió buenas novelas y una hagiografía del revolucionario Luís Carlos Prestes, que acaba de ser reimpresa en Buenos Aires por el Fondo de Cultura Económica. Sobre esta última, discurrirá este artículo.


El Caballero de la Esperanza, Vida de Luís Carlos Prestes (380 páginas) se entregó a la imprenta por primera vez en 1942. Fue en Buenos Aires, en español y con el patrocinio del Partido Comunista. "Era un libro político, escrito para la campaña por la amnistía, por la libertad de Prestes", explicaba el autor, protegido en el exilio por Rodolfo Ghioldi ("el gran líder del proletariado argentino") y Carlos Dujovne. Aquella edición argentina fue secuestrada y quemada años después por orden del Presidente Juan Perón, ese demócrata cabal.


La primera edición en portugués data de 1944. La de 2022 incluye en la tapa la siguiente leyenda: "En Brasil este libro fue un arma en lucha contra el fascismo", que no era otro que el Estado Novo de Getulio Vargas, el trágico presidente que envió tropas brasileñas para luchar contra los nazis en Italia, junto a los estadounidenses: "los inmortales de Monte Castelo".


A decir verdad, Jorge Amado juega limpio. Anticipa en uno de los prólogos que la verdad histórica se subordina totalmente a sus fines políticos. "Y en cuanto al equilibrio y la imparcialidad referentes a Luis Carlos Prestes son cosas que no es necesario medir...", advierte.


Dijimos "hagiografía", ¿verdad? Es que el libro es una interesante y radical combinación de historia de los santos, panfleto, culto a la personalidad estalinista e idolatría precristiana. Lo mejor es la prosa. Amado simula ser un narrador oral de historias (el mismo procedimiento de Guimaraes Rosa en su novela cumbre). Le relata "a su negra" vida y obra de un héroe, "de la estrella que ilumina a los hombres" (abundan las metáforas de tinte religioso). Explica el autor que su estilo es el rimance; es decir romance (novela en portugués) con rima; prosa poética, pues. El bahíano era uno de esos escritores románticos que saben componer una frase hermosa.


CARAPINTADISMO


Para quienes no lo conocen, digamos que Prestes fue una suerte de militar carapintada que en la década del veinte, asqueado por la corrupción y la explotación de los desvalidos, se alzó en armas contra la República oligárquica. Entre 1924 y 1927, con una columna de no más de tres mil almas (en su mejor momento) cruzó veintiséis mil kilómetros jugando al Robin Hood, "sembrando las semillas de la revolución". Libró con un increíble éxito cincuenta y tres combates y cientos de tiroteos menores desde Río Grande do Sul a Tocantins. Amado compara las hazañas de la Gran Marcha con las de San Martín y Bolívar, ¡y éste es uno de los elogios menores! La Columna "fue la línea del corazón trazada en la mano de Brasil", escribió.


Lo cierto es que Prestes nunca pudo ser derrotado por los más experimentados generales de su Patria. Partió al exilio, primero en Buenos Aires (es notable como los gobiernos de la Unión Cívica Radical protegían a los putschistas brasileños), luego en la Unión Soviética, desde 1931. Tras trabajar para la KGB "desenmascarando saboteadores", el teniente brasileño se convirtió en una agente del Komintern. Página 248: Fue electo, "en el Séptimo Congreso para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista como una de las cabezas dirigentes del proletariado mundial, al lado de Stalin, de Dmitrov y de Mameiski..."


Resulta triste comprobar cómo Jorge Amado ignoraba o minimizaba los crímenes de la más aberrante versión del bolchevismo. En la página 245, llama a la URSS "patria de la ciencia, la cultura, la belleza y la libertad". Justifica, incluso, las grandes purgas: "En el país de la Unión Soviética, amiga, en aquellos tiempos existieron los traidores que el pueblo ajustició después"... El viejo truco del progresismo: llamar "pueblo" a los esbirros de una demencial y poderosa Voluntad de Poder.


Esa ceguera ideológica -seguramente voluntaria- contrasta con la minuciosa denuncia del horror en las cárceles de Getulio Vargas, mazmorras donde Luís Carlos Prestes pasó nueve años tras su regreso clandestino a Brasil en 1934. Para conseguir su liberación, Amado escribió este libro de moralidad tuerta, como la de todos los militantes. Definitivamente, los intelectuales más valiosos son los librepensadores.


Sólo resta destacar que el manifiesto jacobino incluye pasajes de crítica literaria muy sabrosos. Con frases como dagas, Jorge Amado asesina el modernismo, en cuanto expresión podrida del arte por el arte y la subordinación cultural de los latinoamericanos a las modas que vienen de Europa. Llega a decir que Prestes ""salvó a toda una generación de escritores brasileños de la metafísica y los devaneos y la llevó a estar cerca de los problemas de Brasil""... El escritor comprometido de Bahía quería ser un adalid del "realismo socialista". ¡Ja! Otra moda que importamos de París y Moscú.

Guillermo Belcore

Calificación: regular

viernes, 3 de febrero de 2023

Sin fallos


Lee Child

Blatt & Ríos. Novela policial, 467 páginas


Imagine, estimado lector, que usted trabajó muy duro para el Estado durante trece años, realizando incluso tareas de cuestionable moralidad, sobre todo en el extranjero. Se retiró joven y percibió alguna especie de indemnización, muy jugosa; tiene en el banco una modesta fortuna y cobra pensión. Todos los meses retira unos 500 dólares para vivir. Y se dedica a recorrer su país natal, de punta a punta, sin equipaje ni rumbo fijo. Las aventuras le salen al paso.


Encarna el mayor (R.E.) Jack Reacher nuestros sueños de libertad absoluta. Es la conciencia sin ataduras ni miedos. El personaje es un gigantón pacífico y educado, pero será mejor que no te metas con él, porque lo lamentarás el resto de tu vida (si es que sales con vida). Suele proteger a los débiles y a los buenos, como corresponde a un héroe. Nunca le tiembla el pulso para el asesinato en serie cuando se trata de mafiosos, terroristas o malvados en general. Un vengador implacable.


El guerrero grandote es una invención del inglés Lee Child (1954) que, como otros europeos talentosos, se ha transformado en un narrador más estadounidense que el pavo del Día de Acción de Gracias. El ex policía militar protagoniza una saga policial absolutamente cautivante; son esos libros que magnetizan los dedos, imposibles de abandonar hasta la última página. También ha llegado a las pantallas con dos películas mediocres (Tom Cruise no era el más apropiado para el papel de Reacher) y una serie fidedigna en Amazon Prime que le ha atribuido el rostro irrevocable del musculoso actor Alan Ritchson (1).


Debemos agradecer al sello Blatt & Ríos que en la alborada de 2023 nos acerque otra gema de Child. Necesitamos evasión de la buena. Sin fallos es una novela tan entretenida y provechosa como las anteriores que leyó el autor de esta nota (2) y (3).


En esta ocasión, nuestro Hércules es contratado por una agente líder del Servicio Secreto de Estados Unidos para una auditoría externa: tiene diez días enteros para encontrar una manera de matar a la cuarta persona mejor protegida del planeta: el vicepresidente electo de Estados Unidos. Descubren Reacher y su ayudante -la sargento Neagley, una ex colaboradora en la milicia- 3,5 formas de liquidar al senador Brook Armstrong. Sí, tres veces y media.


Usted se preguntará por qué Reacher abandona el deleite del vagabundeo irresponsable. Por razones sentimentales, además del formidable desafío. La agente M. E. Froelich -una belleza de rasgos nórdicos- había sido novia de su hermano, asesinado en acto de servicio para la misma agencia gubernamental. Este libro es una aproximación al alma del difunto Joe Reacher, pues.


Después de la auditoría, la agente muestra sus cartas. El Servicio Secreto ha comenzado a recibir cartas con una creíble amenaza de muerte contra Armstrong. ¡Una de ellas apareció sobre el escritorio del jefe de Froelich! Comienza pues una fascinante cacería humana. El as de la División de Investigación Criminal del Ejército de Estados Unidos (R.E.) y su ayudante Neagley se suman al equipo de las Grandes Ligas que debe evitar un magnicidio. Pronto empieza a correr sangre. La trama es fascinante, con el suspenso muy bien dosificado.


DIDACTISMO


Los libros de Child no sólo permiten abandonarse al placer de la lectura. También cumplen un mandato imperioso de la industria editorial: siempre hay que enseñarle algo lector. El texto rebosa de datos con el fin de mostrarle al vulgo cómo se hacen realmente las cosas detrás de los cortinados del poder. En esta ocasión, nos enteramos de las faenas de la institución vicepresidencial en Estados Unidos y del modus operandi del Servicio Secreto. Sin fallos fue entregada por primera vez a la imprenta en 2002; es el sexto libro de la serie Reacher.


En el capítulo dieciséis, se nos informa que el Servicio Secreto compendia en libros minuciosos -"gruesos como una Biblia medieval"- la vida de cada uno de los peces gordos que debe custodiar. Los hechos relevantes tienen a continuación un número entre paréntesis que indica, del 1 al 10, cuán bien autentificado está ese suceso. Los periodistas deberíamos hacer lo mismo, ¿no le parece lector?

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno