martes, 26 de marzo de 2024

Cuadernos de Vorónezh


Aquellos intelectuales que adoran al Partido Comunista o alguna de las infames sectas trotskistas (como las que se roban en la Argentina el 2% de los planes sociales de los pobres so pretexto de gasto de organización) deberían descubrir o recordar lo que el marxismo les hace a los artistas cuando conquista el poder e impone la dictadura del proletariado. Deberían conocer el destino trágico de Ósip Mandelstam.


Nació en 1891 en Varsovia dentro de la confortable fe judía, fue compañero de ruta (sin exagerar) de la Revolución bolchevique, pero por ser una conciencia independiente lo condenaron a la miseria más espantosa y al exilio interno, hasta que en 1938 lo liquidó un campo de concentración de Vladivostok.


Ese enigma envuelto en un misterio dentro de un acertijo que conocemos con el nombre de Rusia rehabilitó completamente al poeta cincuenta años después de su asesinato, al calor de la Perestroika. Hoy el sello boutique Blatt & Ríos trae al lector hispanohablante algunas de sus mejores creaciones, las que compuso en un régimen de cautividad semiabierto en una ciudad de provincias. Hay una historia terrible detrás de Cuadernos de Vorónezh (129 páginas). Es una joya que sabrá apreciar tanto el amante de la Alta Poesía como el interesado en la historia del comunismo.


INTENTO DE SUICIDIO


En 1933, Ósip Mandelstam escribió el poema El montañés y lo recitó ante una decena de amigos. Boris Pasternak calificó la empresa de intento de suicidio. Era una sátira despiadada de Joseph Stalin. Veamos media estrofa:

"...Sus dedos gordos, como gusanos, son grasosos,

y sus palabras, como pesas de un pud, cabales,

se ríen sus bigotes de cucaracha

y relucen las cañas de sus botas."


En ese momento comenzó su calvario material, físico; el espiritual se había precipitado mucho antes, cuando la Revolución de Octubre, supuesta epopeya por la libertad del proletariado, confirmó un rumbo totalitario como nunca había conocido la humanidad. El disidente, obviamente, fue detenido, interrogado y confinado lejos de las grandes urbes. Aislar pero preservar fue la orden de Stalin. Primero fue enviado a la localidad de Cherdyn. Allí, Ósip intentó suicidarse. Luego los mastines del déspota le permitieron afincarse en Vorónezh, pero en condiciones paupérrimas, junto a esposa Nadiezhda Jázina. He aquí otra enseñanza del libro. Cuando el universo se desploma sobre tu cabeza, aquellos hombres afortunados que han encontrado una buena esposa nunca se sentirán solos. La cruz de la existencia es demasiado pesada para ser cargada por un solo par de hombros.


En Vorónezh, Mandelstam tenía la soga al cuello pero el genio se impuso. Escribió versos magníficos que atesora este volumen y que permanecieron inéditos hasta su muerte. Difícilmente, amigo lector, hallará en otro lado lírica del destierro de tan sublime factura. El alma atormentada le cantó a la estepa, al cielo y al frío, a los ríos, al jilguero, a las piezas arqueológicas del museo local, a la cantante y al flautista camaradas arrestados por la implacable picadora de carne bolchevique. Hasta le compuso a la Roma fascista. También a esa orden deleznable de rapar a la gurisada el Día del Trabajador:


"Aún la maquinita número uno, mordaz,

recolecta castaños tributos,

y caen sobre una toalla limpia

adensados mechoncitos racionales".


Naturalmente hay un fantasma maldito errando entre estos poemas. En la página sesenta y uno, el vate lo evoca:


"...aquel por quien gritamos en sueños,

el Judas de los pueblos futuros"...


Y así llegamos al núcleo incandescente del libro. La conmovedora, colosal y fascinante Oda a Stalin. Al autor le insumió dos meses redondear el poema, nos explica el traductor y prologuista Fulvio Franchi, quien por cierto ha hecho un trabajo excelente, dando "prioridad a la obtención de un ritmo". Mandelstam envió el manuscrito a diversas organizaciones culturales en 1937, pero ninguna aceptó publicarla. Hubo que esperar hasta 1989 para que la URSS divulgara al poema íntegramente. Malditas dictaduras.


El señor Franchi también resalta que hay dos interpretaciones históricas sobre los motivos de la Oda a Stalin:

a) Fue un intento tan desesperado como magistral (artísticamente hablando) del literato, aunque inútil, para que Stalin olvidase “El montañés” y le perdonara la vida.

b) “Fue la elección de un género lírico elevado que encarna un principio paródico”, escribió Franchi. Es decir, harto de tanto dolor el artista habría querido demostrar al Príncipe Rojo que él también era capaz de componer la más excelsa lamida de botas. Un último gesto de altivez delante del patíbulo. Sostiene esta teoría, la indudable ambigüedad del poema y sus graciosas exageraciones.


Estos cuadernos tan recomendables incluyen al final un puñado de escritos en prosa que corroboran la fineza del sentido crítico de Mandelstam y la belleza de su expresión. Impresiona, por ejemplo, su reprobación a los periodistas bolcheviques sedientos de sangre, que retroalimentaban la represión del régimen: "Una cajera se equivocó en cinco kopeks. -Mátala".


En los años veinte, el poeta había llegado a una conclusión tremebunda: "...en todas partes la literatura cumple un mismo designio: ayuda a las autoridades a hacer que los soldados las obedezcan y ayuda a los jueces a ejercer represalias sobre los condenados".

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa


Calificación: Muy bueno

domingo, 17 de marzo de 2024

BlackBerry, el comienzo de la historia

 


Una de las tantas traducciones de Proverbios 16: 18 al 19 dice así: "Tras el orgullo viene la destrucción; tras la soberbia, el fracaso". En 2007, la altanería de dos constructores de imperios -el visionario Mike Lazaridis y el vendedor implacable Jim Balsillie- dio inicio a la destrucción de la empresa canadiense que había causado una revolución en las telecomunicaciones y el universo laboral. BlackBerry pasó de controlar entre el 30 y 45% del mercado de telefonía móvil en los albores del siglo (difieren las fuentes) a cero en la actualidad. Una película independiente filmada, justamente, en Canadá, narra esa apasionante historia de auge y decadencia. Puede encontrarla en Amazon Prime.


BlackBerry, el comienzo de la historia es un drama biográfico, filmado en 2023. El guión adapta, con absoluta libertad, el libro Perdiendo la señal: la historia no contada del extraordinario crecimiento y la espectacular caída de BlackBerry de Jacquie McNish y Sean Silcoff. Lazaridis es interpretado por Jay Baruchel; Balsillie, por Glenn Howerton. El director Matt Johnson también actúa: es Douglas Fregin, el mejor amigo de Mike y confundador en Waterloo (estado de Ontario) de Research In Motion, la empresa de software que lograría con una manufactura prodigiosa modificar la forma en que los influyentes trabajaban y se relacionaban con sus empleados, sus clientes y sus pares. La tecnología nos hace. El medio es el mensaje, sentenció para siempre otro canadiense ilustre, el profesor Marshall MacLuhan.


RIM fue como un meteoro deslumbrante que cruza los cielos. El mismo Barack Obama llegó a decir que no se imaginaba su existencia sin el BlackBerry. Pero ya en 2013 su cuota de mercado había caído al 3% en América. El ingeniero talentoso Lazaridis y el tiburón de los negocios Balsillie fueron obligados a dejar el timón de una empresa que en pocos años pasó de ser la más valiosa del Canadá a perder el 90% de su capacitación bursátil.


¿Qué pasó? ¿Qué error garrafal habían cometido? Subestimaron la revolución iPhone. Pantallas táctiles, desarrollo independiente de aplicaciones, prioridad al concepto blando de "experiencia del usuario", acceso ilimitado a las redes sociales, productos atractivos y accesibles para todo el pueblo no exclusivos para la casta, incremento constante de las prestaciones. Y, sobre todo, que las corporaciones telefónicas puedan aumentar su rentabilidad facturando al cliente por cantidad de datos, novedad que Lazaridis recibió como obstáculo no como oportunidad ("¡Cada iPhone gasta la misma cantidad de datos que 5.000 BlackBerry!", se queja en la película). "Tu problema es que un minuto es sólo un minuto", le espeta sin rodeos a Balsillie en un aeropuerto de Georgia un peso pesado de AT&T cuando le rogaba que no abandone el barco para saltar a la cubierta de una Apple que iba a convertirse en la firma más valiosa del planeta hasta el día de hoy.


Como si fuera poco, la explosiva aparición del sistema operativo Android de Google que permite replicar las maravillas funcionales del iPhone en todos los aparatos que llegan de Oriente (algo similar a lo que había conseguido Microsoft con el Window en las computadoras domésticas) fue el último clavo en el ataúd de BlackBerry, cuya reacción a tan formidable desafío fue tardía, confusa y torpe. Dicen que lo peor que puede hacer un artista es enamorarse de sus ideas. Termina sacrificando la creatividad.


MUNDO GEEK


La cinta comienza en 1996 cuando dos jóvenes nerds (Lazaridis y Fregin) intentan vender al buitre Balsillie su nuevo invento: el PocketLink. Los chicos habían logrado resolver una encrucijada de la transmisión inalámbrica de datos y diseñaron al antecesor del BlackBerry. Crearon "la oficina de correos más pequeña del mundo". Y portátil. Balsillie no les hace caso de momento, pero algo queda resonando en su cabeza. Después de ser despedido de la firma donde trabajaba por rebelde e inescrupuloso, se convierte en inversor independiente. Hipoteca su casa para comprar un tercio de RIM y el cargo de codirector ejecutivo. Aporta la cuota de racionalidad empresarial que necesitaban los frikis para el despegue. Le venden a Bell Atlantic (hoy Verizon) el primer dispositivo de mano que puede conectarse a una red a escala comercial. El tándem Lazaridis-Balsillie -tan distintos el uno del otro- acelerará la revolución tecnológica en Occidente al comprender la importancia de la mensajería móvil.


Resulta fascinante el contraste que plantea el falso documental entre el caótico mundo geek de los ingenieros, tan pueril como disruptivo, con los hombres de negocios tradicionales, contratados en RIM para mantenerlos a raya (gran papel de John Ironside, estereotipo del hombre duro, como Charles Purduy). En 2002, los smartphone BlackBerry salen a la arena del circo y conquistan a las élites con su elegante teclado QWERTY y su practicidad. Incluso, generaron una suerte de adicción que fue designada como CrackBerry, "palabra nueva del año 2006" e incorporada por el diccionario Webster 's New World Dictionary. Qué anacronismo, verdad.


Vemos en la pantalla como Balsillie se las ingenia para frustrar en 2003 el intento de adquisición hostil de Carl Yankowski, director ejecutivo de Palm, otra pionera que terminó desapareciendo del mapa. Vemos como le roba mentes brillantes a otras empresas tecnológicas para resolver el colapso de la red telefónica. Para ello, usa opciones sobre acciones (a Paul Stannos de Google le promete diez millones de dólares de prima de ingreso), maniobra delictiva que arroja a los mastines de la Securities and Exchange Commission (SEC) al cuello de las autoridades de RIM (Balsillie casi termina en la cárcel).


Hasta que llega el año fatídico de 2007. Por entonces, sólo Nokia vende más smartphones en el mundo que Blackberry. La rutilante presentación de (suenan las trompetas) Steve Job encuentra a RIM distraída. Es el núcleo incandescente del film. Mike está acorralado por la SEC. Jim, obsesionado con la compra de algún equipo estadounidense de hockey sobre hielo para mudarlo a Canadá. Con una mezcla de admiración, miedo y perplejidad, los cerebros de la empresa canadiense reciben el lanzamiento del iPhone. Cambiaban las reglas del juego. La respuesta, como se dijo más arriba, nunca fue la apropiada y, como consecuencia, hoy ya no se fabrican más los teléfonos BlackBerry. Se convirtieron en una hermosa historia para ser contada con una valiosa enseñanza: si te dedicas al mercado tecnológico, innova permanentemente o perecerás.


Como nota al pie de página, digamos que Fregin se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo al vender su paquete accionario de RIM en 2007, después de pelearse con su viejo amigo Mike.


EL PRESENTE MODESTO


Parece que los nuevos dueños de RIM (rebautizada BlackBerry Limited) siguen al pie de la letra el consejo del proverbio bíblico de perseguir la humildad. Veamos su derrotero (barranca abajo) en los últimos diez años.


En 2016 anunciaron la subcontratación a los chinos de TLC de toda la producción de aparatos. La idea era que se encargaran del hardware, mientras los canadienses se centraban en el software. Ya no fabricarían más teléfonos. Pero la nueva camada no usaba el sistema operativo propio, sino que corrían sobre Android. Ni siquiera arañaron el mercado. En enero de 2022, ¡kaput! Todo los aparatos quedaron obsoletos cuando la firma dejó de darles soporte. Ahora, BlackBerry se dedica a producir software de ciberseguridad y ofrece otros servicios para empresas y gobiernos. Es muy apreciada en el segmento de comunicaciones seguras, incluso por la CIA.


Qué es de la vida de Mike Lazaridis y Jim Balsillie, se preguntará usted. Bueno, los socios crearon un fondo de inversión para desarrollar las tecnologías cuánticas (palabrita de moda esta década), se abocaron a la filantropía en el área de la educación y a contar su mejor historia por todo el mundo. Con la perspectiva del paso de los años, uno no puede dejar de ver los últimos minutos sin gritarle a los protagonistas: "¿Qué están haciendo pedazos de tontos", escribió la crítica inglesa Wendy Ide. Es la fatal arrogancia, amiga. ¡Ah, por cierto!, las dos horas de película se pasan volando.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy buena

martes, 12 de marzo de 2024

El cocinero de Alcyon


El cocinero del Alcyon

Por Andrea Camilleri

Salamandra. 238 páginas


En 2009, Andrea Camilleri (1925-2019) recibió un encargo de una productora italoestadounidense. "Maestro, necesitamos un guión con el comisario Montalbano". Quizás, le encargaron que incluya una o dos mujeres despampanantes, un empresario malo como un terremoto y una trama en la que nuestro héroe se enfrente a los esbirros de poderosos narcotraficantes.

La película no se hizo. Don Andrea no quiso desperdiciar el argumento. Lo recicló unos años después para un nuevo libro de la saga de Salvo Montalbano, que consta de treinta y dos gemas y convirtió a su demiurgo en el escritor más leído de la Italia contemporánea. Así describe a la serie la eminente Enciclopedia Treccani:

"En 1994, con La forma del agua, A.C. inauguró una serie de novelas y cuentos centrados en un personaje fijo: el comisario de policía Salvo Montalbano, que en la imaginaria (pero inequívocamente siciliana) ciudad de Vigàta debe desentrañar numerosos casos de asesinato y malversación, animado por un sentimiento de justicia tan sustancial como ajeno a las preocupaciones de su carrera y, en todo caso, propensos a procedimientos que no siempre son formalmente impecables".

Camilleri reconoce en la nota final que El cocinero de Alcyon muestra sus costuras innobles, es decir su origen no literario. Se queja además de que los capítulos no se ajusten exactamente a su lecho de Procusto: las habituales diez páginas de computadora. Pero en la "nota a la nota" sentencia que la actualización redondeó una "buenísima novela de Montalbano". ¿Y quienes somos nosotros, modestos escribas del séquito, para desmentir a su majestad, el escritor talentoso? 

Otra de las proezas de Don Andrea es que su ciudad natal -Porto Empedocle, provincia de Agrigento, en Sicilia- haya decidido agregar el término "Vigàta" a su nombre histórico, como consecuencia de la legión de admiradores de la serie que visitan todos los años la urbe para caminar por los mismos escenarios que fatigaba el comisario. Sí, amigo lector, la literatura fomenta el turismo nacional. Ya es hora de que Pringles cambie su nombre por César Aira.

La historia comienza con un conflicto sindical en un astillero. Un obrero despedido se ahorca. El patrón -hijo del fundador de la empresa- es un canalla de primera categoría, de esos que desperdician la herencia familiar en gustos extravagantes, mientras descargan sobre los hombros de los trabajadores el peso del ajuste.

Los policías sicilianos, naturalmente, simpatizan con la rebeldía obrera (¿dijimos que A.C. tenía simpatías comunistas?). Uno de los deméritos de la novela y de la serie policial de esta época es que el detective y sus ayudantes suelen coincidir forzosamente con la ideología de sus creadores; es decir, por lo general pertenecen a la prometeica familia de la izquierda progresista. Por eso las llamamos “ficción”.

La aparición en la soleada Vigàta de una escort texana, veintiañera, rubia, de más un metro ochenta de altura ("Llevaba unos vaqueros tan ajustados que más que una prenda de vestir parecían la piel de una fruta"), doce mil euros la noche, ofrece a Montalbano la punta de un ovillo. Descubrirá que el cretino de Giovanni Trincanato no es solamente el propietario de un astillero. Es alguien mucho más siniestro. Al mismo tiempo, los jefes de la policía intentan apartar al comisario del servicio. ¿Qué diabólico caldo se está cociendo en el sur de Sicilia?

Si hay algo que puede criticarse del texto es cierta propensión al estereotipo. El agente del FBI, por ejemplo, parece una marioneta, es indigno de un escritor de la talla de Camilleri. Todo hay que decirlo: el libro carece de profundidad psicológica. Pero es un entretenimiento formidable. Una última rareza. He aquí a un sicario argentino, un tal Juan Bartocelli. Tiene ojos de serpiente, más fríos que el Polo.

Guillermo Belcore