domingo, 23 de mayo de 2021

El asesino en su salsa


 

El asesino en su salsa

Por Pino Imperatore
Novela policial. Edhasa. 310 páginas

Es comprensible. El signore Pino Imperatore (Milán, 1941) ha querido subirse al carro de la victoria que conducía (suenen las trompetas) don Andrea Camilleri, creador de la saga del comisario Montalbano y el escritor italiano más leído de este siglo (murió en 2019). Pero las diferencias de calidad son notorias; los literatos no deberían ir en la misma cuadriga. Lo que en el novelista siciliano y comunista era gravedad, principios morales y racionalismo; en el texto de Imperatore es ligereza, didactismo muy elemental y una veta cómica similar a la de Darío Vittori.

El asesino en su salsa es la primera novela policial de Imperatore, quien hasta 2018 se había destacado como periodista, dramaturgo y humorista en Nápoles, la ciudad de sus padres y la que adoptó en su corazón. Su salto al género policial es muy reciente, pues. En una de las solapas se dice que "la consagración le llegó por las novelas protagonizadas por el inspector Gianni Scapece", pero hay que tomar con pinzas la información que suministra el sello editorial.

En la reseña de la contratapa se afirma que "Nápoles se ve sacudida por el siniestro asesinato de un niño" (parece que se limitaron a copiar y pegar el artículo de la Wikipedia). Ojo, este crimen nunca ocurre en el libro. En realidad, Scapece investiga el homicidio de un hombre joven descarriado, que vivía de rentas, malgastando el dinero a diestra y siniestra para correr detrás del alcohol, las mujeres y las drogas. Se llamaba Amadeo Caruso, hijo de un magnate inmobiliario. Lo encontró la policía desnudo en su departamento, cuchillo en la espalda, genitales inmersos en ajo y aceite, ají picante en el culo.

La trama se desarrolla en dos direcciones: el misterio policial y un costumbrismo que pretende ser jocoso pero sólo lo consigue en contadas excepciones. Como en el caso de Camilleri, también se deja constancia de la pasión gastronómica y sexual de la Italia meridional.

Para sacar a la araña de su agujero, el detective Scapece cuenta con la ayuda de la buena gente de la trattoria Parthenope, que se van robando la escena. Se engarzan tópicos y personajes estrafalarios que disipan el módico suspenso policial. Como en Dragón Rojo de Thomas Harris, el criminal es un chiflado cuyas maldades se inspiran en un cuadro: Il diavolo di Mergellina, compuesto en 1542 por Leonardo Grazia, mejor conocido por Leonardo da Pistoia, a pedido de un obispo que deseaba deshacer con la pintura un hechizo de amor.

Puede decirse que el autor no demuestra talento para el retrato y la descripción. Escribe como si viviera en el siglo XIX. Todo es concreto y realista, a lo sumo pintoresco. No hay densidades estilísticas. La prosa es sencillísima, lo cual no siempre es un defecto. ("Las cosas más entradoras, son las que el pueblo compriende", estableció el poeta Larralde). El encanto de Imperatori, cuando aparece, es plebeyo: 

"...el inspector clavó la mirada en Fabozzi como una mujer mira al marido al haberlo sorprendido haciendo pis fuera del inodoro..."

El espléndido final ocurre durante las últimas horas de la Nochebuena. Hace olvidar, de alguna manera, el tedio de las páginas anteriores. Scapece confronta al asesino, a esa altura serial, en la bodega de Parthenope, mientras escaleras arriba el restaurante bulle de felicidad.

Añade Imperatore un postfacio en el que agradece, entre otros, al equipo de edición y al coach de la Editorial Planeta, explica lo mucho que se concentra para escribir, y declara su amor por los lectores. ¡Ah, los italianos!

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Regular

viernes, 14 de mayo de 2021

Ampliación del campo de batalla


 

No debe ser tarea sencilla componer en Francia, la mas literaria de las naciones según estableció Jorge Luis Borges. Hay una tradición, ubérrima, que debe ser respetada, honrada y enriquecida. Ese peso puede aplastar a los mediocres, pero los escritores de fuste la aprovecharán en nombre de la bloomiana Teoría de las Influencias. Es el caso de Michael Houellebecq, acaso el último de los malditos de Europa.

Hoy venimos a recomendar su primera novela Ampliación del campo de batalla (Anagrama, 126 páginas) ,entregada la imprenta en 1994 pero que no ha perdido un gramo de frescura como ariete contra la posmodernidad.

En su début, Houellebecq unía tres elementos formidables de la tradición literaria francesa: el misántropo, la náusea existencial y el literato como pensador de la evolución social. Y lo hace muy bien, sin apelar al pesado andamiaje narrativo o a los oscuros juegos retóricos a los que son afectos algunos de sus compatriotas. La prosa es concreta y clara.

El narrador es un ingeniero informático de 32 años, célibe desde hace un tiempo, qué tiene dificultades para vivir en lo que denomina el campo de la norma. Puede que sea el resultado de un desengaño amoroso. Fumar se ha convertido "en la única parte de verdadera libertad'' en su existencia. Con Alta Filosofía (el principal agrado del libro) manifiesta su hastío ante "el agotamiento vital de nuestra civilización''.

El hombre viaja a ciudades de provincias para adiestrar a funcionarios del Ministerio de Agricultura en el manejo de computadoras, intenta provocar un asesinato, cae en manos de psiquiatras, lo internan en un loquero y, finalmente, encuentra algo de paz en la naturaleza agreste.

Sus puntos de vista -siempre interesantes- son los del jacobino decrépito Houllebecq: detesta a los musulmanes, a los gordos y a los feos; se pronuncia a favor de la prohibición de los despidos y del adulterio; clama contra el consumismo; reivindica a Robespierre. De pronto le resulta indiferente no ser moderno (la frase es de Barthes), o mejor dicho no ser posmoderno.

Las ideas de Houellebecq merecen ser discutidas. Plantea que "ninguna civilización, ninguna época, han sido capaces de desarrollar en los hombres tanta cantidad de amargura como la que circula en el presente''. La actual es una generación sacrificada, porque ha sacrificado el amor como inocencia y como capacidad de ilusión en los altares de la libertad sexual.

He aquí lo más discutible: M.H. parangona el liberalismo económico con la libertad absoluta de costumbres. Sostiene que la ley de mercado (económica o sexual) produce "empobrecimiento absoluto''. Dispara una boutade que explica el titulo: "El liberalismo económico es la aplicación del campo de batalla su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases sociales''.­

Vaya tipo, este Houellebecq. Moralista a su manera, provocador nato, llega a escribir lo siguiente: "...los psicoanalistas se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad... una mujer que cae en manos de un psicoanalista se vuelve inadecuada para cualquier uso...''.­

Esa jocosa e inspiradora mezcla de disparates y denuncias certeras (respecto a las relaciones humanas suele tener la puntería de Guillermo Tell) hacen del francés un narrador indispensable de nuestro tiempo. Es un soplo de aire fresco -por decirlo con una metáfora gastada- entra tanta aburrida corrección política.

Este blog se ha propuesto, pues, agotar la obra de Houellebecq. Aplaudimos la colección Compendium de Anagrama que este año ha llegado a la Argentina. Ampliación del campo de batalla integra un volumen qué también contiene su segunda y tercera novela. Es lo que viene en este laborioso rincón de crítica literaria.­

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

Publicado en la edición de hoy del diario La Prensa.

domingo, 9 de mayo de 2021

Luna azul

 


Jack Reacher es el Quijote de nuestro tiempo, pero lúcido e implacable. Viaja en ómnibus de un punto a otro a Estados Unidos en busca de aventuras, "sin ningún lugar particular al que ir y con todo el tiempo del mundo para llegar allí". Va ligero de equipaje, sólo lleva la ropa puesta, la tarjeta de débito y un cepillo de dientes (¿qué clase de hombre prescinde del desodorante y de una muda de medias y calzoncillos?). El héroe solitario -1,95 metro de hueso y músculos, 115 kilogramos de masa bien entrenada- se las arregla para atrapar nuestra imaginación; quién no ha fantaseado, antes de la maldita pandemia, con la idea de vagar sin ataduras para conocer el mundo (Reacher cuenta con una ventaja decisiva: una pensión puntual del gobierno de Estados Unidos por haber trabajado durante once años como policía militar).

En el libro número veinticuatro de Lee Child (Conventry, 1954), Reacher llega a una ciudad calurosa de 500 mil habitantes (¿Raleigh?, ¿Cincinatti?) controlada por el crimen organizado. Evita que un ratero le robe un abultado sobre con dinero a un anciano que viajaba en el mismo ómnibus que él; Jack tiene un instinto de supervivencia extraordinario y fue entrenado para percibir las amenazas que nos circundan. 

Por ayudar a don Aaron Shevick y su esposa María, el hombretón termina envuelto en una guerra territorial entre la mafia ucraniana y el hampa albanesa, dos tribus sanguinarias con las que se topan, tarde o temprano, todos los ciudadanos que desean hacer negocios en esta urbe corrompida. Parece Ciudad Gótica antes de la llegada del comisionado Gordón y Batman.

Luna azul (Black & Ríos) es una novela intensísima, repleta de situaciones límite. Corren ríos de sangre. Una vez adentro, al lector le resultará imposible salir hasta la última página (he aquí la verdadera burbuja para aislarse del covid). Reacher debe sobrevivir en una jungla desconocida; lo buscan decenas de matones. Su misión inicial (probono) era conseguir las gruesas sumas de dinero que el hospital le exige a los Shevick para tratar a su hija con cáncer y defenderlos de los usureros (la salud privada de Estados Unidos es como la mafia: si no consigues la plata a tiempo, te ocurren cosas feas). Concluye -junto a un grupete de ex militares- cazando al señor Trulenko, un magnate de la informática que declaró la bancarrota y se hizo humo, el ex jefe de Meg Shevick. 

PUGILATO

El libro ofrece información fidedigna sobre asuntos tan interesantes como el tráfico de mujeres ucranianas para la prostitución en Estados Unidos. Otro agrado que debe mencionarse es la fría y minuciosa descripción de las muchas escenas de pugilato (..."el Ejército de Estados Unidos enseña el combate más sucio del mundo, aunque nunca lo va a admitir en público..."). Child detalla las fuerzas de la física que intervienen, por ejemplo, en un codazo que destroza una nariz o en una patada en la ingle. Veamos el choque de trenes de la página 242:

"...El tipo se lanzó desde lo alto de la escalera, impulsado por piernas potentes, hombros hacia arriba, cabeza hacia abajo, apuntando a cargar, apuntando a plantar un hombro en el pecho de Reacher, apuntando a desbalancearlo y volcarlo hacia atrás. Pero Reacher estaba por lo menos cincuenta por ciento listo, y se sacudió hacia adelante en dirección al tipo, lanzó un violento uppercut de derecha, salvo que no vertical, más a un ángulo de cuarenta y cinco grados, por lo que la cara del tipo cargando y agachándose lo recibió exactamente de lleno, y sus propios cien kilos avanzando se encontraron con los ciento quince de Reacher moviéndose en la dirección opuesta en una ruptura colosal de energía cinética, cara contra puño, suficiente para levantarle los talones y hacerlo caer sobre el trasero, salvo que el piso no estaba ahí, por lo que el tipo cayó escaleras abajo con un salto mortal hacia atrás, una convulsa rotación completa, amplia y alta, y después se estrelló contra la pared de atrás en una salpicadura de extremidades...".

No sólo se trata de fuerza bruta. El investigador, agente del cambio, vengador de los débiles, aplica el método deductivo. Deduce con una precisión asombrosa cómo piensan sus rivales y tiene una increíble buena suerte (el único déficit de invención del libro). Después de sus improbables victorias, se va tranquilo, cabalgando hacia el poniente, como lo exige la tradición del cowboy solitario que signa hasta el día de hoy la cultura popular estadounidense.

La filosofía de vida de Reacher, por otro lado, es la que preconiza la experimentación absoluta. Cada día debe traer una sorpresa; dilapidar el tiempo resulta imperdonable. Pero puede que el grandote desaliñado y mirada desquiciada esté cansado. Le propone que lo acompañe en su vagabundeo continental a una chica, menuda y algo andrógina, que conoció en un bar y se convirtió en su amante. Jack es rechazado; la saga debe continuar. Child y Reacher están en la plenitud de sus condiciones. Sería una pena que, tal como se rumorea, el primero se retire y el segundo quede en manos menos hábiles para narrarlo.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

PD: En este blog se recomiendan otras otra novela de la saga Reacher: